martes, 29 de diciembre de 2009

LA MAGIA EN LA COSTA CARIBE DE COLOMBIA

JOSÉ MORALES MANCHEGO

En la Costa Caribe de Colom­bia abundan zonas en las cuales el paisaje y el ambiente en general se prestan para dar libre juego a la imaginación y a la inventiva fantasiosa. Tales son por ejemplo los valles de los ríos y las ciénagas, donde se presentan fenómenos de óptica y de acústica muy singulares. En ese contexto se habla de supers­ticiones; de las brujas que succionan la sangre a los niños por el cordón umbilical; de la llorona loca; de la chancletona que se oye de noche cuando camina en los salones de la escuela; de los mohanes que asaltan a los que andan solos por los cam­pos; del caballo sin cabeza; de las aventuras amorosas del espíritu de Juan Lara; del enyerbado al que le hicieron crecer un mico dentro de la barriga; de los parroquianos que tienen aseguranzas para evitar peli­gros, alejar a los enemigos y conse­guirse a la mujer deseada; de las pitonisas y profetas del destino que leen la suerte en los residuos de una taza de café; de la bruja Lucrecia que hizo un hueco en el cerro de la Popa, y allí orinó siete veces con lo cual desencadenó la peste del cólera sobre la ciudad de Cartagena; de la gallina negra con polluelos de oro que cloquea en la plaza de la Iglesia, y del osado que afirma haberle cogido un pollito, y que al despuntar el sol el pollito desapareció de sus manos. Estos, y muchos más, son hechos elo­cuentes de ese mundo encantado del Caribe colombiano(1).

No hay en la Costa un solo paraje, donde no existan historias fantasma­góricas, creencias en curanderos, magos, ensalmistas y todo lo que tiene que ver con los llamados fenó­menos paranormales. Así mismo no hay un país en el que no haya existido magia a lo largo de su historia. Pero en el caso de la Costa Caribe colom­biana, esa forma de incidir en el mundo que nos rodea, constituye una cosmovisión que cobró más vi­gor con el sincretismo generado al ponerse en contacto las creencias mágicas de los indígenas, negros y cristianos. Se sabe que la mentalidad del indio era mágica, como también era mágica la mentalidad del negro traído de África. Lo que se quiere ocultar con un velo de clásica falacia es el hecho de que el cristianismo tampoco se apartaba sustancialmente de ese mundo ma­ravilloso y encantado de los negros e indígenas. Por eso el cristianismo al propagar la idea de que el mal, representado en el demonio, se aden­traba en el cuerpo humano y que solo era expulsado por los exorcistas, profundizó la concepción mágica de negros y aborígenes. En nuestro me­dio, el cristianismo estimulaba la magia al dar falsas explicaciones a fenómenos naturales. Así por ejem­plo, el Tribunal del Santo Oficio de Cartagena sindicaba como brujas o hechizados a los enfermos mentales y a los epilépticos. Todas estas circunstancias afianzaron los prejuicios y contribuyeron para que en la zona se fortaleciera la magia.

La Iglesia se oponía a la magia(2); pero esa oposición no era de fondo. Los textos bíblicos relatan que los antiguos sacerdotes hebreos prac­ticaban la hechicería como profesión oficial legitimada por el propio Dios. El Antiguo Testamento es claro sobre los procedimientos mágicos desple­gados por Aarón, Moisés y otros profetas. Y como si fuera poco, en el Levítico se encuentran numerosas prescripciones sobre la magia me­dicinal, que en nada se diferencian de los ritos de cualquier brujo o hechicero(3). El Nuevo Testamento contiene muchos relatos sobre las prácticas curativas de Jesús, quien entre los judíos gozaba de la reputa­ción de mago(4), mientras que en el bando de los fariseos era consi­derado el propio jefe de los demo­nios(5). Toda esta argumentación demuestra que la Iglesia siempre ha practicado la magia. Sin embargo, en aras de afianzar su poder espiri­tual y su influencia en la sociedad, sus mismos sacerdotes perseguían a los hechiceros no oficiales. Es decir a los curanderos y encantadores po­pulares.

Por eso, en la fascinante región del Caribe colombiano, el desarrollo de la magia llegó a manifestaciones exageradas, incrementándose la creencia en brujas, duendes y toda clase de fantasmas y apariciones, según queja presentada en 1868 por el gobernador de la provincia de Barranquilla en su informe a la Asamblea Legislativa(6).

Hoy, no obstante el desarrollo de la ciencia y la tecnología, en las ciu­dades caribeñas la magia sigue vi­gente. De esa manera, cuando se trata de resaltar a los hombres positivos, que emplearon toda su energía en el desempeño de su oficio, la ima­ginación costeña se expresa de ma­nera fabulosa. Leamos lo que dice Amaury Díaz Romero rescatando la opinión de nuestros contemporáneos, cuando se refieren a don Germán Vargas (q. e. p. d.), ilustre escritor y periodista del diario El Heraldo: "Hoy, once años des­pués, me dicen que escuchan, a me­dia noche, el teclear de la vieja má­quina de escribir que su familia con­serva. Otros, en El Heraldo, aseguran verlo caminar sin pisar piso, como sostenido en el aire, deambulando en la sala de redacción, no como un vulgar fantasma, sino como un personaje salido de los cuentos de Edgar Allan Poe"(7). No hay duda de que estas son creaciones fantásticas de la mentalidad caribeña, a las que los intelectuales de la región buscan darle credibilidad mediante los recursos del arte y la literatura.

Si bien es cierto que muchos de los pánicos de antaño han desa­parecido, los distintos procedimientos mágicos se siguen realizan­do, sobre todo en zonas atrasadas, donde la gente vive aferrada a primi­tivos conceptos, supersticiones e ideas fantasmagóricas. En efecto, hay gente que prefiere el brujo a los médicos, porque esos personajes, mediante trucos y artificios, impresionan la imaginación del paciente y sus allegados, infundiéndole credi­bilidad en la superstición y en la brujería. Esto ha generado un choque de mentalidades entre la medicina moderna y la hechicería. Otras veces se amalgama la magia con la medi­cina moderna. Así vemos que en el mal de ojo el campesino utiliza la droga al mismo tiempo que aplica el secreto, sin que esto implique contradicción con su fe religiosa, puesto que la magia es parte integrante y esencial de todas las religiones(8).
En la sociedad costeña la magia asociada a la religión ha invadido las distintas ramas de la actividad económica; la defensa de la salud; el mundo de las relaciones como el amor y la amistad; y los instantes vitales del individuo, como la gesta­ción, el nacimiento y la muerte. Esa estructura mágico-religiosa ha cons­tituido un régimen de seguridad per­sonal y social de muchas comunida­des por la necesidad de amarrarse a autoridades sobrenaturales. Ade­más, muchos relatos y leyendas re­gionales han servido para introducir suspenso y misterio a una dura reali­dad, que de otra manera estaría con­finada a las limitaciones aburridas de un mundo natural incomprendi­do y de una existencia social que pa­ra muchos se torna cada vez más desconcertante.
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1 Véase: Zapata Olivella, Manuel. En Chimá Nace un Santo. Seix Barral. Barcelona, agosto de 1964; Pinzón, Martín Alonso. Núñez: Amante y Brujo. Ediciones Tercer Mundo. Bogotá, 1975. p. 101; Orozco Cantillo, Martín. Horizontes Culturales del Caribe Colombiano. Edit. Librería Vida. Barranquilla, 2002.
2 Levítico, Cap. 19, versículo 31 y Cap. 20 versículos 6 y 27.
3 Levítico, Cap. 14, versículos 2-7.
4 Ambelain, Robert. Jesús o el Secreto Mortal de los Templarios. Ediciones Martínez Roca. Barcelona, 1999. pp. 139-152.
5 San Mateo, Cap. 9, versículo 34.
6 Gaceta de Bolívar. Cartagena, 27 de agosto de 1868.
7 Díaz Romero, Amaury. 11 años de la muerte de Germán Vargas. El Heraldo Dominical. Barranquilla, 28 de julio de 2002.
8 Sokovieds. V. F. Mngia Negra y Magia Blanca. Editorial Lautaro. Argentina. 1965. pp. 55-79.

domingo, 6 de diciembre de 2009

DEL INFORTUNIO A LA INMORTALIDAD

EDITORIAL POEMARIO
VI GRAN RECITAL
"Arte in Memoriam Día de los Difuntos"

Con la veneración que le debo a la poesía, vengo a franquearle la entrada a la sexta versión del Gran Recital Arte in Memoriam Día de los Difuntos, certamen que todos los años realiza la Sociedad Hermanos de la Caridad y la Gran Logia del Norte de Colombia, para conmemorar a los que dejaron este mundo de las sombras, y marcharon hacia el Oriente Eterno, en busca de la claridad.

El Gran Recital Arte in Memoriam Día de los Difuntos se realiza para que los poetas de nuestro ámbito solariego, o de cualquier parte del mundo, se congreguen en la “glacial comarca de las miserias humanas”, a mostrar las flores de sus jardines líricos, que sin lugar a dudas tienen el legado espiritual y artístico, nacido del dolor y el sufrimiento.

Hablo de sufrimiento, en el preámbulo de este recital, porque la fuente primigenia de la poesía es el dolor. El poeta sufre, en las profundidades de su ser pensante, por el drama polimorfo que está desgarrando al mundo: sufre por la guerra; por la injusticia; por la enfermedad; por la muerte; por los huérfanos de todo; por los desheredados de la fortuna; por los niños, jóvenes y ancianos, que no tienen un pedazo de pan para mitigar el hambre; y como si fuera poco, también sufre el poeta por los culpables de siempre, aquellos que pastan en los vergeles de la patria, devorando y malversando a diario la cebada oficial.

En ese contexto, la historia de la literatura nos muestra personajes transidos por la angustia existencial, como Virginia Woolf, María Mercedes Carranza, Paul Verlaine, Charles de Baudelaire, Arthur Rimbaud, Edgar Allan Poe, Francois Villón, Porfirio Barba Jacob, Epifanio Mejía, Raúl Gómez Jattin y muchos otros, que harían la lista interminable. Ellos, en medio de su dolor, nos dejaron la belleza lírica de su producción intelectual. Por algo decía el escritor chileno Vicente Huidobro: “El poeta que sufre poco, a menudo miente”.

Pues bien, hoy vamos a rendirle tributo a un poeta muy sufrido. Su nombre es Gabriel Escorcia Gravini, hombre de singular talento, cuya obra, a pesar del embate de los años, sigue en plena floración.

Gabriel Escorcia Gravini nació en Soledad, Atlántico, el 14 de marzo de 1892. Desde la aurora de su existencia fue atacado por el mal de Hansen. Por tal razón lo aislaron en su propia casa y las autoridades de aquella época lo persiguieron con la intención de confinarlo en las afueras de la ciudad. Es una acción aterradora, que recuerda las leyes de policía sobre el discernimiento de la lepra en los remotos siglos, cuando el leproso era declarado inmundo por el sacerdote, y obligado a vivir solo, fuera del poblado, según el relato contenido en el capítulo 13 del Levítico, uno de los Libros de Moisés.

Gabriel Escorcia Gravini sufrió el dolor físico y el tormento psíquico. Y a los 28 años murió. Nuestro joven aeda apareció como un meteorito en el cielo de la poesía colombiana. Su pasó por este mundo fue fugaz. Llegó, pulsó la lira y se fue. Pero dejó una estela luminosa. Hombre de una curiosidad enigmática. Sus visitas nocturnas al cementerio de su pueblo natal, se traducen pronto en un bello poema titulado: La Gran Miseria Humana.

Es de anotar que el tema de La Gran Miseria Humana es el amor. Y a través del Amor, el poeta aborda el asunto de la muerte, para llegar a conclusiones axiológicas. Es una obra de gran belleza, cargada de imágenes y metáforas. De principio a fin campea un fino trabajo de filigrana poética, y la evocación de un mundo mágico y misterioso, poblado de fantasmas que rodean al hombre de un modo inexorable.

Allí, en La Gran Miseria Humana, el poeta expone consideraciones generales sobre el amor y la mujer, sus atractivos y sus delicias, para llegar a reflexiones generales sobre la vanidad y sus engaños. La Gran Miseria Humana no es el poema de un hombre sin esperanzas. Es el tema de un predicador de verdades. En el fondo, La Gran Miseria Humana es un poema al servicio de la ética, con un ideal moral impresionante.

