(Segunda mitad del siglo XIX)
JOSÉ MORALES MANCHEGO
Posición de la Iglesia frente a la Masonería
El secreto Masónico, el librepensamiento y la tolerancia son los factores que determinan la reacción de la Iglesia contra la Masonería. Es sabido que a comienzos del siglo XVIII había en Europa, y especialmente en Inglaterra, una confusión religiosa en la cual deístas, teístas, puristas, protestantes y anglicanos se atacaban furiosamente. Pero lo más asombroso de dicho fenómeno está en que militantes de esas mismas corrientes de pensamiento, trabajaban en las Logias, en el mayor sigilo, exaltando la razón en un ambiente de paz y de tolerancia que irritaba a la Curia Romana, como lo afirma el Masón Ramón Martínez Zaldúa[1]. Al parecer, los altos dignatarios de la Iglesia creían que esa paz era producto de algún encantamiento, o de una obligación secreta contenida en el juramento. De ahí surgió la Bula In Eminenti Apostolatus[2] del pontífice Clemente XII, promulgada en 1738, contra la Masonería.
En realidad fueron varios los Papas que lanzaron sus imprecaciones contra la Masonería. Al mismo tiempo, prohibieron a los católicos toda participación en esa fraternidad, condenando con excomunión a todo aquel que la ayudara o simpatizara con sus ideas. Pero de todos los Papas, el más tenaz y el que más condenaciones lanzó contra los Masones fue Pío IX, quien ciñó la tiara durante 32 años, excomulgó varias veces a la Masonería y en 1870 proclamó el dogma de la infalibilidad del Papa. Pio IX llegó a llamar a la Masonería "maldita secta de abominable perdición". Por su parte, León XIII en su Encíclica Humanum Genus estigmatizó a la Masonería y la llamó "obra del diablo" y "peste impura". Se destacan las actitudes y los procederes de estos dos pontífices, porque a través de ellos la Iglesia va a jugar papel importante en los acontecimientos de la segunda mitad del siglo XIX, tanto en la arena internacional, como en la de nuestro país. Así por ejemplo, las manifestaciones de Pío IX ocasionaron por primera vez grandes protestas por parte de las Potencias Masónicas del mundo y por librepensadores que no necesariamente eran Masones. En cuanto a León XIII, tenemos que este Papa buscaba acomodar una Iglesia con ideología feudal a las condiciones ineludibles del capitalismo al que tanto se había opuesto esa misma Iglesia. En esa política se inspira en Colombia la Regeneración, que defiende la estrategia de la Iglesia Católica y de los terratenientes, ajustando un régimen autocrático a las condiciones de finales del siglo XIX.
La Masonería mundial frente a Pío IX
Cuando Pio IX condenó a la Francmasonería, el Masón italiano Guiseppe Manzini decía lo siguiente refiriéndose al Papa: "...Vuestra Iglesia no reúne sino una fracción de hombres y disminuye cada vez más. Vuestra autoridad no dirige, no regenera, no reanima la vida desde seis siglos acá"[3]. Así mismo, la Masonería cubana se refiere al Papa llamándolo en forma sardónica: "el italiano Mastai Ferretti, conocido también con el sobrenombre de Pío IX"[4]. Esa misma protesta cubana sostiene que Mastai Ferretti como intérprete de Jesús ha errado muchas veces y por tanto hay que impugnarlo y sostener la verdad aún a riesgo de la violencia y persecución con que pueda afligirnos.
Por su parte los Masones venezolanos, cuando en 1865 conocieron la Bula de Pío IX, manifestaron que esos anatemas se habían repetido infinidad de veces, produciendo tan pocos efectos, que no habría necesidad de que los altos cuerpos Masónicos se ocupasen de ellos. Además, la Corte romana sabe que sus propias aserciones son totalmente falsas[5].
Puede observarse, en esas manifestaciones de la Masonería mundial, una verdadera protesta y una cierta irreverencia frente al Papa. En cambio, los Masones de la Costa Atlántica Colombiana, adoptaron una posición conciliadora ante la Iglesia Católica.
La Masonería Costeña frente a Pío IX
En la segunda mitad del siglo XIX observamos que los Masones costeños se caracterizan por ser católicos y respetuosos del clero. Caso contrario al de los Masones de las Logias de Bogotá, declarados anticlericales, que no les afligía nada de cuanto decretaban los pontífices romanos contra la Masonería. Las Logias de Bogotá estaban integradas principalmente por dirigentes radicales del liberalismo, que cerraban filas dentro del denominado grupo de los Gólgotas, conocidos como anticlericales. Por eso miraron con extrañeza el ingreso de dos presbíteros a la Logia Estrella del Tequendama No. 11 de Bogotá, entonces bajo la jurisdicción del Supremo Consejo Neogranadino de Cartagena. Esos presbíteros fueron: Manuel María Alaix y Antonio María Amézquita. En cambio a la Logia Hospitalidad Granadina No. 1 de Cartagena pertenecieron los siguientes presbíteros: José Manuel de Vivero, Juan Francisco de Hurtado, Manuel José de Lamadrid, Francisco Fortich, José Inés Ruiz, Rafael Ruiz, Pedro Marcelino Sierra y García, Manuel Eusebio Flórez i Rei, Juan Francisco Zapatero, José Dionisio Romero y José María Lugo. Por su parte, la Logia Amistad Unida No. 8 de Santa Marta tuvo en su Cuadro a los presbíteros Juan Crisóstomo Pereira, Ramón González y Calixto de J. Gómez, en tanto que la Logia Filantropía Riohachera N° 4 de Riohacha, Guajira, contaba entre sus miembros al presbítero José Antonio Cuello[6].
