lunes, 13 de agosto de 2018

Solsticio de invierno: De la sabiduría antigua a la masonería




José Morales Manchego 33°*

Hoy, 19 de diciembre de 2015, en Tenida Blanca y Abierta, la Gran Logia del Norte de Colombia está celebrando el solsticio de invierno. Y la pregunta que ondea expectante en muchas cabezas es: ¿Por qué la masonería celebra las llamadas fiestas solsticiales? Pues bien, vamos a explicarlo sencillamente, y vamos por partes.

I

Es sabido que desde las primeras edades, diversos pueblos de todo el mundo, le rendían un culto especial al Sol. Ellos consideraban que el Sol era un manantial de vida que conserva y sustenta todas las criaturas. Sin el Sol, nada podía tener vida sobre la faz de la Tierra. Es más, muchas sustancias inorgánicas, sin la energía solar, tampoco podrían existir.

Por esa razón, los aztecas, los olmecas, los mayas, los incas, en nuestra América, le rendían culto al Sol. Así mismo sucedía con las culturas agrarias del viejo continente, donde los principales dioses solares –como Osiris, Horus, Apolo, Mitra, Dionisio, etc.– en el solsticio de invierno, tenían situado su nacimiento. Podemos decir con certeza, que este hecho no es casual. Y es menos casual aún, que la fiesta del natalicio de Jesús, el Salvador cristiano, se haya establecido el 25 de diciembre, fecha en la que hasta finales del siglo IV de nuestra era se celebraba el nacimiento del Sol Invictus en el imperio Romano. Es decir, la fiesta del nacimiento de Jesús sustituyó una fiesta solsticial de tradición milenaria, considerada por los cristianos como pagana. Jesús se convirtió entonces en el «verdadero» Sol Invictus. Recordemos que el profeta Malaquías consideraba a Jesucristo como el «Sol de Justicia», «…debajo de cuyas alas o rayos está la salvación»[1]. Más tarde el Evangelio según San Lucas, apoyado en las profecías del Antiguo Testamento, va a dar por consumado el hecho, cuando afirma: «Por las entrañas misericordiosas de nuestro Dios, que ha hecho que ese Sol naciente ha venido a visitarnos de lo alto del cielo»[2].

En ese contexto de los cultos solares, en la antigüedad se les daba a los solsticios una atención especial. Por eso, «El día del solsticio de invierno era motivo de una gran fiesta en honor de lo que podría denominarse ‘nacimiento del sol’»[3], como lo asevera Isaac Asimov, el célebre escritor ruso del género de la ciencia ficción y de la divulgación científica. Era un espectáculo verdaderamente maravilloso ver a aquellos pueblos celebrar, con todas las pompas, las fiestas solsticiales. Y no era para menos, porque el solsticio representaba el advenimiento del acontecimiento cósmico por excelencia, del nacimiento anual de la principal divinidad salvadora. El solsticio de invierno simbolizaba el nacimiento del Sol Salvador y libertador, lo que significaba «un aplazamiento de la muerte y la vuelta a la vida»[4]. Por eso su culto universal lo celebraban los pueblos en casi todas las instituciones pertenecientes a las más diversas teogonías, que ellos desarrollaban mediante el ritual de la palabra figurada, los proverbios, las metáforas, las fábulas, los apólogos y los relatos mitológicos y simbólicos.

II

Luego surgió el cristianismo, el cual, a pesar de sus denodados esfuerzos, no pudo imponer con facilidad su dominación ideológica total en el contexto de la Roma imperial. Las masas seguían prendidas a muchas de esas prácticas y festividades paganas. Entonces el Emperador Constantino observó que el poder político de Roma estaba debilitándose por la división entre paganos adoradores del Sol y los cristianos, y se propuso unir las dos ideologías, manteniendo la forma externa de los rituales tradicionales[5], pero cambiando su contenido sustancial, como es la compleja comunión del hombre con el cosmos y la armonización de todas las fuerzas de la naturaleza. El emperador dictó entonces, en el año 313 d. C., el Edicto de Milán, conocido como la Tolerancia del cristianismo. En ese contexto, hizo una amalgama de credos y sustituyó las estatuas, las figuras y los dioses paganos por los del cristianismo, dándoles nombres cristianos[6]. Por eso Jano, que es un mito solar, se convierte en Juan.