Gabriel Escorcia Gravini, según la tipología de Tomás Carlyle, es un héroe que supo convertir la angustia en poesía. Su dura penitencia generó versos resplandecientes, de la misma manera que resplandece la flor entre los riscos, bajo los ardientes rayos del Sol canicular. En su poesía se refleja el dolor, pero también su fortaleza interior. El poeta se enfrentó al sufrimiento con dignidad. Soportó la enfermedad con valentía, y esperó la muerte con resolución estoica.

Convencido de la excelencia de su obra poética, al sentir que la mano fría de la muerte tocaba su corazón, Gabriel Escorcia Gravini manifestó con vehemencia:

En el jardín de la melancolía
donde es mi corazón un lirio yerto
yo cultivo la flor de la poesía
para poder vivir después de muerto


Para quienes conocen el Arte Real, que simboliza el proceso iniciático para la construcción del Templo Espiritual, es fácil observar que dichos versos contienen un sentido filosófico, que se acerca intuitivamente a los principios de nuestra Orden Masónica, cundo la Augusta Institución nos enseña en sus Liturgias, a recibir la muerte con resignación y a prepararnos para enfrentarla de distintas maneras, una de las cuales consiste en dejar buenas obras en nuestro paso por la Tierra, para que nos recuerden las generaciones venideras, ya que la inmortalidad es la apoteosis del espíritu en la conciencia de la humanidad.

Finalmente es necesario resaltar, que la actitud creadora y la intencionalidad artística, se parecen al trabajo que realiza el masón, para alcanzar lo humano de lo humano. Digo esto, porque, en sentido figurado, el poeta se pone los arreos del trovador para hilvanar palabras, limar ideas, y tallar figuras literarias, con el fin de darle al verso la melodía y el sentimiento que estremece al espíritu. De manera similar, nosotros los masones, en nuestras Logias, trabajamos la ciencia, el humanismo y las virtudes, en su dimensión compleja, en aras de pulir la piedra bruta, que representa la metáfora de nuestro propio ser, para tratar de encausar al género humano por el sendero de un mundo mejor, donde el esplendor del cielo sea el espejo de su propia poesía.

JOSÉ MORALES MANCHEGO

martes, 1 de diciembre de 2009

LOS HOMBRES NEGATIVOS

JOSÈ MORALES MANCHEGO


Uno de los tantos males que ago­bian a la humanidad es el de los hombres negativos. Ellos se dan en todos los climas, en cualquier parte se reproducen. Son seres opacos. No reflejan luz, aunque muchas veces la reciban. En las instituciones, en las empresas o en sus propios do­micilios, se destacan por su alharaca, pero a la larga no hacen sino daño.

Algunos son charlatanes, men­tirosos, calumniadores y plebeyos. Otros son reservados, silenciosos o taciturnos, pero igualmente egoístas e interesados nada más en su propio bienestar o en sus mezquinos inte­reses. Los primeros pueden llegar a ser líderes. Como tales, los hombres negativos son una antorcha apaga­da. De sus cabezas no brota nada que tenga que ver con la verdad, la belleza o la creatividad. Solo lideran el atraso, atacando todo lo que sig­nifique progreso, desarrollo y civi­lización.

Los hombres negativos son hijos de la noche. Ellos también recorren y se alojan en las casas de estudio. Y cuando el sueño marcha apacible entre los gestores de proyectos posi­tivos, tratan de matar sus ideales.

Para los hombres negativos las palabras amor, ternura, estimación, cariño, respeto, están proscritas. Ra­ras veces son pronunciadas, mucho menos vividas por ellos. Su sonrisa es prestada, no les pertenece, y por eso tampoco les luce. Más bien pare­ce una mueca.

Viven llenos de envidia y refun­fuñando a toda hora, porque según ellos todo anda mal; sin embargo, nada crean, nada aportan, nada pro­ducen. Solo fastidio. Nunca tienen condiciones para hacer algo. Siem­pre encuentran un pretexto para pa­sar la vida inútilmente.

Son arrogantes, prepotentes y despreciativos con todo el mundo, porque en lo profundo de su ser se sienten inferiores. Por eso necesitan demostrar a toda hora una supe­rioridad que no tienen, pregonando saber más de lo que saben.

Quieren meterse por los ojos ha­ciendo ostentación de sus falsos dones, como pidiendo de limosna que los reconozcan. Algunos tienen la obsesiva inclinación de buscar, a como dé lugar, el predominio sobre los demás. Persiguen el poder per­sonal por cualquier medio, gene­rando una forma negra de triunfar.

Los seres negativos contagian. Ellos envenenan el ambiente, y no solo ponen en peligro su salud, sino la de las instituciones, la de la socie­dad y la de su propia tribu. Son le­tales.

Pero, ¿qué hacer con los seres negativos?

Ellos merecen compasión, por­que sus debilidades son propias de la humana naturaleza. Por eso hay que ayudarlos. Hay que insinuarles con el ejemplo, para que se tornen simpáticos, creativos y útiles a la sociedad. Si después de este trata­miento no mejoran, el último reme­dio es aislarlos, si no queremos que se pudra el mundo.

domingo, 22 de noviembre de 2009

DEL SALVAJISMO A LA PAZ PERPETUA



JOSÉ MORALES MANCHEGO



Cuando los hechos del presente nos conturban es necesario buscar luces de esperanza en el pasado, pa­ra orientarnos en el camino hacia el porvenir. Partiendo de ese juicio es oportuno escudriñar las ideas de Emmanuel Kant, expuestas en varios de sus trabajos, que lo llevaron a vis­lumbrar un mundo en armonía, en el cual reinará la igualdad y el puro goce de una vida soñadora, agrada­ble, juguetona y fraternal. Veamos, según su apreciación filosófica, ese trasegar del estado de incultura a la paz perpetua.

En su ensayo Comienzo Verosímil de la Historia Humana, Kant nos habla de la primitiva historia de la humanidad. Parte de una pareja -hombre y mujer- para que se acoplen y se propague la especie. Según el filó­sofo "tal pareja debe ser única, a fin de que no surja en seguida la guerra entre hombres próximos entre sí y extraños los unos a los otros…”(1). Al ­principio, solamente el instinto guiaba al hombre; pero pronto comenzó a despertarse en él la razón. ­En ese proceso fue descubriendo un ­mundo de sorpresas y maravillas. ­Por ejemplo, encontró que usando la imaginación podía aumentar la ­frecuencia y la duración del acto sexual, que en los demás animales ­aparece como un impulso pasajero ­y periódico. Ahora bien, como el impulso sexual se hizo más intenso y ­más permanente por la imaginación, ­al ser humano se le ocurrió cubrir sus órganos sexuales para moderar ­los ímpetus libidinosos. En este sentido, la famosa "hoja de parra fue producto de una exteriorización de la razón"(2).

El siguiente paso de la razón fue "la reflexiva expectación de lo futuro". El hombre ya podía imaginar y gozar en el ahora el tiempo por venir. Así mismo podía prever algo que también padecen los animales, aunque no tengan conciencia de ella: la muerte. Ante la realidad inexo­rable de la muerte al hombre le que­daba un consuelo: vivir en la poste­ridad. De ahí en adelante fue confi­gurando la vida de ultratumba, el más allá y la búsqueda de la fama y la gloria como aspiración a la inmortalidad.

El último paso de la razón llevó al hombre a comprender que la natura­leza era para su servicio. En ese mo­mento histórico el hombre comenzó a ver a los animales como instrumen­tos para su disposición; sin embargo, a su semejante lo consideraba como asociado para compartir los dones que la naturaleza les brindaba. Con este paso se completa el tránsito de la pura criatura animal a la huma­nidad, o sea el dominio del instinto por la razón, la cual no tendrá límites en sus proyectos y en sus realiza­ciones. En el relato bíblico este hecho está representado por la salida del hombre del paraíso terrenal, alegoría que condensa el paso de la recolec­ción de frutos a la agricultura y a la domesticación de animales. Es decir, la nostalgia del paraíso perdido se debe a la transición de una vida de ocio y tranquilidad a otra de duro trabajo, desigualdad y discordia. En este nuevo contexto, la muerte de Abel (pastor) por su hermano Caín (labrador) expresa las contradiccio­nes entre la agricultura y la ganade­ría, y el triunfo de la primera sobre la segunda, en lo que se llama la Re­volución Neolítica. Ante las nuevas circunstancias, surge la necesidad de establecer disposiciones civiles y de justicia pública para que el Dere­cho le brinde al homo sapiens la protección y la seguridad, como prefigu­ración de su reunión en sociedad.

La Sociedad Civil.

Para que el hombre pueda mante­nerse en sociedad, es indispensable una Constitución civil verdaderamente justa, que le permita vivir en armonía dentro de los límites de su propio Estado. Pero el equilibrio in­terno de un Estado depende a su vez de la relación legal con los otros Es­tados. Por eso, en su trabajo Idea de una Historia Universal desde el Punto de Vista Cosmopolita, Kant plantea que "el magno problema de la espe­cie humana, a cuya solución la natu­raleza constriñe al hombre es el del establecimiento de una sociedad ci­vil que administre el derecho de modo universal"(3). Para el filósofo de Koninsgberg este problema es el más difícil y será el último que la es­pecie humana resolverá.

En esa sociedad civil, la libertad debe estar garantizada por la solu­ción, a su turno, del problema de la relación exterior entre los Estados, lo que Kant va a llamar Sociedad Cosmopolita.

La Sociedad Cosmopolita.

Así como el antagonismo entre los hombres los lleva a tener que obedecer a una voluntad valedera para todos, la incompatibilidad de las grandes sociedades y cuerpos estatales llevará a la humanidad a "entrar en una liga de pueblos en la que cada Estado, aún el más peque­ño, pueda esperar seguridad y dere­cho, no debido al propio poder o a la propia estimación jurídica, sino, úni­camente, a esa liga de naciones (Foe­dus Amphityonum), es decir, a este poder unido y a la decisión, según leyes, de la voluntad solidaria"(4). Podemos decir, que en la misma for­ma por la cual se llega en un Estado a la Sociedad Civil, así también los diversos Estados llegarán a una situación de equilibrio al crearse un Estado Civil Mundial o Cosmopolita, "basado en la igualdad de las mutuas acciones y reacciones, para que no se destruyan unos a otros"(5). De esta manera, cada Estado tendrá su Constitución interna y así mismo habrá una Constitución Cosmopo­lita, "pues tal es la única condición por la cual la naturaleza puede de­sarrollar todas las disposiciones de la humanidad de un modo acaba­do"(6).

La Paz Perpetua.

Una de las preocupaciones que a través de los siglos ha tenido la humanidad es la de alcanzar algún día el dulce sueño de la paz. Sobre ese problema se manifestó Kant en su trabajo titulado La Paz perpetua.

Para Kant "la paz entre los hom­bres que viven juntos no es un estado de naturaleza; el estado de naturaleza es más bien la guerra, es decir, un estado en donde, aunque las hos­tilidades no hayan sido rotas, existe la constante amenaza de romperlas. Por tanto, la paz es algo que debe ser 'instaurado'; pues abstenerse de romper las hostilidades no basta pa­ra asegurar la paz"(7).

Kant hace una clara distinción entre lo que es la paz verdadera y lo que es un simple armisticio. Cuando se realizan tratados de paz, pero se mantiene la reserva mental de ciertos motivos capaces de provocar en el futuro otra guerra, no estamos ante un tratado de paz, sino frente a un armisticio, o sea, suspensión tem­poral de las hostilidades. La paz en cambio "aniquila y borra por com­pleto las causas existentes de futura guerra"(8). Por eso, la paz es perpetua y "añadirle el epíteto de 'perpetua' sería ya un sospechoso pleonasmo"(9).

Tal estado de paz perpetua podrá alcanzarse con la Federación de Estados Libres o Sociedad Cosmopolita, en la cual todo Estado afir­mará su propia seguridad, necesi­tando de los demás para que entren a formar con él una especie de Cons­titución política, que garantice el derecho de cada uno. Esa Constitu­ción será la republicana, la más fa­vorable para conseguir la paz, como lo asegura Kant cuando dice: "La Constitución republicana, además de la pureza de su origen, que brota de la clara fuente del derecho, tiene la ventaja de ser la más propicia para llegar al anhelado fin: la paz perpetua"(10).

