CARNAVALIZACIÓN EN LAS LANZAS COLORADAS
JOSÉ MORALES MANCHEGO
Las lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri es una joya literaria de carácter intemporal.
Es una novela de acciones intrépidas y tensiones literarias, contextualizada en
los comienzos de la guerra de independencia de Venezuela. Su lenguaje es
diáfano, pero henchido de bellas expresiones, con profusión de metáforas,
símiles, anáforas, epiforas, hipérboles, ironías, epítetos y sentencias que nos
dejan una enseñanza y nos ofrecen una lectura placentera, porque la literatura
es una forma de la alegría, asevera Borges, y luego agrega:
“Si leemos algo con dificultad, el autor ha
fracasado…
Un libro no debe
requerir un esfuerzo, la felicidad no debe requerir un esfuerzo”.
En atención a esta idea de Borges, podemos afirmar que la
novela de Uslar Pietri se absorbe con una facilidad y sabrosura que nos permite
degustar las estructuras y microestructuras más importantes de la obra. La razón de su calidad literaria está
sintetizada en las palabras de Miguel Ángel Asturias cuando dice: “Arturo Uslar
Pietri cuida su idioma, sabe o intuye que la palabra es la sabiduría del
novelista, del escritor, del poeta. Sin este saber y conocer, no hay novela ni
poema”. Además, agrega el premio Nobel guatemalteco que “Las Lanzas Coloradas” es “una novela con claves para la
interpretación de nuestra realidad americana”.
En ese mismo sentido, el profesor de la Universidad Simón
Bolívar de Caracas, Guillermo Servando Pérez, manifiesta:
Arturo Uslar Pietri se
propone y consigue, en “Las lanzas coloradas”, no tanto subrayar los aspectos
épicos de la guerra, sino descubrir, en sus mecanismos interiores, los gérmenes
de la actual Latinoamérica, desunida y a merced de los intereses
colonialistas…Con una escritura tersa y desprovista de todo amaneramiento, Uslar
Pietri quiere sentar las bases de una historiografía desprovista de las rémoras
del colonialismo cultural y del engolamiento patriotero.
Sin lugar a duda Las
lanzas coloradas es una novela de muchos esplendores literarios, elogiada
por la crítica más exigente. La novela trata de la guerra, pero la idea de Arturo
Uslar Pietri no es mostrar la guerra de independencia con la frialdad de la
historiografía tradicional, sino resaltar el fulgor de una epopeya para mostrar
el sinsentido de la guerra. Esta idea es matizada con el humor y la risa,
elementos que forman parte del ambiente carnavalesco de la obra, donde las jerarquías
se subvierten para representar el destronamiento del amo y la entronización del
esclavo.
EL CARNAVAL EN “LAS LANZAS COLORADAS”
La
carnavalización está presente por doquier en muchas situaciones de Las lanzas coloradas. Una de esas
situaciones de carnaval se muestra claramente en el capítulo 8 cuando Fernando
Fonta, Bernardo y el capitán inglés (“Musiú”) llegan a un pueblo chiquito
llamado Magdaleno y luego ranchan en una pulpería, donde los zambos, los
mulatos y algunos blancos (“No había negros puros”) disfrutaban bebiendo
aguardiente, riendo a carcajadas en medio de las burlas, los chistes y el buen
humor en general. En esa pulpería la risa y el lenguaje (utilizado con
propósitos crípticos) se muestran como categorías típicas de lo carnavalesco.
El capítulo 7 también está carnavaleado. Todos sabemos que en
el carnaval el mundo se trastrueca. Pues bien, en este capítulo el orden social
jerárquico se invierte y al mismo tiempo se profana lo sagrado. Presentación
Campos, el mayordomo, ordena a los esclavos quemar “El Altar” (símbolo de lo
sagrado) y viola a Inés, la hermana de Fernando Fonta, el amo de la finca “El
Altar”. En otras palabras, “El Altar” fue profanado de forma inmisericorde. Y
para colmo de la carnavalización, Presentación Campos le dice al negro
Natividad: “Ahora estamos arriba, Natividad. Los de abajo, que se acomoden”.
En esta situación se siente una tonalidad triunfante de lo popular, como se
deja ver en una fiesta nocturna en medio de la plaza pública para celebrar el
triunfo sobre un pueblo “desarmado y con bastantes cosas” para saquear.
Lo sagrado también es profanado en el capítulo 10, cuando
Boves, con siete mil lanceros, se toma una iglesia llena de gentes que oraban y
convierte el edificio religioso en un bar donde celebra una fiesta con
guitarras y tambor, obligando a los parroquianos a bailar. “El cura, que estaba escondido en el
confesionario, fue sacado a la fuerza… Y a golpes la sotana comenzó a inflarse
entre los bailarines. Grandes risas bárbaras celebraban el espectáculo”.
