lunes, 29 de noviembre de 2010

EL CARNAVAL, UNA VISIÓN POÉTICA DE LA VIDA


JOSÉ MORALES MANCHEGO

El Comité Cultural de la Sociedad Hermanos de la Caridad me encargó elaborar un opúsculo sobre el carnaval y su relación con el Gran Recital “Arte In Memoriam Día de los Difuntos”, certamen de la poesía, que hoy se engalana con los efluvios de una canción de belleza incomparable de la “Guarachera de Cuba”, Celia Cruz.

Pero antes de dar formalidad a la palabra que me ha sido confiada, es importante recordar que el Gran Recital “Arte In Memoriam Día de los Difuntos”, se realiza para exaltar la memoria de aquellas personalidades del arte, la ciencia y la cultura, que dejaron una estela luminosa en este mundo y se fueron para el valle de la eternidad.

Han recibido el homenaje póstumo: el soledeño Gabriel Escorcia Gravini, autor de la “Gran Miseria Humana”; el barranquillero, de ancestro francés, Leonello Marthe Zapata, hombre de una mentalidad intrépida y una curiosidad intemporal, que supo cruzar las espadas de la ciencia y la virtud, para dejarnos cuatro libros de su pluma refulgente; el afrocolombiano Jorge Artel, poeta de las negritudes, nacido en Cartagena de Indias, autor de una maravillosa obra poética colmada de dolor, de denuncia y de combate; y la momposina Gloria Logreira, la singular mestiza, que expresó en versos la afirmación de su ternura. Ella decidió irse de este mundo, en la aurora de su existencia, porque las almas sensibles necesitan paz y justicia para florecer, y en este aspecto, nuestro Planeta es un desierto, en el cual los labios de Judas siguen besando y a Jesús lo siguen crucificando.

El recital que hoy inauguramos se titula “La vida es un carnaval”, y es un homenaje póstumo para todos aquellos personajes que han echado un granito de “azúcar” en el mar de las incertidumbres existenciales, con la esperanza de que algún día la vida se convierta en un verdadero carnaval.

Entre tanto, pensar que “La vida es un carnaval”, es enarbolar una figura retórica, que debe ser comprendida en su dimensión futurista. Es decir, debe ser entendida como un grito de combate, que nos lleve a cambiar el actual estado de cosas, para establecer una sociedad cosmopolita, que garantice la plenitud de la vida para todos los seres humanos. Lo que Celia Cruz plantea en su canción es una actitud hacia la vida. No es la vida misma. “La vida es un carnaval” no es el reflejo especular de lo que se dice, sino la máscara colorida de lo que será. Podría decirse que este juego del lenguaje, en el yo poético de Celia, es una forma de resistir el mundo de la vida, salpicado de momentos buenos, pero inundado de maldad, de horror y de un fatal desamparo, en el cual nos encontramos sumergidos. Esa resistencia, en Celia, se juega en el plano de la idea y tal vez en el corazón.

Pero el carnaval es más que resistencia. Es el triunfo de una liberación transitoria en el marco de las esferas de poder dominante, según el investigador ruso Mijail Bajtín. El carnaval es la ruptura de un orden establecido. En él se suspende la tradición legal y sólo puede vivirse de acuerdo a las propias leyes del carnaval. Las diferencias sociales se diluyen. El carnaval es la eliminación momentánea de los privilegios y prejuicios, que han hecho de la sociedad un sistema jerarquizado, donde la mayoría sufre. Es el mundo sin estamentos y sin tabúes. En otras palabras, el carnaval es una acción dramatúrgica en la que sus personajes, que interactúan con todo el pueblo, se rebelan contra una sociedad falsa, hipócrita y destructora de la libertad y de todo lo que hay de esencial en el hombre, hablando en términos genéricos.

El carnaval, en su esencia, es una forma crítica de estar en el mundo, que no se somete fácilmente a las etiquetas de las cortes ni a los dictámenes de las oligarquías. Por esa razón, cuando los partidos tradicionales colombianos destrozaron a la República en la Guerra de los Mil Días, contienda en la cual los combatientes populares luchaban por ideales políticos que no comprendían, el carnaval alteró el dolor y la angustia existencial que generó esa pasión infame, planteando una batalla diferente, y entonces nació la “batalla de flores”, que hoy constituye el punto cenital del carnaval de Barranquilla.

El carnaval nos muestra, de manera picaresca, la posibilidad de una sociedad planetaria, en la que existirá la diversidad de culturas y de tendencias ideológicas, en un ambiente de comprensión, sin fanatismos, sin envidias, sin privilegios ni discriminaciones de ninguna índole. Una sociedad así, paradisiaca, estaba en la cosmovisión de los fundadores de la Sociedad Hermanos de la Caridad, quienes, en una época de intolerancia, dieron el ejemplo fraternal y civilizador de crear el Cementerio Universal, para recibir en su seno los restos mortales de los seres humanos de cualquier nacionalidad, de cualquier ideología o de cualquier religión, sin discriminación alguna, porque si somos tolerantes, y no aceptamos las distinciones pueriles a lo largo de la vida, mucho menos las permitimos “…en el terreno santo de la igualdad, que es la tumba”(1) .

Una sociedad basada en esos principios es la misma que sueñan los artistas, los humanistas y los poetas. Por tanto, he ahí el gran desafío de la poesía y los demás géneros literarios y artísticos, los cuales deben marchar al unísono, en una gran comparsa multicolor y pluralista, hacia la carnavalización del mundo, al lado, claro está, de la intelectualidad laica, surgida del portentoso avance de la ciencia y la tecnología, permeadas por la virtud.

Finalizo diciendo, que en las primeras edades del género humano, el egoismo y la violencia cerraron las puertas del paraíso. En estos momentos, el carnaval y la poesía tienen la llave para abrirlas. Vamos a vivir entonces la desbordante alegría que surge de la lírica y las artes, en aras de la carnavalización universal, rindiendo homenaje a los personajes que se elevaron en comparsa hasta el cumbiódromo de la eternidad.
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(1)Palabras del gobernador de la Provincia de Barranquilla, Erasmo Rieux. En: Leonello Marthe Zapata. Historia de la Sociedad Hermanos de la Caridad. Cementerio Universal, Barranquilla, 1996. p. 122.

domingo, 8 de agosto de 2010

JUSTICIA MASÓNICA Y JUSTICIA PROFANA, DOS ÁMBITOS DIFERENTES

EDITORIAL PLANCHA MASÓNICA


Desde hace dos lustros, aproximadamente, en el orbe Masónico se ha venido dando la penetración de la justicia profana en los asuntos de la absoluta incumbencia de la Orden. Tal fenómeno, propiciado por la imprudencia de algunos Masones, ha sucedido en los Grandes Orientes de España, Francia, Paraguay y Colombia, países éstos donde –dicho sea de paso- la justicia deja mucho que desear.

En el caso colombiano, para nadie es un secreto que en este bello país, corruptos y delincuentes actúan sobre la lenidad de la justicia y la ineficacia de la ley. El mundo entero conoce la turbadora realidad en la cual sobrevive el pueblo de Colombia, tierra donde las mafias han incursionado en las distintas ramas del poder público; le han quitado la vida a ilustres personalidades, y han diluido la confianza en la ley como sustentación del Estado de derecho. En ese contexto, en 1985, el Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia, Rito Escocés Antiguo y Aceptado, hizo un pronunciamiento sobre la problemática Nacional, en el cual manifestaba lo siguiente: “Es la verdad, así nos repugne confesarlo, que la Nación Colombiana está gravemente enferma y que resulta absurdo y contraproducente tratar un Estado anormal, con los procedimientos convencionales consagrados académica y políticamente”[1].

Esas palabras, emanadas del Supremo Consejo, son patéticas. No hay duda de que nuestro Estado Nacional está enfermo. En consecuencia, hay una desconfianza colectiva en la ley y en la justicia colombiana. No obstante esa desconfianza generalizada, en el año 2004, el Muy Respetable Gran Maestro de la Muy Respetable Gran Logia del Norte de Colombia, con sede en Barranquilla, fue desdorado por dos Masones que lo llevaron al despacho de un juez de la República, donde se impuso, como es obvio, el criterio de un profano, diestro en su profesión, pero ignorante del desenvolvimiento de nuestra labor, de nuestro simbolismo y de nuestros principios Masónicos.

Estos hechos, que vienen dándose en distintas latitudes, muestran a las claras las fallas existente en el proceso educativo de algunos miembros de la Augusta Institución y la penetración, consecuencia lógica, de “alhajas y metales” en sus Templos. Se olvidan, quienes así proceden, que a la justicia Masónica y a la justicia profana corresponden dos ámbitos diferentes, que se pueden distinguir si se comprenden los siguientes puntos:

1°. En el ritual de iniciación se simboliza la salida del profano del mundo de las tinieblas para entrar en el mundo de la luz. El mundo de las tinieblas es, para la Masonería, la sociedad profana, la cual comprende todo lo que está por fuera del Templo Masónico. Es decir, “la humana sociedad con todo el terrible cortejo de pasiones, odios, celos, traiciones, guerras y calamidades de toda clase a que dan nacimiento los mezquinos impulsos del interés y del egoísmo, contra los cuales ha de luchar sin tregua el hombre virtuoso”[2]. En otras palabras, el mundo exterior al Templo Masónico es de corrupción, fanatismo y abyección. Siendo así, un Masón no puede aceptar que lo profano impere sobre el alcázar de luz, que un día, con su esplendor, le deslumbró la mirada.

2°. Nuestras Cámaras, Simbólicas y Escocistas, están custodiadas del mundo exterior por guarda templos, lo que simboliza el proceso subjetivo por el cual la conciencia del hombre Despierto, que es la conciencia del Masón, se aísla del exterior, y se sumerge en las profundidades del absoluto libre, alejado de la falsía y la traición del mundo, para trabajar por la educación individual y la regeneración del género humano[3]. En este punto es importante aclarar que, para la Masonería, “la educación es siempre indispensable; solo que es necesario procurar que no parta del exterior al interior, sino por el contrario, de éste a aquel”[4].

