domingo, 22 de noviembre de 2009

DEL SALVAJISMO A LA PAZ PERPETUA



JOSÉ MORALES MANCHEGO



Cuando los hechos del presente nos conturban es necesario buscar luces de esperanza en el pasado, pa­ra orientarnos en el camino hacia el porvenir. Partiendo de ese juicio es oportuno escudriñar las ideas de Emmanuel Kant, expuestas en varios de sus trabajos, que lo llevaron a vis­lumbrar un mundo en armonía, en el cual reinará la igualdad y el puro goce de una vida soñadora, agrada­ble, juguetona y fraternal. Veamos, según su apreciación filosófica, ese trasegar del estado de incultura a la paz perpetua.

En su ensayo Comienzo Verosímil de la Historia Humana, Kant nos habla de la primitiva historia de la humanidad. Parte de una pareja -hombre y mujer- para que se acoplen y se propague la especie. Según el filó­sofo "tal pareja debe ser única, a fin de que no surja en seguida la guerra entre hombres próximos entre sí y extraños los unos a los otros…”(1). Al ­principio, solamente el instinto guiaba al hombre; pero pronto comenzó a despertarse en él la razón. ­En ese proceso fue descubriendo un ­mundo de sorpresas y maravillas. ­Por ejemplo, encontró que usando la imaginación podía aumentar la ­frecuencia y la duración del acto sexual, que en los demás animales ­aparece como un impulso pasajero ­y periódico. Ahora bien, como el impulso sexual se hizo más intenso y ­más permanente por la imaginación, ­al ser humano se le ocurrió cubrir sus órganos sexuales para moderar ­los ímpetus libidinosos. En este sentido, la famosa "hoja de parra fue producto de una exteriorización de la razón"(2).

El siguiente paso de la razón fue "la reflexiva expectación de lo futuro". El hombre ya podía imaginar y gozar en el ahora el tiempo por venir. Así mismo podía prever algo que también padecen los animales, aunque no tengan conciencia de ella: la muerte. Ante la realidad inexo­rable de la muerte al hombre le que­daba un consuelo: vivir en la poste­ridad. De ahí en adelante fue confi­gurando la vida de ultratumba, el más allá y la búsqueda de la fama y la gloria como aspiración a la inmortalidad.

El último paso de la razón llevó al hombre a comprender que la natura­leza era para su servicio. En ese mo­mento histórico el hombre comenzó a ver a los animales como instrumen­tos para su disposición; sin embargo, a su semejante lo consideraba como asociado para compartir los dones que la naturaleza les brindaba. Con este paso se completa el tránsito de la pura criatura animal a la huma­nidad, o sea el dominio del instinto por la razón, la cual no tendrá límites en sus proyectos y en sus realiza­ciones. En el relato bíblico este hecho está representado por la salida del hombre del paraíso terrenal, alegoría que condensa el paso de la recolec­ción de frutos a la agricultura y a la domesticación de animales. Es decir, la nostalgia del paraíso perdido se debe a la transición de una vida de ocio y tranquilidad a otra de duro trabajo, desigualdad y discordia. En este nuevo contexto, la muerte de Abel (pastor) por su hermano Caín (labrador) expresa las contradiccio­nes entre la agricultura y la ganade­ría, y el triunfo de la primera sobre la segunda, en lo que se llama la Re­volución Neolítica. Ante las nuevas circunstancias, surge la necesidad de establecer disposiciones civiles y de justicia pública para que el Dere­cho le brinde al homo sapiens la protección y la seguridad, como prefigu­ración de su reunión en sociedad.

La Sociedad Civil.

Para que el hombre pueda mante­nerse en sociedad, es indispensable una Constitución civil verdaderamente justa, que le permita vivir en armonía dentro de los límites de su propio Estado. Pero el equilibrio in­terno de un Estado depende a su vez de la relación legal con los otros Es­tados. Por eso, en su trabajo Idea de una Historia Universal desde el Punto de Vista Cosmopolita, Kant plantea que "el magno problema de la espe­cie humana, a cuya solución la natu­raleza constriñe al hombre es el del establecimiento de una sociedad ci­vil que administre el derecho de modo universal"(3). Para el filósofo de Koninsgberg este problema es el más difícil y será el último que la es­pecie humana resolverá.

En esa sociedad civil, la libertad debe estar garantizada por la solu­ción, a su turno, del problema de la relación exterior entre los Estados, lo que Kant va a llamar Sociedad Cosmopolita.

La Sociedad Cosmopolita.

Así como el antagonismo entre los hombres los lleva a tener que obedecer a una voluntad valedera para todos, la incompatibilidad de las grandes sociedades y cuerpos estatales llevará a la humanidad a "entrar en una liga de pueblos en la que cada Estado, aún el más peque­ño, pueda esperar seguridad y dere­cho, no debido al propio poder o a la propia estimación jurídica, sino, úni­camente, a esa liga de naciones (Foe­dus Amphityonum), es decir, a este poder unido y a la decisión, según leyes, de la voluntad solidaria"(4). Podemos decir, que en la misma for­ma por la cual se llega en un Estado a la Sociedad Civil, así también los diversos Estados llegarán a una situación de equilibrio al crearse un Estado Civil Mundial o Cosmopolita, "basado en la igualdad de las mutuas acciones y reacciones, para que no se destruyan unos a otros"(5). De esta manera, cada Estado tendrá su Constitución interna y así mismo habrá una Constitución Cosmopo­lita, "pues tal es la única condición por la cual la naturaleza puede de­sarrollar todas las disposiciones de la humanidad de un modo acaba­do"(6).

La Paz Perpetua.

Una de las preocupaciones que a través de los siglos ha tenido la humanidad es la de alcanzar algún día el dulce sueño de la paz. Sobre ese problema se manifestó Kant en su trabajo titulado La Paz perpetua.

