martes, 1 de diciembre de 2009

LOS HOMBRES NEGATIVOS

JOSÈ MORALES MANCHEGO


Uno de los tantos males que ago­bian a la humanidad es el de los hombres negativos. Ellos se dan en todos los climas, en cualquier parte se reproducen. Son seres opacos. No reflejan luz, aunque muchas veces la reciban. En las instituciones, en las empresas o en sus propios do­micilios, se destacan por su alharaca, pero a la larga no hacen sino daño.

Algunos son charlatanes, men­tirosos, calumniadores y plebeyos. Otros son reservados, silenciosos o taciturnos, pero igualmente egoístas e interesados nada más en su propio bienestar o en sus mezquinos inte­reses. Los primeros pueden llegar a ser líderes. Como tales, los hombres negativos son una antorcha apaga­da. De sus cabezas no brota nada que tenga que ver con la verdad, la belleza o la creatividad. Solo lideran el atraso, atacando todo lo que sig­nifique progreso, desarrollo y civi­lización.

Los hombres negativos son hijos de la noche. Ellos también recorren y se alojan en las casas de estudio. Y cuando el sueño marcha apacible entre los gestores de proyectos posi­tivos, tratan de matar sus ideales.

Para los hombres negativos las palabras amor, ternura, estimación, cariño, respeto, están proscritas. Ra­ras veces son pronunciadas, mucho menos vividas por ellos. Su sonrisa es prestada, no les pertenece, y por eso tampoco les luce. Más bien pare­ce una mueca.

Viven llenos de envidia y refun­fuñando a toda hora, porque según ellos todo anda mal; sin embargo, nada crean, nada aportan, nada pro­ducen. Solo fastidio. Nunca tienen condiciones para hacer algo. Siem­pre encuentran un pretexto para pa­sar la vida inútilmente.

Son arrogantes, prepotentes y despreciativos con todo el mundo, porque en lo profundo de su ser se sienten inferiores. Por eso necesitan demostrar a toda hora una supe­rioridad que no tienen, pregonando saber más de lo que saben.

Quieren meterse por los ojos ha­ciendo ostentación de sus falsos dones, como pidiendo de limosna que los reconozcan. Algunos tienen la obsesiva inclinación de buscar, a como dé lugar, el predominio sobre los demás. Persiguen el poder per­sonal por cualquier medio, gene­rando una forma negra de triunfar.

Los seres negativos contagian. Ellos envenenan el ambiente, y no solo ponen en peligro su salud, sino la de las instituciones, la de la socie­dad y la de su propia tribu. Son le­tales.

Pero, ¿qué hacer con los seres negativos?

Ellos merecen compasión, por­que sus debilidades son propias de la humana naturaleza. Por eso hay que ayudarlos. Hay que insinuarles con el ejemplo, para que se tornen simpáticos, creativos y útiles a la sociedad. Si después de este trata­miento no mejoran, el último reme­dio es aislarlos, si no queremos que se pudra el mundo.

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