3°. Las motivaciones de la justicia profana vienen del exterior del ser humano. En cambio, para el Masón, el juez está por dentro y es producto de las propias convicciones y determinaciones reflexivas y deliberativas. Dicho juez se apoya en la Ley de nuestro propio Ser. Al respecto dice Aldo Lavagnini: “La única Ley y la Ley más verdadera que siempre necesitamos observar es, pues, la ley de nuestro Ser, nuestra propia íntima ley, que infaliblemente nos indica en toda circunstancia una línea de acción recta, justa y digna[5]”. En otras palabras, el verdadero proceso judicial en la Masonería se da en nuestra propia conciencia, en nuestros corazones, en nuestro mundo interior y no en el mundo exterior. Sin embargo, el Masón es respetuoso de la ley profana y de la autoridad legítimamente constituida. Así lo señala la Liturgia del Grado de Aprendiz, cuando asevera: “Nosotros, bien lo sabéis, no enseñamos la violación de ley alguna, no olvidamos el respeto debido al César, ni nos negamos a pagarle el tributo”[6]. Pero reconocemos “por encima de toda Ley y Autoridad humana la Ley Suprema de la Verdad y la Suprema Autoridad del Espíritu”[7]. En ese reconocimiento encontramos una libertad interior que ninguna condición externa podría quitarnos ni limitar.

4°. La justicia profana, de una u otra manera, está ligada a la fuente dogmática de las religiones positivas. Por eso reparte castigos a granel, y ante la imposibilidad de corregir al hombre, lo abandona en el laberinto de su angustia existencial, que lo lleva a refugiarse en el más allá. Al final de todo proceso judicial profano surge el resentimiento, la venganza, y en el mejor de los casos, el perdedor se lo deja todo a la “justicia divina”, la cual se fundamenta en el temor y en el castigo de la divinidad. La Masonería, en cambio, no necesita los códigos del terror, porque se supone que el Masón es hombre libre y de buenas costumbres. De ahí la sentencia: “El hombre honrado no necesita más leyes que las de su conciencia para saber lo que debe o no ejecutar…”[8]. En ese mismo sentido, uno de los viajes que realiza el Compañero Masón, en el cual abandona la regla, le enseña que llegará un momento en su evolución individual, en el cual su estado de completa libertad hará que toda regla exterior (entiéndase norma o ley) le sea inútil. Es más, le llegará el día en que esa regla exterior se constituirá en un obstáculo para su evolución individual[9]. De ahí que el verdadero Masón no necesita compulsión de normas externas. Él, como hombre libre y de buenas costumbres, debe mantener siempre la impecabilidad de su conducta, donde quiera que se encuentre.

5°. La justicia profana está enmarcada en el Derecho Profano, que esencialmente es un instrumento perpetuador del establecimiento y del statu quo. La Masonería en cambio es una institución que alienta la transformación del hombre, en sentido individual, y la emancipación de la humanidad en sentido general. Por eso la Orden sostiene: “Que aunque la Masonería es una Institución humana, y en lo humano no cabe la perfección, los defectos y errores de los HH:. son escrupulosamente juzgados pero desde un punto de vista enteramente fraternal, procurando con ello la corrección y ejemplaridad que nos conduzca al perfeccionamiento físico y moral[10]”. Por tal razón, las penas Masónicas se consideran como un medio, pero nunca como un fin[11]. De ahí que la Constitución Masónica y los Estatutos de una Gran Logia no tengan la intencionalidad represiva, sino el interés de educar al Hermano Masón.

6°. La ley Masónica, en manos de los profanos, siempre será puesta en tela de juicio, como sucedió en el año 2004, cuando un juez de Barranquilla, al resolver una acción de tutela interpuesta por dos Masones, citó el numeral 16 Artículo 9° del Estatuto No. 2 de la Gran Logia del Norte de Colombia, que ilustra al iniciado sobre uno de sus deberes, cual es el de: “No acudir a tribunales profanos en contra de un Masón regular sin antes haber solicitado la mediación de su Logia y obtenida su autorización”. A renglón seguido anotó el juez: “disposición que carece de sentido, por cuanto va contra la ley, los asociados no pueden comprometerse a la forzada renuncia del derecho fundamental de acceso a la administración de justicia”. Afortunadamente, los dos Masones tutelantes no le adjuntaron las Liturgias al Señor juez, porque tal vez hubiera visto en nuestros símbolos y juramentos, la venganza y el homicidio, fenómenos propios de la sociedad profana, que rechaza rotundamente la Masonería.
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7°. Por todo lo anterior, cualquier problema que surja entre Masones, debe resolverse dentro de la Institución, que para ello cuenta con su propia Constitución, Estatutos y Reglamentos, a los cuales, de libre y espontánea voluntad, juramos respetar y acatar. La justicia Masónica se hace en casa propia, que es la Casa Grande, y no en casa ajena. Ahora bien, si se produce el juicio Masónico, el legítimo Masón sabrá guardar la calma necesaria y la prudencia indispensable para dominar los instintos, cuando éstos traten de perturbarle su razón. No olvidemos que el Masón ha de ser comprensivo hasta con la incomprensión. En consecuencia, siempre estará sereno “entre la Sabiduría que le inspira y la Justicia que rige sus actos”[12]. Al final del juicio Masónico, recibirá el veredicto como caballero de honor y en ningún momento buscará justificaciones para acudir a los tribunales profanos a resolver problemas Masónicos, que sólo deben resolverse, como ya se ha dicho, en el seno de la Augusta Institución.

Salud… . Fuerza… y Unión

JOSÉ MORALES MANCHEGO 33°
Gran Maestro
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[1] Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia, Rito Escocés antiguo y Aceptado. Pronunciamiento de la Masonería Colombiana Sobre la Problemática Nacional 1985. Bogotá, 1985. p. 21.
[2] Muy Resp:. Gr:. Log:. del Norte de Colombia. Liturgia para el Grado de Aprendiz Masón. R:. E:. A:. A:. Oriente de Barranquilla, 2006. p. 27.
[3] Gran Logia del Norte de Colombia. Liturgia del Grado de Maestro. Oriente de Barranquilla, 1998. p. 24.
[4] Lorenzo Frau Abrines. Historia General de la Francmasonería. p. 15.
[5] Aldo Lavagnini. Manual del Gran Elegido. Editorial Kier. Buenos Aires, 1992. p. 145.
[6] Muy Resp:. Gr:. Log:. del Norte de Colombia. Liturgia para el Grado de Aprendiz Masón. Op. Cit. p. 33.
[7] Aldo Lavagnini. Manual del Aprendiz. Editorial Kier. Buenos Aires, 1991. p. 166.
[8] Lorenzo Frau Abrines. Diccionario Enciclopédico de la Masonería. Tomo 5. p. 862.
[9] Aldo Lavagnini. Manual del Compañero. Editorial Kier. Buenos Aires, 1994. p. 73.
[10] Muy Resp:. Gr:. Logia del Norte de Colombia. Liturgia para la Ceremonia de Afiliación. R:. E:. A: . A:. p. 5.
[11] Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia (Fundado en 1833). Liturgia del Grado XXXI. R:. E:. A:. A:. p. 7.
[12] Gran Logia del Norte de Colombia. Liturgia del Grado de Maestro. Op. Cit. p.78.

domingo, 25 de julio de 2010

SEGUIR ADELANTE, UNA OBLIGACIÓN IMPOSTERGABLE


EDITORIAL EL MISIONERO



El desarrollo de una Institución filantrópica, en la cual se entiende la caridad como apoyo a la educación y a la formación de los seres humanos, necesita un medio de divulgación que permita dar a conocer la producción intelectual, las inquietudes y demás acciones de sus miembros y allegados, sin distingos ideológicos, políticos o de otra índole. Con ese ánimo surgió la idea de crear una publicación periódica al servicio de los intereses de la Sociedad Hermanos de la Caridad. Esa idea cristalizó el 15 de octubre de 1870, cuando salió a la luz pública el primer número de El Misionero, caracterizado en esa época como un periódico religioso, moral y literario, cuyo último número salió el 15 de diciembre de 1870.


Ciento veintidos años después, el doctor Leonello Marthe Zapata revivió la revista, con la idea de crear un espacio para el pensamiento libre. En esta segunda etapa “El Misionero se ofrece puro, dinámico y combativo”, según palabras del Hermano Largión Barrios, hoy en el Oriente Eterno. En la actualidad, El Misionero es una revista de carácter académico, donde confluye la expresión libre y pluralista de los miembros de la Sociedad Hermanos de la Caridad, con participación de artistas, intelectuales y escritores de cualquier parte del mundo.


La Sociedad Hermanos de la Caridad, mediante el comité editorial de la revista, asume las responsabilidades de orientar, dirigir y sacar adelante este órgano de divulgación. Así mismo, la altruista entidad, ha destinado los recursos económicos necesarios para que la revista salga cada tres meses y circule gratuitamente. En materia intelectual, la Sociedad Hermanos de la Caridad cuenta con un grupo de personas cualificadas en los distintos saberes, lo que significa alta potencialidad para el desarrollo investigativo en medio de una zona que brinda infinidad de temas para investigar. Esta peculiaridad se halla enmarcada en un nuevo orden mundial que exige desarrollo institucional en términos de producción de conocimientos. En ese sentido, la Sociedad Hermanos de la Caridad tiene la necesidad de comunicarse con otras instituciones, con la comunidad local y regional, a fin de estrechar más la relación entre la institución y la sociedad, lo cual permitirá que los asociados se sensibilicen con los problemas sociales, para mayor participación de la institución en la vida ciudadana. Con esta orientación, la revista permitirá desarrollar el potencial creativo y la formación integral del asociado, para introducirlo en la actividad investigativa y en la dinámica de la producción intelectual, que evidencie una forma distinta de reflexionar sobre los fenómenos de nuestro entorno.



De esa manera, el proyecto busca la inserción de la institución en la vida de la comunidad, mediante la investigación de hechos y personajes, y de los problemas que aquejan a la misma comunidad. En consecuencia, se buscará poner la ciencia y la cultura al servicio de nuestros conciudadanos, rescatando al mismo tiempo personajes y valores que sean ejemplo para todos. En lo posible, en la revista se propondrán y se debatirán alternativas para los problemas que hoy preocupan a nuestra región, en el contexto de la globalización.






Por todo lo anterior, se hace imprescindible sacar adelante la revista institucional El Misionero, la cual ha tenido algunas dificultades en los últimos dos años, por la altísima inversión que ha realizado la Sociedad Hermanos de la Caridad para ofrecerle a Barranquilla una moderna funeraria, como es la Funeraria Universal, un moderno horno crematorio y toda la expansión de sus estrategias para prestarle un mejor servicio a nuestros conciudadanos, en el marco de la libre competencia, respetando la igualdad y la fraternidad de todos los seres humanos.