Para Kant "la paz entre los hom­bres que viven juntos no es un estado de naturaleza; el estado de naturaleza es más bien la guerra, es decir, un estado en donde, aunque las hos­tilidades no hayan sido rotas, existe la constante amenaza de romperlas. Por tanto, la paz es algo que debe ser 'instaurado'; pues abstenerse de romper las hostilidades no basta pa­ra asegurar la paz"(7).

Kant hace una clara distinción entre lo que es la paz verdadera y lo que es un simple armisticio. Cuando se realizan tratados de paz, pero se mantiene la reserva mental de ciertos motivos capaces de provocar en el futuro otra guerra, no estamos ante un tratado de paz, sino frente a un armisticio, o sea, suspensión tem­poral de las hostilidades. La paz en cambio "aniquila y borra por com­pleto las causas existentes de futura guerra"(8). Por eso, la paz es perpetua y "añadirle el epíteto de 'perpetua' sería ya un sospechoso pleonasmo"(9).

Tal estado de paz perpetua podrá alcanzarse con la Federación de Estados Libres o Sociedad Cosmopolita, en la cual todo Estado afir­mará su propia seguridad, necesi­tando de los demás para que entren a formar con él una especie de Cons­titución política, que garantice el derecho de cada uno. Esa Constitu­ción será la republicana, la más fa­vorable para conseguir la paz, como lo asegura Kant cuando dice: "La Constitución republicana, además de la pureza de su origen, que brota de la clara fuente del derecho, tiene la ventaja de ser la más propicia para llegar al anhelado fin: la paz perpetua"(10).

Surge una pregunta inevitable: ¿Cuáles son las condiciones especí­ficas para lograr esa paz perpetua?
Según Kant esas condiciones son las siguientes:(11)
1. "Ningún Estado independiente -pequeño o grande, lo mismo da- podrá ser adquirido por otro Estado mediante herencia, cam­bio, compra o donación".
2. "Los Ejércitos permanentes -mi­les perpetus- deben desaparecer por completo con el tiempo".
3. "No debe el Estado contraer deu­das que tengan por objeto soste­ner su política exterior".
4. "Ningún Estado debe inmis­cuirse por la fuerza en la Consti­tución y el gobierno de otro Es­tado".
5. Por último, cuando se está en plan de conseguir la paz, las par­tes contrincantes no deben usar estratagemas deshonrosas, ni hostigamientos que imposibiliten llegar a la paz. Sobre ese particu­lar nos ilustra Kant con las si­guientes palabras: "Ningún Esta­do que esté en guerra con otro debe permitirse el uso de hostili­dades que imposibiliten la recí­proca confianza en la paz futura; tales son, por ejemplo, el empleo en el Estado enemigo de asesinos (perssusores), envenenadores (venefeci), el quebrantamiento de capitulaciones, la excitación a la traición, etc".

Kant, a pesar de dar pautas para conseguir la paz, considera que la guerra no es completamente estéril. Según su opinión, los mayores males que oprimen a los pueblos civiliza­dos derivan de la guerra; pero la guerra también ha estimulado a los hombres a esfuerzos y descubri­mientos, que de otro modo no ha­brían hecho, y así contribuye al de­signio de la Naturaleza. Por eso "en el grado de cultura en que todavía se halla el género humano, la guerra es ­un medio inevitable para extender ­la civilización, y solo después de que la cultura se haya cumplido (Dios sabe cuando) nos será saluda­ble una paz perpetua, y se tornará posible(12)". Sin embargo, cuando se haya pasado de la sociedad nacional ­a la sociedad cosmopolita, es decir, ­cuando se haya establecido la autoridad internacional y llegue la paz perpetua, Kant no piensa que la naciones dejarán de emularse pacíficamente, porque de otro modo, "las ­potencias de la raza humana se adormecerían". He aquí una esperanza; he ahí el porvenir de una ilusión.


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1 Kant, Immanuel. Filosofía de la Historia. Ed. Nova. Buenos Aires, 1964. P. 118.
2 Idem. p. 122.
3. Idem. 46
4. Idem. pp. 48 y 49.
5 Idem. p. 51
6 ldem. p. 52.
7 Kant, Immanuel. Lo bello y lo sublime - La paz perpetua. Colección Austral. Cuarta Edición, 1964. p. 101.
8 Idem.. p. 91.
9 Ibid.
10 Idem. p. 103.
11 Idem. pp. 92-96
12 Kant Immanuel. Filosofía de la historia. ob.Cit. ­p. 113.

jueves, 19 de noviembre de 2009

IGLESIA Y MASONERÍA EN LA COSTA CARIBE COLOMBIANA


(Segunda mitad del siglo XIX)

JOSÉ MORALES MANCHEGO

Posición de la Iglesia frente a la Masonería

El secreto Masónico, el librepensamiento y la tole­rancia son los factores que determinan la reacción de la Iglesia contra la Masonería. Es sabido que a comienzos del siglo XVIII había en Europa, y especialmente en In­glaterra, una confusión religiosa en la cual deístas, teís­tas, puristas, protestantes y anglicanos se atacaban fu­riosamente. Pero lo más asombroso de dicho fenóme­no está en que militantes de esas mismas corrientes de pensamiento, trabajaban en las Logias, en el mayor sigi­lo, exaltando la razón en un ambiente de paz y de tole­rancia que irritaba a la Curia Romana, como lo afirma el Masón Ramón Martínez Zaldúa[1]. Al parecer, los altos dignatarios de la Iglesia creían que esa paz era produc­to de algún encantamiento, o de una obligación secreta contenida en el juramento. De ahí surgió la Bula In Emi­nenti Apostolatus[2] del pontífice Clemente XII, promulga­da en 1738, contra la Masonería.