Llegados a este punto es importante señalar que Juan Bautista, el precursor del mesías, nació el 24 de junio en el solsticio de verano, seis meses antes del nacimiento de Jesucristo, que se ubica en el solsticio de invierno, simbólica y sincréticamente, porque Jesús no nació el 25 de diciembre[7]. En otras palabras, Juan el Bautista está representando el solsticio de verano y a Jesús lo situaron en el solsticio de invierno.

En su proceso histórico, la Iglesia anuló las fiestas paganas de los solsticios, poniéndoles nuevos nombres y nuevos significados. Las nuevas fiestas son las de los dos Juanes: El Bautista y el Evangelista. Ambos vinculados con Cristo y muy significativos en la trayectoria del Mesías.

III

La Masonería también celebra los solsticios, no sólo para desentrañar la verdad revestida de símbolos, sino porque la base de la estructura simbólica de la masonería gira alrededor de los mitos solares.

De esa manera, en el seno de la Logia, en el Oriente, encontramos la figura del Sol. Así mismo encontramos el Sol representado por el Venerable Maestro, quien les da trabajo y enseñanza a los Hermanos, como el Sol que se  levanta por el Oriente esparciendo luz  y alegrando el día. Los dos Vigilantes de la Logia también representan al Sol en sus distintas posiciones. El Primer Vigilante, como símbolo del Sol poniente, ayuda al Venerable Maestro a cerrar la Logia después de pagar a los Hermanos. Por su parte el Segundo Vigilante representa al Sol en el zenit y le corresponde llamar a los Hermanos del Trabajo al descanso y viceversa, para que a la vez se obtenga satisfacción y provecho[8].

La Masonería sabe que «Los mitos sirvieron antiguamente para exponer determinadas verdades de manera pintoresca, cuya interpretación sólo estaba al alcance de los iniciados»[9]. En ese sentido, la lectura simbólica que hace la masonería, considera que el mito solar alberga una esencia veraz, pero no sobre aquello que aparentemente trata, sino sobre los contenidos morales, espirituales e iniciáticos que le imprimieron sus creadores. El iniciado, con el uso de la razón, la inteligencia y la imaginación, logra el despertar de los misterios envueltos en los mitos solares y específicamente en las fiestas solsticiales.

La actitud de la Masonería al celebrar los solsticios es desentrañar los Antiguos Misterios y los problemas reales y metafísicos contenidos en el simbolismo de esa estrella luminosa, que para muchos pueblos era la representación celestial del Padre Universal[10]. No se trata de adorar al Sol. Al contrario, la masonería dice taxativamente en la Liturgia del Grado IV:

«Cuando eleves tu mirada al cielo y observes el sol, la luna, las estrellas y los astros, no los adores…»[11]

En consecuencia, nosotros estudiamos los solsticios y los mitos solares para buscar el desarrollo cultural y el crecimiento moral y espiritual, porque entendemos que los solsticios son símbolos de la transformación interior del ser humano.

En ese sentido al Maestro Jesús, que es una figura solsticial, lo entendemos como la personificación de un ser humano natural. Bien sabemos, que en el fondo de los cuatro evangelios canónicos, hay un Jesús Real, cubierto con el velo poético de la leyenda y el mito, pero que se constituye en uno de los modelos de la masonería para pulir la Piedra Bruta y salir del túnel que se interpone entre la esclavitud del espíritu y la libertad.

Por eso Jesús está en la mente y el corazón de la masonería, como símbolo de la libertad, de la igualdad, de la justicia social, de la fraternidad y del amor entre los seres humanos[12].