En tales circunstancias, seguir adelante con El Misionero es una obligación impostergable. Dicen algunas mentes ilustradas que mantener una revista en Colombia es un milagro repetido. Para nosotros, en cambio, es una aventura maravillosa, que alberga incertidumbres, pero estamos en ella con entusiasmo, porque sabemos que el pensamiento sólo adquiere sentido cuando se hace público y logra penetrar en las conciencias de las presentes y futuras generaciones.


Fraternalmente,

JOSÉ MORALES MANCHEGO


(Revista El Misionero. Organo de la Sociedad Hermanos de la Caridad. ISSN 1657-3064. No. 68. Barranquilla, Colombia, agosto de 2010)

sábado, 22 de mayo de 2010

MASONERÍA Y EDUCACIÓN




JOSÉ MORALES MANCHEGO


INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como objetivo general establecer la relación entre Masonería y Educación. Este objetivo, para cualquier iniciado en la Orden, es obvio. No obstante, hay aspectos del tema muy poco investigados en el contexto de las tendencias pedagógicas contemporáneas que hoy se vislumbran en el seno de la educación. El tema puede verse en dos vías: la vía exterior y la vía interior. Es decir, la Masonería en la Educación y la Educación en la Masonería. Este último se refiere a los elementos pedagógicos que contiene la Institución Masónica, los cuales constituyen una especie de currículo oculto, que al profundizarlo y extenderlo a la sociedad, puede permitir un desarrollo sostenible de los procesos educativos hacia el futuro. El trabajo no pretende agotar el tema en forma sistemática ni con pretensiones científicas. La finalidad es propiciar la reflexión crítica para que los trabajos Masónicos cobren fuerza y vigor.

1. LA MASONERÍA EN LA EDUCACIÓN

En Colombia, los ensayos sobre esta materia son considerables(1). En ellos se habla de los estadistas Masones que han fundado escuelas y universidades; se habla de los académicos Masones que a diario forjan las conciencias juveniles desde la cátedra; se habla de los planes de estudio y de las políticas educativas ideadas por Masones. Así mismo, se ha hablado con mucha propiedad del simbolismo Masónico representado en la Universidad Nacional de Colombia, patrimonio de la generación radical, en cuya arquitectura es patética la influencia de la Masonería. En esta institución de educación superior ya de por sí es diciente su denominación de «Ciudad Blanca», color de la pureza eterna del Masón, síntesis de todos los colores, que representa el conjunto de todas las virtudes. Las vías de la «Ciudad Blanca» representan un buho, ave que en heráldica simboliza el valor con que vence el caballero a un enemigo traidor y cobarde, que se vale de las sombras para las acechanzas. Esta ave consagrada a Minerva es símbolo de la inteligencia y el conocimiento. En los emblemas de la Francmasonería el buho figura como símbolo de la prudencia. Las aulas máximas de la Universidad Nacional están construidas de espalda al oriente; su arquitectura es cúbica; sus pisos son en mosaico blanco y negro y, como si fuera poco, dice Ciro Quiróz: «el aula máxima de Derecho es del mismo decorado y corte que el Templo Mayor de los Masones, recientemente refaccionado». Pero eso no es todo. «El Gran Consejo Superior -frase de gobierno masón- asume como identidad la Estrella Flamígera—símbolo de jerarquía masónica-envuelta por el círculo entrañable, de explicable y profundo significado en sus logias»(2).

El interés de la Masonería por incidir en la estructura de la educación de nuestro país se manifiesta claramente en 1985, cuando el Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia (R:. E:. A:. A:.) publica el Pronunciamiento de la Masonería Colombiana Sobre la Problemática Nacional. Este pronunciamiento se realiza con el ánimo de frenar el desbarajuste institucional que a la sazón se estaba apoderando de Colombia. El documento se ocupa en primer término del sistema educativo y de sus cambios urgentes y necesarios, señalando el despilfarro y su manejo mercantil por empresas comerciales que no les importa la suerte de sus graduandos. La razón de esta preferencia por la educación está en que la Masonería considera que la transformación del hombre es condición indispensable para la transformación del mundo y la incorporación de la humanidad a la vida civilizada.

Es importante anotar que toda esta incidencia de la Masonería en la educación colombiana se da en el contexto de un país que, desde los albores de la dominación colonial, hasta nuestros días, ha tenido que soportar una estructura educativa autoritaria y dogmática, desde el punto de vista de la conceptualización y del método. Para demostrar este aserto basta ver, grosso modo, la terminología usada en las instituciones educativas. Por ejemplo, a lo que debe llamarse Plan de estudio se le llama «Pensum», barbarismo que significa peso, gravedad, pesantez(3). A las horas de clase de un profesor se les llama «carga académica». Al respecto, el Pequeño Larousse Ilustrado dice así: Carga: Peso grande; lo que puede llevar encima un hombre o un animal; unidad de medida de la leña, el carbón, etc. Es decir, se usa una palabra de arriería para designar las horas que un profesor debe dedicar a la docencia o a la investigación. Y ¿qué decir de la inadecuada expresión «Mortalidad estudiantil», para designar a los estudiantes que por inadecuados y obsoletos métodos pierden las asignaturas y tienen que abandonar las aulas?. En muchas Universidades, la evaluación se ha tomado como medio de venganza. Y los estudiantes a la exigencia en el estudio le han llamado «represión académica". La palabra disciplina, estrechamente vinculada a la enseñanza, según su etimología latina, quiere decir azote. El mismo Diccionario de la Real Academia, en una de las acepciones de la palabra dice: Disciplina: «Instrumento, hecho ordinariamente de cáñamo, con varios ramales, cuyos extremos o canelones son más gruesos, y sirve para azotar». Por extensión, esta palabra ha tomado una connotación que la vincula con la represión. De ahí que se hable de disciplina militar o de disciplina religiosa. Esta jerga que no se usa en la Masonería, pero que se maneja cotidianamente en el medio educativo profano, no sólo es un problema de forma. Es también un problema de contenido, y de graves consecuencias para el desarrollo de la personalidad, si se tiene en cuenta que el terror educa en la confusión. El autoritarismo y el irrespeto contra una persona se proyectan hacia las demás. En un sistema educativo de esa naturaleza, el individuo no es considerado racional y libre, sino como oveja del rebaño que debe obedecer ciegamente los dogmas, sin ninguna capacidad de crítica. Un sistema educativo estructurado de esa manera no forma ciudadanos libres, sino regimientos de fanáticos.

2. LA EDUCACIÓN EN LA MASONERÍA.

El Taller Masónico fundamentado en el autoconstructivismo liberal tiene como base la libertad en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Nuestra Institución no admite esquemas. No admite los procesos repetitivos. Aquí se enseñan métodos. Los Maestros más versados enseñan la llave para entrar en ese mundo simbólico que contiene todos los significados. La Masonería no admite programas rígidos. En nuestros talleres se estudia lo que la gente quiere estudiar. Es un campo donde se discuten problemas. El Masón debe aprender a pensar, más que a repetir; a crear más que a copiar; y a decir la verdad sin temor a los resultados. Para un Masón «Es envilecedora la tarea de predicar principios o doctrinas que se reconocen falsas, por temor a las consecuencias de la verdad»(4).

Como grandes innovaciones, los cambios más importantes que hoy se están abriendo paso en la educación profana consisten en que se debe incorporar el arte como estrategia pedagógica, la interdisciplina como forma de llegar al pensamiento complejo, la formación de la personalidad y la humanización.
Estos elementos son connaturales a la Masonería.

El drama litúrgico que se da en las tenidas es una estrategia pedagógica. La Tenida Solemne nada tiene que envidiarle al drama litúrgico medieval, que dio origen al teatro moderno. Por su parte, las Tenidas Ordinarias son sociodramas representativos de la actividad laboral. Es el arte como estrategia pedagógica, y como forma de entendernos entre nosotros mismos, manteniendo el orden, la tolerancia y el respeto en las discusiones.

La verdadera intención del drama es la reflexión, en aras del desarrollo intelectual y de la moralización. El drama masónico no trata de ser un espectáculo como el teatro romano, cuyo fin era divertir y hacer reír a un público. Por eso los romanos prefirieron la comedia a la tragedia. El drama Masónico se parece más al teatro griego, que pretendía la catarsis o purificación de las pasiones. En este sentido, el drama Masónico se aproxima al teatro griego y no al romano. La Tenida no es para divertir. Es para transformar. Para perfeccionar. Para educar.

En cuanto a la interdisciplina para llegar al pensamiento complejo, la Masonería desarrolla la aptitud natural del espíritu humano para ubicar todas sus informaciones en un contexto y en un conjunto. En la literatura Masónica están presentes las relaciones mutuas y las influencias recíprocas entre las partes y el todo en un mundo complejo. La propia Logia es una imagen o recreación del universo. «Simbólicamente, la logia se extiende a lo largo desde Oriente a Occidente, de anchura desde el septentrión al mediodía, y su profundidad es de la superficie hasta el centro de la tierra, siendo su altura hasta las estrellas»(5). Esas dimensiones incalculables que se le atribuyen, representan la imagen del mundo conocido de los antiguos. En ella podemos ver también «una imagen de nuestra mente o mundo causativo interior, que preside a las condiciones de la vida, las aprovecha constructivamente y las transmuta»(6). Para la Masonería, el hombre está inscrito en el mundo vivo y en el mundo físico, además de ser un ente social. En la educación profana hay una progresión del conocimiento de las partes, hay una especialización, mientras que paradójicamente hay un detrimento o ignorancia del todo. La Masonería ubica la condición humana en el mundo. No se puede concebir la condición humana, si no es en relación con el cosmos. La Leyenda de Hiram, tan esencial en la Masonería, tiene varios significados: 1. Un significado cósmico que ve en la misma algún aspecto del drama del mundo y de su origen, así como de la vida en las diferentes etapas. 2. Un significado humano individual. 3. Un significado social o colectivo(7). En esas interpretaciones está la clave. El hombre es resultado del cosmos, de la naturaleza y de la vida. Pero la educación profana nos ha vuelto extraños a ese cosmos que nos es secretamente íntimo.

Veamos, a manera de ilustración, lo que dice al respecto uno de los filósofos de la educación contemporánea, Edgar Morín, mentor de la UNESCO en materia educativa: «La vida es un moho que se formó en las aguas y en la superficie de la tierra. Nuestro planeta engendró la vida, que se desarrolló como un matorral en el mundo vegetal y animal, y nosotros somos una rama de una rama de esta evolución, en medio de los vertebrados, los mamíferos, los primates, portadores en nosotros de herederas, hijas hermanas de las primeras células vivas. Por nacimiento participamos en la aventura biológica; por la muerte participamos en la tragedia cósmica. El ser más rutinario, el destino más banal, participa de esta tragedia y de esta aventura»(8).

