domingo, 14 de junio de 2009

DE PROFESOR A GAMONAL




Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

Anoche soñé que había dejado de ser profesor y estaba transformado en un gamonal orgulloso, de pescuezo gordo y barriga hinchada, dueño de toros muy bravos y de posesiones desmesuradas provistas de alambiques para producir el ron ñeque. Mi vivir era distinto y mí pensamiento también. Ya no elogiaba al hombre del Renacimiento, ni ponía en las nubes al humanismo literario erudito. Mis alaban­zas eran para el "Negro Rocha" y "Polvo­rín", los toreros de más renombre en la región. Nada significaba en mi mente un Donatello, y su "Estatua Ecuestre del Condotiero Gatamelata". Mis honras eran para el viejo "Piqué" y su caballo prieto que le daba vuelta y media a la corraleja con la garrocha sobre el lomo del toro. En ese tiempo me sentía prócer; pero una tristeza muy grande en lo más hondo del alma me importunaba, porque decían que la fiesta del Dulce Nombre de Jesús había terminado para siempre con la tragedia del 20 de enero de 1980.

Entonces emprendí mi lucha por la recu­peración de la inveterada fiesta. Lo prime­ro que hice fue precisar con quién conta­ba para tal empresa. Me di a la tarea de pensar en serio. A favor de mi propósito están los "chupa cobre" de las bandas de músicos, porque estos pobretones necesi­tan salivar el instrumento para sobre­vivir; las prostitutas, que están listas pa­ra expender venéreas en cualquier plaza; los ladrones, carteristas, atracadores. rateros, estafadores, salteadores, pilletes y cuatreros, que tienen en la corraleja su clientela para actuar; con los desocupa­dos y cesantes en el redondel, crecerá la concurrencia; un sinfín de sodomitas, convocados por el retumbar de la fiesta, llegará para buscar el concúbito con los adolescentes del mismo sexo; la gaz­moñería mística no es un estorbo. Para ellos, la fiesta profana en honor al santo patrono es una adoración comprometida en la acción. A la larga, la alegría y el desenfreno no excluyen el sufrimiento y el dolor. Tengamos entonces el sentido de la cruz. Como enemigos de la fiesta están los sabihondos, apáticos a la gustadura de la vida, y el resto del pueblo. Los primeros son escasos. Al resto del pueblo le inven­taré una leyenda y a gritos pedirá que se lleve a cabo la fiesta. La leyenda sale de la mis­ma corraleja: el desastre se debió a que yo tenía la pro­mesa de los 40 toros para el día 20 de enero. Era un compromiso con el Dulce Nombre de Jesús, pero los politicos me sacaron del programa. Se incumplió la manda. El Dulce Nombre abandonó el cargo de patrono del pueblo, quedando Sincelejo a merced de los dioses demoniacos. Así pues, empezó torrencial aguacero que no mojó más allá de la corraleja y persistió hasta derretir la base de los palcos. El cielo se oscureció. Los relámpagos pa­recían los cachos de un enorme toro. Seis cuervos que azufraron el ambiente se posaron sobre el techo del primer palco y lo derrumbaron. Luego pasaron a los demás palcos derribándolos uno por uno. Las notas melodiosas de un porro cedie­ron el paso al quejido mustio de los he­ridos y moribundos.
¿Qué pasará en Sincelejo si no se hace la fiesta? El presagio de Regina XII, ese depósito de tesoros espirituales, cuyo poder para es­clarecer misterios es inmenso, asegura que sí no se realiza la fiesta en Sincelejo, la próxima tragedia será mayor: "Mis au­gurios, y esta bola de cristal que nunca miente, me dicen que aparecerá un vol­cán, que con su lava ardiente sepultará a la ciudad, así como la erupción del Vesu­bio sepultó a Pompeya". Para evitar la hecatombe, el pueblo, bien organizado, clamó en las calles: "Santa Aleja, Santa Aleja, queremos corraleja!". Yo Iba a dar los toros el día 20 de enero, pero el 19 por la tarde, cuando la banda de músicos interpretaba el fandango Vámonos Caminando", y en la plaza es­taba un toro negro, cayó un recio chapa­rrón. El barro se aflojó de nuevo y los pal­cos se cayeron. El quejido de los heridos y moribundos me despertó angustiado. Menos mal que fue un sueño. Ahora, a las 7 de la mañana, como profesor, debo ex­plicar a los estudiantes el Cogito, ergo sum". Luego, para que reflexionen sobre la dolorosa realidad y sientan los efluvios de su propia existencia, los pondré a leer el impresionante libro de Lelis Enrique Movilla: Corraleja Sólo Dios es Culpable.

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