Surge una pregunta inevitable: ¿Cuáles son las condiciones especí­ficas para lograr esa paz perpetua?
Según Kant esas condiciones son las siguientes:(11)
1. "Ningún Estado independiente -pequeño o grande, lo mismo da- podrá ser adquirido por otro Estado mediante herencia, cam­bio, compra o donación".
2. "Los Ejércitos permanentes -mi­les perpetus- deben desaparecer por completo con el tiempo".
3. "No debe el Estado contraer deu­das que tengan por objeto soste­ner su política exterior".
4. "Ningún Estado debe inmis­cuirse por la fuerza en la Consti­tución y el gobierno de otro Es­tado".
5. Por último, cuando se está en plan de conseguir la paz, las par­tes contrincantes no deben usar estratagemas deshonrosas, ni hostigamientos que imposibiliten llegar a la paz. Sobre ese particu­lar nos ilustra Kant con las si­guientes palabras: "Ningún Esta­do que esté en guerra con otro debe permitirse el uso de hostili­dades que imposibiliten la recí­proca confianza en la paz futura; tales son, por ejemplo, el empleo en el Estado enemigo de asesinos (perssusores), envenenadores (venefeci), el quebrantamiento de capitulaciones, la excitación a la traición, etc".

Kant, a pesar de dar pautas para conseguir la paz, considera que la guerra no es completamente estéril. Según su opinión, los mayores males que oprimen a los pueblos civiliza­dos derivan de la guerra; pero la guerra también ha estimulado a los hombres a esfuerzos y descubri­mientos, que de otro modo no ha­brían hecho, y así contribuye al de­signio de la Naturaleza. Por eso "en el grado de cultura en que todavía se halla el género humano, la guerra es ­un medio inevitable para extender ­la civilización, y solo después de que la cultura se haya cumplido (Dios sabe cuando) nos será saluda­ble una paz perpetua, y se tornará posible(12)". Sin embargo, cuando se haya pasado de la sociedad nacional ­a la sociedad cosmopolita, es decir, ­cuando se haya establecido la autoridad internacional y llegue la paz perpetua, Kant no piensa que la naciones dejarán de emularse pacíficamente, porque de otro modo, "las ­potencias de la raza humana se adormecerían". He aquí una esperanza; he ahí el porvenir de una ilusión.


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1 Kant, Immanuel. Filosofía de la Historia. Ed. Nova. Buenos Aires, 1964. P. 118.
2 Idem. p. 122.
3. Idem. 46
4. Idem. pp. 48 y 49.
5 Idem. p. 51
6 ldem. p. 52.
7 Kant, Immanuel. Lo bello y lo sublime - La paz perpetua. Colección Austral. Cuarta Edición, 1964. p. 101.
8 Idem.. p. 91.
9 Ibid.
10 Idem. p. 103.
11 Idem. pp. 92-96
12 Kant Immanuel. Filosofía de la historia. ob.Cit. ­p. 113.

jueves, 19 de noviembre de 2009

IGLESIA Y MASONERÍA EN LA COSTA CARIBE COLOMBIANA


(Segunda mitad del siglo XIX)

JOSÉ MORALES MANCHEGO

Posición de la Iglesia frente a la Masonería

El secreto Masónico, el librepensamiento y la tole­rancia son los factores que determinan la reacción de la Iglesia contra la Masonería. Es sabido que a comienzos del siglo XVIII había en Europa, y especialmente en In­glaterra, una confusión religiosa en la cual deístas, teís­tas, puristas, protestantes y anglicanos se atacaban fu­riosamente. Pero lo más asombroso de dicho fenóme­no está en que militantes de esas mismas corrientes de pensamiento, trabajaban en las Logias, en el mayor sigi­lo, exaltando la razón en un ambiente de paz y de tole­rancia que irritaba a la Curia Romana, como lo afirma el Masón Ramón Martínez Zaldúa[1]. Al parecer, los altos dignatarios de la Iglesia creían que esa paz era produc­to de algún encantamiento, o de una obligación secreta contenida en el juramento. De ahí surgió la Bula In Emi­nenti Apostolatus[2] del pontífice Clemente XII, promulga­da en 1738, contra la Masonería.

En realidad fueron varios los Papas que lanzaron sus imprecaciones contra la Masonería. Al mismo tiempo, prohibieron a los católicos toda participación en esa fra­ternidad, condenando con excomunión a todo aquel que la ayudara o simpatizara con sus ideas. Pero de todos los Papas, el más tenaz y el que más condenaciones lanzó contra los Masones fue Pío IX, quien ciñó la tiara durante 32 años, excomulgó varias veces a la Masone­ría y en 1870 proclamó el dogma de la infalibilidad del Papa. Pio IX llegó a llamar a la Masonería "maldita secta de abominable perdición". Por su parte, León XIII en su Encíclica Humanum Genus estigmatizó a la Masonería y la llamó "obra del diablo" y "peste impura". Se desta­can las actitudes y los procederes de estos dos pontífi­ces, porque a través de ellos la Iglesia va a jugar papel importante en los acontecimientos de la segunda mitad del siglo XIX, tanto en la arena internacional, como en la de nuestro país. Así por ejemplo, las manifestaciones de Pío IX ocasionaron por primera vez grandes protes­tas por parte de las Potencias Masónicas del mundo y por librepensadores que no necesariamente eran Maso­nes. En cuanto a León XIII, tenemos que este Papa bus­caba acomodar una Iglesia con ideología feudal a las condiciones ineludibles del capitalismo al que tanto se había opuesto esa misma Iglesia. En esa política se ins­pira en Colombia la Regeneración, que defiende la es­trategia de la Iglesia Católica y de los terratenientes, ajus­tando un régimen autocrático a las condiciones de fina­les del siglo XIX.

La Masonería mundial frente a Pío IX

Cuando Pio IX condenó a la Francmasonería, el Ma­són italiano Guiseppe Manzini decía lo siguiente refirién­dose al Papa: "...Vuestra Iglesia no reúne sino una frac­ción de hombres y disminuye cada vez más. Vuestra autoridad no dirige, no regenera, no reanima la vida des­de seis siglos acá"[3]. Así mismo, la Masonería cubana se refiere al Papa llamándolo en forma sardónica: "el italia­no Mastai Ferretti, conocido también con el sobrenom­bre de Pío IX"[4]. Esa misma protesta cubana sostiene que Mastai Ferretti como intérprete de Jesús ha errado mu­chas veces y por tanto hay que impugnarlo y sostener la verdad aún a riesgo de la violencia y persecución con que pueda afligirnos.

Por su parte los Masones venezolanos, cuando en 1865 conocieron la Bula de Pío IX, manifestaron que esos anatemas se habían repetido infinidad de veces, produ­ciendo tan pocos efectos, que no habría necesidad de que los altos cuerpos Masónicos se ocupasen de ellos. Además, la Corte romana sabe que sus propias asercio­nes son totalmente falsas[5].

Puede observarse, en esas manifestaciones de la Masonería mundial, una verdadera protesta y una cierta irreverencia frente al Papa. En cambio, los Masones de la Costa Atlántica Colombiana, adoptaron una posición conciliadora ante la Iglesia Católica.

La Masonería Costeña frente a Pío IX

En la segunda mitad del siglo XIX observamos que los Masones costeños se caracterizan por ser católicos y respetuosos del clero. Caso contrario al de los Maso­nes de las Logias de Bogotá, declarados anticlericales, que no les afligía nada de cuanto decretaban los pontífi­ces romanos contra la Masonería. Las Logias de Bogotá estaban integradas principalmente por dirigentes radi­cales del liberalismo, que cerraban filas dentro del denominado grupo de los Gólgotas, conocidos como anticleri­cales. Por eso miraron con extrañeza el ingreso de dos presbíteros a la Logia Estrella del Tequendama No. 11 de Bogotá, entonces bajo la jurisdicción del Supremo Consejo Neogranadino de Cartagena. Esos presbíteros fueron: Manuel María Alaix y Antonio María Amézquita. En cambio a la Logia Hospitalidad Granadina No. 1 de Cartagena pertenecieron los siguientes presbíteros: José Manuel de Vivero, Juan Francisco de Hurtado, Manuel José de Lamadrid, Francisco Fortich, José Inés Ruiz, Rafael Ruiz, Pedro Marcelino Sierra y García, Manuel Eusebio Flórez i Rei, Juan Francisco Zapatero, José Dionisio Romero y José María Lugo. Por su parte, la Logia Amistad Unida No. 8 de Santa Marta tuvo en su Cuadro a los presbíteros Juan Crisóstomo Pereira, Ramón González y Calixto de J. Gómez, en tanto que la Logia Filantropía Riohachera N° 4 de Riohacha, Guajira, con­taba entre sus miembros al presbítero José Antonio Cue­llo[6].

Para los miembros del Supremo Consejo Neograna­dino no había incompatibilidad alguna entre los princi­pios Masónicos y las bases de la religión Católica. Creían y practicaban de buena fe los preceptos de la Iglesia Romana y recibían complacientes a los miembros del clero que tocaban a las puertas de la Masonería. En ese sentido, encontramos que las Logias de la Costa están penetradas por el clero, hecho que en gran parte favore­cía el prestigio de las Logias y hacía que cesaran los malos pensamientos que sobre la Masonería se habían formado en el mundo profano. Pero como muchos Masones eran católicos y para colmo, sacerdotes, incitaban al Supremo Consejo Neo­granadino con sede en Cartagena para que de manera reverente buscara la forma de aclarar al Papa Pío IX, que la Masonería no afectaba en nada a la doctrina Ca­tólica Apostólica y Romana.

Es notable en los Masones de la Costa el espíritu religioso. Un ejemplo de esa amalgama entre la Iglesia Católica y la Masonería en la Costa, es el hecho sucedi­do el 7 de enero de 1904 en Barranquilla, cuando esta ciudad se conmueve ante la muerte de don Domingo González Rubio, quien era devoto católico y fervoroso Francmasón. En esas condiciones, tanto la Iglesia Cató­lica, como la Logia a la cual pertenecía el difunto, se disputaban el honor de testimoniarle su aprecio, rindién­dole el homenaje póstumo. Entonces, primero la Iglesia le hizo sus ceremonias de rigor, y cuando el cura se ha­bía ido del camposanto, los Masones sacaron la caja mortuoria de la bóveda y le hicieron la tenida fúnebre[7].

Indudablemente se conocen algunas actitudes anti­clericales de Masones en la Costa, pero esas actitudes no son a nombre de la Masonería, sino más bien aca­tando órdenes del gobierno nacional, como es el caso del presidente del Estado Soberano de Bolívar, aboga­do y General Antonio González Carazo (Masón), quien expidió un decreto el 2 de diciembre de 1868, por medio del cual, por segunda vez, ordenaba la expulsión del Obispo de Cartagena, Monseñor Bernardino Medina y Moreno, del territorio de la República, dando fiel cumplimiento a las instruc­ciones del presidente Mosquera, por negarse el prelado a prestar el juramento exigido por la ley de mayo de 1864, sobre Inspección de Cultos. Bernardino Medina tuvo que salir del país rumbo a Puerto Rico[8].

Casos como el de la expulsión de Bernardino Medina no desdicen del espíritu clerical de los Masones coste­ños, porque al interior de las Logias lo que ha venido sucediendo es otra cosa. Por eso vemos que si la pro­testa de los Masones del mundo es irreverente con el Papa y despectiva en cierto grado, la posición de la Ma­sonería de la Costa Norte de Colombia es conciliadora y no le da ningún calificativo al Papa distinto al de "Santo Padre".

Cuando la Masonería Universal está protestando por las excomuniones y maldiciones de Pío IX, las Logias de la Costa resuelven enviar a Roma un plenipotenciario para que llegase hasta la sede del Papa y sometiera a su consideración la Constitución y los Estatutos de la Masonería y su santidad se diera cuenta de que las Órde­nes regidas por esa Constitución yesos Estatutos no estaban comprendidas en las sociedades secretas con­denadas por él. Esta resolución la tomaron los Masones costeños considerando que la mayoría de los Masones de los Estados Unidos de Colombia profesaban la reli­gión Católica y que en ningún momento se les debía considerar fuera de los dogmas de su religión[9].

