Por JOSÉ MORALES MANCHEGO
Anoche soñé que había dejado de ser profesor y estaba transformado en un gamonal orgulloso, de pescuezo gordo y barriga hinchada, dueño de toros muy bravos y de posesiones desmesuradas provistas de alambiques para producir el ron ñeque. Mi vivir era distinto y mí pensamiento también. Ya no elogiaba al hombre del Renacimiento, ni ponía en las nubes al humanismo literario erudito. Mis alabanzas eran para el "Negro Rocha" y "Polvorín", los toreros de más renombre en la región. Nada significaba en mi mente un Donatello, y su "Estatua Ecuestre del Condotiero Gatamelata". Mis honras eran para el viejo "Piqué" y su caballo prieto que le daba vuelta y media a la corraleja con la garrocha sobre el lomo del toro. En ese tiempo me sentía prócer; pero una tristeza muy grande en lo más hondo del alma me importunaba, porque decían que la fiesta del Dulce Nombre de Jesús había terminado para siempre con la tragedia del 20 de enero de 1980.
Entonces emprendí mi lucha por la recuperación de la inveterada fiesta. Lo primero que hice fue precisar con quién contaba para tal empresa. Me di a la tarea de pensar en serio. A favor de mi propósito están los "chupa cobre" de las bandas de músicos, porque estos pobretones necesitan salivar el instrumento para sobrevivir; las prostitutas, que están listas para expender venéreas en cualquier plaza; los ladrones, carteristas, atracadores. rateros, estafadores, salteadores, pilletes y cuatreros, que tienen en la corraleja su clientela para actuar; con los desocupados y cesantes en el redondel, crecerá la concurrencia; un sinfín de sodomitas, convocados por el retumbar de la fiesta, llegará para buscar el concúbito con los adolescentes del mismo sexo; la gazmoñería mística no es un estorbo. Para ellos, la fiesta profana en honor al santo patrono es una adoración comprometida en la acción. A la larga, la alegría y el desenfreno no excluyen el sufrimiento y el dolor. Tengamos entonces el sentido de la cruz. Como enemigos de la fiesta están los sabihondos, apáticos a la gustadura de la vida, y el resto del pueblo. Los primeros son escasos. Al resto del pueblo le inventaré una leyenda y a gritos pedirá que se lleve a cabo la fiesta. La leyenda sale de la misma corraleja: el desastre se debió a que yo tenía la promesa de los 40 toros para el día 20 de enero. Era un compromiso con el Dulce Nombre de Jesús, pero los politicos me sacaron del programa. Se incumplió la manda. El Dulce Nombre abandonó el cargo de patrono del pueblo, quedando Sincelejo a merced de los dioses demoniacos. Así pues, empezó torrencial aguacero que no mojó más allá de la corraleja y persistió hasta derretir la base de los palcos. El cielo se oscureció. Los relámpagos parecían los cachos de un enorme toro. Seis cuervos que azufraron el ambiente se posaron sobre el techo del primer palco y lo derrumbaron. Luego pasaron a los demás palcos derribándolos uno por uno. Las notas melodiosas de un porro cedieron el paso al quejido mustio de los heridos y moribundos.
¿Qué pasará en Sincelejo si no se hace la fiesta? El presagio de Regina XII, ese depósito de tesoros espirituales, cuyo poder para esclarecer misterios es inmenso, asegura que sí no se realiza la fiesta en Sincelejo, la próxima tragedia será mayor: "Mis augurios, y esta bola de cristal que nunca miente, me dicen que aparecerá un volcán, que con su lava ardiente sepultará a la ciudad, así como la erupción del Vesubio sepultó a Pompeya". Para evitar la hecatombe, el pueblo, bien organizado, clamó en las calles: "Santa Aleja, Santa Aleja, queremos corraleja!". Yo Iba a dar los toros el día 20 de enero, pero el 19 por la tarde, cuando la banda de músicos interpretaba el fandango Vámonos Caminando", y en la plaza estaba un toro negro, cayó un recio chaparrón. El barro se aflojó de nuevo y los palcos se cayeron. El quejido de los heridos y moribundos me despertó angustiado. Menos mal que fue un sueño. Ahora, a las 7 de la mañana, como profesor, debo explicar a los estudiantes el Cogito, ergo sum". Luego, para que reflexionen sobre la dolorosa realidad y sientan los efluvios de su propia existencia, los pondré a leer el impresionante libro de Lelis Enrique Movilla: Corraleja Sólo Dios es Culpable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario