lunes, 9 de junio de 2014

La importancia gnoseológica de las liturgias en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado




José Morales Manchego

Según la Real Academia Española de la Lengua, Liturgia es el “Orden y forma que ha aprobado la Iglesia para celebrar los oficios divinos, y especialmente la misa”. En segunda acepción es el “Culto público y oficial instituido por otras comunidades religiosas”. Podría decirse entonces que liturgia en el mundo profano es la forma en que se llevan a cabo las ceremonias de una religión. En ese tipo  de liturgias religiosas las respuestas ya están determinadas en una especie de sacro conductismo.  El feligrés de cualquier religión no puede agregar ni crear algo que permita enriquecer el Rito a partir del análisis hermenéutico de sus liturgias.

En cambio, en la masonería -que no es una religión- las liturgias constituyen la forma en que se realizan las diversas tenidas y contienen las líneas generales del desarrollo filosófico de esta escuela de formación moral e intelectual. En esta Augusta Institución hay una liturgia para cada acto ceremonial. Cada uno de los 33 grados de la escala masónica del Rito Escocés Antiguo y Aceptado tiene una liturgia, además de haber una liturgia para cada uno de los siguientes actos: inauguración y consagración de un templo, fundación y constitución de una logia, instalación de una logia, posesión de venerables maestros, reconocimiento conyugal, pompas fúnebres, reconocimiento y adopción de luvetones, tenidas ordinarias,  extraordinarias y otras.

Nuestras liturgias son unos libros, aprobados por la Masonería Universal del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que contienen los textos fundamentales y el simbolismo para realizar las ceremonias y desarrollar la teoría del conocimiento masónico. Al leerlas con atención y espíritu investigativo,  se derrama sobre nuestro cerebro un torrente de ideas, que nos muestran su exuberante fertilidad para la producción de planchas, que es la vía más expedita para el pulimento de la piedra bruta y el desarrollo de nuestro Rito. Aquí, en el seno de la Orden, por oposición al mundo profano,  las liturgias son básicas para la producción intelectual del Hermano masón.

Estéticamente las liturgias son una expresión de la belleza como manifestación del intelecto. En ese sentido, la fuerza poética y la grandeza mítica de los personajes legendarios que en ella se contemplan, generan una dimensión profundamente humana en el iniciado que reflexiona. En el aspecto teatral, si las liturgias se dramatizan con rigor, encontraremos en sus parlamentos la erudición y la sabiduría, envueltas en una pomposa sonoridad musical. En las liturgias encontramos  la sugerencia de conceptos no expresados burdamente, sino en forma estética. Pero si no se dramatizan en debida forma, se puede llegar al umbral de una situación ridícula. Por eso la Liturgia de Aprendiz Masón lo advierte claramente cuando dice que “de lo sublime a lo ridículo no hay sino un paso”[1].  De ahí la necesidad de leerlas con claridad  y entusiasmo y si es posible aprenderlas de memoria.

Por esa razón los Estatutos de la Gran Logia del Norte de Colombia recomiendan que: “Los Dignatarios y Oficiales de las Logias deben estar preparados para celebrar los Trabajos litúrgicos sin necesidad de tener los textos en mano”[2]. Lo que indica la importancia de las Liturgias en el Rito y la necesidad de dramatizarlas con el énfasis  y el rigor que exigen los parlamentos de las mismas. Podría decirse que la calidad del masón dimana de la asimilación y del dominio que se tenga de las Liturgias y de la capacidad para desarrollarlas y aplicarlas en nuestro modo de vida diario en cualquier parte donde nos encontremos.

En las liturgias están las médulas: científica, filosófica, metafísica, artística, tecnológica, moral y humanística de la masonería, esperándonos siempre para la reflexión y la investigación. En ellas resplandecen las ideas de todo  tipo. Las ideas patrióticas, las ideas democráticas, las ideas religiosas, las ideas éticas, metodológicas y filosóficas en general. Todas ellas ornamentadas con el refinamiento simbólico y el cuidado en el detalle sutil y en la valoración de lo menudo, pero significativo.