En realidad fueron varios los Papas que lanzaron sus imprecaciones contra la Masonería. Al mismo tiempo, prohibieron a los católicos toda participación en esa fra­ternidad, condenando con excomunión a todo aquel que la ayudara o simpatizara con sus ideas. Pero de todos los Papas, el más tenaz y el que más condenaciones lanzó contra los Masones fue Pío IX, quien ciñó la tiara durante 32 años, excomulgó varias veces a la Masone­ría y en 1870 proclamó el dogma de la infalibilidad del Papa. Pio IX llegó a llamar a la Masonería "maldita secta de abominable perdición". Por su parte, León XIII en su Encíclica Humanum Genus estigmatizó a la Masonería y la llamó "obra del diablo" y "peste impura". Se desta­can las actitudes y los procederes de estos dos pontífi­ces, porque a través de ellos la Iglesia va a jugar papel importante en los acontecimientos de la segunda mitad del siglo XIX, tanto en la arena internacional, como en la de nuestro país. Así por ejemplo, las manifestaciones de Pío IX ocasionaron por primera vez grandes protes­tas por parte de las Potencias Masónicas del mundo y por librepensadores que no necesariamente eran Maso­nes. En cuanto a León XIII, tenemos que este Papa bus­caba acomodar una Iglesia con ideología feudal a las condiciones ineludibles del capitalismo al que tanto se había opuesto esa misma Iglesia. En esa política se ins­pira en Colombia la Regeneración, que defiende la es­trategia de la Iglesia Católica y de los terratenientes, ajus­tando un régimen autocrático a las condiciones de fina­les del siglo XIX.

La Masonería mundial frente a Pío IX

Cuando Pio IX condenó a la Francmasonería, el Ma­són italiano Guiseppe Manzini decía lo siguiente refirién­dose al Papa: "...Vuestra Iglesia no reúne sino una frac­ción de hombres y disminuye cada vez más. Vuestra autoridad no dirige, no regenera, no reanima la vida des­de seis siglos acá"[3]. Así mismo, la Masonería cubana se refiere al Papa llamándolo en forma sardónica: "el italia­no Mastai Ferretti, conocido también con el sobrenom­bre de Pío IX"[4]. Esa misma protesta cubana sostiene que Mastai Ferretti como intérprete de Jesús ha errado mu­chas veces y por tanto hay que impugnarlo y sostener la verdad aún a riesgo de la violencia y persecución con que pueda afligirnos.

Por su parte los Masones venezolanos, cuando en 1865 conocieron la Bula de Pío IX, manifestaron que esos anatemas se habían repetido infinidad de veces, produ­ciendo tan pocos efectos, que no habría necesidad de que los altos cuerpos Masónicos se ocupasen de ellos. Además, la Corte romana sabe que sus propias asercio­nes son totalmente falsas[5].

Puede observarse, en esas manifestaciones de la Masonería mundial, una verdadera protesta y una cierta irreverencia frente al Papa. En cambio, los Masones de la Costa Atlántica Colombiana, adoptaron una posición conciliadora ante la Iglesia Católica.

La Masonería Costeña frente a Pío IX

En la segunda mitad del siglo XIX observamos que los Masones costeños se caracterizan por ser católicos y respetuosos del clero. Caso contrario al de los Maso­nes de las Logias de Bogotá, declarados anticlericales, que no les afligía nada de cuanto decretaban los pontífi­ces romanos contra la Masonería. Las Logias de Bogotá estaban integradas principalmente por dirigentes radi­cales del liberalismo, que cerraban filas dentro del denominado grupo de los Gólgotas, conocidos como anticleri­cales. Por eso miraron con extrañeza el ingreso de dos presbíteros a la Logia Estrella del Tequendama No. 11 de Bogotá, entonces bajo la jurisdicción del Supremo Consejo Neogranadino de Cartagena. Esos presbíteros fueron: Manuel María Alaix y Antonio María Amézquita. En cambio a la Logia Hospitalidad Granadina No. 1 de Cartagena pertenecieron los siguientes presbíteros: José Manuel de Vivero, Juan Francisco de Hurtado, Manuel José de Lamadrid, Francisco Fortich, José Inés Ruiz, Rafael Ruiz, Pedro Marcelino Sierra y García, Manuel Eusebio Flórez i Rei, Juan Francisco Zapatero, José Dionisio Romero y José María Lugo. Por su parte, la Logia Amistad Unida No. 8 de Santa Marta tuvo en su Cuadro a los presbíteros Juan Crisóstomo Pereira, Ramón González y Calixto de J. Gómez, en tanto que la Logia Filantropía Riohachera N° 4 de Riohacha, Guajira, con­taba entre sus miembros al presbítero José Antonio Cue­llo[6].

Para los miembros del Supremo Consejo Neograna­dino no había incompatibilidad alguna entre los princi­pios Masónicos y las bases de la religión Católica. Creían y practicaban de buena fe los preceptos de la Iglesia Romana y recibían complacientes a los miembros del clero que tocaban a las puertas de la Masonería. En ese sentido, encontramos que las Logias de la Costa están penetradas por el clero, hecho que en gran parte favore­cía el prestigio de las Logias y hacía que cesaran los malos pensamientos que sobre la Masonería se habían formado en el mundo profano. Pero como muchos Masones eran católicos y para colmo, sacerdotes, incitaban al Supremo Consejo Neo­granadino con sede en Cartagena para que de manera reverente buscara la forma de aclarar al Papa Pío IX, que la Masonería no afectaba en nada a la doctrina Ca­tólica Apostólica y Romana.

Es notable en los Masones de la Costa el espíritu religioso. Un ejemplo de esa amalgama entre la Iglesia Católica y la Masonería en la Costa, es el hecho sucedi­do el 7 de enero de 1904 en Barranquilla, cuando esta ciudad se conmueve ante la muerte de don Domingo González Rubio, quien era devoto católico y fervoroso Francmasón. En esas condiciones, tanto la Iglesia Cató­lica, como la Logia a la cual pertenecía el difunto, se disputaban el honor de testimoniarle su aprecio, rindién­dole el homenaje póstumo. Entonces, primero la Iglesia le hizo sus ceremonias de rigor, y cuando el cura se ha­bía ido del camposanto, los Masones sacaron la caja mortuoria de la bóveda y le hicieron la tenida fúnebre[7].