La Masonería costeña aprovecha entonces el viaje que tenia para Paris el Soberano Gran Comendador Francisco de Zubiría, grado 33, y le da todos los pode­res para interceder ante el Papa a nombre de la Her­mandad, porque ellos que se consideraban muy católi­cos, buenos ciudadanos, excelentes padres de familia y ejemplares miembros de la sociedad, estaban profundamente impresionados por las excomuniones de Pío IX contra la Masonería. Los Masones costeños anhelaban un entendimiento con el Papa para que levantara las excomuniones que pesaban sobre la Masonería Univer­sal. Tal actitud se convirtió en una obsesión para los Masones cartageneros, constituyéndose en caso único en la historia de la Masonería, porque el resto de la Her­mandad, incluyendo al grupo Masónico de Bogotá, ja­más se preocupó en esa forma obsesiva por lo que los Papas pudieran decir o pensar en contra de la Masone­ría en general.

De acuerdo con los plenos poderes de que fue in­vestido Francisco de Zubiría, para gestionar ante el Sumo Pontífice Pío IX la derogatoria de Bulas y anatemas con­tra la Masonería, justo es hacer mención de la comuni­cación que le envió el Supremo Consejo Neogranadino de Cartagena con instrucciones para cumplir con su car­go de enviado plenipotenciario ante la Santa Sede. En esa comunicación se dice que la Masonería no es otra cosa que una asociación eminentemente cristiana, y se autoriza a Francisco de Zubiría para dar cuantas expli­caciones se le exijan, aunque se refieran a los usos, cos­tumbres y prácticas de los Masones. En cuanto a los secretos Masónicos dice la comunicación, que no es líci­to revelarlos, pero la Gran Maestría opina que no hay inconveniente en dar una idea de la naturaleza de esos misterios[10].

Al llegar a París Francisco de Zubiría se entrevistó con el Gran Maestro de la Masonería de Francia, gene­ral Mellinet y con el Soberano Gran Comendador del Su­premo Consejo del Grado 33 para Francia, el Masón Adolphe Cremieux. Zubiría les comunicó sus proyectos, que fueron rechazados y desaprobados por utópicos e inconvenientes desde todo punto de vista para la Maso­nería, y como Francia era la Potencia Masónica que mar­caba la pauta a la Masonería europea y latinoamerica­na, las gestiones encomendadas a Francisco de Zubiría ante el Vaticano se fueron al suelo y los Masones católi­cos de Cartagena sufrieron un desengaño en sus sentimientos religiosos. Sin embargo, a pesar de esa desilu­sión, los Masones costeños siguieron obstinados en su empeño, y el 31 de julio de 1871 su porfiado espíritu reli­gioso los llevó a enviarle al Papa que más excomunio­nes había lanzado contra la Masonería, una carta firma­da exclusivamente por los miembros de las Logias de Cartagena, tanto liberales como conservadores, los dos partidos que para la época se batían en contradicciones antagónicas. En dicha carta los Masones cartageneros lanzan lamentos de un dolor profundo y reiteran su vo­cación de católicos verdaderos, humildes y obedientes a las decisiones pontificias. Es importante recordar que mientras la Masonería mundial no miraba con buenos ojos la infalibilidad del Papa, otra cosa estaban pensan­do los Masones cartageneros, como lo manifiestan en su carta al Pontífice, cuando dicen: "El representante so­bre la tierra de la divina Víctima del Calvario, el sabio e inmortal Pío IX, Jefe Supremo de los Obispos, el Siervo de los siervos del dios de las Alturas, a quien un Concilio de todos los Prelados acaba de declarar infalible en sus decretos, no puede equivocarse cometiendo una injusti­cia contra aquellos de sus hijos que le protestan su inocencia"[11]. En la misma carta decían los Masones de Cartagena, que ni una sola vez habían maquinado con­tra "nuestra Iglesia", ni contra las Potestades legitimas de la República. Este punto es interesante porque con­densa la actitud de los Masones costeños, no sólo frente a los gobiernos Radicales, sino también frente al gobier­no autoritario de Rafael Núñez, como se demuestra en el trabajo La Masonería Durante el Régímen Político de la Regeneración[12].

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[1] Martínez Zaldúa, Ramón. ¿Qué es la Masonería? Costa-Amic Editores. México, 2000. p. 38.
2 Léase la Bula In Eminenti Apostolatus. En: Frau Abrines, Lorenzo. Diccionarío Enciclopédico de la Masonería. Méxi­co. S.f. pp. 81-82.
3 Hoenigsberg, Julio. Influencia Revolucionaria de la Maso­nería en Europa y América. Ed. A.B.C. p.187.
4 Carnicelli, Américo. Historia de la Masonería Colombiana. "' Ed. Artes Gráficas, 1975, Tomo 1. p. 429.
5 Hoenigsberg, Julio. Op. Cit. p. 152.
6 Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. pp. 86-88.
7 Hoenigsberg, Julio. Op. Cit. pp. 248.
8 Carnicelli, Américo. Op. Cil. Tomo 11. p. 111.
9 Decreto del Serenísimo Gran Senado Masónico Neogra­nadino. Or:. de Cartagena, 20 de febrero de 1869. En: Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. p. 459.
10 Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. p. 467.
11 Carta enviada por los Masones de Cartagena, fechada el 31 de julio de 1871. En: Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. p. 471.
12 Morales Manchego, José. La Masonería durante el Régi­men Político de la Regeneración. En: Plancha Masónica. Año 5 No. 20. Barranquilla, septiembre del año 2004. pp. 11-13.

domingo, 15 de noviembre de 2009

MASONERÍA Y JUVENTUD

"Los que tienen concepciones progresistas no tienen edad cronológica" (José Stevenson Collante)

JOSÉ MORALES MANCHEGO

En la sociedad no Masónica, la juventud se ha carac­terizado por tratar de ser diferente y entrar en contradic­ción con la generación anterior. En esa misma sociedad el adulto mayor no puede competir con la velocidad y el frenesí de las personas de poca o mediana edad. Por eso cuando un joven quiere avanzar, e interroga a su preceptor, no es raro que éste lo detenga aconsejándole: "No vayas tan acelerado. Eso lo aprenderás en los años venideros". Y la verdad es que el muchacho no está cometiendo ningún desafuero, sino que ha dejado a su conductor en situación embarazosa. En el seno de la Masonería el fenómeno es distinto. Aquí no hay contradicciones entre nuevas y viejas gene­raciones. En la Masonería la contradicción fundamental está representada por un " ... choque de armas, con lo que hemos querido simbolizar la lucha encarnizada que tiene que sostener el hombre digno y amante del derecho, en pro de la virtud y de la inocencia ultrajada; en apoyo de los ofendidos por la mentira, la calumnia o la injusticia; en resguardo de la propia o de la ajena honra; en defensa de la patria"(1). En otras palabras: para un verdadero Masón la contradicción fundamental no es con el otro Masón, sino de toda la Institución con la sociedad profana, como se le ha llamado en nuestro lenguaje ancestral.

Es de anotar que la palabra juventud ni siquiera aparece en los diccionarios más importantes de la Franc­masonería. No obstante, hoy el tema de la juventud está adquiriendo cada vez mayor importancia en los quehace­res Masónicos. La razón está en el relativo estancamiento del crecimiento cuantitativo de la Orden, lo que trae como consecuencia una Masonería que se debate en la angustia con una membresía que ha llegado con honores merecidos a la edad crepuscular. En esas circunstancias, la esperanza y la fe en la juventud han sido proclamadas por los últimos congresos y conferencias Masónicas, y por otros eventos de singular importancia. Pues bien, enhorabuena la Masonería nuestra co­mienza a enarbolar el fenómeno de la juventud y a tener fe en ella. Y en verdad, estamos ante un tema que nos lleva a levantar la mirada, tratando de escrutar los signos de los tiempos, sobre todo en una época que reclama ur­gentes y necesarias transformaciones políticas y sociales, en las cuales debemos participar. Para ello, la Masonería requiere líderes bien formados en los principios de la Orden con capacidad para realizar valiosas proyecciones sociales y políticas en la coyuntura actual donde escasean los temperamentos honorables e idealistas. Esto nos obliga a dar una mirada penetrante sobre el fenómeno de la juventud, la cual puede entenderse en forma cronológica o en forma psíquica. En el caso de la Masonería, esta Augusta Institución no puede conformarse con buscar una juventud cronológica. Nos interesa sobremanera la juventud psíquica. Es decir, la mentalidad juvenil. Esto significa que la Orden necesita gente con vigor, frescura y energía, independientemente de la edad vulgar. Para la Masonería, juventud es rebeldía, es vida intensa, es vitalidad, es ganas de vivir, es creatividad. En esta apre­ciación nos ayuda mucho la sentencia de Gabriel García Márquez cuando dice: "La edad no es la que uno tiene sino la que uno siente”(2). De esa manera, en los Talleres Masónicos brillan con luz propia ancianos con alma de fuego. En cambio, en los Cuadros Logiales podemos en­contrar "jóvenes" que no calientan ni su puesto en Logia. Para la Masonería, la diferencia entre juventud y vejez es la misma diferencia que hay entre el que piensa y el que vegeta. En ese sentido hay jóvenes que tienen una vejez prematura, porque sus sueños se encuentran abatidos.

Con ese marco conceptual es preciso decir que para llegar a la juventud y construir con solidez la Gran Obra, la Masonería debe tener pendientes tres cosas emana­das de la gerencia efectiva de las empresas florecientes: buena calidad de lo que se vende, buena presentación del vendedor, y saber escoger a sus clientes.

1. BUENA CALIDAD DE LO QUE SE VENDE

Al decir buena calidad de lo que se vende quiero referirme a lo que la Orden ha ofrecido a la sociedad profana a largo de su historia. Para ello es importante remontamos un tanto a los orígenes de la Masonería moderna, institución que surge en una época de entusiasmo intelectual, acompañado de verdadera pasión por aprender y comprender el mundo mediante el uso de la razón. Era una época que buscaba salir del oscuran­tismo y el dogmatismo medieval y la Masonería llevaba la antorcha.

La Masonería en sus albores significó un rompimiento juvenil con todo lo viejo de la sociedad feudal. En esa época se fue lanza en ristre contra el dogmatismo imperante. Por eso, frente a la filosofía de la Iglesia, expresada en el pensamiento de San Agustín: "Creo para comprender", la Masonería recogió el pensamiento de Abelardo, quien invirtió esa divisa y afirmó: "Comprendo para creer", lo cual significaba el despuntar de la edad de la razón. Por eso para la Masonería la Fe no es la del teólogo, que la pregona como fuente de conocimiento suprasensible, sino la Fe de la Edad de la Razón, consistente en la certeza de lo que se espera. De ahí que la Fe de la Masonería está "en la verdad que proclamamos"(3).

Pero la Masonería no sólo blandió sus espadas reful­gentes contra el dogmatismo. La Masonería también com­batió el autoritarismo vigente en aquellos tiempos aciagos, en los cuales los Masones acostumbraban finalizar sus tenidas con el siguiente juramento: "Juro guerra eterna contra los tiranos y la tiranía, y libertad para los pueblos"(4). En el Credo Masónico se insistía en el combate a los ti­ranos y para el pueblo esclavizado se auguraba un bello porvenir(5). Con esa vitalidad, la Masonería, en muchas coyunturas históricas, buscó la transformación frente a la injusticia, y de hecho logró cambiar la organización de las estructuras obsoletas.

Puede decirse entonces, que en su discurrir a lo largo de la historia, la Masonería ha ofrecido a la humanidad su espíritu rebelde(6). Y si observamos con detenimiento, descubriremos que su acción ha estado dirigida contra aquellos grupos sociales culpables del desorden y la in­justicia social. Con un ambiente así, donde se generaban ideas signadas por el espíritu de renovación, la juventud no quería perder el derecho a tener un cupo entre los forjadores de la historia de la humanidad.

En ese ámbito floreció la Orden. En cambio, comenzó a perder la densidad de su población cuando dejó de ser rebelde en medio de tejidos sociales desgastados. Desde ese momento empezó a menguar su poder de arrastre, necesitando hoy, con urgencia, volver a la novedad virginal de su llamado.