Más adelante continúa Morín: «Llevamos en el interior de nosotros mismos el mundo físico, el mundo químico, el mundo vivo, y al mismo tiempo nos hemos separado de ellos por nuestro pensamiento, nuestra conciencia, nuestra cultura»(9).

En verdad, el conocimiento profano es fragmentario. Es superdisciplinario. Y la susperespecialización y el fraccionamiento del saber producen la ignorancia, a la cual Morín llama la «ceguera del conocimiento». Por eso, la Masonería, sabia en sus fundamentos, considera que el profano cuando toca a las puertas del Templo viene envuelto en las tinieblas. En esas condiciones recibe la luz.

La educación profana enseña a aislar los objetos de su contexto, a separar las disciplinas. El Taller Masónico en cambio es multidisciplinario. Allí dialogan los distintos saberes, a través de las distintas profesiones. La Escuela Masónica tiene todas las bases para llevarnos al pensamiento complejo, que es el gran desafio de la educación contemporánea.

En cuanto al método autoconstrucíivo liberal, este tópico ha sido poco investigado en el seno de la Orden. Es cierto que, con mucha frecuencia, en los Talleres se habla de que la Masonería es una escuela. Escritores Masones también lo han afirmado. Ramón Martínez Zaldúa asevera que «La Masonería es considerada como una escuela de moral, de enseñanza que trata de desentrañar por medio del estudio, de la investigación racional, la verdad, meta y fin de la existencia»(10). Sin embargo, muy poco se ha profundizado sobre su método de enseñanza, que se encuentra disperso en todos los actos litúrgicos, ordinarios o solemnes. La misma ceremonia de iniciación constituye el primer esbozo de un proceso educativo. Allí los Hermanos más versados explican al neófito el significado oculto de algunos símbolos. Pero se le subraya la necesidad que tiene el neófito de desarrollar su observación y su capacidad de análisis, porque la esencia de las cosas no está a simple vista. La palabra sagrada que se da al neófito es, según Lavagnini: «un símbolo de instrucción verbal sobre los principios de la Verdad que cada Aprendiz tiene el derecho de esperar de los que se hallan más adelantados que él en el Sendero de la Iniciación»(11).

Más adelante dice el mismo Lavagnini: «La instrucción debe darse como se da la palabra... Con la activa cooperación del discípulo, cuyo progreso no depende de lo que reciba, sino de lo que encuentre por sí mismo, con sus propios esfuerzos, por el uso que hace de la primera instrucción recibida como medio e instrumento para descubrir la verdad»(12).

El día de la iniciación, el neófito recibe la luz. A partir de ese momento debe ser un constante buscador de la «luz inmortal que emana de la virtud y de la ciencia»(13). Este acto de recibir la luz es muy significativo en el ámbito de lo simbólico. En sentido figurado puede decirse que la corriente pedagógica que no entregue una lámpara al alumno, para que él mismo busque, es una pedagogía estéril y repetitiva, de la cual se puede decir que está enferma. De esa manera, para los sistemas educativos profanos, educar se ha convertido en domesticar, sometiendo todas las inclinaciones personales a una instrucción uniforme. Esa es la intencionalidad de los llamados estándares de calidad, que pretenden homogeneizar los aprendizajes en un país en el cual hay que educar para aprender a convivir con las diferencias. Para la Masonería, en cambio, la educación consiste en abrir horizontes a cada personalidad, respetando todas las diferencias, aprovechando todas las desigualdades naturales. De ahí que la escuela profana tenga que aprender mucho de la Masonería.


CONCLUSIÓN.


La Masonería no solo es un sistema de moral revestido de símbolos. Es una escuela completa, en la que se han formado hombres y mujeres, cuya incidencia en la vida social es evidente.

La Masonería, a lo largo de su historia ha combatido las estructuras educativas fundamentalistas y dogmáticas. Hoy, además del dogmatismo debe luchar, con nuevas armas, para superar la crisis que sufre la humanidad, cuando la razón se ha convertido en racionalidad instrumental, empobreciendo el mundo de la vida en las esferas de lo moral y de lo estético, y propiciando la ceguera del conocimiento por la superespecialización que no deja ver la complejidad de la realidad en toda su dimensión.

No olvidemos que la Masonería es la escuela mejor estructurada y más poderosa que produjo la modernidad para salvaguardar y desarrollar sus ideales progresistas. Por eso, para redefinir el sentido de la humanidad en las actuales circunstancias, es necesario reorientar la investigación en el seno de esta Augusta Institución, donde gravita una pedagogía que hemos denominado autoconstructivismo liberal, indispensable para abordar una educación sostenible en el futuro.

El compromiso en Logia es activar las herramientas para ubicarnos en la nueva situación, con la convicción de que un proyecto con tantas propuestas programáticas no puede quedar sin resolverse.

Los grandes ideales de la Masonería, como los ideales progresistas de la Modernidad, no se han cumplido. Por tanto, hay que extender esos ideales por la vía de una renovada Teoría Crítica de la Sociedad, aplicada a nuestras realidades concretas. En este sentido, cumplamos lo que decía el ilustre Masón, José Martí: «Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas»(14).
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1. Véanse los trabajos de: Álzate López, Augusto. La Influencia de la Masonería en la Creación de la Universidad Externado de Colombia. En; El Misionero. Año 9 No. 32. Barranquilla, marzo de 2000. pp. 36-39; Collante Stevenson, José. Juan Manuel Rudas: Filósofo, Educador y Masón, En: Perfiles Masónicos. Ediciones Sociedad Hermanos de la Caridad.. Barranquilla, 1999. pp. 27- 39; Ortegón Páez, Rafael. La Educación. En Revista El Misionero. Año 10 No. 36. Barranquilla, marzo de 2001. pp. 16-36; Viñas Ramos, Fulvio. La Masonería y la Educación Superior en Colombia. En: Plancha Masónica. Año4. No. 14. Or. de Barranquilla, Marzo del año 2003. pp. 39-45.
2. Quiroz, Ciro Alfonso. La Masonería en la Universidad Nacional: Paternidad Radical. En: Lecturas Dominicales. El Tiempo. 5 de octubre de 1997. p. 3.
3. Corripio Pérez, Fernando. Diccionario Etimológico General de la Lengua Castellana. Editorial Bruguera. Barcelona, 1979. p. 359.
4. Ingenieros, José. Las Fuerzas Morales . Editorial Losada. Buenos Aires, 1994, p. 100.
5. Daza, Juan Carlos. Diccionario de la Francmasonería . Akal Ediciones. Madrid, 1997, p. 237.
6. Lavagnini, Aldo. Manual del Aprendiz. Editorial Kier. Buenos Aires, 1991. pp. 128-129.
7. Lavagnini, Aldo. Manual del Maestro. Editorial Kier. Buenos Aires, 1993. pp. 37-38.
8. Morín, Edgar. La Mente Bien Ordenada . Editions du Seuil, 1999. p. 24.
9. Loc. Cit.
1O. Martínez Zaldúa, Ramón. ¿Qué es la Masonería ?: Costa-Amíc Editores. México, 200. p 79.
11. Lavagnini, Aldo. Manual del Aprendiz. Op. Cit. p. 87.
12. Loc. Cit.
13. Gran Logia del Norte de Colombia. Liturgia del Grado de Aprendiz. CAP Comunicaciones. Barranquilla,1998. p. 39.
14. Martí, José. Nuestra América. En: Escritos de un Patriota. Editorial Cumbre. México, i 969. p. 11.

sábado, 10 de abril de 2010

SOCIEDADES DEMOCRÁTICAS EN EL ESTADO DE BOLÍVAR



JOSÉ MORALES MANCHEGO



Por su condición de terminal para las flotas transatlánticas, las principales ciudades del Estado de Bolívar se convirtieron en residencia de comerciantes vinculados a los negocios de importación y exportación. Dichos negocios dejaban jugosas ganancias, razón por la cual las capas dirigentes de la región tomaron el comercio internacional como su ocupación fundamental.

En esas circunstancias, los artesanos de la comarca debieron sentir en forma cruda el impacto de la libre importación. Sin embargo, desde los albores de la segunda mitad del siglo XIX se fueron aglutinando en sociedades que al parecer tendían a defender sus malogrados intereses. De esa manera vemos surgir la primera Sociedad Democrática de Artesanos de Cartagena, simultáneamente al nacimiento del semanario La Democracia, cuyo primer número apareció el 10 de abril de 1849.

Por su parte, la Sociedad Democrática Momposina se instaló el 24 de febrero de 1850, y la del Carmen de Bolívar se inauguró el 26 de mayo de ese mismo año. En esa época se instalaron sociedades similares en Barranquilla y otras poblaciones de reconocida importancia desde el punto de vista de la composición social artesanal.

Para finales de 1849 surgieron tensiones fuertes en la Sociedad Democrática de Cartagena por la petición de un grupo de artesanos a la Cámara de Representantes para un aumento de los derechos de importación de artefactos extranjeros. Ante tal petición, el grupo nuñista de intelectuales argumentaba en contra de los artesanos diciéndoles que como consumidores se beneficiarían con la libre importación, porque los productos extranjeros llegarían más baratos (1). El problema estaba en que los artesanos para poder consumir tenían que vender su producción y el libre cambio les quitaba esa oportunidad.

En febrero de 1850 estalló una crisis en la Sociedad Democrática Cartagenera, que desembocó en la disolución de la asociación. La causa fue el ningún interés de los políticos incorporados en ella, que solo tomaban empeño cuando de cuestiones partidistas se trataba. Por eso, en muchas ocasiones, los intereses de los artesanos fueron abandonados, como lo manifiesta el periódico El Porvenir cuando en 1850 asevera: "..... i esos artesanos honrados, aplicados i patriotas, pero pobres, han sido abandonados a sus solos recursos en las ocasiones más importantes” (2). Con todo eso, en abril de ese mismo año la Sociedad Democrática Cartagenera fue revivida con clases gratuitas para adultos, los martes y viernes de cada semana, en un salón de la Escuela Normal.