Ese Jesús, hijo del carpintero de Nazaret, fue puliendo la piedra bruta que todos metafóricamente representamos, hasta reproducir la perfección divina en la perfección de su propia alma. Por eso vemos cómo su conciencia mesiánica y profética se fue despertando en el fragor de la lucha diaria, en contacto con la miseria y el dolor del mundo que lo rodeaba.

Jesús es uno de esos hombres ejemplares, que a fuerza de trabajar sobre su propio templo espiritual logró alcanzar la resplandeciente cristalización de la luz interior e irradiarla sobre los demás.

En ese sentido, entendemos que los solsticios son símbolos de la transformación interior y el renacimiento espiritual. Así lo entendía la Sabiduría Antigua. De ahí que, desde la más remota antigüedad, la época de navidad ha representado el advenimiento del acontecimiento cósmico del nacimiento o renacimiento anual de la principal divinidad salvadora.

Queridos Hermanos y Cuñadas en los principios de la Orden: Que este solsticio de invierno sirva para reactivar nuestra voluntad de renacer con nuevas energías, que nos permitan profundizar en las normas y principios que inspiran la doctrina masónica, con el fin de esparcir la semilla del amor, de la fraternidad, de la solidaridad y la esperanza, para ayudar a levantar las columnas de un mundo mejor.

José Morales Manchego
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*Ex Gran Maestro de la Muy Respetable Gran Logia del Norte de Colombia y actual Teniente Gran Comendador del Supremo Consejo Neogranadino del R:. E:. A:. A:.
1. Malaquías. IV. 2.
2. Evangelio según San Lucas I. 78.
3. Asimov, Isaac. Guía de la Biblia, Nuevo Testamento. Plaza & Janés Editores. Barceloana, 1995. P. 240.
4. Loc. Cit.
5. Véase: Ragón, José María: La misa y sus misterios. Biblioteca Filosófica Masónica. Editorial R. Maynadé. Barcelona, 1930. Este libro demuestra, a lo largo de sus 406 páginas, que los primeros padres de la iglesia adoptaron costumbres, prácticas, vestimentas y fiestas idénticas a las de los paganos, aunque les pusieron otros nombres.
6. Léase: Burckhardt, Jacobo. Del paganismo al Cristianismo. Fondo de Cultura Económica. México, 10 de noviembre de 1945. Pp. 437.
7. «¡Ningún Evangelio cita el 25 de diciembre como el día del nacimiento de Jesús! Al contrario, resulta claro que el nacimiento del Divino Niño no pudo coincidir con tal fecha porque en diciembre, en Palestina, hace un frío y los pastores ni soñaban con pasar una noche a la intemperie con sus rebaños. Sin embargo, el 25 de diciembre era una fiesta celebrada por multitud de pueblos diversos, unidos por la conquista de los romanos. Ese día se celebraba el nacimiento del Dios–Sol y tal festividad ya había penetrado en el Imperio desde los tiempos de las campañas de Julio César en Egipto.  El 25 de diciembre es, pues, una fecha simbólica que fue adoptada por Constantino a partir del 330 d. C…» (Jacopo Fo y Laura Malucelli. Y Jesús amaba a la mujer. Ediciones Robin Book. Bogotá, 2005. P. 34)
8. Liturgia para el Grado de Aprendiz Masón. Rito Escocés Antiguo y Aceptado. P. 48.
9. Ragón, José María. La masonería oculta y la iniciación hermética. Editorial Kier. Buenos Aires. P. 9.
10. Whitworth, Eugene E. Las nueve caras de Cristo. P. 39.
11. Liturgia del Grado IV. Rito Escocés Antiguo y Aceptado. P. 19
12. Véase: Liturgia del Grado XVIII. Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

