Prólogo
Eduardo
Rafael Berdugo, escritor de vehementes inclinaciones. Su natural impulso hacia
las letras lo llevó, desde muy niño, a la mesa de redacción y luego a la
dirección del periódico El Pensador,
órgano informativo de los estudiantes del Colegio Americano de Barranquilla. En
esa institución educativa cursó sus estudios secundarios y franqueó el umbral
de la literatura para contemplar los
horizontes de un mundo mejor, donde galopen al unísono, el amor, la paz y la
armonía.
En
su deambular por la Tierra, Eduardo ha mostrado su sentido dinámico de la vida. De ahí la fecundidad de su existencia.
Trabaja como profesional de la Sicología, ciencia que le ofrece un lenguaje
simbólico que él utiliza para llegar al alma de las cosas y crear espacios de
conocimiento henchidos de misterios. Al
mismo tiempo conjuga su vocación pictórica con el trabajo editorial, pero
también lo vemos entusiasmado puliendo
textos o leyendo poemas en escenarios académicos y románticos, en los jardines
y bulevares o entre las tumbas y los
mármoles del Camposanto de la Libertad.
En
el año 2013 publica su primer libro titulado: Huellas etéreas, una colección de poemas, donde se vislumbra una
perspectiva poética admirable, que le concede plenos derechos de poeta caribeño
y lo pone a volar como “Gaviota de plata/
atravesando el sol”. Tales palabras centelleantes son los versos
iniciales de uno de sus poemas, titulado: “Tus recuerdos”, poema que se
encuentra anclado entre el denso brumal de su primera obra.
Su segundo
libro, Aroma de sueños, que hoy sale
a la luz pública, es una constelación de recuerdos, cuyas estrellas nos alumbran
desde su lejanía en el tiempo a través de una memoria de poéticas evocaciones.
El
libro consta de 10 temas, pero en verdad el tema central es la poesía misma en
su dimensión compleja. De ahí que el lector acucioso encontrará en sus páginas una filosofía de la
vida, extraída de los recuerdos y vivencias,
y esparcida a través de la palabra encantada, que le da a la obra una existencia
proyectiva. Es de anotar que el poeta no fragmenta el mundo. Al contrario, lo
unifica para mostrar una visión ensoñadora de la realidad mediante la unidad
estética de sus expresivas imágenes. En otras palabras, el mundo poético de
Eduardo Berdugo se compone de un todo envuelto en una lírica de suave colorido,
que abarca sueños personales para alimentar ilusiones y quimeras.
Tal
vez para ganar simpatía y vestirse con su atuendo de poeta, Eduardo lleva casi
siempre, en la parte derecha de su pecho, un saquito de seda carmelita con un
lápiz negro y unas hojas de papel marchito.
El bardo mete la mano en el bolso y saca un poema titulado: “Camino
marginal” y empieza a declamar:
“Yo
soy el loco, el soñador, /quien crea sueños usando palabras/ y vuela alto para
sentir sus aromas”.
He
ahí un poema de cara al infinito. Basta leer sus tres primeros versos, y de inmediato se
siente la altura de un poeta en contacto con las vibraciones cósmicas para
ordenar a las energías invisibles que se manifiesten con el fin de ponerlas a
su servicio y transformar la realidad en símbolos, metáforas y alegorías.
De
esa manera, con una ensoñación lírica, Eduardo Berdugo explica como nace un
poeta. En efecto, “Nace un poeta” es el
título de uno de sus poemas, que al son de su melodía va diciendo:
“Llegar
al mundo/ solo aviado con lápiz negro y hoja blanca/ para consignar entre
sombras,/ sentires ilegibles, distantes/ y sin la esperanza de saber/ si un día
la luz verán”/.
A
simple vista se palpan los avatares de un poeta luchando y apuntando hacia la
esperanza de editar su obra. Pero si entramos en el torbellino mágico de las
palabras se siente el aura del erotismo que se manifiesta como fuerza condensada
entre los versos. En efecto, el lápiz y la hoja blanca es una dualidad que
alberga la unidad entre lo activo y lo pasivo. En el plano erótico el lápiz y
la hoja evocan lo masculino y lo femenino. Y si nos metemos en aguas profundas
del poema, veremos el connubio del lápiz negro con la hoja blanca para producir
un fruto en el enigma de las sombras. Esas sombras que se prestan siempre para
el juego íntimo del amor crucial.
Aroma de sueños es
una obra en la que el poeta muestra su alma, su mundo, su romanticismo y sus
amores. Allí, en la página 17, encontramos “Efluvio lunar”, un poema donde la
luna presta la metáfora para cantarle a la mujer amada de manera tierna, amorosa
y sentimental.
Más
adelante, en el poema No. 43, el
erotismo sutil aflora entre las páginas
del libro, florido y melodioso en las palabras:
Oigan
esto: “Y pudiendo poseerte/ yo sólo besé todo cuanto podía besar/ y compartí la
ternura de tus manos/ con la ávida inocencia de las olas”.
En
el libro encontramos ilusiones, alegría de cascabeles, desamores y caudales de
llanto, olores y recuerdos en medio de la soledad y del dolor del mundo. Es el
periplo de la vida. Pero al final del camino, que es el final del libro,
brillará una esperanza plasmada en el poema titulado: “De cómo construir la
paz”, un poema en el cual el poeta se impregna de majestad e insiste con
vehemencia:
“Si
la paz de mí depende puede el mundo/ estar tranquilo”. Por razones de espacio
sólo cito dos versos, pero la esencia del poema es la estrategia fascinante de
la paz, porque el poeta inundará la Tierra de virtudes y la paz llegará volando
con sus alas de seda. Los seres humanos
quedarán ligados para siempre en armonía y el progreso estará garantizado. La
poesía controlará el futuro y el porvenir quedará abierto como el mar. Los
jardines de la tranquilidad volverán a florecer y el poeta nos llevará a una
aventura maravillosa donde la fantasía y los recuerdos nos envolverán con Aroma de sueños para navegar por un
océano de amor y de ternura, donde la palabra se transforma en sinfonía.
José
Morales manchego
Director de la Biblioteca Pública Julio Hoenigsberg
Barranquilla, República de Colombia
(Prólogo del libro: Aroma de sueños. Santa Bárbara Editores. Barranquilla, 2018).
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