El año de 1854 fue de tensión, guerra y frustración para los artesanos. Es de resaltar que para esa época fungía como Presidente de la Provincia de Cartagena el general Juan José Nieto (masón) quien apoyaba la revolución de José María Melo, llamado por algunos historiadores "el Che Guevara del siglo XIX", quien elevó al poder la protesta de los artesanos contra el libre cambio, bajo un gobierno caracterizado como artesanomilitar. Pero esta revolución quedó desbandada el 4 de diciembre de 1854. Entonces comenzó la represalia sangrienta, que en la región de Mompós tuvo manifestaciones extremas. En consecuencia, los artesanos fueron perseguidos y las sociedades democráticas vetadas por un tiempo.

Pasada la tromba contrarrevolucionaria, las sociedades democráticas volvieron a la vida legal con el objetivo principal de difundir las luces, "pues es de este modo que pueden comprender sus deberes y hacer respetar los derechos que la misma Constitución i leyes le demarcan" (3). Son muy dicientes esas palabras del Presidente de la Sociedad Democrática de Cartagena en una carta que ofrecía el apoyo de la Sociedad de Artesanos al Gobierno del Estado para el sostenimiento de la Constitución y las leyes. Otra cosa pensaban los verdaderos artesanos, que siempre consideraron como lesivas las leyes que venían deteriorando su situación económica y social.

Conclusivamente podemos afirmar que las Sociedades Democráticas de nuestra región, como las de todo el país, fueron organizadas, al estilo de los clubes parisinos de la época, por intelectuales críticos, con fines de alfabetización y cultura en clases nocturnas. Pero en su esencia eran foros políticos dirigidos por personas que preparaban a los artesanos para ponerlos al servicio de sus intereses políticos y económicos, ligados al comercio internacional, sin preocuparse por la situación social de nuestros productores ni por cumplirles sus promesas de protección aduanera, consolidando así al país como dependiente de los grandes centros industriales del capitalismo mundial.

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1.Fals Borda, Orlando. El presidente Nieto. Historia Doble de la Costa. Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1981, p. 104 A.
2.El Porvenir, No. 25. Cartagena, 5 de marzo de 1850.
3.Gaceta de Bolívar. Cartagena, 28 de diciembre de 1868.

martes, 23 de marzo de 2010

LA DEMOCRACIA UNIVERSITARIA



JOSÉ MORALES MANCHEGO


En 1971 los estudiantes colombianos dieron a conocer el Programa Mínimo del Movimiento Estudiantil, que buscaba establecer un sistema democrático en la Universidad, el cual contemplaba la elección de las autoridades universitarias y la participación de estudiantes y profesores en la conformación de los organismos directivos de la Institución. Sin embargo, ese propósito no se pudo legitimar en aquella época, a pesar de la ofensiva de masas y de las condiciones propicias para la reactivación creciente de lasfuerzas estudiantiles y profesorales. La explicación de ese intento fallido hay que buscarla, por un lado, en el espectáculo generado por la atomización del movimiento estudiantil y su transfiguración en una constelación de grupos que se devoraban mutuamente en una abierta confrontación polarizada. Por otro lado, para explicar ese intento fallido, es necesario tener en cuenta la concepción del poder estudiantil esgrimida por algunos sectores políticos que intentaron crear una Universidad absolutamente autónoma, divorciada de los poderes del Estado. En otras palabras: se pretendía convertir a la Universidad en una República vecina de la República de Colombia.

De esa manera, en medio de la efervescencia del movimiento estudiantil, se esfumaron las posibilidades para implementar los mecanismos institucionales de una avanzada democracia en la Universidad. Se perdió entonces un gran esfuerzo que costó el sacrificio de cabezas brillantes, y en la Universidad siguieron prevaleciendo los intereses mezquinos por encima de los verdaderos intereses académicos y de servicio a la comunidad.

Posteriormente, la Constitución de 1991 y la Ley 30 de 1992 abrieron la posibilidad de realizar un viejo anhelo del movimiento estudiantil y del movimiento profesoral de nuestro país. Ese viejo anhelo es la elección democrática de los gobernantes de la Universidad estatal u oficial y la consecuente ampliación de la autonomía universitaria, banderas éstas que han ondeado en medio de los vientos impetuosos del movimiento estudiantil nacional (1).

Con la Constitución del 91, la democracia parecía brotar como una de las formas posibles de gobierno de la Universidad. Esa posibilidad le llegó a Colombia incluida en el texto de su Constitución Política, y con un movimiento estudiantil que había pasado de la ebullición ideológica de la década del 70, a una frialdad en el terreno de la discusión, de la movilización y de la lucha, situación típica de su actual ámbito existencial.

En esas circunstancias, el marco de la potencial democratización de la Universidad tenía sus conexiones causales en las transformaciones políticosociales que se venían operando a nivel mundial, y en los cambios acaecidos en nuestro país, especialmente cuando nuevos sectores de la sociedad irrumpieron en el escenario político y ganaron un espacio en la Asamblea Nacional Constituyente (2). Desde allí, esos sectores políticos vislumbraron la posibilidad de debilitar la hegemonía de los viejos grupos oligárquicos, a fin de curar serias irregularidades cometidas y toleradas desde las posiciones importantes que secularmente han mantenido en la dirección de las Universidades.

Curar esas irregularidades constituía un gran desafío para las nuevas directivas que surgieran al rescoldo de la Ley 30 de 1992, la cual buscaba, en su espíritu, hacer a las Universidades más eficientes, entendiéndose por eficiencia, la exigencia de mejor formación profesional, ética y cultural; mejor utilización de los recursos económicos y humanos; transparencia en las decisiones; mayor atención a las necesidades y aspiraciones de los estudiantes, y fomento de la ciencia, la tecnología y el humanismo, para sacar a las Universidades de su aislamiento y vincularlas estrechamente a la vida económica y social de la República. En consecuencia, las directivas comprometidas con la comunidad universitaria deberían abordar la tarea de darle un vuelco a las estructuras de la Institución. Esto quiere decir que el proceso de democratización que nos depara la Ley 30, no debe centrarse simplemente en desarrollar elecciones, sino en cortar el imperante escolasticismo y superar los rezagos semicoloniales de la Universidad, hasta convertida en un ente en el cual el único poder que se ejerza sea el poder de la academia, la ciencia y la cultura en general.

La comunidad universitaria debe entender que democracia no significa realizar elecciones para reemplazar viejos vicios por nuevos vicios, como ha sucedido en el contexto nacional, por la falta de sistemas de procedimiento eficientes y la inexistencia de un control eficaz sobre los personajes de la administración pública, que han convertido a la política en el más lucrativo de los negocios.

La democracia es un estado de conciencia colectiva, que incluye el trato semejante de los semejantes, el sentimiento solidario, el respeto a una vida digna y el derecho a una educación adecuada.

La democracia es el derecho al disfrute de la libertad de opinión, sin el temor de ser reprimido abierta o veladamente, ni ser vulnerado en la integridad física, ni ser amenazado o recibir siquiera una mirada displicente.

La democracia es el derecho a moverse con libertad por los senderos del deber, olvidando los prejuicios de raza, de condición socioeconómica o de cultura. Democracia es aceptar los derechos de los demás, con respeto y consideración (4).

En síntesis, la democracia es el ambiente propicio para practicar la sabiduría, la fraternidad y la libertad.

De ahí se deduce que para desarrollar la democracia en la Universidad, es necesario enfrentar muchos obstáculos, los cuales podrán superarse con la vigilancia y la educación de la comunidad Universitaria, lograda al calor del ejercicio mismo de la democracia. Para tal efecto, es preciso convertir la institución en una verdadera escuela del pensamiento libre con unos recursos teóricos y unos elementos de carácter vivencial, entre los cuales se pueden destacar los siguientes:

1. Extender la cátedra libre extracurricular sobre democracia y autonomía universitaria para que los estudiantes y los profesores, mediante las distintas formas de la educación de masas, puedan discutir y poner en práctica los contenidos y la dialéctica de las instancias administrativas financieras y académicas de la autonomía, y estén preparados para defenderla cuando ésta sea amenazada por agentes externos o por acciones improcedentes o desmedidas de las fuerzas internas de la propia Universidad.

2. Inscribir en las banderas del movimiento universitario la consigna de la elección democrática directa del Rector, aspiración que sólo cristalizará en forma benéfica para la Institución cuando haya cultura democrática. Este punto es importante, por cuanto la democracia participativa en las Universidades colombianas es algo por construir. Y en ese proceso de construcción, es necesario estar en guardia, debido a que las fuerzas arraigadas en el pasado están siempre batallando para detener el avance democrático y el vuelo que las Universidades necesitan emprender hacia la libertad. De modo que la batalla estelar debe ser ganada por los universitarios en el Consejo Superior. Por tanto, es indispensable alcanzar, en ese organismo, una correlación de fuerzas favorable al verdadero espíritu universitario y el respaldo permanente de la comunidad académica a sus representantes, para lograr la aprobación de un Estatuto General que garantice la elección directa de las directivas y la adopción de un régimen especial que establezca la verdadera autonomía universitaria.

3. Evitar, principalmente durante el proceso electoral, la lucha de tipo personal y las tensiones que puedan menoscabar la consolidación de una comunidad académica solidaria. Este propósito se logrará mediante la conformación de una Comisión Electoral que vele por la disciplina en las elecciones, sancionando a los candidatos y movimientos que polucionen el ambiente democrático o realicen acusaciones sin las pruebas ostensibles.

4. Establecer que el Rector elegido escoja sus colaboradores inmediatos -los del área de Rectoría- teniendo en cuenta la proporcionalidad de votos de las distintas fuerzas en contienda. Este procedimiento permitirá la conformación de una directiva basada en el principio de legitimidad y fundamentada, por tanto, en el consentimiento de la Comunidad Universitaria. Así se podrá evitar que la Comunidad Académica quede dividida entre "quienes se benefician" y "quienes no se benefician" de una determinada superestructura. Además, la aplicación de esta propuesta será una práctica encaminada a romper las rígidas estructuras y disminuir el autoritarismo y la politiquería, flagelos afianzados legal y consuetudinariamente en la Universidad, y que viven y actúan a través de ambiciosos dirigentes sindicales, dirigentes profesorales, dirigentes estudiantiles y de funestos directivos universitarios. La democracia se verá fortalecida si a la administración confluyen grupos y sectores amplios, consecuentes con el impulso a los planes y objetivos de la Universidad, y capaces de apoyar a los directivos de perfil académico en las decisiones que beneficien a la Institución.

5. El desarrollo de la democracia universitaria implica que la comunidad debe ejercer un control sobre las directivas. Este control puede ejercerse mediante los siguientes mecanismos.

a. Una veeduría institucionalizada que vigile el manejo presupuestal y académico de la Universidad, y convierta en audiencia pública los actos indebidos de la administración o de cualquier miembro de la Comunidad Universita.

b. La institucionalización de Cabildos Abiertos en los cuales, periódica y públicamente, se dé a conocer la marcha de la administración y se realice la consiguiente evaluación de su plan de desarrollo y sus programas. De esta manera, la potestad ejercida por la Comunidad Académica se convertirá en fuerza dinámica de colaboración, precisamente en el punto donde todos los universitarios pueden entenderse, o sea en el sitio en el cual se encuentran los objetivos de la Universidad. Los estudiantes y los profesores tendrán entonces, la oportunidad de cumplir la función que el movimiento democrático les exige; no suplantando a las autoridades universitarias, sino controlando y aportando al análisis y al estudio de los problemas de la Universidad.

Finalmente, es necesario aseverar que la democracia es la mejor forma de gobierno por su espíritu de libertad. Pero la democracia sin control y vigilancia se puede convertir fácilmente en la libertad para llegar a lo peor. Por tanto, si no aseguramos el crecimiento y el buen funcionamiento de la democracia universitaria, al final del camino estaremos como el aprendiz de brujo, que no fue capaz de dominar las fuerzas infernales que logró desencadenar con sus conjuros (6).



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1. En 1928 se reunió en Ibagué el Tercer Congreso Nacional de Estudiantes, convocado por la Federación de Estudiantes, para discutir, entre otros temas, la "autonomía educacional y económica de la Universidad" y la "intervención de los alumnos en el gobierno de los planteles". "La agitación de la juventud ponía de relieve la necesidad de presentar una política más definida y resuelta frente a las intromisiones del Estado y de la Iglesia en menoscabo de la libertad de investigación y de la libertad de cátedra". Montaña Cuéllar, Diego. Colombia País Formal y País Real. Editorial Latina. Bogotá, 1977. p. 121.
2. Es de aclarar que los representantes de los nuevos sectores sociales que llegaron a la Asamblea Nacional Constituyente fueron invalidados para la nueva legislatura. En consecuencia, no se logró la renovación política sustancial que el país quería, por cuanto al poder legislativo volvió la mayoría de los congresistas tradicionales. Esto explica, en el fondo, las falacias contenidas en la Ley 30 y sus Decretos reglamentarios.
3. Ley 30 de 1992. En: Nueva Ley General de Educación. Momo Ediciones. Bogotá, 2002. pp. 5-48.
4. Véase: Gánem Robles, Jorge. Antecedentes de Insurgencias de Estamentos Universitarios como una Contribución a la Formulación de una Propuesta de Democracia en la Universidad Latinoamericana. En: Panel Democracia Participativa en el Marco de la Ley 30 de 1992 (Memorias). Universidad de Córdoba. Centro de Educación Continuada. Montería, 1993. p. 49.
5. La elección "indirecta es el modo infalible de destruir la democracia" ... "El temor de que el pueblo se equivoque en una elección es una previsión exagerada que ha causado la ruina de la libertad ... " (Supremo Consejo del Grado 33° para Colombia. Liturgia del Grado IX. R. E. A. A. pp. 24-25).
6. Figura utilizada por Carlos Marx en el Manifiesto del Partido Comunista.

domingo, 21 de marzo de 2010

ACTITUD DEL COSTEÑO ANTE LA MUERTE (1)






JOSÉ MORALES MANCHEGO (2)


Uno de los signos que marca la preeminencia humana sobre el resto del reino animal es la "reflexiva expectación de lo futuro"(3). Por esta prerrogativa de imaginar el tiempo porvenir, el hombre, a diferencia de los animales, tiene conciencia de la muerte.

La espera de la muerte siempre ha producido al hombre intenso miedo, espanto y pavor en cualquier época y en cualquier parte de la Tierra. Sin embargo, a través del tiempo y en los distintos parajes, la muerte no ha sido recibida en la misma forma. En ese sentido podemos penetrar un tanto en el análisis de la actitud del costeño ante la muerte.

En la Costa Atlántica colombiana, por el influjo de la cultura africana, por el modo de vivir y el concepto que se tiene de la vida, la muerte trata de recibirse como un fenómeno corriente y natural. Esa actitud se expresa en muchos cantos populares. Tal es el fondo de la canción titulada "Coroncoro", que va diciendo al son de la melodía:
"Coroncoro se murió tu mae,
déjala morir”

En el mismo sentido, aunque más categórico, el fandango titulado "El Golero" dice acompasadamente:
"Ya lo ves golero prieto, tu mae se murió,
déjala morir que pa` eso nació".
Al costeño la muerte no le coge traidoramente, ni cuando es ocasionada por accidente. En la mentalidad fantástica de la región, la muerte siempre avisa cuando viene. Y esa mentalidad tiene muchos recursos que indican el dominio sobre la muerte. Por eso tiene que avisar previamente cuando viene, y existen varias formas para hacerlo.

Por ejemplo, se dice que los gallinazos volando sobre el pueblo presagian la muerte de algún parroquiano. Lo mismo sucede cuando se sueña con matrimonio, con la caída de los dientes, o cuando se oye el canto del búho, de la lechuza o del yaacabó.

El aviso de muerte también se manifiesta en el hecho de que el agónico recoge los pasos. Es lógico que no considerándose la muerte como un final definitivo, sino como un tránsito, el moribundo tiene que despedirse de sus amigos y allegados.
Todas esas señales predicen la venida de la muerte. Y si la muerte es natural o por accidente, no faltan personas que dicen haber tenido uno cualquiera de esos presagios. Ahí está el fenómeno de la muerte domada en la mentalidad costeña. La muerte siempre tiene que anunciarse. Es más, el costeño la desafía cuando se prepara a recibirla. Esto puede observarse en una variedad de costumbres, como la construcción de la propia tumba, la preparación de la mortaja y la compra del ataúd, cajón de madera que muchas veces sirve para guardar objetos personales del futuro usuario.

En el carnaval costeño se presentan danzas y disfraces de la muerte fea, flaca y villana. Un ejemplo es “La Danza del Garabato" que nos muestra a la muerte llevándose con su garfio uno por uno a todos los bailadores, y a pesar de todo nadie deja de bailar. Es un desafío a la muerte. Ese desafío también se encuentra explícito en la canción de Abel Antonio Villa titulada "La Muerte de Abel Antonio", donde el acordeonista y cantante, a raíz de la falsa noticia de su muerte y de su velorio incompleto, reclama y cobra la deuda insólita de cuatro noches para que su velorio sea completo:

"Fueron cinco noches que me hicieron el velorio
para mis nueve noches todavía me deben cuatro”
Más adelante, en la misma pieza musical, encontramos un claro reto a la muerte cuando Abel Antonio dice:
Hombe, lo que es esto
se acaba entre los do
me lleva la muerte
o me la llevo yo”

Lo que allí se plantea es un duelo, un combate entre adversarios.
La esencia de la costeñidad toca a la muerte y quiere prolongarse hasta en la vida de ultratumba. Ese es el sentido de la canción de Alejandro Durán titulada "Pedazo de Acordeón", en la cual el autor nos dice:
"Si acaso yo me muriere
le ruego de corazón
que me lleven al cementerio
este pedazo de acordeón”

Esa canción de Alejo Durán no sólo enfatiza el cariño que le tiene el músico a su instrumento musical, sino que además contiene un claro desafío a la muerte. Observemos que dice: "Si acaso yo me muriere". O sea que no es seguro que la muerte le gane la batalla; pero si llegase a ocurrir, él pide que le lleven al cementerio su instrumento musical, lo que quiere decir que ni la muerte silenciará su pedazo de acordeón.

No obstante esa actitud del costeño, la muerte no pierde su carácter contrito y su fondo cristiano y triste. De todas maneras la muerte es la cesación de la vida, y en esta tierra encantada no podría dejar de tener un fondo mágico y religioso. Así vemos que en la agonía del que está muriendo se encienden velas o lamparillas para impedir la aproximación de Lucifer, a quien muchos confianzudos de la Costa le dicen Lucho. Luego se considera necesario cerrarle lo ojos al muerto para que no se lleve a otros con la mirada. Los enemistados con la persona que acaba de morir tienen que cogerle al muerto el dedo gordo del pie para evitar las persecuciones y las impresiones repentinas de miedo. Al sacar al difunto de su casa han de ir los pies primero, porque de lo contrario el muerto comienza a llevarse a los vivos.

De inmediato en la casa mortuoria se colocan bancas y sillas para que los amigos y parientes se sienten a contar chistes, cuentos costumbristas, a fumar cigarrillos y muchas veces a tomar ron y a jugar baraja o dominó. El velorio se realiza durante nueve días, al cabo de los cuales se abren puertas y ventanas para que salga el alma. Entonces se recoge el altar y el vaso de agua que se había colocado para que el difunto calmara su sed durante esos nueve días.

Pasado el velorio, muchas veces se prohíbe mencionar el nombre del muerto por temor a que vuelva su espíritu. El nombre del difunto se pronuncia raras veces, refiriéndose a él con otras expresiones, como "el difunto", "el finado”, “el compañero perdido”, etc.

La supuesta intervención de los muertos en ciertas operaciones mágicas es frecuente. Es bueno recordar algunas: La evocación del espíritu, que consiste en llamar al muerto para hacerle una entrevista; la aguja del muerto, que trae la buena suerte; y la tierra del cementerio, que se esparce por la casa que se quiere salar o desgraciar.
De todo lo anterior se puede concluir que en la Costa Atlántica colombiana la muerte tiene un sentido de final necesario en la mentalidad colectiva del costeño raizal. Para el costeño la muerte no es una aspiración, pero, tampoco es el colmo de los horrores.



_________________________
1. Este artículo fue publicado en ARCO, la Revista del Pensamiento Colombiano. No. 300. Bogotá , julio -agosto de 1987.
2. Profesor del Departamento de Ciencias Humanas de la Universidad de Córdoba.
3. Kant, Emmanuel. Filosofia de la Historia. Editorial Nova. Buenos Aires, 1964. p.122.

martes, 9 de marzo de 2010

MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE



JOSÉ MORALES MANCHEGO


INTRODUCCIÓN
El 2 de noviembre se registra en el calendario como el día de los difuntos. El formalismo para esta fecha es ir al cementerio, rezar un responso, llevar flores, velas, y situarlas en la gélida tumba. En algunos parajes se hace un altar en el cual se sirve la "comida del día de muertos" y se le ofrece al finado su bebida predilecta. Si era fumador, se le enciende un cigarrillo y se le complace con algunos de sus caprichos. El espléndido banquete se justifica porque ese día los muertos tienen permiso para retornar al mundo de los vivos. No obstante, a pesar de los rituales y ceremonias, es probable que muchas personas pasen ese día, sin detenerse a meditar sobre nuestro destino inexorable, que es la muerte, y, por tanto, sobre el sentido de la vida, que inextricablemente está ligado al de la muerte.