2. BUENA PRESENTACIÓN DEL VENDEDOR

La Masonería necesita volver a ser atractiva. En ese sentido, es necesaria la buena presentación del vendedor. El Masón ha de ser eternamente joven. Por eso entre sus atributos está el de ser cortés. Al respecto, la Gran Logia del Norte de Colombia, en su Estatuto Penal Masónico, establece como falta el hecho de violar las reglas de la cortesía(7). De ahí que el Masón cuando se dirige a cual­quier ser humano debe haber perdido todas las posibili­dades de herir. El Masón debe inspirar simpatía. Debe ser amable y tener no sólo buen humor, sino una filosofía de las relaciones humanas. Un proverbio chino dice: "El hom­bre cuya cara no sonríe no debe abrir una tienda"(8). Si hay un Hermano que proyecta una imagen negativa en el seno de la Institución, es decir, que descompone el ambiente, ¿Cuál será la imagen que proyectará a los profanos? Algo más: El Masón debe tener sólidos conocimientos Masónicos. ¿Cómo es posible que haya Masones de Grados Capitu­lares predicando que la justicia profana es superior a la justicia Masónica? Se olvidan que para la Masonería la Sociedad Profana está sólo semicivilizada, las verdades esenciales permanecen todavía rodeadas de oscuridad, engendradas por prejuicios e ignorancia en que muchas veces la fuerza y la corrupción vencen al Derecho. De ahí que las autoridades Masónicas deben ser más exigentes en el cumplimiento de las normas y mandatos Litúrgicos para la formación de las Columnas y los ascensos en la escala Masónica, con el fin de alcanzar lo que estoy llamando: buena presentación del vendedor.

3. SABER ESCOGER A LOS CLIENTES
La Masonería, para ser nuevamente atractiva, tiene que ser más rigurosa, no sólo en la configuración de sus Columnas, sino en la selección de los aspirantes, los cua­les no deben cruzar el umbral de nuestros Templos por el simple amiguismo, sino porque sean hombres libres y de buenas costumbres, puesto que la Institución no necesita en sus filas profanos con Mandiles, sino "Obreros del pensamiento y de la Libertad"(10). Es decir, hombres que asistan a sus Logias para prepararse y poder combatir la ignorancia, sepultar el vicio y desenmascarar al hipócrita; hombres capaces de producir reflexiones propias y que dejen la rutina de reproducir en la Orden los vicios de la sociedad profana. Al respecto, la Gran Logia del Norte de Colombia, atalayando el peligro de las admisiones bastardas manifiesta con letras mayúsculas: "LO MÁS PELIGROSO EN LA FRATERNIDAD ES LA ADMISIÓN DE LOS CANDIDATOS. EL RECHAZO DE DIEZ CANDIDATOS CONSIDERADOS COMO BUENOS, ES MENOS PERJUDICIAL PARA LA INSTITUCIÓN QUE LA Aceptación DE UNO MALO"(11).

4. CONCLUSIÓN

De todo lo anterior se puede concluir que el objeto de la Masonería es el hombre en toda su dimensión hu­mana. Se trata del mismo hombre del cual se ocupan las diferentes ramas del conocimiento científico y popular. Pero no hay duda de que la comprensión del hombre y del mundo, desde el punto de vista de la Masonería, es distinta a la comprensión antropológica y cosmológica que se tiene desde el punto de vista de la So­ciedad Profana. De ahí que el concepto de juventud sea diferente desde los distintos puntos de mira.

Nuestra Masonería, hoy como ayer, tiene los principios y el método para transfor­mar al hombre y cambiar el mundo. Ella tiene la antorcha. Sin embargo, no se puede olvidar que la teoría sólo cobra sentido en la acción. Por tanto es necesario que asuma su papel de verdadero guía del pensamiento hispano­americano y mundial, perfeccionando sus Columnas, exigiendo calidad en los trabajos y rigor en los ascensos, abriendo las puertas del Templo a espíritus progresistas que hayan sido investigados con rigurosidad, y dejando la inercia para trabajar juntos por una sociedad más libre y más fraterna.
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1 GRAN LOGIA DEL NORTE DE COLOMBIA. Liturgia del Grado de Aprendiz. Barranquilla, 1998. p. 29.
2 GARCÍA MÁRQUEZ. Gabriel. Memorias de mis Putas Tristes. p. 61
3 SUPREMO CONSEJO DEL GRADO 33° PARA COLOMBIA. Liturgia del Grado XVIII. p. 40.
4 CARNICELLI, Américo. Historia de la Masonería Colombiana. Ed. Artes Gráficas, 1975, tomo I, p. 170.
5 Idem. p. 394.
6 La rebeldía puede ser pacífica o violenta. La primera es la que interesa a la Masonería. La rebeldía pacífica es contundente. Todos sabemos que Gandhi, denominado el Mahatma, fue un pacifista, y ese pacifismo, en el contexto en que luchó, era la manifestación inteligente de una gran rebeldía.
7 GRAN LOGIA DEL NORTE DE COLOMBIA. Constitución Masónica y Estatutos Generales. Barranquilla, septiembre de 2000. p. 136.
8 CARNEGIE, Dale. Como Ganar Amigos. Gráficas Modernas. Bogotá. s. f. p. 102.
9. Para el ingreso a los GG:. CCap:. (IV Gr:.) es requisito indispensable que el candidato sustente una tesis en Ten:. convocada especialmente para la exposición del tema que se le ha asignado en la Ten:. anterior. (Véase Liturgia del Gr:. XVIII. Op, Cil. p. 6). Este requisito nunca se cumple,
10 GRAN LOGIA DEL NORTE DE COLOMBIA. Liturgia del Grado de Aprendiz. Op. Cit. p. 20.
11 GRAN LOGIA DEL NORTE DE COLOMBIA. Constitución Masónica y Estatutos. Op, Cit. p, 109.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

ABATE A LOS AMBICIOSOS

JOSÉ MORALES MANCHEGO

La claridad y la demostración luminosa son elementos inherentes a la Masonería. Por eso a los Masones también se les llama "Hijos de la Luz" o "Hijos de la Verdad"¨(1). En consonancia con esos ideales, a lo largo de la historia, se ha venido desarrollando una Masonería progresista y antidogmática en cuanto hace de la crítica del conoci­miento y la transformación social el objeto principal de su quehacer y su filosofía. Siendo así, el camino para la búsqueda de la verdad ha de quedar desbrozado por la crítica, actitud que debe caracterizar todos los actos de la vida de un Masón. Hago esta aclaración para penetrar con rigor en el contenido de la palabra ambición, la cual presenta un doble problema que muchas veces tenemos que discernir. Por un lado está su significación profana y por otro su interpretación Masónica. La primera es inde­terminada y ambigua. La segunda es clara y precisa. Pero muchas veces algunos Masones se dejan envolver por la oscuridad y aplican la palabra a la realidad sin ninguna puntería.

Un caso de ambigüedades en la definición del término lo encontramos en la conocida obra Diccionario Enciclo­pédico de la Masonería de Lorenzo Frau Abrines, quien dice refiriéndose a la ambición: "Esta pasión, que en algunos casos es legítima y conveniente, las más de las veces suele ser hija de la vanidad inquieta y del descon­tento con la suerte"(2). Apreciaciones como éstas, salidas de la pluma de un Masón, se prestan para sembrar la confusión y hacer difícil la aplicación de los principios de la Orden. Para la Masonería, la ambición jamás puede ser legítima y mucho menos conveniente. Esta Institución siempre se ha preocupado por formar grandes hombres, y los grandes hombres no son ambiciosos, ni en la Maso­nería ni fuera de ella. A propósito, Thomás Carlyle dice en su clásica obra Los Héroes que "el ambicioso es el mezquino"(3). Y más adelante agrega: "El viejo S. Jonson, el alma más grande de Inglaterra en su época, no tuvo ambición"4. Por su parte La Masonería, en sus principios, despliega el combate contra la ambición sin ningún ate­nuante. Sin ninguna contemplación. Sin ninguna tregua.

La Orden no cultiva la ambición. En cambio siembra en la mente de sus iniciados la sana aspiración. Sobre este particular es muy claro el H:. Eugenio IlIidge cuando dice: "Si alguno cree que el Masón tiene algo de ambi­cioso, y que la ambición es algo inherente a la naturaleza humana, tiene que recordar que al operarse el nuevo' nacimiento, la ambición tiene que ser transformada por el espíritu fraternal de modo tal que le dé nacimiento a una verdadera aspiración humana"(5). Pero esta aspi­ración, en el seno de la Augusta Institución, debe funda­mentarse en el mérito Masónico, el cual "no lo constituye el mucho saber académico ni la profesión más distinguida, ni la riqueza adquirida, ni el aparente círculo social"(6), ni los poderes del mundo(7), sino que el mérito consiste en una vida leal a los principios Masónicos. Esto quiere decir, que no se debe notar la diferencia entre los principios de la Orden y la vida del Masón.

Vistas así las cosas, para usar bien el término y com­prender la realidad a la cual suele llevar la ambición, es necesario buscar el sentido etimológico del vocablo. Pues bien, siguiendo el rastro de la palabra encontramos que por los tiempos de la antigua Roma llamaban ambitiosi -en buen latín- a los que en busca de un cargo se acercaban a los personajes mendigando su favor. De un familiar de esta palabra (ambitio-onis) proviene el término ambición, que significa ansiar, pretender.

En sentido filosófico, la ambición es una inclinación obsesiva y enfermiza de buscar, a como dé lugar, el pre­dominio sobre los demás. Sus manifestaciones son: sed ardiente de dominación, de grandeza, de honores o de riqueza material, para lo cual el ambicioso se empecina en forzar, atropellar o aniquilar todo lo que encuentre a su paso. Un ejemplo patético lo tenemos en la Leyenda de Hiram Abíb, según la cual, por la ambición los tres obreros del Grado de los Oficiales o Compañeros deciden obtener por la fuerza las palabras, toques y signos del Grado de Maestros para pasar como tales y cobrar mayor salario. Resultado: la muerte del mítico arquitecto del Templo de Salomón.

Con este simbolismo la Masonería nos está diciendo que la ambición descansa en un desenfrenado egoísmo que induce a buscar poder personal por cualquier medio. En otras palabras, la ambición genera una forma negra de triunfar.

Trasladándonos con esta idea al plano de la realidad social, no se necesita ser tan perspicaz para saber que Colombia, el "país político", como lo llamara Jorge Eliécer Gaitán, está plagado de ambiciosos. Igual sucede en América Latina, en una dimensión más amplia, con las llamadas lumpen burguesías, como las denominó An­dré Gunder Frank(8) en una de sus obras. Es por la ambi­ción que el arte de gobernar, bajo este cielo, se ha conver­tido en una ocupación en la cual prevalecen los embele­cos, las truculencias, los negocios oscuros y por ende la corrupción.

En ese contexto histórico continental y planetario, constituido por grandes nubarrones de tiranías, dictadu­ras y democracias restringidas, en el que los ambiciosos han hecho gala de su prepotencia, de su arrogancia y de su nefasta infamia, la Orden, simbólicamente, en uno de sus textos afirma lo siguiente: "De Sur a Norte habéis encontrado en todas partes abusos, atropellos, ambi­ciones, falsos legisladores e injustos gobernantes. Ahora habéis contemplado a los oprimidos luchando contra las pretensiones de los explotadores; habéis visto al pueblo en la miseria; la virtud pisoteada; el honor ultrajado; el derecho escarnecido; la justicia enlutada; el carácter aba­tido". Luego de ilustrar sobre esa cruda realidad, viene la sentencia lapidaria: "Si queréis merecer el dictado de perfecto Masón, 'Abate a los ambiciosos' "(9). Como se puede ver, estamos frente a una educación moral diferente a la que se profesa en el mundo profano, donde con subter­fugios se busca justificar a los ambiciosos. En ese sentido se habla de "nobles ambiciones" y se hacen embrollos con el término, para hacer difícil su comprensión. Por eso el mundo profano, contaminado por "la política de los piaras"(10) -como dijera José Ingenieros- no condena la ambición en forma contundente. La Masonería en cambio es implacable con los ambiciosos, porque todo luchador del libre pensamiento debe saber que ellos no son amigos, sino contendores de los obreros de la libertad y de las buenas costumbres.

