domingo, 14 de junio de 2009

El JESÚS DE KAZANTZAKIS



Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

La Última Tentación, del escritor griego Nikos Kazantzakis, es una novela con fuerza vital en la que se plantea la tesis de la doble naturaleza de Jesús como un ser humano que evoluciona hasta convertirse en el hijo de Dios. Leer la obra equivale a penetrar fantásticamente en el mundo real donde se originó el cristianismo. Un mundo en el cual Roma, por medio del terror y la fuerza, había incorporado un vasto territorio a la jurisdicción de su imperio. En virtud de esa dominación, la Judea, provin­cia del imperio romano, administrada por un procurador, se convirtió en una verdadera zona de agitación y rebeldía. Allí reinaba la miseria, el despotismo y una opresión apabu­llante. En esas circunstancias, el atormentado pueblo hebreo esperaba ansiosamente la apa­rición de un Mesías que lo libertara de la situación de servidumbre en que se encontra­ba. Un Mesías que haría justicia a los míseros del pueblo, abatiría al opresor, libertaría al pobre del poderoso y restablecería la dignidad de la nación judía. Este desafío encontraba su respuesta por parte de los déspotas, en la colina de la crucifixión. "Toda vez que los he­breos se rebelaban y reclamaban libertad, aquella colina se cubría de cruces y en aquellas cruces se retorcían y gemían los rebeldes", como lo dice Kazantzakis. A lo largo de la obra, el autor muestra a Jesús como un hombre con muchos conflictos hu­manos. En su propia alma se debatían grandes contradicciones. Así tenemos que cuando su ser natural, es decir, su instinto de hombre, lo inclinaba a ser feliz, diez garras se clavaban en él y sus deseos se desvanecían. Así mismo, ante el llamado al reino de los cielos él respondía: "Me gusta la Tierra". "Me gusta comer bien, beber, reírme, quiero casarme, tener hijos". En esa dura lucha se fue perfeccionando, hasta que al fin logró salir "del camino de los hombres para internarse resueltamente en el camino de Dios". No obstante, en ese camino seguirá degustando los placeres de la vida, mostrándose como ejemplo de amor, de paz y de luz en la oscuridad.

Kazantzakis, en su polémica obra, llegó a com­penetrarse íntimamente con el espíritu de per­sonajes tan opuestos como Judas y Jesús, hasta configurarlos y presentarlos como seres humanos que tienen disparidades ideológicas, pero que aportan algo personal para la comprensión de aquel momento his­tórico tan especial. En Kazantzakis, Judas adquie­re una dimensión diferente a la tradicional, puesto que es una determinación de la Divina Pro­videncia que Jesús debe morir y que Judas lo debe traicionar. El Judas de Kazantzakis se rebela contra ese designio divino y es el propio Jesús quien le pide su colaboración. Además, Judas también tiene su ideario en aras de la libertad. Su problema está en que Jesús es más universal. En otras palabras, mientras judas lucha por Israel, Jesús entrega su vida por la humani­dad. Por eso cuando Judas le pregunta a Jesús: "¿Te corroe el sufrimiento de Israel?". Jesús le contesta: "El sufrimiento del hombre, Judas, hermano mío". Entonces Judas truena diciendo: "Deja de lado a los hombres. También son hombres los griegos, ¡malditos sean!, que nos degollaron durante tantos años. También lo son los romanos, que continúan degollándonos y mancillan nuestro Templo y a nuestro Dios. ¿Porqué te preocupas por ellos? Piensa en Israel. Si tienes piedad, siéntela por Israel... !y que todos los demás se vayan al infierno!". Ante estas afirmaciones Jesús se manifiesta con dulzura y habla de esta mane­ra: "Yo me apiado hasta de los chacales y de los gorriones, Judas. Y de la hierba verde". No hay duda de que el pensamiento de Judas es nacionalista, mientras que el ideario de Jesús es cosmopolita y trascendental. Ambos se reunían con los andrajosos y demacrados. A ambos los seguía una horda de pobres y de­sarrapados. El eje de la contradicción entre Judas y Jesús está en que el Hijo del Hombre pregonaba: "Amaos los unos a los otros". En cambio Judas al oír esas palabras murmura­ba: "¿Es eso lo que has venido a decirmos, hijo del carpintero? ... ¿Es esa la buena nueva que nos traes? ¿Qué amemos inclusive a los roma­nos? ¿Qué alarguemos el cuello, como tú ofre­ciste la otra mejilla, y que digamos: Hermano mío degüéllame?". Queda claro que la posición de Judas es la de un hombre que no acepta los hechos consumados de manera resignada. También queda claro, en la obra, que es un re­belde sin miedos ni claudicaciones y que co­mandaba a los Celotes, el mismo grupo extre­mista en que militaba Barrabás.
Para Judas el mal y el bien lo hacen los hombres. Por eso hay en él una pasión que se manifiesta en acción intrépida. En Jesús esa pasión se manifiesta en palabras tiernas. Ambos son orientadores de masas. Ambos luchan por los humildes en un mundo en que hierven las contradicciones sociales. Aquí la diferencia está en el camino a seguir: la violencia o el amor. Entre Judas y Jesús está planteada una lucha entre el espíritu y la fuerza material. Judas es lo material. Jesús es lo espiritual. Esas dos potencias están frente a frente ahora. Ambos buscan la supervivencia de nuestros congéneres. Ambos se conduelen por el dolor de un pueblo que ha caído bajo un régimen de fuerza. Pero la visión de Jesús es más universal. Uno se circunscribe a Israel. El otro piensa en la humanidad. Jesús habla de un reino que no es de este mundo. Pero este planteamiento no significa la resignación. En el fondo, encierra una crítica demoledora a la maldad que se ha apoderado de este mundo desgarrado por la hipocresía, el egoísmo y la ambición.
Hoy, más que nunca, ese Jesús que se transfiguró conmovido ante el dolor de sus hermanos, cobra mayor importancia como ejemplo para el hombre, en su tránsito por el ancho cauce de la vida. Sus acciones, sobre la faz de la Tierra, tienen sentido como emanadas de hombre; de "hombre humano", porque la esencia de la vida humana suele estar acompañada del ingrediente de la imperfección. En fin, el libro de Kazantzakis nos invita a reflexionar sobre la existencia del hijo del carpintero de Nazaret y su testimonio de amor, de vida y de esperanza para toda la humanidad.

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