José Morales Manchego 33º
“La divinidad atribuida a Jesús de Nazareth no es para nada tomada en
cuenta en este grado, ni la Masonería se ocupa en atribuirle ni negarle tal o
cual carácter. Es para nosotros el
símbolo del maestro, la alegoría que representa el poder del amor y la virtud.
En él vemos el luchador que combate la ambición con las armas de la Tolerancia
y la Caridad, y como éstos son los únicos medios que debemos emplear para
realizar la obra masónica, se deduce que Jesús es para los masones un símbolo
de abnegación, un emblema de la Sabiduría, extirpando el error con la razón.” Lorenzo Frau Abrines. (Diccionario enciclopédico de la Masonería. Tomo 5.
P. 795)
Por su simbolismo y su ceremonial, el
Grado de Soberano Príncipe Rosacruz (Grado
18) ha sido interpretado por algunos masones, como un grado de tipo religioso, dedicado
a conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y la doctrina
compendiada en los cuatro evangelios.
Frente a esa interpretación es
preciso anotar que la Masonería que se practica en este Oriente y en este Valle,
auspiciada por el Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia, del R:. E:. A:.
A:., no establece en ninguno de sus grados las creencias religiosas. Al
contrario, advierte al iniciado que todas las religiones fueron creadas por el
hombre[1],
enmarcadas en el contexto económico, político, literario, lingüístico e
histórico de la coyuntura que las vio nacer.
En esa misma secuencia de ideas es
importante anotar que los principios de la Orden se fundamentan en el
racionalismo, médula filosófica de la Edad Moderna, de cuyas entrañas surgió la
Masonería. La Masonería, es entonces una escuela de formación moral e
intelectual de corte racionalista. Por
eso, ante la triada religiosa que enseña: fe, esperanza y caridad, la Masonería
dice: caridad, esperanza y fe[2].
Dicho esto es necesario aclarar que la
posición teológico-religiosa es congruente con el pensamiento de San Agustín, cuando
dice: “Creo para comprender”. En cambio,
el racionalismo de la burguesía naciente, que más tarde será recogido por la Masonería,
comienza a balbucear por boca de Abelardo, quien invertía la frase de San
Agustín y decía: “Comprendo para creer”. Es importante recabar sobre estos
planteamientos: Si San Agustín decía: “Creo para comprender”, Abelardo manifestaba:
“Comprendo para creer”[3].
Con estos prolegómenos vamos a entender
mejor por qué la teología dice: Fe, esperanza y caridad; mientras que la Masonería
dice: “Caridad, esperanza y fe”.
Ahí está la diferencia entre el
fanatismo y la razón, entre la astucia que engaña y la verdad que enseña. En otras palabras, en esa simple
transposición de palabras que son la base del Grado XVIII, está la diferencia
sustancial entre religión y Masonería[4].
La Masonería empieza con la
caridad. Pero en este punto también es
preciso hacer otra aclaración: para nosotros la Caridad no es la limosna, que
consuela un día para hacer más angustioso el día siguiente, tal como la
entienden las religiones. Para nosotros
la caridad es la educación que perfecciona al hombre y lo forma como trabajador
digno, para que la justicia y el amor recíproco reinen en el universo[5].
La religión dice: “Fe es creer lo que
no entendemos y no vemos”[6]. Apreciación
que se opone a la razón. Para la Masonería
la fe es la certeza de lo que se espera. Es la “Confianza en avanzar en el
progreso y mejora de la humanidad”[7]. En
ese sentido, la Masonería tiene Fe en la ciencia que ha de traer la
perfectibilidad y el bienestar al género humano.
Por eso el Grado XVIII debe enfocarse
con los criterios y la metodología que nos depara la ciencia y la perspicacia
que nos dan las enseñanzas iniciáticas. Con esas guías para analizar los
hechos, nadie puede entender cómo para salvar a la humanidad se tenía que
sacrificar a un hombre justo, como fue Jesús.
En cambio, desde el punto de vista iniciático podemos entender que la muerte
y resurrección en los libros sagrados es un simbolismo de la iniciación.
La resurrección de Lázaro, por
ejemplo, es el simbolismo de una iniciación. Los exégetas de la Biblia, como Eduardo
Shure, dicen que la muerte y resurrección de Lázaro es una simbolización de la
iniciación de Juan, el discípulo amado. En una dimensión más profunda, “La
escena del Gólgota no es otra cosa que una Iniciación transportada sobre el
plano de la historia Universal”[8].
Entonces tenemos que la resurrección
ha sido entendida de dos maneras:
1.
La
interpretación que tienen las religiones, la cual es una resurrección material.
Es decir, es un acto mediante el cual
“todas las almas de los hombres, tanto buenos como malos, se juntarán con sus
cuerpos en la segunda venida de Cristo.”[9] En
otras palabras, es la vuelta a la vida, con carne y todo, del cuerpo material que
dejó de existir hace mucho tiempo.
2.
La
interpretación que tiene la Masonería de la resurrección es diferente. Para
nosotros la resurrección es espiritual, y no es más que la profunda idea de la
iniciación. Para el Masón, la
resurrección significa la purificación y regeneración espiritual, hechos que
comienzan con la iniciación y deben continuar con el pulimento permanente de la
piedra bruta.