Indudablemente se conocen algunas actitudes anti­clericales de Masones en la Costa, pero esas actitudes no son a nombre de la Masonería, sino más bien aca­tando órdenes del gobierno nacional, como es el caso del presidente del Estado Soberano de Bolívar, aboga­do y General Antonio González Carazo (Masón), quien expidió un decreto el 2 de diciembre de 1868, por medio del cual, por segunda vez, ordenaba la expulsión del Obispo de Cartagena, Monseñor Bernardino Medina y Moreno, del territorio de la República, dando fiel cumplimiento a las instruc­ciones del presidente Mosquera, por negarse el prelado a prestar el juramento exigido por la ley de mayo de 1864, sobre Inspección de Cultos. Bernardino Medina tuvo que salir del país rumbo a Puerto Rico[8].

Casos como el de la expulsión de Bernardino Medina no desdicen del espíritu clerical de los Masones coste­ños, porque al interior de las Logias lo que ha venido sucediendo es otra cosa. Por eso vemos que si la pro­testa de los Masones del mundo es irreverente con el Papa y despectiva en cierto grado, la posición de la Ma­sonería de la Costa Norte de Colombia es conciliadora y no le da ningún calificativo al Papa distinto al de "Santo Padre".

Cuando la Masonería Universal está protestando por las excomuniones y maldiciones de Pío IX, las Logias de la Costa resuelven enviar a Roma un plenipotenciario para que llegase hasta la sede del Papa y sometiera a su consideración la Constitución y los Estatutos de la Masonería y su santidad se diera cuenta de que las Órde­nes regidas por esa Constitución yesos Estatutos no estaban comprendidas en las sociedades secretas con­denadas por él. Esta resolución la tomaron los Masones costeños considerando que la mayoría de los Masones de los Estados Unidos de Colombia profesaban la reli­gión Católica y que en ningún momento se les debía considerar fuera de los dogmas de su religión[9].

La Masonería costeña aprovecha entonces el viaje que tenia para Paris el Soberano Gran Comendador Francisco de Zubiría, grado 33, y le da todos los pode­res para interceder ante el Papa a nombre de la Her­mandad, porque ellos que se consideraban muy católi­cos, buenos ciudadanos, excelentes padres de familia y ejemplares miembros de la sociedad, estaban profundamente impresionados por las excomuniones de Pío IX contra la Masonería. Los Masones costeños anhelaban un entendimiento con el Papa para que levantara las excomuniones que pesaban sobre la Masonería Univer­sal. Tal actitud se convirtió en una obsesión para los Masones cartageneros, constituyéndose en caso único en la historia de la Masonería, porque el resto de la Her­mandad, incluyendo al grupo Masónico de Bogotá, ja­más se preocupó en esa forma obsesiva por lo que los Papas pudieran decir o pensar en contra de la Masone­ría en general.

De acuerdo con los plenos poderes de que fue in­vestido Francisco de Zubiría, para gestionar ante el Sumo Pontífice Pío IX la derogatoria de Bulas y anatemas con­tra la Masonería, justo es hacer mención de la comuni­cación que le envió el Supremo Consejo Neogranadino de Cartagena con instrucciones para cumplir con su car­go de enviado plenipotenciario ante la Santa Sede. En esa comunicación se dice que la Masonería no es otra cosa que una asociación eminentemente cristiana, y se autoriza a Francisco de Zubiría para dar cuantas expli­caciones se le exijan, aunque se refieran a los usos, cos­tumbres y prácticas de los Masones. En cuanto a los secretos Masónicos dice la comunicación, que no es líci­to revelarlos, pero la Gran Maestría opina que no hay inconveniente en dar una idea de la naturaleza de esos misterios[10].

Al llegar a París Francisco de Zubiría se entrevistó con el Gran Maestro de la Masonería de Francia, gene­ral Mellinet y con el Soberano Gran Comendador del Su­premo Consejo del Grado 33 para Francia, el Masón Adolphe Cremieux. Zubiría les comunicó sus proyectos, que fueron rechazados y desaprobados por utópicos e inconvenientes desde todo punto de vista para la Maso­nería, y como Francia era la Potencia Masónica que mar­caba la pauta a la Masonería europea y latinoamerica­na, las gestiones encomendadas a Francisco de Zubiría ante el Vaticano se fueron al suelo y los Masones católi­cos de Cartagena sufrieron un desengaño en sus sentimientos religiosos. Sin embargo, a pesar de esa desilu­sión, los Masones costeños siguieron obstinados en su empeño, y el 31 de julio de 1871 su porfiado espíritu reli­gioso los llevó a enviarle al Papa que más excomunio­nes había lanzado contra la Masonería, una carta firma­da exclusivamente por los miembros de las Logias de Cartagena, tanto liberales como conservadores, los dos partidos que para la época se batían en contradicciones antagónicas. En dicha carta los Masones cartageneros lanzan lamentos de un dolor profundo y reiteran su vo­cación de católicos verdaderos, humildes y obedientes a las decisiones pontificias. Es importante recordar que mientras la Masonería mundial no miraba con buenos ojos la infalibilidad del Papa, otra cosa estaban pensan­do los Masones cartageneros, como lo manifiestan en su carta al Pontífice, cuando dicen: "El representante so­bre la tierra de la divina Víctima del Calvario, el sabio e inmortal Pío IX, Jefe Supremo de los Obispos, el Siervo de los siervos del dios de las Alturas, a quien un Concilio de todos los Prelados acaba de declarar infalible en sus decretos, no puede equivocarse cometiendo una injusti­cia contra aquellos de sus hijos que le protestan su inocencia"[11]. En la misma carta decían los Masones de Cartagena, que ni una sola vez habían maquinado con­tra "nuestra Iglesia", ni contra las Potestades legitimas de la República. Este punto es interesante porque con­densa la actitud de los Masones costeños, no sólo frente a los gobiernos Radicales, sino también frente al gobier­no autoritario de Rafael Núñez, como se demuestra en el trabajo La Masonería Durante el Régímen Político de la Regeneración[12].