(Revista Palancha Masónica. Órgano de información de la Gran Logia del Norte de Colombia. Año 16 No. 43. Barranquilla, diciembre de 2017)
















sábado, 5 de mayo de 2018

Aroma de sueños





Prólogo

Eduardo Rafael Berdugo, escritor de vehementes inclinaciones. Su natural impulso hacia las letras lo llevó, desde muy niño, a la mesa de redacción y luego a la dirección del periódico El Pensador, órgano informativo de los estudiantes del Colegio Americano de Barranquilla. En esa institución educativa cursó sus estudios secundarios y franqueó el umbral de la literatura para contemplar  los horizontes de un mundo mejor, donde galopen al unísono, el amor, la paz y la armonía.
En su deambular por la Tierra, Eduardo ha mostrado  su sentido dinámico de la vida.  De ahí la fecundidad de su existencia. Trabaja como profesional de la Sicología, ciencia que le ofrece un lenguaje simbólico que él utiliza para llegar al alma de las cosas y crear espacios de conocimiento henchidos de misterios.  Al mismo tiempo conjuga su vocación pictórica con el trabajo editorial, pero también lo vemos entusiasmado  puliendo textos o leyendo poemas en escenarios académicos y románticos, en los jardines y bulevares  o entre las tumbas y los mármoles del Camposanto de la Libertad.
En el año 2013 publica su primer libro titulado: Huellas etéreas, una colección de poemas, donde se vislumbra una perspectiva poética admirable, que le concede plenos derechos de poeta caribeño y lo pone a volar como “Gaviota de plata/  atravesando el sol”. Tales palabras centelleantes son los versos iniciales de uno de sus poemas, titulado: “Tus recuerdos”, poema que se encuentra anclado entre el denso brumal de su primera obra.
Su segundo libro, Aroma de sueños, que hoy sale a la luz pública, es una constelación de recuerdos, cuyas estrellas nos alumbran desde su lejanía en el tiempo a través de una memoria de poéticas evocaciones.
El libro consta de 10 temas, pero en verdad el tema central es la poesía misma en su dimensión compleja. De ahí que el lector acucioso  encontrará en sus páginas una filosofía de la vida, extraída de los recuerdos y vivencias,  y esparcida a través de la palabra encantada, que le da a la obra una existencia proyectiva. Es de anotar que el poeta no fragmenta el mundo. Al contrario, lo unifica para mostrar una visión ensoñadora de la realidad mediante la unidad estética de sus expresivas imágenes. En otras palabras, el mundo poético de Eduardo Berdugo se compone de un todo envuelto en una lírica de suave colorido, que abarca sueños personales para alimentar ilusiones y quimeras.
Tal vez para ganar simpatía y vestirse con su atuendo de poeta, Eduardo lleva casi siempre, en la parte derecha de su pecho, un saquito de seda carmelita con un lápiz negro y unas hojas de papel marchito.  El bardo mete la mano en el bolso y saca un poema titulado: “Camino marginal” y empieza a declamar:
“Yo soy el loco, el soñador, /quien crea sueños usando palabras/ y vuela alto para sentir sus aromas”. 
He ahí un poema de cara al infinito. Basta leer  sus tres primeros versos, y de inmediato se siente la altura de un poeta en contacto con las vibraciones cósmicas para ordenar a las energías invisibles que se manifiesten con el fin de ponerlas a su servicio y transformar la realidad en símbolos, metáforas y alegorías.
De esa manera, con una ensoñación lírica, Eduardo Berdugo explica como nace un poeta.  En efecto, “Nace un poeta” es el título de uno de sus poemas, que al son de su melodía va diciendo:
“Llegar al mundo/ solo aviado con lápiz negro y hoja blanca/ para consignar entre sombras,/ sentires ilegibles, distantes/ y sin la esperanza de saber/ si un día la luz verán”/.
A simple vista se palpan los avatares de un poeta luchando y apuntando hacia la esperanza de editar su obra. Pero si entramos en el torbellino mágico de las palabras se siente el aura del erotismo que se manifiesta como fuerza condensada entre los versos. En efecto, el lápiz y la hoja blanca es una dualidad que alberga la unidad entre lo activo y lo pasivo. En el plano erótico el lápiz y la hoja evocan lo masculino y lo femenino. Y si nos metemos en aguas profundas del poema, veremos el connubio del lápiz negro con la hoja blanca para producir un fruto en el enigma de las sombras. Esas sombras que se prestan siempre para el juego íntimo del amor crucial.
Aroma de sueños es una obra en la que el poeta muestra su alma, su mundo, su romanticismo y sus amores. Allí, en la página 17, encontramos “Efluvio lunar”, un poema donde la luna presta la metáfora para cantarle a la mujer amada de manera tierna, amorosa y sentimental.
Más adelante, en el poema No. 43,  el erotismo sutil aflora entre las  páginas del libro, florido y melodioso en las palabras:
Oigan esto: “Y pudiendo poseerte/ yo sólo besé todo cuanto podía besar/ y compartí la ternura de tus manos/ con la ávida inocencia de las olas”.
En el libro encontramos ilusiones, alegría de cascabeles, desamores y caudales de llanto, olores y recuerdos en medio de la soledad y del dolor del mundo. Es el periplo de la vida. Pero al final del camino, que es el final del libro, brillará una esperanza plasmada en el poema titulado: “De cómo construir la paz”, un poema en el cual el poeta se impregna de majestad e insiste con vehemencia:
“Si la paz de mí depende puede el mundo/ estar tranquilo”. Por razones de espacio sólo cito dos versos, pero la esencia del poema es la estrategia fascinante de la paz, porque el poeta inundará la Tierra de virtudes y la paz llegará volando con sus alas de seda.  Los seres humanos quedarán ligados para siempre en armonía y el progreso estará garantizado. La poesía controlará el futuro y el porvenir quedará abierto como el mar. Los jardines de la tranquilidad volverán a florecer y el poeta nos llevará a una aventura maravillosa donde la fantasía y los recuerdos nos envolverán con Aroma de sueños para navegar por un océano de amor y de ternura, donde la palabra se transforma en sinfonía.
José Morales manchego
Director de la Biblioteca Pública Julio Hoenigsberg
Barranquilla, República de Colombia
(Prólogo del libro: Aroma de sueños. Santa Bárbara Editores. Barranquilla, 2018).