Pero antes de entrar en materia, le tengo una recomendación: no se asuste, ni vaya a dejar a un lado la lectura. Más bien, párese firme, y acompáñeme a reflexionar sobre ¿Qué es la muerte?, ¿Por qué la mayoría de la gente le teme tanto a la muerte?, y ¿Qué viene después de la muerte?

EL TEMOR A LA MUERTE
El miedo a la muerte es un hecho real, tozudo. Rousseau decía: "El que pretende mirar la muerte sin miedo está mintiendo". De esta generalidad tal vez se excluyan aquellos que frente al dolor insoportable prefieren dejar la sombra para ver la claridad.


Epicuro, quizás para ocultar un poco ese miedo, inventó una falacia. El dice: "... La muerte, la más aterradora de las enfermedades, no es en realidad nada para nosotros... cuando existimos, la muerte no está con nosotros y cuando la muerte viene, nosotros ya no existimos". Esta frase no pasa de ser una jugada de la lógica formal. La verdad es que la muerte es tan real y tan enigmática como la vida misma.

Por su parte la Biblia, en el Génesis, Cap. 6, versículo 3 nos habla de manera impetuosa: el Señor dijo: “No voy a dejar que el hombre viva para siempre, porque él no es más que carne". Y más adelante, en los "versículos del 5 al 7 encontramos lo siguiente: "El Señor vio que era demasiada la maldad del hombre en la Tierra y que éste siempre estaba pensando en hacer lo malo, y le pesó haber hecho al hombre. Con mucho dolor dijo: "Voy a borrar de la Tierra al hombre que he creado, y también a todos los animales domésticos, y a los que se arrastran, y a las aves." Y finaliza diciendo: "¡Me pesa haberlos hecho!".

Allí está la muerte como una imprecación. El Gran Artista está enfurecido contra su obra maestra. Esa sentencia contribuye a incrementar el temor ante la muerte, porque el hombre normal le teme al castigo. Pero el temor a la muerte se debe fundamentalmente a la incertidumbre sobre el más allá. El homo sapiens no tiene prueba experimental sobre el acto de morir y su transición al otro mundo. Tampoco puede probar en forma absoluta y con evidencias la certeza de sus creencias.

Es más, nadie está completamente seguro de lo que dice creer sobre la existencia del más allá. El miedo viene de la inseguridad. Y esa inseguridad es la que produce los grandes temores sobre la muerte.

La propia Biblia nos da a entender que vale más el hombre vivo que el hombre muerto. Esto es lo que expresa el Eclesiastés, libro que a la letra dice: "No hay hombre que viva siempre, ni que pueda presumirse esto. Con todo hasta el perro que vive, vale siempre más que el mismo león ya muerto”(1).


Para colmo, Job, libro de la Biblia escrito por Moisés, asevera: " ... cuando se corta un árbol queda aún la esperanza de que retoñe y de que jamás le falten renuevos ... En cambio, el hombre muere sin remedio; y al morir ¿a dónde va? ...". Y luego dice: "Mientras el cielo exista, el hombre no se levantará de su tumba. No se despertará de su sueño''(2).

En efecto, el hombre no se levantará de su tumba, porque la muerte es un fenómeno biológico, que implica una transformación de la materia. Sin embargo, esta es una opinión. Hay muchas más. Por eso, es necesario reflexionar sobre lo que viene después de la exhalación del último suspiro.

Así mismo, es necesario cavilar sobre el sentido de la muerte y, por tanto, sobre el sentido de la vida. Estamos seguros que estas reflexiones nos conducirán a elaborar un proyecto de vida más amable y más fructífero, en aras de buscar la eternidad.

LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE
Hasta el momento, el fenómeno de la muerte es de difícil definición. Por algo el filosofo español, Jorge Santayana (1863-1952) decía que "una buena manera de probar el calibre de una filosofía es preguntar lo que piensa acerca de la muerte (3).


De esa manera, en el curso de la historia han surgido distintas ideas acerca de la muerte. Así, podemos encontrar una idea de la muerte en el naturalismo, en el platonismo, en el budismo, en el cristianismo, etc.

También es distinta la idea de la muerte en las distintas culturas, en los distintos períodos históricos y en los distintos lugares que configuran una mentalidad colectiva.

Así como hay ideas acerca de la muerte, en la misma forma, encontramos distintas ideas sobre el destino del hombre después de la muerte. Estas ideas se expresan esencialmente en las diferentes religiones, mediante “fórmulas conso1adoras"(4) que prometen la imnortalidad(5) en el más allá.

La teoría de la reencarnación por ejemplo, considera que al sobrevenir la muerte, el alma del hombre emigra a otro cuerpo, esto es, se reencarna. La serie de transmigraciones y reencarnaciones constituye a su vez una recompensa o un castigo; cuando hay castigo, las almas emigran a cuerpos inferiores; cuando hay recompensa, a los cuerpos superiores, hasta quedar, finalmente, incorporados a un astro.


El budismo dice: las almas de los hombres pueden transmigrar, pero toda transmigración constituye un castigo. Para evitarlo hay que llevar una vida pura, única forma de superar la pesadilla de los continuos renacimientos. Siendo así, la existencia se sumerge en el nirvana, estado de serenidad inefable que se caracteriza por la cesación del sufrimiento y de la miseria.

El Catolicismo asegura que hay sobrevivencia individual de almas, acompañada luego por la resurrección de los cuerpos. Al respecto, el converso Pablo de Tarso, atalayando el suceso conmovedor del juicio final escribió: "porque sonará la trompeta, y los muertos resucitarán incorruptibes"(6).

También existe una concepción naturalista que niega toda inmortalidad. Esa concepción dice que no hay sobrevivencia de ninguna especie. La vida del hombre se reduce a su cuerpo, y al sobrevenir la muerte, tiene lugar la completa disolución de la existencia humana.

Pero esa disolución, en el pensamiento de Compay Segundo, tiene una connotación de eternidad: "Nosotros no morimos; nos transformamos. De nuestro cuerpo salen gusanitos que después se convierten en mariposas y emprenden el vuelo. Por eso digo a los niños que no cacen ni maten a las mariposas. Pudiera tratarse de un gran artista o un gran poeta. Por eso en mi canción Clarabella concluyo diciendo: 'Yo nunca pienso que me tengo que morir' "(7).

Existen más concepciones sobre la muerte y sobre lo que viene después de la muerte. Pero, independientemente de la idea que se tenga, el hombre debe reflexionar sobre la fugacidad de su tránsito por la vida, y meditar sobre su destino.


En ese sentido: "La Muerte y sus símbolos son en Masonería la preparación y la puerta de una mejor comprensión de la vida"(8). No hay duda de que reflexionando de esa manera, el hombre puede sacar conclusiones provechosas, que contribuirán poderosamente a modificar su fanatismo y sus pasiones.

No olvidemos que la vida, bien lo decía Job, "es como una flor que se abre y luego se marchita". Pero en ese tránsito efímero se pueden hacer cosas buenas. La tarea del hombre en su paso por la Tierra debe ser constructiva.

El hombre ha de dejar algún fruto, o muchos frutos, para que el día de su muerte la sociedad pueda sopesar escrupulosamente su obra, y si es buena, el juicio de la historia le concederá la inmortalidad.
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1. Eclesiastés 9: 10.
2. Job 14: 7-12
3. Ferrater Morar, José. Diccionario de la Filosofía. Tomo II. Editorial Suramericana. Buenos Aires, 1971.
4 Krishnamurti, Jiddu. El vivir y el Morir. Editorial Planeta. Colombia, 1996. p. 49.
5 Ferrater Mora, José. Op. Cit. Tomo I. pp. 963-965.
6 La Sagrada Biblia. Editorial Quebecor Impreandes. Bogotá, 1999. Los textos contenidos en ella son aquellos que la Iglesia Católica ha aprobado en su canon. Véase: 1a a los Corintios 15: 52.
7 Petinaud Martínez, Jorge. Última Entrevista a Compay Segundo: La Muerte es una Falacia. En: Tiempos del Mundo. Bogotá, Colombia, jueves 4 de marzo de 2004. p. 44.
8 Lavagnini, Aldo. Manual del Maestro Secreto. Editorial Kiev. Buenos Aires, 1993. p. 42.

miércoles, 3 de marzo de 2010

EL SENTIDO MASÓNICO DE LA TOLERANCIA



JOSE MORALES MANCHEGO
"El hereje no es el que arde en la hoguera, sino el que la enciende." (William Shakespeare)

El masón Iván Herrera Michel, en Una Mirada a la Masonería Actual, libro editado por la Sociedad Hermanos de la Caridad, afirma que del sentido etimológico del término Tolerancia proviene la mayor perversión de su acepción filosófica (1). En efecto, el Diccionario Etimológico General de la Lengua Castellana dice que la palabra Tolerar viene del latín tolerare, que quiere decir soportar, sufrir, aguantar, padecer(2). En el marco de esa definición escuchamos o leemos con frecuencia expresiones como: "tolerar la delincuencia", "no tolero insultos", "no tolero agresiones", "no vamos a tolerar el desmadre nuclear", "no vamos a tolerar más actos homicidas", "no toleramos la violación a los derechos humanos". Deviene así un concepto frágil, confuso y falsificado de tolerancia, que se emplea muchas veces donde debe usarse otro término.
Para los Masones y para la filosofía en general -y esto hay que recalcarlo-, es importante no confundir la tolerancia, a nivel filosófico, con tolerar, cuando se trata de resistir, soportar, sufrir, aguantar o permitir, porque se corrompe la palabra en su más elevada acepción.

El escritor Masón Lorenzo Frau Abrines, en su Diccionario Enciclopédico de la Masonería, conceptúa sobre la tolerancia de la siguiente manera: "Tolerantismo- Hábito de respetar las opiniones en cualquier materia. Opinión de los que creen que debe permitirse en cualquier estado el ejercicio libre de todo culto religioso, y respetarse la opinión y manifestación de todas las ideas político-sociales. Si la Francmasonería fuera una religión ningún nombre le cuadraría mejor, que el de religión del Tolerantismo, porque en él funda uno de sus más grandes y trascendentales principios(3).