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[1] Martínez Zaldúa, Ramón. ¿Qué es la Masonería? Costa-Amic Editores. México, 2000. p. 38.
2 Léase la Bula In Eminenti Apostolatus. En: Frau Abrines, Lorenzo. Diccionarío Enciclopédico de la Masonería. Méxi­co. S.f. pp. 81-82.
3 Hoenigsberg, Julio. Influencia Revolucionaria de la Maso­nería en Europa y América. Ed. A.B.C. p.187.
4 Carnicelli, Américo. Historia de la Masonería Colombiana. "' Ed. Artes Gráficas, 1975, Tomo 1. p. 429.
5 Hoenigsberg, Julio. Op. Cit. p. 152.
6 Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. pp. 86-88.
7 Hoenigsberg, Julio. Op. Cit. pp. 248.
8 Carnicelli, Américo. Op. Cil. Tomo 11. p. 111.
9 Decreto del Serenísimo Gran Senado Masónico Neogra­nadino. Or:. de Cartagena, 20 de febrero de 1869. En: Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. p. 459.
10 Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. p. 467.
11 Carta enviada por los Masones de Cartagena, fechada el 31 de julio de 1871. En: Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. p. 471.
12 Morales Manchego, José. La Masonería durante el Régi­men Político de la Regeneración. En: Plancha Masónica. Año 5 No. 20. Barranquilla, septiembre del año 2004. pp. 11-13.

domingo, 15 de noviembre de 2009

MASONERÍA Y JUVENTUD

"Los que tienen concepciones progresistas no tienen edad cronológica" (José Stevenson Collante)

JOSÉ MORALES MANCHEGO

En la sociedad no Masónica, la juventud se ha carac­terizado por tratar de ser diferente y entrar en contradic­ción con la generación anterior. En esa misma sociedad el adulto mayor no puede competir con la velocidad y el frenesí de las personas de poca o mediana edad. Por eso cuando un joven quiere avanzar, e interroga a su preceptor, no es raro que éste lo detenga aconsejándole: "No vayas tan acelerado. Eso lo aprenderás en los años venideros". Y la verdad es que el muchacho no está cometiendo ningún desafuero, sino que ha dejado a su conductor en situación embarazosa. En el seno de la Masonería el fenómeno es distinto. Aquí no hay contradicciones entre nuevas y viejas gene­raciones. En la Masonería la contradicción fundamental está representada por un " ... choque de armas, con lo que hemos querido simbolizar la lucha encarnizada que tiene que sostener el hombre digno y amante del derecho, en pro de la virtud y de la inocencia ultrajada; en apoyo de los ofendidos por la mentira, la calumnia o la injusticia; en resguardo de la propia o de la ajena honra; en defensa de la patria"(1). En otras palabras: para un verdadero Masón la contradicción fundamental no es con el otro Masón, sino de toda la Institución con la sociedad profana, como se le ha llamado en nuestro lenguaje ancestral.

Es de anotar que la palabra juventud ni siquiera aparece en los diccionarios más importantes de la Franc­masonería. No obstante, hoy el tema de la juventud está adquiriendo cada vez mayor importancia en los quehace­res Masónicos. La razón está en el relativo estancamiento del crecimiento cuantitativo de la Orden, lo que trae como consecuencia una Masonería que se debate en la angustia con una membresía que ha llegado con honores merecidos a la edad crepuscular. En esas circunstancias, la esperanza y la fe en la juventud han sido proclamadas por los últimos congresos y conferencias Masónicas, y por otros eventos de singular importancia. Pues bien, enhorabuena la Masonería nuestra co­mienza a enarbolar el fenómeno de la juventud y a tener fe en ella. Y en verdad, estamos ante un tema que nos lleva a levantar la mirada, tratando de escrutar los signos de los tiempos, sobre todo en una época que reclama ur­gentes y necesarias transformaciones políticas y sociales, en las cuales debemos participar. Para ello, la Masonería requiere líderes bien formados en los principios de la Orden con capacidad para realizar valiosas proyecciones sociales y políticas en la coyuntura actual donde escasean los temperamentos honorables e idealistas. Esto nos obliga a dar una mirada penetrante sobre el fenómeno de la juventud, la cual puede entenderse en forma cronológica o en forma psíquica. En el caso de la Masonería, esta Augusta Institución no puede conformarse con buscar una juventud cronológica. Nos interesa sobremanera la juventud psíquica. Es decir, la mentalidad juvenil. Esto significa que la Orden necesita gente con vigor, frescura y energía, independientemente de la edad vulgar. Para la Masonería, juventud es rebeldía, es vida intensa, es vitalidad, es ganas de vivir, es creatividad. En esta apre­ciación nos ayuda mucho la sentencia de Gabriel García Márquez cuando dice: "La edad no es la que uno tiene sino la que uno siente”(2). De esa manera, en los Talleres Masónicos brillan con luz propia ancianos con alma de fuego. En cambio, en los Cuadros Logiales podemos en­contrar "jóvenes" que no calientan ni su puesto en Logia. Para la Masonería, la diferencia entre juventud y vejez es la misma diferencia que hay entre el que piensa y el que vegeta. En ese sentido hay jóvenes que tienen una vejez prematura, porque sus sueños se encuentran abatidos.

Con ese marco conceptual es preciso decir que para llegar a la juventud y construir con solidez la Gran Obra, la Masonería debe tener pendientes tres cosas emana­das de la gerencia efectiva de las empresas florecientes: buena calidad de lo que se vende, buena presentación del vendedor, y saber escoger a sus clientes.