Un verdadero masón, que razone sobre
el simbolismo de sus grados, y que use bien las herramientas y la antorcha que
le da la Orden, no puede ver el espectro religioso en el contenido esencial del
grado XVIII, ni puede dejarse engañar por las mentiras de las sectas fanáticas
y supersticiosas. No olvidemos la
enseñanza Masónica: “No serás verdadero masón mientras no sepas distinguir la
verdad de la mentira y hacer la demostración.”[10]
En el simbolismo del grado XVIII se
reafirma que la muerte de Jesús constituyó una catástrofe que estremeció el
templo de la libertad, la justicia y la fraternidad. Es el momento en que el Hijo
del Hombre cayó victima del despotismo político y religioso, que le dio un
suplicio de esclavo, al sublime redentor de la humanidad, al amigo de los
pobres e infortunados, al modelo inmaculado de las más excelsas virtudes.
Por eso la hora del Capitulo Rosa Cruz
es: “La que nos recuerda el instante en que el velo del Templo se rasgó, en que
las tinieblas y la Consternación cubrieron la tierra, en que desapareció la Estrella
Flamígera, en que se oscureció la Luz del día, en que las CCol:. y los
instrumentos Mmas:. cayeron destruidos; en que la Piedra cúbica sudó sangre y
agua, el instante, en fin, en que se perdió la Libertad de la Palabra, y la
censura, la delación, el despotismo y el envilecimiento, fueron la Ley
Universal de las naciones”[11].
Cabe preguntar: ¿Qué significan estos
fenómenos para la Masonería?
Para la Masonería estos
acontecimientos no son sobrenaturales, sino que poseen una trascendencia
simbólica y una significación mística. Ellos representan las intangibles consecuencias
de la muerte del Maestro. En palabras más explicitas: la muerte de Jesús es la
luz perdida o la palabra perdida. Es la destrucción de los instrumentos
masónicos que simbolizan las excelsas virtudes. Es el momento en que la piedra
Cubica, que representa el alma del que aspira alcanzar su fuente -en este caso
Jesús- sudó sangre y agua en la angustiosa noche de Getsemaní. Es la
desaparición de la Estrella Flamígera, que simboliza al Hombre o microcosmos[12],
como expresión del espíritu que anima al universo y se constituye en principio
de toda sabiduría.
En síntesis, he aquí la verdad
punzante: el Maestro ha desaparecido, y con él desapareció la esperanza de
libertad, igualdad y fraternidad. Sin embargo, un rayo de luz rasga las
profundas tinieblas. Jesús ha resucitado y con la antorcha de su ideario alcanzaremos
la victoria. Por eso, la emancipación que plantea la Orden en el Grado 18 está
clara cuando dice: “Pues si la Mas:. Conmemora tal catástrofe, EExc:. CCab:.
VVig:. pedid a los HH:. que decoran nuestros VVall:., que nos ayuden a
continuar los TTrab: del Sob:. Cap:., para tratar con renovados esfuerzos de
volver a poseer esas libertades incomparables”[13]. En efecto, la Masonería recupera la doctrina
diáfana de Cristo, simbolizada en la Ceremonia del domingo de pascua de
resurrección en el que se encienden las luces apagadas el jueves santo. En ese sentido, “se
restaura el reino de Jesús, para lo que el iniciado debe prepararse,
convirtiéndose en sabio universal.”[14]
___________________________________
1 Liturgia del Grado XXX. Supremo Consejo
del Grado 33 para Colombia (Fundado en 1833). R:. E:. A:. A:..Barranquilla,
febrero de 2006. p. 12.
2 Liturgia
del Grado XVIII. Supremo
Consejo del Grado 33 para Colombia (Fundado en 1833). R:. E:. A:. A:. .
Barranquilla, noviembre de 2004. pp. 35-36
3 Véase: Ponce, Aníbal. Educación y lucha de clases. Pp. 151-152
4 Liturgia del Gr:. XVIII. Op. Cit. p. 36.
5 Ibíd. Pp. 36-37.
6 Catecismo Católico Explicado del P.
Gaspar Astete y el P. Eliecer Salesman. Editorial centro Don Bosco. Santafé de
Bogotá, 1983. P. 199
7 Diccionario Akal de la FrancMasonería. Ediciones
Akal. S. A. Madrid, 1997. P. 148. [1] Shure,
Eduardo. Iniciaciones Secretas de Jesús.
Editorial Solar. Bogotá, 1993. p. 168.
8 Sagrada Biblia. (glosario). Traducción de la Vulgata Latina al
Español (1884) por el Ilmo. Señor Félix Torres Amat. Editorial: Impreandes
Presencia S. A. Santafé de Bogotá, 1999. Pp.1290-1291.
9 Sagrada Biblia. (glosario). Traducción de la Vulgata Latina al
Español (1884) por el Ilmo. Señor Félix Torres Amat. Editorial: Impreandes
Presencia S. A. Santafé de Bogotá, 1999. Pp.1290-1291.
10 Liturgia
del Grado XXX. Op. Cit. p. 12.
11 Liturgia del Grado XVIII. Op.
Cit. p. 59.
12 Daza, Juan Carlos. Diccionario Akal de la Francmasonería. Op. Cit. P. 141.
13 Liturgia del Grado XVIII. Op.
Cit. p. 3.
14 Daza, Juan Carlos. Op. Cit. p.
332.
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