Es cierto que las Liturgias masónicas, imbuidas de humanismo y de moral, sintetizan un conjunto de tradiciones y de leyendas, anteriores al siglo XVIII, las cuales, unidas a los símbolos, constituyen el invaluable tesoro que nos debe servir para revisar el pasado, vivir en el presente y proyectar hacia el futuro.  Pero no olvidemos que aquí, el elemento tradicional no significa obsolescencia, puesto que la tradición en masonería se maneja en actitud diferente; es decir, descifrando el símbolo que tiene un valor trascendente y no solo de inmediatez como sucede con la tradición en el mundo profano.

Por eso en nuestros textos litúrgicos va aparejada con la enseñanza explicita, una simbología histórica que se transmuta con el correr del tiempo y se interpreta con proyecciones futuristas. En ese sentido, la realidad presente y la realidad contemporánea también entran en ese juego de símbolos y alegorías.

Cuando estudiamos las liturgias, como fuente de investigación masónica, encontramos que en ellas hay dialéctica, movimiento y vida. Que su lenguaje es de gran riqueza y expresividad. Muchas ideas se concentran en pocas palabras. Es más, una sola palabra muchas veces se torna rebosante de contenido y de intencionalidad, dependiendo de la inteligencia y la perspicacia del masón investigador. Es de destacar, que en nuestros textos litúrgicos, al lado del conocimiento científico, se hace gala de una esplendidez moralizadora, como se demuestra en la escala mística, que en ningún momento se agota en las artes liberales ni en el empirismo, ni en la razón totalitaria, sino que es un símbolo inagotable que nos incita a investigar interdisciplinariamente los distintos planos de la realidad, pero sin apartarnos de los principios de la moral universal.  En ese mismo sentido, las figuras retóricas, las metáforas y las comparaciones abundan hasta formar una especie de tejido literario, que es lo que constituye el texto de la liturgia.

Es cierto que la presencia de corrientes filosóficas en nuestras liturgias no tiene la lógica de la filosofía profana, sino la disposición y el arreglo para la sugestión poética y el impacto iniciático. En consecuencia, no es la lógica formal ni la retórica profana las que van a lograr el encadenamiento de todo el juego de categorías científicas, filosóficas y morales que se encuentran en esos textos. Es la fecunda imaginación y la inteligencia del iniciado lo que le da sentido a su investigación masónica fundamentada en las liturgias.  Por eso la  masonería reclama del iniciado inteligencia e intuición para comprender el Arte, puesto que desde las alturas de la formación masónica hay que saber descender a la realidad del mundo para analizarla, cuestionarla y criticarla, pero manteniendo siempre el vuelo majestuoso que nos enseña la Orden. Eso es lo que da a la masonería el carácter de progresista.

Por eso, en el propio seno de la Orden, con una visión profana del mundo, las liturgias no son de fácil lectura, ni se pueden digerir, si no se domina el lenguaje simbólico.  Ello da un cariz diferente a las liturgias masónicas, que no son libros inspirados ni revelados por un Dios, sino creados por el hombre para la recreación intelectual de los iniciados. A estos libros debemos someterlos al análisis permanente para desarrollar la doctrina y construir el templo espiritual que todos anhelamos, pero sin el prurito de cambiar caprichosamente sus textos, porque se pierde el objetivo del Arte Libre contenido en dichos libros y se introduce la anarquía en el Rito, con el pretexto de la “innovación” o de la “actualización”, olvidándose que son libros simbólicos, y “La simbología Masónica puede ser interpretada de diversas formas, ya que el símbolo viene a ser a modo de la luz blanca, que se descompone en un color diferente en cada alma”[3].











