domingo, 22 de noviembre de 2009

DEL SALVAJISMO A LA PAZ PERPETUA



JOSÉ MORALES MANCHEGO



Cuando los hechos del presente nos conturban es necesario buscar luces de esperanza en el pasado, pa­ra orientarnos en el camino hacia el porvenir. Partiendo de ese juicio es oportuno escudriñar las ideas de Emmanuel Kant, expuestas en varios de sus trabajos, que lo llevaron a vis­lumbrar un mundo en armonía, en el cual reinará la igualdad y el puro goce de una vida soñadora, agrada­ble, juguetona y fraternal. Veamos, según su apreciación filosófica, ese trasegar del estado de incultura a la paz perpetua.

En su ensayo Comienzo Verosímil de la Historia Humana, Kant nos habla de la primitiva historia de la humanidad. Parte de una pareja -hombre y mujer- para que se acoplen y se propague la especie. Según el filó­sofo "tal pareja debe ser única, a fin de que no surja en seguida la guerra entre hombres próximos entre sí y extraños los unos a los otros…”(1). Al ­principio, solamente el instinto guiaba al hombre; pero pronto comenzó a despertarse en él la razón. ­En ese proceso fue descubriendo un ­mundo de sorpresas y maravillas. ­Por ejemplo, encontró que usando la imaginación podía aumentar la ­frecuencia y la duración del acto sexual, que en los demás animales ­aparece como un impulso pasajero ­y periódico. Ahora bien, como el impulso sexual se hizo más intenso y ­más permanente por la imaginación, ­al ser humano se le ocurrió cubrir sus órganos sexuales para moderar ­los ímpetus libidinosos. En este sentido, la famosa "hoja de parra fue producto de una exteriorización de la razón"(2).

El siguiente paso de la razón fue "la reflexiva expectación de lo futuro". El hombre ya podía imaginar y gozar en el ahora el tiempo por venir. Así mismo podía prever algo que también padecen los animales, aunque no tengan conciencia de ella: la muerte. Ante la realidad inexo­rable de la muerte al hombre le que­daba un consuelo: vivir en la poste­ridad. De ahí en adelante fue confi­gurando la vida de ultratumba, el más allá y la búsqueda de la fama y la gloria como aspiración a la inmortalidad.

El último paso de la razón llevó al hombre a comprender que la natura­leza era para su servicio. En ese mo­mento histórico el hombre comenzó a ver a los animales como instrumen­tos para su disposición; sin embargo, a su semejante lo consideraba como asociado para compartir los dones que la naturaleza les brindaba. Con este paso se completa el tránsito de la pura criatura animal a la huma­nidad, o sea el dominio del instinto por la razón, la cual no tendrá límites en sus proyectos y en sus realiza­ciones. En el relato bíblico este hecho está representado por la salida del hombre del paraíso terrenal, alegoría que condensa el paso de la recolec­ción de frutos a la agricultura y a la domesticación de animales. Es decir, la nostalgia del paraíso perdido se debe a la transición de una vida de ocio y tranquilidad a otra de duro trabajo, desigualdad y discordia. En este nuevo contexto, la muerte de Abel (pastor) por su hermano Caín (labrador) expresa las contradiccio­nes entre la agricultura y la ganade­ría, y el triunfo de la primera sobre la segunda, en lo que se llama la Re­volución Neolítica. Ante las nuevas circunstancias, surge la necesidad de establecer disposiciones civiles y de justicia pública para que el Dere­cho le brinde al homo sapiens la protección y la seguridad, como prefigu­ración de su reunión en sociedad.

La Sociedad Civil.

Para que el hombre pueda mante­nerse en sociedad, es indispensable una Constitución civil verdaderamente justa, que le permita vivir en armonía dentro de los límites de su propio Estado. Pero el equilibrio in­terno de un Estado depende a su vez de la relación legal con los otros Es­tados. Por eso, en su trabajo Idea de una Historia Universal desde el Punto de Vista Cosmopolita, Kant plantea que "el magno problema de la espe­cie humana, a cuya solución la natu­raleza constriñe al hombre es el del establecimiento de una sociedad ci­vil que administre el derecho de modo universal"(3). Para el filósofo de Koninsgberg este problema es el más difícil y será el último que la es­pecie humana resolverá.

En esa sociedad civil, la libertad debe estar garantizada por la solu­ción, a su turno, del problema de la relación exterior entre los Estados, lo que Kant va a llamar Sociedad Cosmopolita.

La Sociedad Cosmopolita.

Así como el antagonismo entre los hombres los lleva a tener que obedecer a una voluntad valedera para todos, la incompatibilidad de las grandes sociedades y cuerpos estatales llevará a la humanidad a "entrar en una liga de pueblos en la que cada Estado, aún el más peque­ño, pueda esperar seguridad y dere­cho, no debido al propio poder o a la propia estimación jurídica, sino, úni­camente, a esa liga de naciones (Foe­dus Amphityonum), es decir, a este poder unido y a la decisión, según leyes, de la voluntad solidaria"(4). Podemos decir, que en la misma for­ma por la cual se llega en un Estado a la Sociedad Civil, así también los diversos Estados llegarán a una situación de equilibrio al crearse un Estado Civil Mundial o Cosmopolita, "basado en la igualdad de las mutuas acciones y reacciones, para que no se destruyan unos a otros"(5). De esta manera, cada Estado tendrá su Constitución interna y así mismo habrá una Constitución Cosmopo­lita, "pues tal es la única condición por la cual la naturaleza puede de­sarrollar todas las disposiciones de la humanidad de un modo acaba­do"(6).