Sin embargo, no se puede olvidar que en la sociedad profana, al lado de los ambiciosos también se levantan hombres limpios y de grandes aspiraciones, que van alcanzando las metas por sus propios méritos, en forma transparente, aportando así su tributo al desarrollo de la humanidad. En tales circunstancias, el Masón tiene que dejar a un lado la resignación, la pasividad, la abulia y lanzarse a respaldar, en todo momento, a los quijotes de la pulcritud, que todavía abundan en la martirizada tierra de Simón Bolívar, de Francisco de Paula Santander, de José Martí, de Bernardo O'Higgins y de José de San Martín.

No olvidemos que con los instrumentos de la demo­cracia, bien usados, es posible abatir a los ambiciosos y realizar una limpieza en los distintos sitios donde están los mayores agentes de contaminación. Al mismo tiempo será necesario educar a todos los niños y jóvenes de Colombia, de América y del mundo, con base en los prin­cipios de una moral sin dogmas, para que en un futuro no lejano puedan llegar a ser funcionarios honorables y hombres de buenas costumbres, capaces de disfrutar la sana emulación, como verdaderos ejemplares de la humanidad.
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(1) Daza, Juan Carlos. Diccionario de la Francmasonería. Ediciones Akal. Madrid, 1997. p. 399.
(2) Frau Abrines, Lorenzo. Diccionario Encíclopédico de la Masonería. Editorial del Valle de México. México, s. f. Tomo 1. p. 88.
(3) Carlyle , Thomás. Los Héroes. Editorial Bruguera. Barcelona, 1967. p. 306
(4) Idem. p. 307.
(5) IlIidge, Eugenio. Ideales Masónícos. Imprenta Universidad Interamericana. Puerto Rico. 1995. p. 18.
(6) Idem. p. 19.
(7) Gran Logia del Norte de Colombia. Liturgia del Grado de Aprendiz. CAP Comunicaciones. Barranquilla, 1998. p. 20.
(8) Gunder Frank. Lumpen-Burguesía: Lumpen-Desarrollo. Ediciones Periferia. Buenos Aires, 1973. 196 pp.
(9) Gran Logia del Norte de Colombia. Liturgia del Grado de Maestro. CAP. Comunicaciones. Barranquilla, diciembre de 1998. p. 31.
(10) Ingenieros, José. El Hombre mediocre. Ediciones Universales. Bogotá, 1987. pp. 170-176.

viernes, 2 de octubre de 2009

LA SOCIEDAD HERMANOS DE LA CARIDAD, LUMEN DE LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA


EDITORIAL
EL MISIONERO. AÑO 18. No. 67. Barranquilla, septiembre de 2009

"Si das un pescado a un hombre, se alimentará una vez;
si le enseñas a pescar se alimentará toda su vida."
Kuan Tsu [1]

Cuando se habla de la Sociedad Hermanos de la Caridad, lo primero que aflora a la mente es la idea de una sociedad filantrópica, sin ánimo de lucro, que practica la caridad y la ayuda a los necesitados. Eso es verdad. Sin embargo, para esta noble institución, la idea de caridad difiere sustancialmente de la concepción que esgrimen y aplican otras instituciones de carácter altruista.

Nuestra “caridad”[2], que es la sincera efusión de la solidaridad, convierte en derecho lo que la caridad tradicional otorga como obra de misericordia. Por eso, para nosotros la caridad no es la limosna que alivia la situación de un día, para hacer quizá más angustioso el día siguiente… ¡No¡…, nuestra caridad es más densa, y su beneficio es para toda la vida. Nuestra caridad es, sin tanto rodeo, la educación que perfecciona al hombre, y que lo lleva a estadios más elevados de humanización.

Por eso nosotros buscamos enseñar al que no sabe, y al auxiliarle no le proporcionamos la limosna que exalta la vanidad de quien la da, humillando al mismo tiempo a quien la recibe, sino que le ayudamos con la parte que le corresponde como a nuestro hermano que carece de lo necesario; no lo degradamos con la limosna, sino que desenvolvemos en él el sentimiento de la dignidad, para que pueda erguirse mediante el trabajo y el estudio, y sea capaz de emprender la marcha por el sendero de la libertad; en otras palabras, nosotros lo que hacemos es formar para la patria hijos trabajadores, y para la asociación universal seres humanos instruidos en las distintas ramas de la ciencia, el arte y la cultura. Esa es nuestra “caridad”. Y ese es el camino que deberían seguir todas las instituciones caritativas y las de orden político administrativo. Estas últimas tienen, además, la obligación moral de manejar los recursos del Estado con pulcritud, justicia y equidad, para que cada ciudadano tenga, al menos, el mínimo de confort en el banquete de la vida.

Con ese ideario, la Sociedad Hermanos de la Caridad le brinda a la ciudad de Barranquilla los espacios para que las personas que no saben aprendan, y las que saben disfruten de la cultura y se fortalezcan espiritualmente. Con esa filosofía, se han editado obras de carácter científico, histórico y literario; se creó el Cementerio Universal, como bastión de la tolerancia y la libertad, donde yacen ilustres personalidades del arte, la ciencia y la cultura, que le dieron lustre a la ciudad de Barranquilla; se fundó la Biblioteca Pública Julio Hoenigsberg, dotada con buenos libros y artefactos de la moderna tecnología; la Semana Cultural de la Biblioteca; el Gran Recital Arte In Memoriam Día de los difuntos, hecho cultural que se realiza cada año para conmemorar a los que nos dieron el último adiós y se fueron para el Valle la Eternidad; la revista El MISIONERO, medio de divulgación de los procesos intelectuales que generan los miembros activos de la Sociedad Hermanos de la Caridad, al lado de distinguidos amigos y amigas, de los cuales siempre estamos acompañados, además de nuestras esposas y un público selecto, que se identifica con los valores culturales, y que está en capacidad de solazarse con las imágenes y los sentimientos que suscitan las verdades de la ciencia, del arte y el humanismo.

Por eso, al presentar esta nueva edición de EL MISIONERO, me atrevo a decir que las acciones de la Sociedad Hermanos de la Caridad, como propagadora de la educación y la cultura, constituyen batallas estelares en la lucha para conquistar la libertad y, por supuesto, alcanzar la “peligrosa igualdad”, utilizando la expresión del maestro en artes Gabriel Acuña, quien nos acompañó en la VI Semana Cultural de la Biblioteca Julio Hoenigsberg, en la tarea de remodelar el mundo, para hacer de él una sola fraternidad.

No hay duda de que la educación y la cultura nos transforman. Esa es la razón por la cual tenemos en alta estima a los investigadores, artistas y escritores, ya que ellos, además de ser trabajadores y estudiosos, son receptores de dádivas maravillosas, ofrecidas a un reducido número de elegidos, capaces de alcanzar la comprensión desinteresada del mundo. Es de anotar que la intelectualidad laica, surgida del portentoso avance de la ciencia y la tecnología, revela los significados más profundos del universo, y expresa, con sus elucubraciones, verdades de un orden superior, que no sólo sirven para observar el cosmos, analizarlo y comprenderlo, en toda la esencia de su complejidad, sino que valen también para exaltar al género humano y estimularlo a buscar un mundo mejor.
JOSÉ MORALES MANCHEGO

POST SCRIPTUM
Si tus planes son para un año, siembra trigo.
Si son para diez años, planta un árbol.
Si son para toda la vida, instruye al pueblo.
Sembrando trigo una vez, cosecharás una vez.
Plantando un árbol, cosecharás diez veces.
Instruyendo al pueblo, cosecharás toda la vida.
Kuan Tsu
___________________

[1] Citado por: CÓRDOBA AGUILAR, Fulvio. La Glotodidáctica. Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá, 2004. P. 83.
[2] Véase: Liturgia del Grado XVIII. Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia (Fundado en 1833). P 36.

viernes, 21 de agosto de 2009

LA RESISTENCIA APUNTA HACIA LA ESPERANZA

EDITORIAL

Plancha MASÓNICA. Año 8 No. 37 Barranquilla, Colombia. Abril del año 2009

Saint - Simón, uno de los socialistas utópicos, distingue en la historia “períodos críticos” y “períodos orgánicos”. Estos últimos se caracterizan por una relativa calma, tranquilidad y sosiego. En cambio, los “períodos críticos” son episodios de tensión, de inseguridad e inestabilidad permanente.


A nosotros nos ha tocado cerrar un período crítico en la historia de la Gran Logia del Norte de Colombia. Este hecho es digno de ser analizado, si se tiene en cuenta que toda crisis, además de las dificultades, también nos brinda sus oportunidades. Sobre este particular, la historia muestra ejemplos a granel. Cuando la España de finales del siglo XIX perdió las últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y las Filipinas), se vio envuelta en una crisis que la conmovió desde el punto de vista moral, político y social. Sin embargo, los escritores españoles, de aquella época, se enfrentaron a la amarga situación, y de allí surgió la “Generación del 98”, constituida principalmente por Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Azorín, Antonio Machado, Jacinto Benavente y Ramón del Valle-Inclán, personajes que dieron lustre a la literatura universal y permitieron que la "noble Iberia levantara su frente dolorida, y soplos de gloria apartaran la bruma de sus penas"[1].


Este preámbulo, con ribetes líricos, es apropiado para una buena reflexión, que sirva para extraer, a manera de epílogo, las enseñanzas éticas sobre el caso que nos ha ocupado durante gran parte de este período Masónico, en el cual unos Hermanos violaron las normas constitucionales y estatutarias de la Gran Logia del Norte de Colombia, abjuraron del Rito Escocés antiguo y Aceptado, que practica el Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia, y se fueron para otro Oriente.


Queridos Hermanos: tengo en mis manos el Mallete que me entregó la Gran Logia el 7 de agosto de 2008 (e:. v:.). Nuestra Augusta Institución nos enseña que éste es el símbolo de la autoridad, con el cual debemos manejar a los obreros de la Gran Obra, con “golpes suaves, pero oportunos”, como lo recomienda la Liturgia para Juramentación de Venerables Maestros[2].

Nada distinto se ha hecho, con el objeto de asegurar la paz, el orden y la armonía en este Gran Oriente.


Pero el Mallete ha de estar acompañado por un conjunto de virtudes, que nos depara la Orden, las cuales debemos sacar a relucir en el momento oportuno. Nosotros no necesitamos ir al Olimpo y robar el fuego sagrado de los dioses, como hizo Prometeo. Los Masones llevamos por dentro la antorcha que ilumina a todo aquel que obra de acuerdo a la función social de la virtud. Sólo necesitamos avivar ese fuego, para que irrumpa en llamas el entusiasmo que nos impulsa con vigor hacia determinado fin, el cual siempre tiene que ver con nuestra contribución, en mayor o menor grado, con las grandes realizaciones que hacen más amable la vida sobre la Tierra. El entusiasmo es la fuerza que nos mueve a favor de una causa común. Por eso decimos que “Sin entusiasmo no se sirven hermosos ideales”[3], como asevera el Venerable Hermano José Ingenieros, en su libro titulado Las Fuerzas Morales.


En ese sentido, en medio de las dificultades, pero con fervor masónico y ganas de salir adelante, los Masones de la Gran Logia del Norte de Colombia desplegamos algunas de nuestras cualidades, que es preciso destacar a continuación:


1. Los masones tenemos capacidad de superación. En eso consiste y se fundamenta el trabajo sobre la piedra bruta, la cual se labra diariamente en busca de la perfección. Por ese afán de superación, el Masón se enfrenta con éxito a todos los problemas, y lucha con tesón en medio de las incertidumbres. De esa manera, la Gran Logia del Norte de Colombia ha cerrado filas contra la adversidad, en aras de seguir edificando nuestro propio ser y el de la sociedad profana en general. Y tengo la certeza de que esta noble institución, después de resistir con dignidad los intentos para desintegrarla, se ha consolidado desde el punto de vista de la unidad, de la tranquilidad y del espíritu fraternal.


2. Los masones tenemos tenacidad. Esto quiere decir, entrega total y perseverancia en la lucha. Por eso la Masonería ha vencido y seguirá venciendo. Por eso venció Bolívar; por eso triunfó Martí, José de san Martín, Bernardo O´Higgins, y otros ilustres personajes del mundo Masónico, que durante largo tiempo se debatieron en situaciones adversas.


3. La Masonería es capacidad de reflexión. Por eso, ante los problemas recientes, no nos dedicamos a reñir con los culpables, sino a buscar soluciones. Ante los ataques proferidos a la Gran Logia del Norte de Colombia, la salida la buscamos y la encontramos pensando y actuando. No olvidemos que la vida del Masón es buscar, reflexionar y generar ideas en la acción.