1. BUENA CALIDAD DE LO QUE SE VENDE

Al decir buena calidad de lo que se vende quiero referirme a lo que la Orden ha ofrecido a la sociedad profana a largo de su historia. Para ello es importante remontamos un tanto a los orígenes de la Masonería moderna, institución que surge en una época de entusiasmo intelectual, acompañado de verdadera pasión por aprender y comprender el mundo mediante el uso de la razón. Era una época que buscaba salir del oscuran­tismo y el dogmatismo medieval y la Masonería llevaba la antorcha.

La Masonería en sus albores significó un rompimiento juvenil con todo lo viejo de la sociedad feudal. En esa época se fue lanza en ristre contra el dogmatismo imperante. Por eso, frente a la filosofía de la Iglesia, expresada en el pensamiento de San Agustín: "Creo para comprender", la Masonería recogió el pensamiento de Abelardo, quien invirtió esa divisa y afirmó: "Comprendo para creer", lo cual significaba el despuntar de la edad de la razón. Por eso para la Masonería la Fe no es la del teólogo, que la pregona como fuente de conocimiento suprasensible, sino la Fe de la Edad de la Razón, consistente en la certeza de lo que se espera. De ahí que la Fe de la Masonería está "en la verdad que proclamamos"(3).

Pero la Masonería no sólo blandió sus espadas reful­gentes contra el dogmatismo. La Masonería también com­batió el autoritarismo vigente en aquellos tiempos aciagos, en los cuales los Masones acostumbraban finalizar sus tenidas con el siguiente juramento: "Juro guerra eterna contra los tiranos y la tiranía, y libertad para los pueblos"(4). En el Credo Masónico se insistía en el combate a los ti­ranos y para el pueblo esclavizado se auguraba un bello porvenir(5). Con esa vitalidad, la Masonería, en muchas coyunturas históricas, buscó la transformación frente a la injusticia, y de hecho logró cambiar la organización de las estructuras obsoletas.

Puede decirse entonces, que en su discurrir a lo largo de la historia, la Masonería ha ofrecido a la humanidad su espíritu rebelde(6). Y si observamos con detenimiento, descubriremos que su acción ha estado dirigida contra aquellos grupos sociales culpables del desorden y la in­justicia social. Con un ambiente así, donde se generaban ideas signadas por el espíritu de renovación, la juventud no quería perder el derecho a tener un cupo entre los forjadores de la historia de la humanidad.

En ese ámbito floreció la Orden. En cambio, comenzó a perder la densidad de su población cuando dejó de ser rebelde en medio de tejidos sociales desgastados. Desde ese momento empezó a menguar su poder de arrastre, necesitando hoy, con urgencia, volver a la novedad virginal de su llamado.

2. BUENA PRESENTACIÓN DEL VENDEDOR

La Masonería necesita volver a ser atractiva. En ese sentido, es necesaria la buena presentación del vendedor. El Masón ha de ser eternamente joven. Por eso entre sus atributos está el de ser cortés. Al respecto, la Gran Logia del Norte de Colombia, en su Estatuto Penal Masónico, establece como falta el hecho de violar las reglas de la cortesía(7). De ahí que el Masón cuando se dirige a cual­quier ser humano debe haber perdido todas las posibili­dades de herir. El Masón debe inspirar simpatía. Debe ser amable y tener no sólo buen humor, sino una filosofía de las relaciones humanas. Un proverbio chino dice: "El hom­bre cuya cara no sonríe no debe abrir una tienda"(8). Si hay un Hermano que proyecta una imagen negativa en el seno de la Institución, es decir, que descompone el ambiente, ¿Cuál será la imagen que proyectará a los profanos? Algo más: El Masón debe tener sólidos conocimientos Masónicos. ¿Cómo es posible que haya Masones de Grados Capitu­lares predicando que la justicia profana es superior a la justicia Masónica? Se olvidan que para la Masonería la Sociedad Profana está sólo semicivilizada, las verdades esenciales permanecen todavía rodeadas de oscuridad, engendradas por prejuicios e ignorancia en que muchas veces la fuerza y la corrupción vencen al Derecho. De ahí que las autoridades Masónicas deben ser más exigentes en el cumplimiento de las normas y mandatos Litúrgicos para la formación de las Columnas y los ascensos en la escala Masónica, con el fin de alcanzar lo que estoy llamando: buena presentación del vendedor.

3. SABER ESCOGER A LOS CLIENTES
La Masonería, para ser nuevamente atractiva, tiene que ser más rigurosa, no sólo en la configuración de sus Columnas, sino en la selección de los aspirantes, los cua­les no deben cruzar el umbral de nuestros Templos por el simple amiguismo, sino porque sean hombres libres y de buenas costumbres, puesto que la Institución no necesita en sus filas profanos con Mandiles, sino "Obreros del pensamiento y de la Libertad"(10). Es decir, hombres que asistan a sus Logias para prepararse y poder combatir la ignorancia, sepultar el vicio y desenmascarar al hipócrita; hombres capaces de producir reflexiones propias y que dejen la rutina de reproducir en la Orden los vicios de la sociedad profana. Al respecto, la Gran Logia del Norte de Colombia, atalayando el peligro de las admisiones bastardas manifiesta con letras mayúsculas: "LO MÁS PELIGROSO EN LA FRATERNIDAD ES LA ADMISIÓN DE LOS CANDIDATOS. EL RECHAZO DE DIEZ CANDIDATOS CONSIDERADOS COMO BUENOS, ES MENOS PERJUDICIAL PARA LA INSTITUCIÓN QUE LA Aceptación DE UNO MALO"(11).

