domingo, 14 de junio de 2009

LA DÉCIMA


Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

Con Colombia, donde hay zonas fértiles para los decimeros, es preocupante el desconocimiento sobre la décima, la cual, en el ámbito caribeño, es el prototipo de la poesía popular, que tiene su mensaje, describe situaciones y también nos llega al alma. Pero lo más lamentable es que los textos de lengua española y literatura, que sirven de guía a profesores y estudiantes, no le dedican ningún espacio. En consecuencia, reina la ignorancia so­bre esta interesante manifestación del folclor lite­rario, que sin lugar a dudas forma parte de nues­tra fisonomía como región. En el marco de ese desconocimiento, es muy elo­cuente la anécdota del profesor Roberto Yanees Torres, quien se dedicó a buscar información so­bre esta temática en las Bibliotecas del departa­mento de Córdoba y fue poco lo que encontró. En­tonces escribió a distintas entidades del país, en­tre ellas al Instituto Distrital de Cultura y Turismo de la capital de la República, y la respuesta que recibió fue la siguiente: «En relación a la segunda parte de su carta no nos queda muy claro a lo que usted se refiere al decirnos estudio sobre la deci­ma en Colombia, seguramente en el Departamen­to Administrativo de Planeación podrán colabo­rarle si se trata de la carrera décima en Bogotá". Pues bien, la décima es un tipo de poesía que suele cantarse a cápela en los momentos festivos de raigambre popular. Está compuesta por estrofas de diez versos octosílabos, de los cuales, por regla general, rima el primero con el cuarto y el quinto; el segundo, con el tercero: el sexto, con el séptimo y el octavo con el noveno y décimo. Un ejemplo de este tipo de composición lo tenemos en la "Gran Miseria Humana" del soledeño Gabriel Escorcia Gravini, tema que ocupó lugar de preeminencia entre los jornaleros, oficinistas e intelectuales de nuestros pueblos caribeños en sus deliciosas no­ches de bohemia. Otro ejemplo importante es el de Gabriel Segura, también de Soledad, Atlántico, quien nos legó aquellos versos tan conocidos, que dicen al son de la melodía: "Con su fiesta noviembrina/ y su santo San Martín, / llevan alegría sin fin/ hasta sus playas marinas/ y en sus horas vespertinas/ se mira la mar serena luego la mujer morena/ por el camellón pasea / y el negro que la desea/ asieres tú, Cartagena." La décima se conoce también con el nombre de espinela, en honor a Vicente Espinel (1550-1624), escritor y músico español, a quien se le atribuye su invención. Ha sido cultivada por reconocidos escritores de la literatura española, como Lope de Vega, Tirso de Molina, Francisco de Quevedo. Félix María Samaniego, José Zorrilla. Ramón de Campoamor, Gaspar Núñez de Arce, José de Espronceda y Pedro Calderón de la Barca. En América, escritores como José Martí, Nicolás Guillen, Rafael Pombo, Violeta Parra, Severo Sarduy, Manuel Mejía Vallejo y muchos otros, han utilizado la forma de la décima para realizar sus com­posiciones. Sin embargo, en nuestros días, y muy especialmente en nuestra Costa Caribe, la déci­ma es compuesta y cantada principalmente por campesinos y otros sectores populares, quienes le imprimen un sello regional.
Roberto Yances Torres, investigador y estudioso de las décimas y los décimeros del Sinu, considera que la asimilación de esta forma de poesía en América tomó dos vías: la escrita y la oral-musi­cal. La primera la desarrollaron los literatos de academia, interesados en la publicación de sus obras. La segunda la cultivan los décimeros, in­quietos sobre todo por cantar sus versos, narrar lo que pasa en el pueblo y dar a conocer los as­pectos esenciales de la condición humana. Generaímente los decimeros son personas que no tie­nen formación académica. Son verdaderos ju­glares. Ellos la Improvisan, le ponen música y la cantan. Por esa razón la décima se transmite oral­mente, de generación en generación, siendo difícil, en muchos casos, precisar su autor. A eso se debe que los compiladores registran en sus trabajos el nombre de quienes presentan o cantan las déci­mas en los entarimados de los distintos encuen­tros de decimeros, por la dificultad de encontrar sus autores primarios. Sobre esos encuentros, donde el talento de nuestros juglares se luce en la piquería, "el pie forzao" y "el pie pisao", dice el pe­riodista cordobés Augusto Amador Soto: "Se sor­prende uno de la literatura que sale de un forcejeo filosófico de esa naturaleza. Literatura, filosofía, expresión, verdadera poesía al aire libre, que no se encuentra en ningún libro". Esa apreciación, surgida de la propia realidad, nos conduce a una conclusión ineludible: si nues­tra décima no se encuentra en los libros, entonces hay que investigarla, interrogando a los testimo­nios directos de esa experiencia poética, y divulgarla principalmente a través de los textos escolares de primaria y secundaria, para que las generacio­nes presentes y futuras conozcan ese mundo ma­ravilloso, que contiene simbolización, visión líri­ca de la realidad, penetración sicológica y senci­llez expresiva, que nos divierte, nos alegra y nos conmueve.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me he desayunado y hasta un poco tarde pero bien vale le pena saberlo en el lenguaje que usamos como costumbre pero como irreflexivos