4. A los Masones no nos desesperan los sinsabores. Para eso tenemos la paciencia, una de las virtudes que la Masonería enseña. La paciencia nos lleva a mantener la calma en medio del conflicto. He ahí la razón por la cual no pudieron desestabilizarnos los atentados a nuestra honra, ni las murmuraciones rayanas en el atrevimiento, similares a las degradantes inmundicias del peor ambiente profano. La paciencia, para los Masones, es esa paz interior que nadie puede perturbar, porque estamos a cubierto. Ella nos ayuda para que las decisiones no sean intempestivas. Nosotros sabemos que para cada decisión hay un momento justo, que no es preciso adelantar ni tampoco demorar. Una palabra o una decisión a tiempo no causan el mismo efecto que cuando vienen a destiempo, ya pasado el momento apropiado. Por otro lado, las decisiones no pueden ser impulsivas ni irreflexivas. Así se evita que tengamos que volver hacia atrás y deshacer lo que ya se había hecho.


5. Los Masones juzgamos con equidad. Muchas veces la estricta aplicación de una norma, a los casos que regula, puede producir efectos injustos. Por eso la Masonería nos enseña la equidad, “cualidad que ilustra al hombre bien entendido y le induce a suavizar el rigor de la ley en aquellos casos en que lo aconseja la razón”[4]. Y como si esto fuera poco, la misma Orden nos dice: “Es muy propio y digno de un buen Masón, juzgar siempre a sus HH:. con equidad”[5].


6. La Masonería, mediante una ética de la comprensión, nos enseña a perdonar al que nos ofende. De esta manera, el ofensor es considerado como un instrumento parlante, que sólo instila el veneno que le inyectan sus mentores. Siendo así, la verdadera culpabilidad está en la poca libertad que da la ignorancia. Es de anotar, que si tuviéramos la misma formación cultural y axiológica que tiene el ofensor, actuaríamos en la misma forma. Por lo demás, todo el mundo sabe que cuando a un ser humano se le ofende, puede nacer en su corazón el deseo de venganza. De ahí la enseñanza de la Orden, cuando nos ilumina y nos previene diciendo que: “… la venganza es una pasión ruin y despreciable, impropia de todo hombre de honor”[6], que ciega y empobrece a cualquier ser humano; pero muy especialmente al Masón, al cual le quita la posibilidad de seguir despojando a la piedra bruta de sus asperezas. En otras palabras, le quita, al iniciado en los Augustos Misterios, la posibilidad de seguir creciendo como ser humano. Por eso la Masonería rechaza la venganza. Y “En vez de aprobarla, pedimos no sólo el perdón de la injuria, sino que exigimos su olvido”[7].


7. Finalmente, Queridos Hermanos, os dejo esta enseñanza que compendia nuestra capacidad de conciencia y de pensamiento para avanzar: Si la resistencia apunta hacia la esperanza, nuestra fe en el porvenir de la Muy Respetable Gran Logia del Norte de Colombia es inquebrantable. ¡Trabajad siempre con entusiasmo!... y como decía Abraham Lincoln: “Dejad que la virtud engalane tus pensamientos”.


¡Salud, Fuerza y Unión!

JOSÉ MORALES MANCHEGO
Gran Maestro

_____________________
[1] Palabras del poeta Alfredo Gómez Jaime, tomadas de su poema “A España”.
[2] LITURGIA PARA JURAMENTACIÓN DE VENERABLES MAESTROS. R:. E:. A:. A:. Muy Resp:. Gran Logia del Norte de Colombia (Fundada el 25 de abril de 1990). P. 14.
[3] INGENIEROS, José. Las Fuerzas Morales. Editorial Losada. Buenos Aires, 1961. P. 17.
[4] LITURGIA DEL GRADO XXXI. R:. E:. A:. A:. Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia (Fundado en 1833). P. 5.
[5] Loc. Cit.
[6] FRAU ABRINES, Lorenzo. Diccionario Enciclopédico de la Masonería. Editorial del Valle de México. S. F. Tomo III. P. 1928.
[7] LITURGIA DEL GRADO XXX. R:. E:. A:. A:. Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia (Fundado en 1833). P. 21.

martes, 11 de agosto de 2009

MURIÓ DISTINGUIDA COLUMNA DE LA MASONERÍA Y LA JURISPRUDENCIA

SEGUNDO SANTIAGO CONSUEGRA Gr:. 31

POR JOSÉ MORALES MANCHEGO Gr:. 32


Ha muerto un pilar del derecho, de la probidad y de la reciedumbre moral. La Respetable y Benemérita Logia Barranquilla N° 1-8-1 y la Muy Respetable Gran Logia del Norte de Colombia, con sede en Barranquilla, han perdido a una de sus cimentadas columnas. Se trata del Querido Hermano Segundo Santiago Consuegra.

El doctor Segundo Santiago Consuegra, hombre libre y de buenas costumbres, nació en Tubará, departamento del Atlántico, el 26 de febrero de 1948. Realizó estudios primarios en el Colegio San José de Barranquilla. Pasó por las aulas de la Normal Superior del Litoral Atlántico y del Colegio de Bachillerato Simón Bolívar. El deseo de superación de este mozalbete de provincia, lo llevó a ser Normalista y Bachiller. Más tarde se graduó en Derecho y Ciencias Sociales, título que le otorgó la Universidad Libre de Colombia el 9 de abril de 1976. En esa misma Universidad, el 18 de julio de 2003, recibió el título de especialista en Derecho Laboral y Seguridad Social. El entusiasmo por el estudio, y esa búsqueda incesante de horizontes y perspectivas, lo llevaron a realizar seminarios a nivel de postgrado en Derecho Comercial (1979) y en Derecho de Familia (1990) en la Universidad Externado de Colombia, entidad de raigambre radical, dedicada a formar seres humanos para la democracia y la libertad. Además, recibió formación en los Fundamentos de la Docencia Universitaria y en Desarrollo Pedagógico y Humanístico de la Educación Superior. El Doctor Segundo Santiago se guió por la sentencia de José Ingenieros, quien decía “que no hay perfección sin esfuerzo”[1]. Por esa razón se caracterizó siempre como un estudioso del derecho y un buscador insomne de la justicia social, con el fin de encontrarle salida a las agonías y sufrimientos del hombre contemporáneo. Ese es el sentido de su libro titulado Seguridad Social en Colombia[2], donde hay un trasegar y una búsqueda, desde las primeras edades del género humano, hasta llegar a los planteamientos jurídicos de la seguridad social, vigentes en el momento histórico en que vivimos. Es de anotar, que además del libro ya citado, el doctor Segundo Santiago publicó artículos en revistas y periódicos regionales y nacionales, como El Misionero, la Plancha Masónica, El Heraldo y el Diario la Libertad.

Este Señor abogado, profesor universitario y conferencista, se desempeñó como catedrático de la Escuela Superior de Administración Pública –ESAP- y de la Universidad Libre, donde trabajó como docente durante más de 30 años. Allí realizó una invaluable labor en pro de la formación integral de las nuevas generaciones.

El doctor Segundo Santiago fue un miembro activo de la Sociedad Hermanos de la Caridad y de la Muy Respetable Gran Logia del Norte de Colombia, instituciones en las cuales tuve el inmenso honor de conocerlo, de compartir su amistad, y admirar sus virtudes y sus profundos conocimientos. En la Gran Logia del Norte de Colombia lo tuve muy cerca, fungiendo como Gran Secretario del poder Ejecutivo, hasta el día de su muerte. Durante ese tiempo, y en su lecho de enfermo, pude calibrar en mejor forma sus calidades humanas e intelectuales, y lo que es más digno de admirar: su temple de Masón. El doctor Segundo Santiago, en medio de los malestares de su erosionada salud, jamás perdió su buen sentido del humor, faceta en la cual fue ingenioso y ocurrente; con resolución estoica resistió los rigores de la cruel enfermedad, y, finalmente, como un caballero de honor, recibió la muerte con una tranquilidad socrática, propia de un hombre que supo pulir la piedra bruta, para dejar una estela luminosa en su tránsito por este mundo. He ahí la estatura del hombre; porque la estatura de un hombre se mide por sus rectas intenciones, por sus logros intelectuales, y se decora con las batallas que libra, con entereza moral, contra una realidad adversa.

Como buen caballero, el doctor Segundo Santiago Consuegra, fue indulgente con el ofensor, y jamás olvidó que la Masonería, mediante una ética de la comprensión, nos enseña a perdonar al que nos ofende. Así mismo nos dice la Orden: “Cuando el peso de tu cruz abata tu vigor corporal, imita a nuestro Gran Maestro Jesús, y la fortaleza de tu alma te dará nuevo aliento, campearás y destruirás el calvario en que tantos mártires han sucumbido, y postrarás a tus pies a los hipócritas y ambiciosos”[3].

Segundo Santiago Consuegra: el doctor en leyes, el profesor universitario, el esposo y amantísimo padre, el Querido Hermano en los principios de la Gran Obra, el amigo entrañable, murió el 18 de abril en Barranquilla, ciudad a la que le entregó el fruto de sus mejores esfuerzos. El departamento del Atlántico ha perdido a uno de sus talentosos hijos. Se ha marchado para el Oriente Eterno, el consagrado profesor y jurista de nuestra patria, que hasta el último día de su vida trabajó con entusiasmo en las actividades que colmaron su espíritu: la docencia y la investigación. Esta última actividad, ejercida con rigor en el campo del Derecho y de las Ciencias Sociales en general.

A su dignísima esposa, la doctora Teresa de Santiago y a sus encantadoras hijas, Tatiana y María Mónica, nuestras más sentidas condolencias.

Paz en la tumba del doctor Segundo Santiago, y que siga brillando, con su ejemplo, desde el claro y anchuroso Valle de la Eternidad.


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[1] Ingenieros, José. El hombre Mediocre. Ediciones Universales. Bogotá, marzo de 1987. P. 91.
[2] Santiago Consuegra. Segundo. Seguridad Social en Colombia. Sistema Pensional. Apuntes Didácticos. Ediciones Universidad Libre, seccional Barranquilla, Facultad de Derecho. Barranquilla s.f. 184 pp.
[3]Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia (Fundado en 1833). Liturgia del Grado XXX. R:. E:. A:. A:. Barranquilla, 2006. P.24.

lunes, 22 de junio de 2009

EL BOLIVAR DE CARLOS MARX

"Es justo y necesario que mi vida pública se examine con esmero, y se juzgue con imparcialidad". (Simón Bolívar)

Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

La historia de América, el arte y la literatura nos han dado a conocer muchas facetas importantes sobre la vida de Simón Bolívar, el Genio de América Hispánica, que también tiene puesto de honor en los es­trados de la historia universal. Así mismo, se han difundido obras sobre el pensamiento oceánico del Libertador, analizado desde las posiciones de escuelas históricas diferentes. Pero falta más difusión y estudio sobre la po­sición fijada por Carlos Marx, ese genio espe­culativo y heurístico del siglo XIX, sobre la fi­gura cimera de Bolívar.

"El Caballero de la Lucha de Clases", en su ar­tículo escrito en 1858, titulado Bolívar y Ponte, intenta demoler históricamente la figura de Bolívar, centrando su análisis en el ámbito mi­litar y desconociendo otros aspectos, como la entereza revolucionaria y la actitud del Libertador frente a las clases sociales, en el proceso de independencia hispanoamericana. El padre del materialismo histórico, sin parar mientes en lo que es una personalidad histórica, y abandonando su llamado "hilo conductor", dice que Bolívar entregó a Puerto Cabello, la fortaleza mejor equipada de Venezuela; afirma que Bolívar en los combates salía huyendo, razón por la cual lo llama "el Napoleón de las retiradas", y lo acusa ante el mundo de haber traicionado a Francisco Miranda, conocido como el "Precursor de la Independencia Amer­icana". En este punto es preciso anotar, que la deformación que hace Marx del Libertador no es tan grande por lo que dice, sino por lo que omite.