[1] Liturgia Para el Grado de Aprendiz Masón -R:. E:. A:. A:.-  Edición de la Gran Logia del Norte de Colombia. Oriente de Barranquilla, 2006. p. 15.
[2] Gran Logia del Norte de Colombia. Constitución Masónica y Estatutos Generales. Artículo 42°, Estatuto no. 5. p. 92.
[3] Ragón, J. M.  La masonería y la iniciación hermética. Editorial Kier. Buenos Aires, 1951. P. 7.

Artículo publicado en: Revista Plancha Masónica No. 41. Barranquilla, Colombia, mayo de 2014. pp. 36-39.

martes, 8 de abril de 2014

La realidad de los hechos derrota a los fantasmas




José Morales Manchego


Cuando se habla de la Sociedad Hermanos de la Caridad no es necesario llegar a deliquios intelectuales para saber que la idea inicial  de sus fundadores no sólo se ha mantenido a  lo largo de su historia, sino que se ha desarrollado proyectivamente en medio de los desafíos y las incertidumbres de la sociedad contemporánea.

De antemano es importante aclarar que la Sociedad Hermanos de la Caridad, a diferencia de otras empresas del sistema mercantilista, no se agota en el cálculo y la simple ganancia, sino que gran parte de su producción es empleada para fomentar la caridad y auxiliar a los más necesitados, con el ánimo de ser útiles a la asociación universal del género humano.

En ese sentido, los grandes espíritus fundadores de la altruista entidad, desde sus inicios en el siglo XIX, propendieron por la construcción de una Iglesia católica y propiciaron  la creación de un Hospital de Caridad y el Cementerio Universal, obras que se adelantaron con los auxilios de la Nación, el Estado de Bolívar, el municipio de Barranquilla, las donaciones voluntarias de sus miembros y el concurso de distinguidas personalidades de ese entonces.[1]

Así mismo, el 15 de octubre de 1870, por iniciativa del Hermano Eusebio de la Hoz, se creo El Misionero, periódico pequeño, tamaño un cuarto, de cuatro páginas, que circulaba quincenalmente, pero que sólo alcanzó a llegar al número  5, el cual salió el 15 de diciembre del mismo año de su nacimiento[2].

Después de largos años de congelamiento sobre los cristales de sus glorias, nos encontramos en la segunda época de la Sociedad Hermanos de la Caridad, que irrumpe en medio de un mercado mucho más competitivo, manteniendo el altruismo como principio fundamental. En estas circunstancias, vemos a la nueva generación de dirigentes de la noble Institución, realizando la reorganización de la misma, con una conciencia autorrenovadora, poniéndola a funcionar con sus propios esfuerzos, sin tener que recurrir a los auxilios oficiales. Estas nuevas generaciones han sabido desarrollar la constelación de sueños de los fundadores, manteniendo su libertad y su autonomía, para evitar que sea penetrada por intereses mezquinos y heterónomos, que le impidan el libre desarrollo de su naturaleza.

En los últimos 20 años, también se han realizado obras de interés material,  como la Funeraria Universal y el Horno Crematorio, lo mismo que obras de implicaciones intelectuales, como la donación de becas a niños pobres de preescolar y a estudiantes de bachillerato y Universidad. Dentro de esa pretensión de educabilidad se creó el Liceo del Norte de Colombia, colegio gratuito para la infancia, que estaba ubicado en la comuna suroccidental de Barranquilla. En 1992, la sociedad barranquillera presenció la refundación de El Misionero, ahora en formato de revista, la cual ha llegado al número 72.  El 15 de julio de 1999, en  medio de un arsenal de intencionalidades educativas, siendo presidente de la Sociedad Hermanos de la Caridad el ilustre médico ginecobstetra Leonello Marthe Zapata, se inauguró oficialmente la Biblioteca Pública julio Hoenigsberg.  Esta Biblioteca tiene como objetivos: prestar apoyo a la educación, fomentar la lectura, la investigación, la recreación, proporcionar información, distribuir en forma gratuita las publicaciones de la Sociedad Hermanos de la Caridad. En fin promover la cultura en sus distintas manifestaciones.

