martes, 8 de abril de 2014

La realidad de los hechos derrota a los fantasmas




José Morales Manchego


Cuando se habla de la Sociedad Hermanos de la Caridad no es necesario llegar a deliquios intelectuales para saber que la idea inicial  de sus fundadores no sólo se ha mantenido a  lo largo de su historia, sino que se ha desarrollado proyectivamente en medio de los desafíos y las incertidumbres de la sociedad contemporánea.

De antemano es importante aclarar que la Sociedad Hermanos de la Caridad, a diferencia de otras empresas del sistema mercantilista, no se agota en el cálculo y la simple ganancia, sino que gran parte de su producción es empleada para fomentar la caridad y auxiliar a los más necesitados, con el ánimo de ser útiles a la asociación universal del género humano.

En ese sentido, los grandes espíritus fundadores de la altruista entidad, desde sus inicios en el siglo XIX, propendieron por la construcción de una Iglesia católica y propiciaron  la creación de un Hospital de Caridad y el Cementerio Universal, obras que se adelantaron con los auxilios de la Nación, el Estado de Bolívar, el municipio de Barranquilla, las donaciones voluntarias de sus miembros y el concurso de distinguidas personalidades de ese entonces.[1]

Así mismo, el 15 de octubre de 1870, por iniciativa del Hermano Eusebio de la Hoz, se creo El Misionero, periódico pequeño, tamaño un cuarto, de cuatro páginas, que circulaba quincenalmente, pero que sólo alcanzó a llegar al número  5, el cual salió el 15 de diciembre del mismo año de su nacimiento[2].

Después de largos años de congelamiento sobre los cristales de sus glorias, nos encontramos en la segunda época de la Sociedad Hermanos de la Caridad, que irrumpe en medio de un mercado mucho más competitivo, manteniendo el altruismo como principio fundamental. En estas circunstancias, vemos a la nueva generación de dirigentes de la noble Institución, realizando la reorganización de la misma, con una conciencia autorrenovadora, poniéndola a funcionar con sus propios esfuerzos, sin tener que recurrir a los auxilios oficiales. Estas nuevas generaciones han sabido desarrollar la constelación de sueños de los fundadores, manteniendo su libertad y su autonomía, para evitar que sea penetrada por intereses mezquinos y heterónomos, que le impidan el libre desarrollo de su naturaleza.

En los últimos 20 años, también se han realizado obras de interés material,  como la Funeraria Universal y el Horno Crematorio, lo mismo que obras de implicaciones intelectuales, como la donación de becas a niños pobres de preescolar y a estudiantes de bachillerato y Universidad. Dentro de esa pretensión de educabilidad se creó el Liceo del Norte de Colombia, colegio gratuito para la infancia, que estaba ubicado en la comuna suroccidental de Barranquilla. En 1992, la sociedad barranquillera presenció la refundación de El Misionero, ahora en formato de revista, la cual ha llegado al número 72.  El 15 de julio de 1999, en  medio de un arsenal de intencionalidades educativas, siendo presidente de la Sociedad Hermanos de la Caridad el ilustre médico ginecobstetra Leonello Marthe Zapata, se inauguró oficialmente la Biblioteca Pública julio Hoenigsberg.  Esta Biblioteca tiene como objetivos: prestar apoyo a la educación, fomentar la lectura, la investigación, la recreación, proporcionar información, distribuir en forma gratuita las publicaciones de la Sociedad Hermanos de la Caridad. En fin promover la cultura en sus distintas manifestaciones.

Hoy nos complace presentar el No. 72 de El Misionero, con la siguiente cascada de autores:


Ángela Marcela Morales, antropóloga de la Universidad de los Andes, en su artículo Miradas interdisciplinarias, plantea las incertidumbres de quienes hoy se arriesgan a navegar en el insondable mar de la información, en busca de la verdad como base de la vida material y espiritual. En ese contexto, el camino a seguir es la interdisciplina, enfatizando en la capacidad humana de amar y de soñar en este mundo globalizado, donde los objetos tienen tonos multiculturales y variopintos.

Betty Córdoba Arrieta, en Teorías del diseño curricular, se refiere a las propuestas que se están discutiendo en los foros internacionales sobre la problemática de la educación en América Latina. En su artículo analiza las tendencias curriculares en el marco de la globalización, matizadas por el humanismo y la ética de la comprensión.

