sábado, 20 de enero de 2024

Alhena, una mujer que supo decir ¡Basta!

 



PRÓLOGO

Hay personas que en medio de situaciones hostiles saben confrontar adversidades e infortunios. Pero hay otras que van más allá, y despiertan multitudes inexpresivas para ponerlas en condiciones de romper cadenas y liberarse de rigores y crueldades. Tal es el caso de Lucía Armella González, una mujer que ha conocido el valor del sacrificio, porque jamás se ha doblegado ante la desdicha, y mucho menos ante la opresión que ha sufrido la mujer por el solo hecho de ser mujer.

Hoy, la osada escritora nos entrega una obra de notable densidad literaria, donde se exponen múltiples ideas. En sus páginas se desarrollan los actos de una fémina llamada Alhena, personaje que lucha con vigor para ser ella misma frente al imperio ancestral de la impostura. Es una de esas historias noveladas que entusiasman a los lectores. La estructura del libro comprende 38 capítulos cortos, en los cuales se ventila una temática compleja con historias que se intercalan. No obstante, todas las acciones confluyen hacia un tema medular que es la ideología del machismo, como finalidad explícita de la obra.

La novela aborda del principio al fin la historia de vida de los Arloc, una familia que se toma como célula representativa de la sociedad, sólo para preparar el ambiente donde se desarrollan hechos históricos, personajes y conceptos filosóficos trascendentales. En la novela, Francisco y su esposa son el punto de referencia como origen y fundamento de una sociedad cargada de prejuicios. Alhena, hija de los Arloc, es una mujer de la vida real, que llega a la memoria de la escritora para renacer en el plano artístico como un personaje de ficción, y llegar luego a las manos del lector como un verdadero hecho estético. Alhena es un testimonio fehaciente del valor, que en medio de la represión y la injusticia surge como un ser rebelde y libre que jamás se agota.  Es el personaje creado por Lucía Armella para darle dinámica a la trama de su libro titulado: Alhena: memorias de una infamia, donde se pinta con claridad un fresco de la lucha entre el machismo y la liberación.

Alhena, desde la infancia, fungió con dignidad en distintas labores reservadas para los hombres. No obstante, la realidad social injusta y violenta estremeció su personalidad, llevándola a refugiarse en la religión, donde se desempeñó en el liderazgo espiritual, ministerio que ejerció sin ningún interés por el beneficio material. Pero en el seno de la religión observó que se discriminaba a la mujer y el patriarcado también estaba presente, porque muchos dirigentes religiosos habían equivocado la esencia de la doctrina de Jesús, el Divino Maestro, que asumió los ideales de libertad, igualdad y fraternidad entre los seres humanos.

En las andaduras de la vida, Alhena, por doquier hallaba hechos dolorosos y discriminatorios que incidirán en la configuración de su personalidad. Ese mundo de la vida, matizado con la discriminación, no compaginaba con su anhelo de libertad. Entonces decidió huir de la ciudad y se internó en la espesura de la selva, para vivir donde chillan los monos y se pasea el puma frente al espejo de un río que se arrastra silencioso como una serpiente.

Esa decisión de Alhena, en busca de la libertad, me recuerda a la pastora Marcela, personaje recreado por Miguel de Cervantes Saavedra en Don Quijote de la Mancha, cuando dice la bella mujer: “Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles destas montañas son mi compañía; las claras aguas destos arroyos son espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos”[1]. Pero Alhena, a diferencia de la pastora Marcela, comprendió que la verdadera libertad no está en la soledad de la montaña, y entonces vuelve a la ciudad, intuyendo el pensar del filósofo Baruch Spinoza, que asevera: “El hombre dirigido por la Razón es más libre en la Ciudad, donde vive conforme al decreto común, que en la soledad, donde no obedece más que a sí mismo”[2].

Alhena no podía conformarse con vivir para sí misma, porque ello equivaldría a marginarse de la vida social para condenarse a la muerte.

Pero ese retiro le dejó una enseñanza: en la selva lavó su conciencia y en medio de la manigua aprendió a ensimismarse y a escuchar su voz interior como fundamento de su desarrollo espiritual. En realidad, su estadía en la selva fue un encuentro con Dios, a través de la naturaleza.

Con esa fortaleza volvió a la ciudad para luchar contra el patriarcado, que ha florecido desde los orígenes de la civilización, bajo todo tipo de gobierno, tanto en los populismos agresivos, como en las dictaduras variopintas o las democracias hipócritas.

Para Alhena no hubo refugio sólido en el mundo profano ni en el mundo religioso, hasta que encontró la inspiración divina dentro de sí. Entonces la poesía le desbrozó el camino. El arte y la literatura comenzaron a sacarle sus fantasmas. Por todo lo anterior, sus palabras y sus versos salen de su pluma con el fuego que purifica el alma para buscar en la poesía el desahogo existencial. Su novela está escrita con dolor y sufrimiento para liberarse de esa nebulosa de obsesiones lacerantes. La obra representa el drama de la mujer en una sociedad machista, donde impera una violencia explicita y ostensible contra la mujer, al lado de otra violencia también aberrante, pero invisible.

Finalmente, es necesario resaltar que la vida de Alhena ha sido labrada por ella misma en el fragor de la lucha cotidiana, como fue labrada la vida de su padre, el doctor Francisco Arloc, un titán de la superación, símbolo del patriarca que se salvó del machismo cuando emprendió su vuelo hacia la Eternidad. Ese día, Alhena sintió la voz de su padre que se dejaba oír desde el cielo, para decirle a su hija que él llevaba a Jesús por dentro, lo que significa que en sus días postreros Francisco Arloc asumió las ideas del Gran Maestro Jesús de Nazaret, que amaba a las mujeres, las respetaba y las acogía siempre como iguales a los hombres. Por eso Francisco Arloc no ha muerto, ni morirá, y Alhena se convertirá en un símbolo que seguirá vigente, mientras reine la injusticia sobre la faz de la tierra.

JOSÉ MORALES MANCHEGO

(Alhena: memorias de una infamia. Puertoarena Editores. Barranquilla, enero 2024).



[1] Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha. Primera parte, Cap. XIV.

[2] Baruch Spinoza. Ética. Proposición LXXIII.


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