Hoy nos complace presentar el No. 72 de El Misionero, con la siguiente cascada de autores:


Ángela Marcela Morales, antropóloga de la Universidad de los Andes, en su artículo Miradas interdisciplinarias, plantea las incertidumbres de quienes hoy se arriesgan a navegar en el insondable mar de la información, en busca de la verdad como base de la vida material y espiritual. En ese contexto, el camino a seguir es la interdisciplina, enfatizando en la capacidad humana de amar y de soñar en este mundo globalizado, donde los objetos tienen tonos multiculturales y variopintos.

Betty Córdoba Arrieta, en Teorías del diseño curricular, se refiere a las propuestas que se están discutiendo en los foros internacionales sobre la problemática de la educación en América Latina. En su artículo analiza las tendencias curriculares en el marco de la globalización, matizadas por el humanismo y la ética de la comprensión.

Jorge Álvarez Hernández, con su artículo titulado Carlos Marx y el objeto de la Filosofía como conciencia histórica, nos evoca la doctrina de ese pensador del siglo XIX, que le dio sentido a la crítica y a la rebeldía en el ámbito social. Fue tal la fuerza de su ideología,  que cuando ésta se prendió en las masas, produjo las grandes revoluciones sociales de la Historia Contemporánea.


Carlos Perdomo Cueter, en su artículo sobre Francisco Miranda, considera que el precursor de la independencia hispanoamericana, fue el primero que universalizó los conflictos coloniales del Nuevo Mundo.

Por su parte, en su artículo El pensamiento de Miranda y el mundo de hoy, Asdrubal Díaz, un economista fungiendo como historiador, busca proyectar la Historia más allá de sus límites tradicionales.

Rafael Fulleda Henríquez, médico pediatra, escribe Mis vivencias sobre el río Magdalena, artículo en el cual nos lleva a una maravillosa aventura, matizada con ribetes autobiográficos, como destellos históricos, que nos permiten pensar en esa historia dormida que se encuentra latiendo en su memoria.

José Gabriel Coley, filosofo y escritor, en su artículo titulado Julio Enrique Blanco y la Universidad del Atlántico, nos muestra el rango intelectual y creativo de este personaje, al que fue dedicado el X Gran Recital “Arte in Memóriam Día de los Difuntos”, realizado el 8 de noviembre de 2013 en el Cementerio Universal, donde  el fundador de nuestra Alma Mater, duerme tranquilo bajo el cielo estrellado de Barranquilla.

Ángel Otazua Pacheco, con un enfoque microhistórico que se inscribe dentro de la Nueva Historia, nos entrega un artículo titulado El teatro Apolo de Barranquilla, en el cual destaca actores sociales poco conocidos y olvidados, como el doctor Alberto Reinel Osorio, nacido en Soledad y gestor de este proyecto sociocultural, tan significativo para la ciudad de Barranquilla.

David De Aguas Urrego nos brinda una reseña sobre la película “Los olvidados”, una historia trágica y realista sobre la vida de los niños en los barrios marginales de la ciudad de México.  Es la tragedia de la infancia, de los mendigos, de los niños abandonados, los horrores de la promiscuidad sexual, la miseria. Es el drama humano de dolor y lagrimas en que se debaten los olvidados de siempre. Es decir, aquellos que esperan las hondas transformaciones sociales para que les den lo que en justicia les corresponde. Pero mientras llegan las soluciones, la gran catarsis está en el arte y la literatura.

En ese sentido, esta nueva edición de El Misionero cuenta con un ramillete de temas literarios firmados por escritores e investigadores de enaltecedoras referencias, que  hacen un valioso aporte a la cultura letrada y al desarrollo del pensamiento crítico. Ellos son: Rosa Peñaranda, Alberto Contreras, Orlando Logreira, Edgardo Ponce Sandoval, Mayra Mola, Gustavo Taboada y Betty Fulleda, quien nos presenta una reseña de las actividades culturales de la Biblioteca Pública Julio Hoenigsberg realizadas en el año 2013, en la cual se incluye un resumen de las tertulias del grupo Episteme, que abre un espacio semanal en la Sede Cultural José “Pepe” Stevenson Collante para el discurrir intelectual en Barranquilla.

