domingo, 6 de diciembre de 2009

DEL INFORTUNIO A LA INMORTALIDAD

EDITORIAL POEMARIO
VI GRAN RECITAL
"Arte in Memoriam Día de los Difuntos"

Con la veneración que le debo a la poesía, vengo a franquearle la entrada a la sexta versión del Gran Recital Arte in Memoriam Día de los Difuntos, certamen que todos los años realiza la Sociedad Hermanos de la Caridad y la Gran Logia del Norte de Colombia, para conmemorar a los que dejaron este mundo de las sombras, y marcharon hacia el Oriente Eterno, en busca de la claridad.

El Gran Recital Arte in Memoriam Día de los Difuntos se realiza para que los poetas de nuestro ámbito solariego, o de cualquier parte del mundo, se congreguen en la “glacial comarca de las miserias humanas”, a mostrar las flores de sus jardines líricos, que sin lugar a dudas tienen el legado espiritual y artístico, nacido del dolor y el sufrimiento.

Hablo de sufrimiento, en el preámbulo de este recital, porque la fuente primigenia de la poesía es el dolor. El poeta sufre, en las profundidades de su ser pensante, por el drama polimorfo que está desgarrando al mundo: sufre por la guerra; por la injusticia; por la enfermedad; por la muerte; por los huérfanos de todo; por los desheredados de la fortuna; por los niños, jóvenes y ancianos, que no tienen un pedazo de pan para mitigar el hambre; y como si fuera poco, también sufre el poeta por los culpables de siempre, aquellos que pastan en los vergeles de la patria, devorando y malversando a diario la cebada oficial.

En ese contexto, la historia de la literatura nos muestra personajes transidos por la angustia existencial, como Virginia Woolf, María Mercedes Carranza, Paul Verlaine, Charles de Baudelaire, Arthur Rimbaud, Edgar Allan Poe, Francois Villón, Porfirio Barba Jacob, Epifanio Mejía, Raúl Gómez Jattin y muchos otros, que harían la lista interminable. Ellos, en medio de su dolor, nos dejaron la belleza lírica de su producción intelectual. Por algo decía el escritor chileno Vicente Huidobro: “El poeta que sufre poco, a menudo miente”.

Pues bien, hoy vamos a rendirle tributo a un poeta muy sufrido. Su nombre es Gabriel Escorcia Gravini, hombre de singular talento, cuya obra, a pesar del embate de los años, sigue en plena floración.

Gabriel Escorcia Gravini nació en Soledad, Atlántico, el 14 de marzo de 1892. Desde la aurora de su existencia fue atacado por el mal de Hansen. Por tal razón lo aislaron en su propia casa y las autoridades de aquella época lo persiguieron con la intención de confinarlo en las afueras de la ciudad. Es una acción aterradora, que recuerda las leyes de policía sobre el discernimiento de la lepra en los remotos siglos, cuando el leproso era declarado inmundo por el sacerdote, y obligado a vivir solo, fuera del poblado, según el relato contenido en el capítulo 13 del Levítico, uno de los Libros de Moisés.

Gabriel Escorcia Gravini sufrió el dolor físico y el tormento psíquico. Y a los 28 años murió. Nuestro joven aeda apareció como un meteorito en el cielo de la poesía colombiana. Su pasó por este mundo fue fugaz. Llegó, pulsó la lira y se fue. Pero dejó una estela luminosa. Hombre de una curiosidad enigmática. Sus visitas nocturnas al cementerio de su pueblo natal, se traducen pronto en un bello poema titulado: La Gran Miseria Humana.

Es de anotar que el tema de La Gran Miseria Humana es el amor. Y a través del Amor, el poeta aborda el asunto de la muerte, para llegar a conclusiones axiológicas. Es una obra de gran belleza, cargada de imágenes y metáforas. De principio a fin campea un fino trabajo de filigrana poética, y la evocación de un mundo mágico y misterioso, poblado de fantasmas que rodean al hombre de un modo inexorable.

Allí, en La Gran Miseria Humana, el poeta expone consideraciones generales sobre el amor y la mujer, sus atractivos y sus delicias, para llegar a reflexiones generales sobre la vanidad y sus engaños. La Gran Miseria Humana no es el poema de un hombre sin esperanzas. Es el tema de un predicador de verdades. En el fondo, La Gran Miseria Humana es un poema al servicio de la ética, con un ideal moral impresionante.

Gabriel Escorcia Gravini, según la tipología de Tomás Carlyle, es un héroe que supo convertir la angustia en poesía. Su dura penitencia generó versos resplandecientes, de la misma manera que resplandece la flor entre los riscos, bajo los ardientes rayos del Sol canicular. En su poesía se refleja el dolor, pero también su fortaleza interior. El poeta se enfrentó al sufrimiento con dignidad. Soportó la enfermedad con valentía, y esperó la muerte con resolución estoica.

Convencido de la excelencia de su obra poética, al sentir que la mano fría de la muerte tocaba su corazón, Gabriel Escorcia Gravini manifestó con vehemencia:

En el jardín de la melancolía
donde es mi corazón un lirio yerto
yo cultivo la flor de la poesía
para poder vivir después de muerto


Para quienes conocen el Arte Real, que simboliza el proceso iniciático para la construcción del Templo Espiritual, es fácil observar que dichos versos contienen un sentido filosófico, que se acerca intuitivamente a los principios de nuestra Orden Masónica, cundo la Augusta Institución nos enseña en sus Liturgias, a recibir la muerte con resignación y a prepararnos para enfrentarla de distintas maneras, una de las cuales consiste en dejar buenas obras en nuestro paso por la Tierra, para que nos recuerden las generaciones venideras, ya que la inmortalidad es la apoteosis del espíritu en la conciencia de la humanidad.

Finalmente es necesario resaltar, que la actitud creadora y la intencionalidad artística, se parecen al trabajo que realiza el masón, para alcanzar lo humano de lo humano. Digo esto, porque, en sentido figurado, el poeta se pone los arreos del trovador para hilvanar palabras, limar ideas, y tallar figuras literarias, con el fin de darle al verso la melodía y el sentimiento que estremece al espíritu. De manera similar, nosotros los masones, en nuestras Logias, trabajamos la ciencia, el humanismo y las virtudes, en su dimensión compleja, en aras de pulir la piedra bruta, que representa la metáfora de nuestro propio ser, para tratar de encausar al género humano por el sendero de un mundo mejor, donde el esplendor del cielo sea el espejo de su propia poesía.

JOSÉ MORALES MANCHEGO

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