En fin, analizar la
novela (cualquier novela) a través del prisma del carnaval, o de cualquier otra
teoría, es un buen ejercicio en aras de romper los esquemas medievales de la
educación repetitiva, que colma su aspiración transmitiendo resúmenes, con el
fin de desconocer las múltiples perspectivas y los distintos saberes que
confluyen en una obra literaria, método intonso que a nivel general de la
educación ha servido para condenar a las
grandes masas a vivir en la “minoría de edad”, convirtiéndolas en un rebaño,
para que los mandamases de todos los tiempos las manejen a su antojo. Lo
importante entonces es superar a ese lector empírico y empezar la aventura
hacia un lector ideal. Es decir, un lector emancipado que aprenda a caminar
solito y no se conforme con engullir y repetir argumentos o resúmenes inculcados
“por algunos de los tutores incapaces por completo de toda ilustración”,
sino que se acerque a la obra literaria para comprenderla en su dimensión
compleja con todos los elementos que la configuran, y contribuir así a la
construcción de conocimiento.
Hemos dicho que el escritor Arturo Uslar Pietri en Las lanzas coloradas busca mostrar el
sinsentido de la guerra; pero en este aspecto del sinsentido de la guerra el
carnaval tiene su derecho de ciudadanía, y tiene también el poder para
transformar las batallas en fiestas. Por eso, en un ambiente de libertad y de
fraternidad, Barranquilla le opuso a la Guerra de los Mil Días, una “Batalla de
flores” que ya se volvió emblemática para simbolizar la finalización de una
guerra fratricida y sin sentido, que destrozó a la República de Colombia.
Dicen que a la palabra literaria nadie puede sujetarla. Por
eso el escritor escribe una cosa y a partir de ahí el lector acucioso,
analítico y pensante puede interpretar otra. El acto de la lectura es entonces un
acto de libertad. En punto a lo anterior, con mi atuendo de “monocuco” (porque
soy carnavalero) llego al capítulo 4 de Las
lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri. Allí se recrea de manera
carnavalesca la sesión de una logia llamada “Los hijos de la libertad”.
Quienes sepan en que consiste el “reteje” para entrar a una
tenida, y vivir una iniciación, comprenderán de inmediato la parodia de Uslar
Pietri. Ya en la tenida de la Logia llamada “Los hijos de la libertad” (después
de intercambiar interrogantes y palabras de pase, necesarias para franquear el
pórtico del Templo), el presidente impone el silencio y ordena: “Ciudadano
secretario, comience la lectura de los Derechos del Hombre”.
“El llamado secretario extrajo de debajo de una piedra un
pequeño cuaderno que era un ejemplar de la traducción de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano, impresa clandestinamente por Nariño, en Bogotá”.
Terminada la lectura y cerrada la discusión, el presidente ordenó: “Ciudadano
Fonta, debajo del cajón en que usted está sentado hay un libro. Tenga la bondad
de dármelo”. El presidente de la logia toma el libro en sus manos. Estaba
amarillo y muy viejo de usado. Era el Contrato social de J. J Rousseau.
“El presidente impuso silencio y comenzó a traducir el francés con dificultad,
despacio: ‘El hombre es nacido libre, y por todo él está entre los hierros.’ “. He ahí una traducción bastante macarrónica. Una
traducción más cercana a lo que dijo Rousseau puede ser esta: “El hombre ha
nacido libre, y en todas partes está encadenado”.
En esta situación de la novela se puede apreciar que la
susodicha tenida muestra la diferencia entre la realidad y la ficción, al ser presentada
de manera burlesca para llamar a la risa como categoría de la carnavalización.
Por su parte, la cojera en la traducción de El contrato social no sólo
muestra la forma cómo un discurso se transforma en ficción, sino la implicación
que esa ficción tiene desde el punto de vista de las ideologías, porque (a mi
entender) se trata de quitarle importancia a la Ilustración y al libro
extranjero en el proceso de emancipación de las colonias americanas. Esta
ficción nos recuerda intertextual o complementariamente el pensamiento de José
Martí cuando el americanista, envuelto en su capa de batalla, decía: “Ni el
libro europeo ni el libro yankee daban la clave del enigma hispanoamericano”.
Y en otro artículo asevera con más contundencia: “La independencia de América
venía de un siglo atrás sangrando; ¡ni de Rousseau ni de Washington viene
nuestra América, sino de sí misma!”.
En fin, lo que dijo Uslar Pietri está ahí. Tal vez él tenía
en mente su propia intencionalidad, pero como lector de su obra puedo darle
significado; porque si a la palabra literaria nadie puede sujetarla, mucho
menos se podrá cortar la melena a la palabra centelleante, cargada de ideas y
de una profundidad carnavalesca,
como la palabra plasmada en la maravillosa obra Las lanzas coloradas.
JOSÉ MORALES MANCHEGO
(Artículo publicado en la revista "Campamento Escocista". Año 1 No. 1. Barranquilla, julio del 2024)