El Rincón Poético, bajo el enfoque periodístico de Betty Fulleda Fandiño, está dedicado a Cristo García Tapias,  un escritor que juega con las palabras para darles música y convertir el dolor en versos. La lírica de Cristo García, en toda la gama de su expresividad, nos lleva al roce con la naturaleza y nos da la sensación de su infinito. Es una poesía cargada de pasión bucólica, de filosofía, de música, de ternura y de las fantasías eróticas subyacentes, necesarias para aliviar el desgarro de una sociedad que se debate entre el horror y el desamparo.


Finalmente, a nombre de la Sociedad Hermanos de la Caridad y de su revista El Misionero, me permito decirles que desde ya y para siempre, recibiremos con beneplácito los juicios que el soberano tribunal de la crítica nos endilgue. Eso si, desde las diáfanas trincheras de la legalidad, sin parar mientes en los fantasmas que expelen un siniestro fuego fatuo desde los abrevaderos oscuros de la clandestinidad.


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[1] Para ampliar esta idea, léase: Stevenson Samper. Barranquilla y el legado del padre Carlos Valiente. Universidad del Norte. Barranquilla, 2013. 130 pp.
2 Véase: Marte Zapata, Leonello. Historia de la Sociedad Hermanos de la Caridad.

 (Editorial de El Misionero No. 72. Barranquilla, Colombia, marzo de 2014)





El simbolismo y el sentido filosófico del Grado XVIII de la Masonería




José Morales Manchego 33º

“La divinidad atribuida a Jesús de Nazareth no es para nada tomada en cuenta en este grado, ni la Masonería se ocupa en atribuirle ni negarle tal o cual carácter.  Es para nosotros el símbolo del maestro, la alegoría que representa el poder del amor y la virtud. En él vemos el luchador que combate la ambición con las armas de la Tolerancia y la Caridad, y como éstos son los únicos medios que debemos emplear para realizar la obra masónica, se deduce que Jesús es para los masones un símbolo de abnegación, un emblema de la Sabiduría, extirpando el error con la razón.” Lorenzo Frau Abrines. (Diccionario enciclopédico de la Masonería. Tomo 5. P. 795)

Por su simbolismo y su ceremonial, el Grado de Soberano Príncipe Rosacruz  (Grado 18) ha sido interpretado por algunos masones, como un grado de tipo religioso, dedicado a conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y la doctrina compendiada en los cuatro evangelios.

Frente a esa interpretación es preciso anotar que la Masonería que se practica en este Oriente y en este Valle, auspiciada por el Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia, del R:. E:. A:. A:., no establece en ninguno de sus grados las creencias religiosas. Al contrario, advierte al iniciado que todas las religiones fueron creadas por el hombre[1], enmarcadas en el contexto económico, político, literario, lingüístico e histórico de la coyuntura que las vio nacer.

En esa misma secuencia de ideas es importante anotar que los principios de la Orden se fundamentan en el racionalismo, médula filosófica de la Edad Moderna, de cuyas entrañas surgió la Masonería. La Masonería, es entonces una escuela de formación moral e intelectual de corte racionalista.  Por eso, ante la triada religiosa que enseña: fe, esperanza y caridad, la Masonería dice: caridad, esperanza y fe[2].

Dicho esto es necesario aclarar que la posición teológico-religiosa es congruente con el pensamiento de San Agustín, cuando dice: “Creo para comprender”.  En cambio, el racionalismo de la burguesía naciente, que más tarde será recogido por la Masonería, comienza a balbucear por boca de Abelardo, quien invertía la frase de San Agustín y decía: “Comprendo para creer”. Es importante recabar sobre estos planteamientos: Si San Agustín decía: “Creo para comprender”, Abelardo manifestaba: “Comprendo para creer”[3].

