Por JOSÉ MORALES MANCHEGO
Desde hace ya varios años, un inquietante discurso ha brotado de las altas esferas gubernamentales. Se trata de la conocida perorata sobre la crisis fiscal y el inolvidable "apriétense el cinturón". Con esos artilugios y la promesa de paz, empleo, y macro proyectos que valorizarán la vivienda, se ha venido recargando de impuestos al esperanzado pueblo colombiano. Parece que nuestros dirigentes desconocieran que una asfixiante política fiscal siempre ha estado presente como detonante en el conjunto de causas de los movimientos sociales que han estremecido al mundo. Para no ser tan prolijo, sólo voy a mencionar como ejemplos: el Movimiento de los Comuneros en 1781, la Independencia de los Estados Unidos en 1776 y la Revolución Francesa en 1789. Nuestros mandatarios no han tomado conciencia que en el contexto en que vive nuestra patria, con grandes conflictos sociales como telón de fondo, el atolondrado aumento de los impuestos está incrementando el empobrecimiento de las masas, con alto riesgo para la estabilidad democrática y la seguridad social.
En Colombia se están multiplicando los pobres. Se están empobreciendo aceleradamente los que antes estaban acomodados. En estas circunstancias es importante recordar que los impuestos se crearon no para arruinar a la clase media y aumentar el número de pobres, sino con el fin de redistribuir la riqueza, de tal manera que a los más necesitados también les toque algo. No es justo que una persona pobre que se debate en los límites mismos de la subsistencia, que no puede mandar sus hijos a la escuela ni llevarlos donde el médico, tenga que pagar la misma cantidad de impuestos indirectos que una persona que tiene enormes ingresos. Los impuestos que pesan sobre la gasolina, por ejemplo, los pagan en la misma cuantía los taxistas y los dueños de grandes propiedades con altísimas rentabilidades. Lo mismo sucede con el IVA que grava el consumo de productos básicos. Pero lo más doloroso es que esos esfuerzos tributarios que realiza el pueblo colombiano son para cubrir el llamado "hueco fiscal", producto del morbo de quienes derrochan los dineros oficiales. En esas condiciones el sentido democrático de cualquier persona sensata le índica que para la buena salud de la República es necesario reducir, o por lo menos detener, el alza y la generalización de los impuestos; aplicar una justa política tributarla, que establezca equitativamente la proporción de las cargas; refinanciar la deuda pública, que no nos deja levantar vuelo; desarrollar una franca política de empleo y, lo más importante, desorganizar a las gavillas de glotones de! tesoro público, que son los verdaderos causantes de los males que padece Colombia.
Con estos lineamentos se podrá comenzar a implantar la Justicia social y la paz. asegurando una vida mejor para las futuras generaciones.
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