La Paz Perpetua.

Una de las preocupaciones que a través de los siglos ha tenido la humanidad es la de alcanzar algún día el dulce sueño de la paz. Sobre ese problema se manifestó Kant en su trabajo titulado La Paz perpetua.

Para Kant "la paz entre los hom­bres que viven juntos no es un estado de naturaleza; el estado de naturaleza es más bien la guerra, es decir, un estado en donde, aunque las hos­tilidades no hayan sido rotas, existe la constante amenaza de romperlas. Por tanto, la paz es algo que debe ser 'instaurado'; pues abstenerse de romper las hostilidades no basta pa­ra asegurar la paz"(7).

Kant hace una clara distinción entre lo que es la paz verdadera y lo que es un simple armisticio. Cuando se realizan tratados de paz, pero se mantiene la reserva mental de ciertos motivos capaces de provocar en el futuro otra guerra, no estamos ante un tratado de paz, sino frente a un armisticio, o sea, suspensión tem­poral de las hostilidades. La paz en cambio "aniquila y borra por com­pleto las causas existentes de futura guerra"(8). Por eso, la paz es perpetua y "añadirle el epíteto de 'perpetua' sería ya un sospechoso pleonasmo"(9).

Tal estado de paz perpetua podrá alcanzarse con la Federación de Estados Libres o Sociedad Cosmopolita, en la cual todo Estado afir­mará su propia seguridad, necesi­tando de los demás para que entren a formar con él una especie de Cons­titución política, que garantice el derecho de cada uno. Esa Constitu­ción será la republicana, la más fa­vorable para conseguir la paz, como lo asegura Kant cuando dice: "La Constitución republicana, además de la pureza de su origen, que brota de la clara fuente del derecho, tiene la ventaja de ser la más propicia para llegar al anhelado fin: la paz perpetua"(10).

Surge una pregunta inevitable: ¿Cuáles son las condiciones especí­ficas para lograr esa paz perpetua?
Según Kant esas condiciones son las siguientes:(11)
1. "Ningún Estado independiente -pequeño o grande, lo mismo da- podrá ser adquirido por otro Estado mediante herencia, cam­bio, compra o donación".
2. "Los Ejércitos permanentes -mi­les perpetus- deben desaparecer por completo con el tiempo".
3. "No debe el Estado contraer deu­das que tengan por objeto soste­ner su política exterior".
4. "Ningún Estado debe inmis­cuirse por la fuerza en la Consti­tución y el gobierno de otro Es­tado".
5. Por último, cuando se está en plan de conseguir la paz, las par­tes contrincantes no deben usar estratagemas deshonrosas, ni hostigamientos que imposibiliten llegar a la paz. Sobre ese particu­lar nos ilustra Kant con las si­guientes palabras: "Ningún Esta­do que esté en guerra con otro debe permitirse el uso de hostili­dades que imposibiliten la recí­proca confianza en la paz futura; tales son, por ejemplo, el empleo en el Estado enemigo de asesinos (perssusores), envenenadores (venefeci), el quebrantamiento de capitulaciones, la excitación a la traición, etc".

Kant, a pesar de dar pautas para conseguir la paz, considera que la guerra no es completamente estéril. Según su opinión, los mayores males que oprimen a los pueblos civiliza­dos derivan de la guerra; pero la guerra también ha estimulado a los hombres a esfuerzos y descubri­mientos, que de otro modo no ha­brían hecho, y así contribuye al de­signio de la Naturaleza. Por eso "en el grado de cultura en que todavía se halla el género humano, la guerra es ­un medio inevitable para extender ­la civilización, y solo después de que la cultura se haya cumplido (Dios sabe cuando) nos será saluda­ble una paz perpetua, y se tornará posible(12)". Sin embargo, cuando se haya pasado de la sociedad nacional ­a la sociedad cosmopolita, es decir, ­cuando se haya establecido la autoridad internacional y llegue la paz perpetua, Kant no piensa que la naciones dejarán de emularse pacíficamente, porque de otro modo, "las ­potencias de la raza humana se adormecerían". He aquí una esperanza; he ahí el porvenir de una ilusión.


_______________________
1 Kant, Immanuel. Filosofía de la Historia. Ed. Nova. Buenos Aires, 1964. P. 118.
2 Idem. p. 122.
3. Idem. 46
4. Idem. pp. 48 y 49.
5 Idem. p. 51
6 ldem. p. 52.
7 Kant, Immanuel. Lo bello y lo sublime - La paz perpetua. Colección Austral. Cuarta Edición, 1964. p. 101.
8 Idem.. p. 91.
9 Ibid.
10 Idem. p. 103.
11 Idem. pp. 92-96
12 Kant Immanuel. Filosofía de la historia. ob.Cit. ­p. 113.

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