Con estos prolegómenos vamos a entender mejor por qué la teología dice: Fe, esperanza y caridad; mientras que la Masonería dice: “Caridad, esperanza y fe”.

Ahí está la diferencia entre el fanatismo y la razón, entre la astucia que engaña y la verdad que enseña.  En otras palabras, en esa simple transposición de palabras que son la base del Grado XVIII, está la diferencia sustancial entre religión y Masonería[4].

La Masonería empieza con la caridad.  Pero en este punto también es preciso hacer otra aclaración: para nosotros la Caridad no es la limosna, que consuela un día para hacer más angustioso el día siguiente, tal como la entienden las religiones.  Para nosotros la caridad es la educación que perfecciona al hombre y lo forma como trabajador digno, para que la justicia y el amor recíproco reinen en el universo[5].

La religión dice: “Fe es creer lo que no entendemos y no vemos”[6]. Apreciación que se opone a la razón.  Para la Masonería la fe es la certeza de lo que se espera. Es la “Confianza en avanzar en el progreso y mejora de la humanidad”[7]. En ese sentido, la Masonería tiene Fe en la ciencia que ha de traer la perfectibilidad y el bienestar al género humano.

Por eso el Grado XVIII debe enfocarse con los criterios y la metodología que nos depara la ciencia y la perspicacia que nos dan las enseñanzas iniciáticas. Con esas guías para analizar los hechos, nadie puede entender cómo para salvar a la humanidad se tenía que sacrificar a un hombre justo, como fue Jesús.  En cambio, desde el punto de vista iniciático podemos entender que la muerte y resurrección en los libros sagrados es un simbolismo de la iniciación.

La resurrección de Lázaro, por ejemplo, es el simbolismo de una iniciación. Los exégetas de la Biblia, como Eduardo Shure, dicen que la muerte y resurrección de Lázaro es una simbolización de la iniciación de Juan, el discípulo amado. En una dimensión más profunda, “La escena del Gólgota no es otra cosa que una Iniciación transportada sobre el plano de la historia Universal”[8].

Entonces tenemos que la resurrección ha sido entendida de dos maneras:
1.             La interpretación que tienen las religiones, la cual es una resurrección material.  Es decir, es un acto mediante el cual “todas las almas de los hombres, tanto buenos como malos, se juntarán con sus cuerpos en la segunda venida de Cristo.”[9] En otras palabras, es la vuelta a la vida, con carne y todo, del cuerpo material que dejó de existir hace mucho tiempo.
2.             La interpretación que tiene la Masonería de la resurrección es diferente. Para nosotros la resurrección es espiritual, y no es más que la profunda idea de la iniciación.  Para el Masón, la resurrección significa la purificación y regeneración espiritual, hechos que comienzan con la iniciación y deben continuar con el pulimento permanente de la piedra bruta.

Un verdadero masón, que razone sobre el simbolismo de sus grados, y que use bien las herramientas y la antorcha que le da la Orden, no puede ver el espectro religioso en el contenido esencial del grado XVIII, ni puede dejarse engañar por las mentiras de las sectas fanáticas y supersticiosas.  No olvidemos la enseñanza Masónica: “No serás verdadero masón mientras no sepas distinguir la verdad de la mentira y hacer la demostración.”[10]

En el simbolismo del grado XVIII se reafirma que la muerte de Jesús constituyó una catástrofe que estremeció el templo de la libertad, la justicia y la fraternidad. Es el momento en que el Hijo del Hombre cayó victima del despotismo político y religioso, que le dio un suplicio de esclavo, al sublime redentor de la humanidad, al amigo de los pobres e infortunados, al modelo inmaculado de las más  excelsas virtudes.

Por eso la hora del Capitulo Rosa Cruz es: “La que nos recuerda el instante en que el velo del Templo se rasgó, en que las tinieblas y la Consternación cubrieron la tierra, en que desapareció la Estrella Flamígera, en que se oscureció la Luz del día, en que las CCol:. y los instrumentos Mmas:. cayeron destruidos; en que la Piedra cúbica sudó sangre y agua, el instante, en fin, en que se perdió la Libertad de la Palabra, y la censura, la delación, el despotismo y el envilecimiento, fueron la Ley Universal de las naciones”[11].

