domingo, 14 de junio de 2009

PULCRITUD ADMINISTRATIVA



Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

Siempre que la prensa, la radio o la te­levisión nos Informan sobre las travesu­ras de los funcionarlos indecorosos se me vienen a la memoria, por contraste, mu­chos ejemplos de pulcritud administrati­va, que también son abundantes en la historia nacional.
Uno de esos ejemplos tiene que ver con el presidente Eustorgio Salgar (1870-1872), conocido como "El presidente caballero", mandatario éste del más puro acento ra­dical, alejado de todo sectarismo, con profundo sentido de la tolerancia hacia las Ideas y las creencias ajenas, modelo de funcionario público honrado, quien al llegar a la presidencia de los Estados Uni­dos de Colombia, a la edad de 39 años, llevó al palacio de San Carlos muebles de su propiedad para completar los que allí había, y al final de su mandato, cuando mozos de cordel los alzaban para llevarlos a la casa, observó que su esposa or­denaba que desclavaran las alfombras. En ese mismo instante le dijo don Eus­torgio Salgar a la primera dama de la nación: "Sinforosa, suspende esa labor. Deja esas alfombras en palacio. Nadie las vio entrar y todo el mundo las verá salir". ¡Qué dignidad, que honor y qué hombría de bien! Y por qué no decirlo: qué diferen­cia tan grande con los funcionarios cani­jos de hoy, que son la vergüenza de la patria y la calamidad de nuestros pue­blos.
Otro ejemplo que nadie puede olvidar es el de Simón Bolívar, el "Alfarero de Repúblicas", hombre que jamás tuvo codi­cia por los dineros de las rentas nacionales. Al contrario, la cuan­tiosa fortuna heredada la consumió en los altares de la libertad, luchando con­tra la dominación colonial, hasta conseguir la libertad de un mundo. El Liberta­dor, Genio de América, nació muy rico y murió en la pobreza, mientras hoy funcio­narios indolentes y de poca monta se enriquecen ilícitamente en el desempeño de los cargos públicos, generando un morbo social que va contaminando paula­tinamente a toda la población, hasta el punto que ya mucha gente común y co­rriente ni se asombra. Es más, piensan y actúan acorde a los vicios del personaje peculiar de la corrupción política. Sus malsanas costumbres se están convirtiendo en un estilo de vida. En sus do­minios burocráticos el elogio de la virtud no sirve para nada, Allí el hombre honra­do encuentra sólo espinas, en tanto que los perversos encuentran rosas. En esas circunstancias, una posibilidad de salvación está en generar un nuevo hombre político, bajo el desarrollo de una fe humanística.
En Colombia sólo la intelectualidad ver­dadera, aquella que es más feliz en la sana creatividad que en la lucha política. podrá convertir en fuerza material civili­zada el pensamiento del Libertador Simón Bolívar y el de los grandes hombres de América y de nuestra patria, para atajar el cáncer de la corrupción administrati­va, que carcome las entrañas de nuestro pueblo.

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