Carlos Marx, olvidó que Bolívar, en la guerra de independencia, administraba los escasos re­cursos de las mal armadas tropas del ejército patriota, que en condiciones deplorables se enfrentó y derrotó a uno de los Imperios mas poderosos de la Tierra, cuyo ejército ostentaba una reconocida experiencia guerreando con­tra romanos, turcos, moros y contra las inva­siones de los llamados pueblos bárbaros. Carlos Marx pasó por alto que Bolívar no fue un ser sobrenatural, sino un hombre de carne y hueso, con sus grandezas, sus defectos y sus flaquezas. Un hombre que supo batirse glorio­samente, en combates fulgurantes, hasta al­canzar la libertad de un mundo. Bolívar fue el genio indiscutible de la guerra de independen­cia. Obviamente que en varios de sus combates fue arrinconado, pero en tales circunstancias luchó a muerte, y aunque algunas veces estu­vo a punto de perecer, pudo escapar milagro­samente, poniéndose a salvo de la furia del enemigo. El padre de América se retiró estra­tégicamente de algunos, combates, pero jamás se retiró de la causa de la independencia. Esa causa la llevó hasta el fin. Por eso la grandeza de Bolívar, como dice Lavretski, reside "en que durante la guerra de independencia supo ex­presar las esperanzas de la gentes sencillas, de los indios, los negros, los llaneros, quienes se habían levantado contra los colonizadores", hasta la victoria final.

El artículo de Carlos Marx tiene insuficiencias teórico-metodológicas y adolece de innumera­bles imprecisiones históricas y tergiversaciones, muchas de las cuales han sido aclaradas y explicadas por Pedro Scaron en las notas mar­ginales hechas al mencionado artículo, publi­cado en el libro Materiales para la Historia de América Latina, que es una compilación de textos de Carlos Marx y Federico Engels. Por demás, la Investigación histórica sobre los hechos de la Independencia ha demostrado que el doctor Marx estaba equivocado.

Los juicios históricos deben hacerse con base en pruebas doc­umentales, testimonios u otras fuentes confiables. En ese sen­tido, para que el lector se forme una idea objetiva sobre el Liber­tador, me permito relacionar lo que dicen algunos personajes que estuvieron muy cerca de él, información documental que en su mayoría se encuentra compilada en el libro de Aníbal Noguera Men­doza y Flavio De Castro, titulado Aproximación al Libertador. Testimonios de su época. He aquí los testimonios:

El General José de San Martín, en un documen­to fechado en Guayaquil, en julio de 1822 dice: "En cuanto a los hechos militares de este ge­neral (Bolívar), puede decirse que le han mere­cido, y con razón, ser considerado como el hombre más asombroso que haya producido la América del Sur".

El General José Antonio Páez asevera que Bo­lívar era "amigo del combate, acaso lo prodiga­ba demasiado, y mientras duraba, tenía la ma­yor serenidad". Además destaca en él, "la fuer­za intelectual que dirige y organiza los planes". En el mismo documento, el General Páez, ma­nifiesta que Bolívar "Hermanaba lo amable del cortesano con lo fogoso del guerrero".

El Capitán inglés José Andrews, dijo de Bolívar el 18 de octubre de 1825 lo siguiente: "Como hombre, a mi ver, había ganado más que Wa­shington... La ignorancia y completa falta de experiencia de quienes lo rodeaban, en asun­tos civiles y militares, echó todo sobre su genio; osó noblemente y tuvo éxito... Se le ha acusado de propósitos ambiciosos al poder absoluto; el tiempo solamente decidirá este punto. Hasta ahora no ha demostrado tal disposición, sino más bien la inversa."

James Thomson, pedagogo protestante, en septiembre de 1823 decía; "El rostro de Bolí­var, azotado por el tiempo, está diciendo que no fue perezoso. No hay hombre, creo, que haya llevado tanto de la carga o que haya tra­bajado tan arduamente en el calor del día a favor de la independencia de la América del Sur, como Simón Bolívar. Sus trabajos en su propio país están ya coronados de un éxito casi completo; Colombia puede considerarse libre e independiente".

El General Daniel Florencio O'Leary nos recuer­da que los últimos momentos de Bolívar "fue­ron los últimos rescoldos de un volcán expi­rante, con el polvo de los andes sobre su ropa".

Pablo Morillo, General español que se distin­guió en la guerra contra Napoleón, tronaba de la siguiente manera, refiriéndose al Libertador: "Nada es comparable a la incansable actividad de este caudillo. Su arrojo y su talento son sus títulos para mantenerse a la cabeza de la re­volución y de la guerra". El mismo Pablo Mori­llo, atalayando la amenaza que para el ejército español representaba el ser guerrero del Liber­tador, manifestaba: Bolívar "es más peligroso vencido que vencedor".

Por su parte, la prensa de París registró así la muerte del Libertador:

Le Courrier Francais del lunes 21 de febrero de 1831: “Aunque Bolívar por largo tiempo dispu­so de una manera casi absoluta de las rentas de tres estados, Colombia. Perú y Bolivia, mu­rió sin poseer un solo cuarto de los fondos pú­blicos; pero tampoco dejó deudas, no obstante haber sacrificado los nueve décimos de su grandísima fortuna al servicio de la patria y a la libertad de casi mil esclavos que servían en sus haciendas”.

Le Tribune del 21 de febrero de 1831: "calum­niado y maltratado, hay probabilidad de haber descendido al sepulcro víctima de la ingratitud de su país, en que había completado la más gloriosa carrera”.

Journal du Comerse del 21 de febrero de 1831: "Bolívar ha muerto y deja libre su patria... Dichoso hombre, sin embargo, porque habien­do sido grande en la guerra, y en su tiempo el más poderoso de su país, permaneció hijo obe­diente de la libertad!... Bolívar era sin disputa el primer personaje del Nuevo Mundo, y el an­tiguo no podía oponerle ningún rival que exis­tiese... Bolívar se adelantó mucho a su época; el pensamiento del grande hombre fue mal en­tendido en América y desatendido en Europa... Un grande hombre, un hombre a quien sus propios enemigos estaban obligados a estimar, Bolívar... acaba de morir".

Le Quotidien del 21 de febrero de 1831: "Muere Bolívar en la vigorosa edad de los 47 años, des­popularizado y pobre, después de haber sacri­ficado a la revolución un patrimonio considerable”.

­Le Temps del 23 de febrero de 1831 manifiesta: "La América ha perdido su antorcha, y por col­mo de dolor, ella la apagó con sus mismas ma­nos. ¡Bolívar no existe! La humanidad está pri­vada de uno de sus ornamentos, y Colombia de su salvador; de aquel que, después de haberla creado, era el único que podía conservarla". Más adelante dice el mismo artículo de prensa: "Bolívar falleció a los 47 años de edad. ¡Qué carrera tan plena y tan pura!... Guerrero, le­gislador, administrador, Bolívar ha llenado completamente todos los altos empleos de las sociedades; siempre semejante a si mismo, clemente, moderado, desinteresado, existien­do únicamente por la patria y por la gloria, esos dos ídolos de las almas sublimes, Bolívar ha si­do el hombre completo de nuestra era; ni una mancha se apercibe en toda su vida. Ninguna cabeza se ha elevado tanto como la suya... Cuantos amen la grandeza, la virtud, el patrio­tismo, el desinterés, tributarán sus lágrimas de sangre".

Le Courrier Francais del 23 de febrero de 1831: "La muerte acaba de cegar una de las más ilus­tres vidas de este siglo, tan fecundo en varones esclarecidos. El héroe suramericano ha dejado de existir... Bolívar, a la edad de 28 años, ex­puso su vida a los peligrosos azares de la gran lucha que debía arrancar la América del yugo español, y crear la independencia en unas vastas regiones, que por espacio de muchos siglos sólo habían conocido señores y escla­vos".

Le Fígaro del 22 de marzo de 1831: "La muerte de Bolívar, al cabo de quince años de combates por la libertad, deja sumergidos a todos sus compatriotas en el más profundo dolor. Él prohibió al expirar, que se tributasen a sus ce­nizas honores extraordinarios. Si se da cumpli­miento a este mandato, en lo que cabe mucha duda, no por eso dejará de tener un monumen­to indestructible en el corazón de sus compa­triotas y de todos los amigos de la libertad".

Estos son apenas unos pequeños fragmentos de la copiosa documentación confiable que existía sobre Bolívar, en el momento en que Marx escribió su artículo. Sin embargo, el pensador de Tréverls se dejó arrastrar por los documentos de la calumnia provenientes de autores hostiles al Libertador, como Ducoudray Holstein y Gustavo Híppleley. Se sabe que los autores Henry Ducoudray Holstein y Gustavo Hippisley, utilizados por Marx para escribir esa biografía de Bolívar, te­nían grandes desavenencias y resentimientos con el Libertador. El primero, Ducudray Holstein, se resintió con Bolívar, porque éste lo expulsó del ejército y no lo ascendió a General. Entonces escribió con odio sobre Bolívar, alejándose de toda objetividad y de la recti­tud del juicio histórico. Por su parte Hippisley se distanció de Bolívar, porque tenía ambicio­nes en las que el Libertador no podía complacerlo de buenas a primeras, como atender sus in­terminables reclamos de sala­rios y grados más elevados en la carrera mili­tar. Este inglés también escribió un libro de mucha virulencia contra el Libertador, en el cual dice que Bolívar "no tiene ni el talento ni la habilidad de un general, menos especialmen­te para ser un comandante en jefe... Táctica, movimientos y maniobras le son tan descono­cidos como a lo más bajo de sus tropas. Toda idea de regularidad, sistema o rutina común de un ejército o siquiera de un regimiento le son desconocidos. De ahí surgen todos los de­sastres que afronta, las derrotas que sufre y su constante retirada cuantas veces se opone al enemigo". Luego agrega: "Bolívar quiere de buena gana imitar al hombre grande. Aspira a ser un segundo Bonaparte en Suramérica, sin poseer el menor talento para los deberes en el campo o en el gabinete. Quiere ser rey de Nue­va Granada y Venezuela, sin ser genio para mandar...". Esto lo escribió Hippisley en 1818. Sin embargo, en 1826 se retractó y terminó elogiando al Libertador y asegurando que "a Washington le faltaban la grandeza y la firme­za de alma, la verdadera independencia de es­píritu, la liberalidad de sentimientos y la cons­tancia con que Bolívar ha inmortalizado su nombre, y se ha hecho sin par en los anales de la historia".

Sea que Marx haya leído o no, la importante documentación mencionada, de todas mane­ras en su escrito hay un vacío en lo que se re­fiere a la apreciación del papel que jugó Bolívar contra el sombrío pasado colonial. En el caso que nos ocupa, el autor de El Capital no pudo resolver la cuestión del papel del individuo en la historia.

Reconocer los méritos de un personaje históri­co no es caer en el culto a la personalidad. A Bolívar le gustaba reconocer los méritos y que a él se los reconocieran. Por eso decía: "El pre­mio del mérito es el acto más augusto del poder humano". En cambio, Marx parecía no estar dispuesto ni a reconocer sus propios méritos, tal como lo manifiesta en una carta fechada el 10 de noviembre de 1877, dirigida a Wilhem Bloch, donde dice lo siguiente: "...de mi repug­nancia contra todo culto a la personalidad habla la circunstancia de que durante la exis­tencia de la Internacional nunca permití las numerosas comunicaciones en donde se reco­nocían mis méritos y que me aburrían, prove­nientes de diferentes países; incluso ni siquie­ra contestaba y sólo muy rara vez las tenia en cuenta..."

Sin embargo, esa falla de Marx ha sido supera­da por otros escritores de su misma escuela, como Jorge Plejanov, con su libro El Papel del Individuo en la Historia, que no discurre sobre la personalidad de Bolívar, pero nos proporcio­na algunos elementos metodológicos para com­prender el papel del Libertador en el marco de las revoluciones hispanoamericanas.

Bolívar es un personaje histórico de talla uni­versal, que debe ser visto sin mistificaciones y sin el servilismo de los que también lo falsean con la lisonja v la alabanza afectada. Es un personaje histórico, no porque haya participa­do en más de 472 combates, sino porque supo comprender el momento histórico y desplegar la estrategia y las tácticas correctas en las gue­rras de independencia que sostuvo Hispano­américa contra el Imperio Español. Esa com­prensión del momento histórico, y el hecho de haber llevado a los pueblos de América Hispánica a una etapa cualitativamente nueva, es lo que le da a Bolívar la dimensión de una gran personalidad histórica y el puesto bien merecido al lado de los genios de la guerra, como Temuchín, Genghis Kan y Napoleón.