jueves, 26 de abril de 2018

... y de la nada ¡Todo fue!




Prólogo

El 21 de noviembre de 1947, en el Hospital San Juan de Dios de Magangué, en medio del asombro de galenos y el murmullo de oraciones, el amor llenó el quirófano y en acto milagroso nació Socorro Santis de Ávila.  Su niñez y su juventud se llenaron con los momentos familiares de gran esplendor, donde se compartían narraciones, leyendas, cantos y  piadosas oraciones envueltas en volutas de incienso, que se elevaban al cielo en medio del calor de los cirios fulgurantes.   
Tales circunstancias abonaban el terreno para la existencia de una vida religiosa. En efecto, Socorro Santis de Ávila es una mujer de estricta religiosidad, ocupada en tallar ensueños y plantar acciones espirituales en medio de una sociedad enseñoreada en lo material, con su cortejo de ambiciones, de elementos alucinadores y de falsos ídolos.
Con el entusiasmo que la caracteriza ha grabado 19 canciones orquestadas, 13 de las cuales son de su autoría, presentadas algunas en escenarios nacionales e internacionales.
En el año 2013 publicó su libro titulado “Padre Nuestro Universal”, una obra que la puso en el  camino del templo donde oficiaron los grandes místicos como San Juan de la Cruz, Fray Luis de León y Santa Teresa de Jesús.
Hoy sale a la luz pública su segunda obra titulada: “…y de la nada, todo fue”, trabajo literario que se halla compenetrado del espíritu fulgurante de la Biblia, donde flamea la más alta manifestación de la poesía religiosa, con la cual Socorro tiene una identidad de esencia.
El título del libro ya de por si merece la atención por su contenido poético y sus implicaciones simbólicas:
“… y de la nada, todo fue”.
Es de anotar que los puntos suspensivos, antes de una frase,  indican algo existente más allá. Ese algo, en este caso, puede ser un principio creador; puede ser el universo suprafísico de seres intangibles,  o puede ser un espacio de discusión creado por la poetisa para visualizar la nada y darle sentido de tolerancia al encuentro de la Ciencia Física y los pensadores de todo tipo, que investigan sobre el “antes del Universo”, concebido ancestralmente como un vacío oscuro con ausencia de toda paríicula.
En el libro: “… y de la nada, todo fue”, los versículos del Génesis florecen en versos de expresión sonora sin tanto refinamiento:
De sempiternas tinieblas/ irrumpe/ la luz/ … y era la noche, /  y fue/
 el día/”.
Más adelante dice la poetisa sobre el acto creador de luminarias celestes: “El día…/ claridad de Sol/ pedía./ Y mañanero resplandece/ cual misionero de luz.//
 La noche,/ con farol de Luna llena/ y danzarinas estrellas,/ a las sombras desafió.”/
De esa manera la creación del mundo se vuelve una sinfonía, donde la melodía de los versos parece llegar en forma de pájaros, aves canoras, cigarras y corceles alados, en medio de lirios y jacintos florecidos, que hacen más deliciosa, sutil y tierna la voz de Eva cuando incita al marido a hincar sus dientes sobre “el fruto sabio”.  Es este un momento verdaderamente bucólico en un paisaje romántico de tentador encanto. Socorro representa ese momento en el poema “El Universo sonríe”, el cual va diciendo al son de la melodía:
 Él y ella/ en la maraña del Paraíso/ se observan./ Sus manos palpan,/ una y otra vez,/ sus cuerpos.// Dueños del tiempo/ degustan la placidez de la inocencia/ bajo el más grande árbol/ pero no deben jamás…/ probar su fruto: / Y  así lo hacen.// A su paso/ ronroneo de fieras,/ manantiales en reposo,/ juego de brisas y palmeras/ celebran su presencia”./    
Ahora bien: en la lógica religiosa de la Biblia surge el pecado y ha de nacer un mesías para redimir al mundo.  Entonces la poeta le canta al nacimiento, pasión y muerte de Jesús, el redentor de la humanidad en el ámbito de la cristiandad.
En sus vivencias místicas, Socorro envuelve en la poesía aquel momento milagroso en el cual la Divina Esencia estuvo presente en el parto de su progenitora, y por eso clama con imperativo acento: “A ti te dio la gana… ¡Señor!/ de que yo viviera./
Y vivió Socorro, y su alma presagiaba el connubio con la Divinidad. De ahí viene su declaración de amor, en el poema “Enamorada de ti”, donde plasma la esencia mística de sus composiciones, cuando dice: “En el regocijo/ de mi silencio/ desnudo mi ser./ ¡Soy tu enamorada… Señor!//
Perfumada/ de tu presencia/ la premura del Cosmos/ se detiene.//
Un glorioso sentir/ es/ felicidad pura/ fluye una oración:/  Gracias Dios mío./
He ahí una declaración de amor nupcial a lo divino, para representar la entrega espiritual de la novia, como elemento necesario en el ámbito de la poesía mística.
En fin, el libro  …y de la nada ¡todo fue! contiene la trama orquestal de la creación del mundo y su evolución. El esplendor poético de la obra comienza con el Génesis y se proyecta en el Nuevo Testamento para recrear un mundo plácido, donde se desconoce el vértigo de la violencia. Pero el libro también está invadido de sueños y recuerdos que muestran el periplo vital de Socorro Santis de Ávila, hasta el atardecer de su existencia. Tal es el poema titulado: “Como me duele estar vieja”, en el cual se representa un templo  físico otoñal, que ya casi no puede con su esencia espiritual, porque ese cuerpo de mujer alberga un espíritu cargado de energías, dispuesto a deleitar con sus canciones y sus poemas de floración primaveral.
José Morales Manchego
Director de la Biblioteca Pública Julio Hoenigsberg
Barranquilla, República de Colombia
 (Prólogo del libro ...y de la nada !todo fue! Santa Bárbara Editores. Barranquilla, 2018).