Cabe preguntar: ¿Qué significan estos fenómenos para la Masonería?

Para la Masonería estos acontecimientos no son sobrenaturales, sino que poseen una trascendencia simbólica y una significación mística. Ellos representan las intangibles consecuencias de la muerte del Maestro. En palabras más explicitas: la muerte de Jesús es la luz perdida o la palabra perdida. Es la destrucción de los instrumentos masónicos que simbolizan las excelsas virtudes. Es el momento en que la piedra Cubica, que representa el alma del que aspira alcanzar su fuente -en este caso Jesús- sudó sangre y agua en la angustiosa noche de Getsemaní. Es la desaparición de la Estrella Flamígera, que simboliza al Hombre o microcosmos[12], como expresión del espíritu que anima al universo y se constituye en principio de toda sabiduría.

En síntesis, he aquí la verdad punzante: el Maestro ha desaparecido, y con él desapareció la esperanza de libertad, igualdad y fraternidad. Sin embargo, un rayo de luz rasga las profundas tinieblas. Jesús ha resucitado y con la antorcha de su ideario alcanzaremos la victoria. Por eso, la emancipación que plantea la Orden en el Grado 18 está clara cuando dice: “Pues si la Mas:. Conmemora tal catástrofe, EExc:. CCab:. VVig:. pedid a los HH:. que decoran nuestros VVall:., que nos ayuden a continuar los TTrab: del Sob:. Cap:., para tratar con renovados esfuerzos de volver a poseer esas libertades incomparables”[13].  En efecto, la Masonería recupera la doctrina diáfana de Cristo, simbolizada en la Ceremonia del domingo de pascua de resurrección en el que se encienden las luces apagadas el jueves santo.  En ese sentido, “se restaura el reino de Jesús, para lo que el iniciado debe prepararse, convirtiéndose en sabio universal.”[14]

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1 Liturgia del Grado XXX. Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia (Fundado en 1833). R:. E:. A:. A:..Barranquilla, febrero de 2006. p. 12.
2 Liturgia del Grado XVIII. Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia (Fundado en 1833). R:. E:. A:. A:. . Barranquilla, noviembre de 2004. pp. 35-36
3 Véase: Ponce, Aníbal. Educación y lucha de clases. Pp. 151-152
4 Liturgia del Gr:. XVIIIOp. Cit. p. 36.
5 Ibíd. Pp. 36-37.
6 Catecismo Católico Explicado del P. Gaspar Astete y el P. Eliecer Salesman. Editorial centro Don Bosco. Santafé de Bogotá, 1983. P. 199
7 Diccionario Akal de la FrancMasonería. Ediciones Akal. S. A. Madrid, 1997. P. 148. [1] Shure, Eduardo. Iniciaciones Secretas de Jesús. Editorial Solar. Bogotá, 1993. p. 168.
8 Sagrada Biblia. (glosario). Traducción de la Vulgata Latina al Español (1884) por el Ilmo. Señor Félix Torres Amat. Editorial: Impreandes Presencia S. A. Santafé de Bogotá, 1999. Pp.1290-1291.
9 Sagrada Biblia. (glosario). Traducción de la Vulgata Latina al Español (1884) por el Ilmo. Señor Félix Torres Amat. Editorial: Impreandes Presencia S. A. Santafé de Bogotá, 1999. Pp.1290-1291.
10 Liturgia del Grado XXX. Op. Cit. p. 12.
11 Liturgia del Grado XVIII. Op. Cit. p. 59.
12 Daza, Juan Carlos. Diccionario Akal de la Francmasonería. Op. Cit. P. 141.
13 Liturgia del Grado XVIII. Op. Cit. p. 3.
14 Daza, Juan Carlos. Op. Cit. p. 332.