4. CONCLUSIÓN

De todo lo anterior se puede concluir que el objeto de la Masonería es el hombre en toda su dimensión hu­mana. Se trata del mismo hombre del cual se ocupan las diferentes ramas del conocimiento científico y popular. Pero no hay duda de que la comprensión del hombre y del mundo, desde el punto de vista de la Masonería, es distinta a la comprensión antropológica y cosmológica que se tiene desde el punto de vista de la So­ciedad Profana. De ahí que el concepto de juventud sea diferente desde los distintos puntos de mira.

Nuestra Masonería, hoy como ayer, tiene los principios y el método para transfor­mar al hombre y cambiar el mundo. Ella tiene la antorcha. Sin embargo, no se puede olvidar que la teoría sólo cobra sentido en la acción. Por tanto es necesario que asuma su papel de verdadero guía del pensamiento hispano­americano y mundial, perfeccionando sus Columnas, exigiendo calidad en los trabajos y rigor en los ascensos, abriendo las puertas del Templo a espíritus progresistas que hayan sido investigados con rigurosidad, y dejando la inercia para trabajar juntos por una sociedad más libre y más fraterna.
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1 GRAN LOGIA DEL NORTE DE COLOMBIA. Liturgia del Grado de Aprendiz. Barranquilla, 1998. p. 29.
2 GARCÍA MÁRQUEZ. Gabriel. Memorias de mis Putas Tristes. p. 61
3 SUPREMO CONSEJO DEL GRADO 33° PARA COLOMBIA. Liturgia del Grado XVIII. p. 40.
4 CARNICELLI, Américo. Historia de la Masonería Colombiana. Ed. Artes Gráficas, 1975, tomo I, p. 170.
5 Idem. p. 394.
6 La rebeldía puede ser pacífica o violenta. La primera es la que interesa a la Masonería. La rebeldía pacífica es contundente. Todos sabemos que Gandhi, denominado el Mahatma, fue un pacifista, y ese pacifismo, en el contexto en que luchó, era la manifestación inteligente de una gran rebeldía.
7 GRAN LOGIA DEL NORTE DE COLOMBIA. Constitución Masónica y Estatutos Generales. Barranquilla, septiembre de 2000. p. 136.
8 CARNEGIE, Dale. Como Ganar Amigos. Gráficas Modernas. Bogotá. s. f. p. 102.
9. Para el ingreso a los GG:. CCap:. (IV Gr:.) es requisito indispensable que el candidato sustente una tesis en Ten:. convocada especialmente para la exposición del tema que se le ha asignado en la Ten:. anterior. (Véase Liturgia del Gr:. XVIII. Op, Cil. p. 6). Este requisito nunca se cumple,
10 GRAN LOGIA DEL NORTE DE COLOMBIA. Liturgia del Grado de Aprendiz. Op. Cit. p. 20.
11 GRAN LOGIA DEL NORTE DE COLOMBIA. Constitución Masónica y Estatutos. Op, Cit. p, 109.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

ABATE A LOS AMBICIOSOS

JOSÉ MORALES MANCHEGO

La claridad y la demostración luminosa son elementos inherentes a la Masonería. Por eso a los Masones también se les llama "Hijos de la Luz" o "Hijos de la Verdad"¨(1). En consonancia con esos ideales, a lo largo de la historia, se ha venido desarrollando una Masonería progresista y antidogmática en cuanto hace de la crítica del conoci­miento y la transformación social el objeto principal de su quehacer y su filosofía. Siendo así, el camino para la búsqueda de la verdad ha de quedar desbrozado por la crítica, actitud que debe caracterizar todos los actos de la vida de un Masón. Hago esta aclaración para penetrar con rigor en el contenido de la palabra ambición, la cual presenta un doble problema que muchas veces tenemos que discernir. Por un lado está su significación profana y por otro su interpretación Masónica. La primera es inde­terminada y ambigua. La segunda es clara y precisa. Pero muchas veces algunos Masones se dejan envolver por la oscuridad y aplican la palabra a la realidad sin ninguna puntería.

Un caso de ambigüedades en la definición del término lo encontramos en la conocida obra Diccionario Enciclo­pédico de la Masonería de Lorenzo Frau Abrines, quien dice refiriéndose a la ambición: "Esta pasión, que en algunos casos es legítima y conveniente, las más de las veces suele ser hija de la vanidad inquieta y del descon­tento con la suerte"(2). Apreciaciones como éstas, salidas de la pluma de un Masón, se prestan para sembrar la confusión y hacer difícil la aplicación de los principios de la Orden. Para la Masonería, la ambición jamás puede ser legítima y mucho menos conveniente. Esta Institución siempre se ha preocupado por formar grandes hombres, y los grandes hombres no son ambiciosos, ni en la Maso­nería ni fuera de ella. A propósito, Thomás Carlyle dice en su clásica obra Los Héroes que "el ambicioso es el mezquino"(3). Y más adelante agrega: "El viejo S. Jonson, el alma más grande de Inglaterra en su época, no tuvo ambición"4. Por su parte La Masonería, en sus principios, despliega el combate contra la ambición sin ningún ate­nuante. Sin ninguna contemplación. Sin ninguna tregua.

La Orden no cultiva la ambición. En cambio siembra en la mente de sus iniciados la sana aspiración. Sobre este particular es muy claro el H:. Eugenio IlIidge cuando dice: "Si alguno cree que el Masón tiene algo de ambi­cioso, y que la ambición es algo inherente a la naturaleza humana, tiene que recordar que al operarse el nuevo' nacimiento, la ambición tiene que ser transformada por el espíritu fraternal de modo tal que le dé nacimiento a una verdadera aspiración humana"(5). Pero esta aspi­ración, en el seno de la Augusta Institución, debe funda­mentarse en el mérito Masónico, el cual "no lo constituye el mucho saber académico ni la profesión más distinguida, ni la riqueza adquirida, ni el aparente círculo social"(6), ni los poderes del mundo(7), sino que el mérito consiste en una vida leal a los principios Masónicos. Esto quiere decir, que no se debe notar la diferencia entre los principios de la Orden y la vida del Masón.