Jorge Álvarez Hernández, con su artículo titulado Carlos Marx y el objeto de la Filosofía como conciencia histórica, nos evoca la doctrina de ese pensador del siglo XIX, que le dio sentido a la crítica y a la rebeldía en el ámbito social. Fue tal la fuerza de su ideología,  que cuando ésta se prendió en las masas, produjo las grandes revoluciones sociales de la Historia Contemporánea.


Carlos Perdomo Cueter, en su artículo sobre Francisco Miranda, considera que el precursor de la independencia hispanoamericana, fue el primero que universalizó los conflictos coloniales del Nuevo Mundo.

Por su parte, en su artículo El pensamiento de Miranda y el mundo de hoy, Asdrubal Díaz, un economista fungiendo como historiador, busca proyectar la Historia más allá de sus límites tradicionales.

Rafael Fulleda Henríquez, médico pediatra, escribe Mis vivencias sobre el río Magdalena, artículo en el cual nos lleva a una maravillosa aventura, matizada con ribetes autobiográficos, como destellos históricos, que nos permiten pensar en esa historia dormida que se encuentra latiendo en su memoria.

José Gabriel Coley, filosofo y escritor, en su artículo titulado Julio Enrique Blanco y la Universidad del Atlántico, nos muestra el rango intelectual y creativo de este personaje, al que fue dedicado el X Gran Recital “Arte in Memóriam Día de los Difuntos”, realizado el 8 de noviembre de 2013 en el Cementerio Universal, donde  el fundador de nuestra Alma Mater, duerme tranquilo bajo el cielo estrellado de Barranquilla.

Ángel Otazua Pacheco, con un enfoque microhistórico que se inscribe dentro de la Nueva Historia, nos entrega un artículo titulado El teatro Apolo de Barranquilla, en el cual destaca actores sociales poco conocidos y olvidados, como el doctor Alberto Reinel Osorio, nacido en Soledad y gestor de este proyecto sociocultural, tan significativo para la ciudad de Barranquilla.

David De Aguas Urrego nos brinda una reseña sobre la película “Los olvidados”, una historia trágica y realista sobre la vida de los niños en los barrios marginales de la ciudad de México.  Es la tragedia de la infancia, de los mendigos, de los niños abandonados, los horrores de la promiscuidad sexual, la miseria. Es el drama humano de dolor y lagrimas en que se debaten los olvidados de siempre. Es decir, aquellos que esperan las hondas transformaciones sociales para que les den lo que en justicia les corresponde. Pero mientras llegan las soluciones, la gran catarsis está en el arte y la literatura.

En ese sentido, esta nueva edición de El Misionero cuenta con un ramillete de temas literarios firmados por escritores e investigadores de enaltecedoras referencias, que  hacen un valioso aporte a la cultura letrada y al desarrollo del pensamiento crítico. Ellos son: Rosa Peñaranda, Alberto Contreras, Orlando Logreira, Edgardo Ponce Sandoval, Mayra Mola, Gustavo Taboada y Betty Fulleda, quien nos presenta una reseña de las actividades culturales de la Biblioteca Pública Julio Hoenigsberg realizadas en el año 2013, en la cual se incluye un resumen de las tertulias del grupo Episteme, que abre un espacio semanal en la Sede Cultural José “Pepe” Stevenson Collante para el discurrir intelectual en Barranquilla.

El Rincón Poético, bajo el enfoque periodístico de Betty Fulleda Fandiño, está dedicado a Cristo García Tapias,  un escritor que juega con las palabras para darles música y convertir el dolor en versos. La lírica de Cristo García, en toda la gama de su expresividad, nos lleva al roce con la naturaleza y nos da la sensación de su infinito. Es una poesía cargada de pasión bucólica, de filosofía, de música, de ternura y de las fantasías eróticas subyacentes, necesarias para aliviar el desgarro de una sociedad que se debate entre el horror y el desamparo.


Finalmente, a nombre de la Sociedad Hermanos de la Caridad y de su revista El Misionero, me permito decirles que desde ya y para siempre, recibiremos con beneplácito los juicios que el soberano tribunal de la crítica nos endilgue. Eso si, desde las diáfanas trincheras de la legalidad, sin parar mientes en los fantasmas que expelen un siniestro fuego fatuo desde los abrevaderos oscuros de la clandestinidad.


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[1] Para ampliar esta idea, léase: Stevenson Samper. Barranquilla y el legado del padre Carlos Valiente. Universidad del Norte. Barranquilla, 2013. 130 pp.
2 Véase: Marte Zapata, Leonello. Historia de la Sociedad Hermanos de la Caridad.

 (Editorial de El Misionero No. 72. Barranquilla, Colombia, marzo de 2014)





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