Un ejemplo patético de tolerancia es el que se refiere al espacio de libertad concedido a las sectas religiosas de los siglos XVI Y XVII con miras a hacer posible la vida de sus adherentes en una misma comunidad. En ese momento histórico, la Masonería realizaba su fecundo magisterio, que dejaba perplejo y estupefacto al mundo no Masónico, sobre todo a las tropas de fanáticos e intolerantes. "Es sabido que a comienzos del siglo XVIII había en Europa, y especialmente en Inglaterra, una confusión religiosa en la cual deistas, teístas, puristas, protestantes y anglicanos se atacaban furiosamente. Pero lo más asombroso de dicho fenómeno está en que militantes de esas mismas corrientes de pensamiento, trabajaban en las Logias en el mayor sigilo, exaltando la razón en un ambiente de paz y de tolerancia ... "(4). He ahí el sentido filosófico y Masónico de la palabra tolerancia. Por tanto, no es tolerancia el hecho de aceptar "los insultos, agresiones o actos homicidas", según aseveración del filósofo Edgar Morin(5). El hecho de aceptar esos actos y otros de la misma índole se llama permisividad. Así mismo, como lo manifiesta el Q:. H:. Javier Otaola, "no debe confundirse la tolerancia con la simple indulgencia y el bobalicón indiferentismo de dar todo por bueno" (6).

La tolerancia nace y se desarrolla en el terreno de las ideas. El Masón Francois Marie Arouet le Jeune, más conocido como Voltaire, es claro cuando afirma: "No estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero estoy dispuesto a morir por defender su derecho a decirlo"(7). Siendo así, la tolerancia no debe tener límites. Limitarla en cualquier circunstancia es caer en el terreno de la intolerancia. Para una institución de librepensadores, como es la Masonería, la exposición de las ideas no tiene restricciones. El trabajo en Logia, que no sólo es fraternidad, sino sabiduría, democracia y libertad, se alimenta permanentemente de opiniones diversas. En nuestros Templos, una verdad singular puede ser abordada desde distintos puntos de vista, que pueden ser complementarios. En la Orden sabemos que nadie está en posesión de la verdad, sino que todos estamos ávidos de encontrarla, para lo cual nos preparamos diariamente con disciplina de trabajo, aprendiendo a pensar cada uno por sí mismo, mediante la vía de la reflexión y el discernimiento.

En esa búsqueda de la verdad, la tolerancia siempre será útil para los combates que debe librar la inteligencia en aras de construir las grandes y pequeñas obras, que debemos dejar en nuestro paso por la tierra. En ese viaje, los que no piensan como yo pueden representar un ensanchamiento de mi horizonte vital. Es más, juntos podemos realizar grandes obras en beneficio de nuestros congéneres, como sucedió en el siglo XIII cuando tres médicos se unieron en un lugar del golfo de Nápoles para llevar a cabo una magnífica labor. Uno de los médicos era musulmán, el otro era judío y el tercero era cristiano. De su consorcio nació la primera escuela de medicina. Ellos fueron tolerantes, porque supieron emprender el oficio de trabajar por la salud y curar al enfermo, independiente de su inclinación por Alá, Yavé o Jesús(8). Simplemente entendieron la medicina en su dimensión humana, como ejercicio profesional que debe estar al servicio de la humanidad.

Lamentablemente muchas personas, prevalidas de poder, restringen el concepto de tolerancia en detrimento de la convivencia y de la paz. En opinión de ellos, las ideas contrarias y sus voceros no tienen derecho a existir en sociedad. Semejante actitud es la intolerancia, contravalor que ha servido para perseguir y llevar a la hoguera a valiosos exponentes de la ciencia y la cultura a lo largo de la historia universal.

Esta noción restringida de tolerancia es ostensible en círculos políticos, religiosos y hasta fraternales. En el seno de algunas religiones, por ejemplo, no se permite ser miembro al que tenga otro sistema de valores o de creencias diferente a los valores que se pregonan en el grupo. Por eso muchos pastores, en su congregación, en un acto de intolerancia, no permiten los matrimonios religiosamente mixtos. Pero lo más insólito es que se hagan avisos vulnerando el sentido de la tolerancia, como se patentiza en la siguiente pauta publicitaria que dice: "Se necesita Auxiliar Contable o estudiantes de Contaduría últimos semestres, Cristiano(a), carta recomendación Pastor. Enviar hoja de vida Anunciador 83437 El Heraldo"(9). En la Masonería, por el contrario, la calidad de miembro se fundamenta en la tolerancia, que constituye el factor de unidad sin fisuras, que liga a todos los Masones por encima de los colores políticos o de los credos religiosos. En nuestra Orden, por principios, no se puede expulsar a un Hermano, ni impedir la entrada de un profano en razón a sus creencias o a sus ideas políticas. Sin embargo, esto no impide que un Masón, como es el caso de Ramón Martínez Zaldúa, exponga, con toda la libertad, pensamientos como este: "Sea cual fuere nuestro apego a la práctica de la tolerancia, bella virtud Masónica, ella no podría justificar la permanencia en nuestras filas de quienes se hallen adheridos a partidos o agrupaciones políticas o sectas religiosas, que han inscrito en sus respectivos programas la lucha contra la Masonería. Todo Hermano que aportara su concurso personal a tales organismos, debiera ser eliminado de los cuadros logiales, y si fuese recipiendiario, abstenerse de iniciarlo en nuestras prácticas y doctrinas"(11). No hay duda de que este planteamiento lleva en su esencia la impronta de la intolerancia; no obstante, en el seno de la Orden se permite exponer esta idea, porque la Masonería es la matriz de la tolerancia y porque consideramos que un Masón, por muy alta que sea su posición en la escala de gradación Masónica, siempre estará trabajando en el pulimento de su Piedra Bruta. En todo caso, se recibe con respeto la exposición de esa idea; pero si ella se pusiera en práctica en la Institución sería el desgarramiento de la tolerancia y por tanto la pérdida de la esencia de la Masonería.

La Masonería es pluralista. De ahí que en el seno de la Orden se utilice la denominación Gran Arquitecto Del Universo (G:. A:. D:. U:.), que tiene una connotación simbólica en la cual caben todas las concepciones del mundo y todas las posibilidades acerca del principio generador del universo. Esto es ejemplo de verdadera tolerancia. Surge entonces la siguiente inquietud: Si en la Logia se puede convivir en paz y armonía con personas de distintas creencias e ideologías, ¿por qué en las sociedades no Masónicas no se puede tolerar a un ser humano que piense diferente? La respuesta está en que el dogmatismo y el autoritarismo consideran que sus puntos de vista son absolutamente incuestionables y por tanto no se pueden permitir los argumentos contrarios. Para la Masonería, en cambio, todos los temas están abiertos a la discusión. Todas las opiniones están expuestas a la contradicción y a la duda. Lo único que la Masonería excluye es el empleo de métodos que riñan con el respeto al acto libre del conocimiento, y por tanto que traten de imponer una idea a los demás por la coacción física o mental. La Masonería tiene métodos adquiridos por la civilización para enfrentar las convicciones que consideremos erróneas. Ellos son: la persuasión, la acción de palabra y obra, la discusión, el diálogo y los argumentos. De esta manera, la tolerancia constituye un medio eficaz de convivencia y, por tanto, de posible eliminación de las violencias provocadas por la obcecación política y el fanatismo religioso.

CONCLUSIÓN

Entendida como el respeto a las personas por el derecho que tienen a expresar sus opiniones en cualquier materia, la tolerancia hace posible el diálogo, el pluralismo y la coexistencia de principios disímiles, constituyéndose en la condición indispensable para la convivencia de los seres humanos en el ámbito de la democracia y de la libertad.

Según esta apreciación, toda persona tiene derecho a profesar cualquier credo religioso o a expresar su pensamiento, ya sea de carácter político o ideológico. Así mismo, tiene derecho a criticar todas las ideas que no comparta, sin ofender los sentimientos de las personas que las profesan, para lo cual es preciso omitir toda palabra vana, ofensiva o destructiva, que pueda irritar a nuestro semejante. En este sentido, la tolerancia no introduce restricciones, sino que establece condiciones para la expresión.

Indudablemente, la tolerancia existe en el marco de un orden establecido y aceptado por la comunidad, en la cual es ineludible combatir, civilizadamente, las ideas y prácticas contrarias al orden democrático, moral y de las buenas costumbres. No obstante -y esto debe quedar muy claro- en un orden así establecido es imprudente tratar de imponer ideas a la fuerza frente al error. En cambio es saludable desarrollar la capacidad de diálogo para que de él salga la luz que ilumine los caminos de la verdad. En ningún momento la tolerancia significa aceptar los errores del otro. San Agustín decía: "perdonad a los que yerran, combatid, dadle muerte a los errores". Esto quiere decir que la crítica es para juzgar las ideas y las acciones de los hombres, mientras que el respeto es un atributo axiológico del hombre para el hombre, entendido éste en sentido genérico, es decir como homo sapiens, que debe mantener su mente libre y abierta, para pensar sobre sí mismo y sobre el maravilloso espectáculo del universo.
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1. Herrera Michel, Iván y Otaola, Javier. Una Mirada a la Masonería Actual. Editorial Mejoras. Barranquilla, S. F. p. 26.
2. Corripio, Fernando. Diccionario Etimológico General de la Lengua Castellana. Editorial Bruguera. Barcelona, 1979. p. 467.
3. Frau Abrines, Lorenzo. Diccionario Enciclopédico de la Masoneria. Tomo 3. Editorial del Valle de México. S.F. p. 1898.
4. Morales Manchego, José. Iglesia y Masonería en la Costa Caribe Colombiana. En: Plancha Masónica No. 23. Barranquilla, junio de 2005. p. 34. Cfr. Martinez Zaldúa, Ramón. ¿Qué es la Masoneria? Costa -Amic Editores. México, 2000. p. 38.
5. Morin, Edgar. Los Siete Saberes Necesarios para la Educación del Futuro. Ministerio de Educación Nacional, República de Colombia; ICFES; UNESCO. S. F. pp. 77-78.
6. Herrera Michel, Iván y Otaola, Javier. Op. Cit. p. 116.
7. Ridley, Jasper. Los Masones. Editorial Vergara. Buenos Aires, 2000. p. 91.
8. Sanín Echeverri, Jaime. La Universidad Nunca Lograda. Editorial Voluntad, Bogotá, 1971. p. 12.
9. El Heraldo. Barranquilla 6 de abril de 2006. Clasificados: Empleos 30. p. 4C.