Vistas así las cosas, para usar bien el término y com­prender la realidad a la cual suele llevar la ambición, es necesario buscar el sentido etimológico del vocablo. Pues bien, siguiendo el rastro de la palabra encontramos que por los tiempos de la antigua Roma llamaban ambitiosi -en buen latín- a los que en busca de un cargo se acercaban a los personajes mendigando su favor. De un familiar de esta palabra (ambitio-onis) proviene el término ambición, que significa ansiar, pretender.

En sentido filosófico, la ambición es una inclinación obsesiva y enfermiza de buscar, a como dé lugar, el pre­dominio sobre los demás. Sus manifestaciones son: sed ardiente de dominación, de grandeza, de honores o de riqueza material, para lo cual el ambicioso se empecina en forzar, atropellar o aniquilar todo lo que encuentre a su paso. Un ejemplo patético lo tenemos en la Leyenda de Hiram Abíb, según la cual, por la ambición los tres obreros del Grado de los Oficiales o Compañeros deciden obtener por la fuerza las palabras, toques y signos del Grado de Maestros para pasar como tales y cobrar mayor salario. Resultado: la muerte del mítico arquitecto del Templo de Salomón.

Con este simbolismo la Masonería nos está diciendo que la ambición descansa en un desenfrenado egoísmo que induce a buscar poder personal por cualquier medio. En otras palabras, la ambición genera una forma negra de triunfar.

Trasladándonos con esta idea al plano de la realidad social, no se necesita ser tan perspicaz para saber que Colombia, el "país político", como lo llamara Jorge Eliécer Gaitán, está plagado de ambiciosos. Igual sucede en América Latina, en una dimensión más amplia, con las llamadas lumpen burguesías, como las denominó An­dré Gunder Frank(8) en una de sus obras. Es por la ambi­ción que el arte de gobernar, bajo este cielo, se ha conver­tido en una ocupación en la cual prevalecen los embele­cos, las truculencias, los negocios oscuros y por ende la corrupción.

En ese contexto histórico continental y planetario, constituido por grandes nubarrones de tiranías, dictadu­ras y democracias restringidas, en el que los ambiciosos han hecho gala de su prepotencia, de su arrogancia y de su nefasta infamia, la Orden, simbólicamente, en uno de sus textos afirma lo siguiente: "De Sur a Norte habéis encontrado en todas partes abusos, atropellos, ambi­ciones, falsos legisladores e injustos gobernantes. Ahora habéis contemplado a los oprimidos luchando contra las pretensiones de los explotadores; habéis visto al pueblo en la miseria; la virtud pisoteada; el honor ultrajado; el derecho escarnecido; la justicia enlutada; el carácter aba­tido". Luego de ilustrar sobre esa cruda realidad, viene la sentencia lapidaria: "Si queréis merecer el dictado de perfecto Masón, 'Abate a los ambiciosos' "(9). Como se puede ver, estamos frente a una educación moral diferente a la que se profesa en el mundo profano, donde con subter­fugios se busca justificar a los ambiciosos. En ese sentido se habla de "nobles ambiciones" y se hacen embrollos con el término, para hacer difícil su comprensión. Por eso el mundo profano, contaminado por "la política de los piaras"(10) -como dijera José Ingenieros- no condena la ambición en forma contundente. La Masonería en cambio es implacable con los ambiciosos, porque todo luchador del libre pensamiento debe saber que ellos no son amigos, sino contendores de los obreros de la libertad y de las buenas costumbres.

Sin embargo, no se puede olvidar que en la sociedad profana, al lado de los ambiciosos también se levantan hombres limpios y de grandes aspiraciones, que van alcanzando las metas por sus propios méritos, en forma transparente, aportando así su tributo al desarrollo de la humanidad. En tales circunstancias, el Masón tiene que dejar a un lado la resignación, la pasividad, la abulia y lanzarse a respaldar, en todo momento, a los quijotes de la pulcritud, que todavía abundan en la martirizada tierra de Simón Bolívar, de Francisco de Paula Santander, de José Martí, de Bernardo O'Higgins y de José de San Martín.

No olvidemos que con los instrumentos de la demo­cracia, bien usados, es posible abatir a los ambiciosos y realizar una limpieza en los distintos sitios donde están los mayores agentes de contaminación. Al mismo tiempo será necesario educar a todos los niños y jóvenes de Colombia, de América y del mundo, con base en los prin­cipios de una moral sin dogmas, para que en un futuro no lejano puedan llegar a ser funcionarios honorables y hombres de buenas costumbres, capaces de disfrutar la sana emulación, como verdaderos ejemplares de la humanidad.
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(1) Daza, Juan Carlos. Diccionario de la Francmasonería. Ediciones Akal. Madrid, 1997. p. 399.
(2) Frau Abrines, Lorenzo. Diccionario Encíclopédico de la Masonería. Editorial del Valle de México. México, s. f. Tomo 1. p. 88.
(3) Carlyle , Thomás. Los Héroes. Editorial Bruguera. Barcelona, 1967. p. 306
(4) Idem. p. 307.
(5) IlIidge, Eugenio. Ideales Masónícos. Imprenta Universidad Interamericana. Puerto Rico. 1995. p. 18.
(6) Idem. p. 19.
(7) Gran Logia del Norte de Colombia. Liturgia del Grado de Aprendiz. CAP Comunicaciones. Barranquilla, 1998. p. 20.
(8) Gunder Frank. Lumpen-Burguesía: Lumpen-Desarrollo. Ediciones Periferia. Buenos Aires, 1973. 196 pp.
(9) Gran Logia del Norte de Colombia. Liturgia del Grado de Maestro. CAP. Comunicaciones. Barranquilla, diciembre de 1998. p. 31.
(10) Ingenieros, José. El Hombre mediocre. Ediciones Universales. Bogotá, 1987. pp. 170-176.