Por JOSÉ MORALES MANCHEGO
En materia de salud, la caridad se ha refugiado en el pasado. Los hospitales públicos -otrora llamados de caridad- surgieron por la necesidad de asistir a los enfermos de escasos recursos económicos como un hecho de solidaridad, en virtud de su financiamiento con el dinero de los contribuyentes, a quienes -dicho sea de paso- el Estado les cobra impuestos a granel. Pero es lamentable que esas instituciones, tan necesarias para la atención médica y hospitalaria de la gente más pobre, se estén privatizando por encontrarse en estado deplorable, como producto del desgreño administrativo, de la politiquería y de la corrupción.
Todo el mundo sabe que en Colombia hay centros asistenciales en los cuales encontramos hacinamiento, gente acostada en el suelo, enfermeras usando bolsas plásticas en vez de guantes, y médicos con un número exagerado de pacientes, sobre todo de la tercera edad. Ahora bien, son muchos los hospitales donde. a la carencia de materiales, se agrega el problema de no pagar a tiempo los salarios a los médicos y al personal paramédico, lo que hace más grave la situación de dichos establecimientos.
Para cualquier persona sensible es doloroso saber que hay muchos hospitales públicos y entidades oficiales donde no les pagan los salarios a los servidores de la salud, como si ellos fueran sustancias incorpóreas o espíritus glorificados, y no seres humanos de carne y hueso, que diariamente y con abnegación arriesgan sus vidas en beneficio de la sociedad, combatiendo enfermedades contagiosas, muchas veces en lugares malsanos, en zonas de difícil acceso, o en las distintas zonas donde se sufre la violencia fratricida, que tanto daño le ha causado al destino histórico de la gente buena de este país y a la economía nacional, con el desvío de recursos para la guerra en vez de utilizarlos en inversión social. La crisis hospitalaria del departamento del Atlántico, está inscrita en el marco de la crisis que vive la salud en toda la Nación. Los problemas son similares y las causas también. No obstante, abrigamos la esperanza de que algún día el pueblo colombiano, incluyendo a la pobreza absoluta, pueda disfrutar de buenos servicios de atención médica, al alcance de todos. sin las anomalías e irregularidades que ahora se presentan, las cuales degradan la condición humana e intentan detener el curso de la vida en su plácido devenir. Este será un paso efectivo hacia la verdadera paz, que no puede existir sin justicia social y sin marginar definitivamente de las distintas esferas de poder a los roedores del tesoro público, que son los responsables directos de los malestares sociales que padece nuestro país.
Todo el mundo sabe que en Colombia hay centros asistenciales en los cuales encontramos hacinamiento, gente acostada en el suelo, enfermeras usando bolsas plásticas en vez de guantes, y médicos con un número exagerado de pacientes, sobre todo de la tercera edad. Ahora bien, son muchos los hospitales donde. a la carencia de materiales, se agrega el problema de no pagar a tiempo los salarios a los médicos y al personal paramédico, lo que hace más grave la situación de dichos establecimientos.
Para cualquier persona sensible es doloroso saber que hay muchos hospitales públicos y entidades oficiales donde no les pagan los salarios a los servidores de la salud, como si ellos fueran sustancias incorpóreas o espíritus glorificados, y no seres humanos de carne y hueso, que diariamente y con abnegación arriesgan sus vidas en beneficio de la sociedad, combatiendo enfermedades contagiosas, muchas veces en lugares malsanos, en zonas de difícil acceso, o en las distintas zonas donde se sufre la violencia fratricida, que tanto daño le ha causado al destino histórico de la gente buena de este país y a la economía nacional, con el desvío de recursos para la guerra en vez de utilizarlos en inversión social. La crisis hospitalaria del departamento del Atlántico, está inscrita en el marco de la crisis que vive la salud en toda la Nación. Los problemas son similares y las causas también. No obstante, abrigamos la esperanza de que algún día el pueblo colombiano, incluyendo a la pobreza absoluta, pueda disfrutar de buenos servicios de atención médica, al alcance de todos. sin las anomalías e irregularidades que ahora se presentan, las cuales degradan la condición humana e intentan detener el curso de la vida en su plácido devenir. Este será un paso efectivo hacia la verdadera paz, que no puede existir sin justicia social y sin marginar definitivamente de las distintas esferas de poder a los roedores del tesoro público, que son los responsables directos de los malestares sociales que padece nuestro país.
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