Para los miembros del Supremo Consejo Neogranadino no había incompatibilidad alguna entre los principios Masónicos y las bases de la religión Católica. Creían y practicaban de buena fe los preceptos de la Iglesia Romana y recibían complacientes a los miembros del clero que tocaban a las puertas de la Masonería. En ese sentido, encontramos que las Logias de la Costa están penetradas por el clero, hecho que en gran parte favorecía el prestigio de las Logias y hacía que cesaran los malos pensamientos que sobre la Masonería se habían formado en el mundo profano. Pero como muchos Masones eran católicos y para colmo, sacerdotes, incitaban al Supremo Consejo Neogranadino con sede en Cartagena para que de manera reverente buscara la forma de aclarar al Papa Pío IX, que la Masonería no afectaba en nada a la doctrina Católica Apostólica y Romana.
Es notable en los Masones de la Costa el espíritu religioso. Un ejemplo de esa amalgama entre la Iglesia Católica y la Masonería en la Costa, es el hecho sucedido el 7 de enero de 1904 en Barranquilla, cuando esta ciudad se conmueve ante la muerte de don Domingo González Rubio, quien era devoto católico y fervoroso Francmasón. En esas condiciones, tanto la Iglesia Católica, como la Logia a la cual pertenecía el difunto, se disputaban el honor de testimoniarle su aprecio, rindiéndole el homenaje póstumo. Entonces, primero la Iglesia le hizo sus ceremonias de rigor, y cuando el cura se había ido del camposanto, los Masones sacaron la caja mortuoria de la bóveda y le hicieron la tenida fúnebre[7].
Indudablemente se conocen algunas actitudes anticlericales de Masones en la Costa, pero esas actitudes no son a nombre de la Masonería, sino más bien acatando órdenes del gobierno nacional, como es el caso del presidente del Estado Soberano de Bolívar, abogado y General Antonio González Carazo (Masón), quien expidió un decreto el 2 de diciembre de 1868, por medio del cual, por segunda vez, ordenaba la expulsión del Obispo de Cartagena, Monseñor Bernardino Medina y Moreno, del territorio de la República, dando fiel cumplimiento a las instrucciones del presidente Mosquera, por negarse el prelado a prestar el juramento exigido por la ley de mayo de 1864, sobre Inspección de Cultos. Bernardino Medina tuvo que salir del país rumbo a Puerto Rico[8].
Casos como el de la expulsión de Bernardino Medina no desdicen del espíritu clerical de los Masones costeños, porque al interior de las Logias lo que ha venido sucediendo es otra cosa. Por eso vemos que si la protesta de los Masones del mundo es irreverente con el Papa y despectiva en cierto grado, la posición de la Masonería de la Costa Norte de Colombia es conciliadora y no le da ningún calificativo al Papa distinto al de "Santo Padre".
Cuando la Masonería Universal está protestando por las excomuniones y maldiciones de Pío IX, las Logias de la Costa resuelven enviar a Roma un plenipotenciario para que llegase hasta la sede del Papa y sometiera a su consideración la Constitución y los Estatutos de la Masonería y su santidad se diera cuenta de que las Órdenes regidas por esa Constitución yesos Estatutos no estaban comprendidas en las sociedades secretas condenadas por él. Esta resolución la tomaron los Masones costeños considerando que la mayoría de los Masones de los Estados Unidos de Colombia profesaban la religión Católica y que en ningún momento se les debía considerar fuera de los dogmas de su religión[9].
La Masonería costeña aprovecha entonces el viaje que tenia para Paris el Soberano Gran Comendador Francisco de Zubiría, grado 33, y le da todos los poderes para interceder ante el Papa a nombre de la Hermandad, porque ellos que se consideraban muy católicos, buenos ciudadanos, excelentes padres de familia y ejemplares miembros de la sociedad, estaban profundamente impresionados por las excomuniones de Pío IX contra la Masonería. Los Masones costeños anhelaban un entendimiento con el Papa para que levantara las excomuniones que pesaban sobre la Masonería Universal. Tal actitud se convirtió en una obsesión para los Masones cartageneros, constituyéndose en caso único en la historia de la Masonería, porque el resto de la Hermandad, incluyendo al grupo Masónico de Bogotá, jamás se preocupó en esa forma obsesiva por lo que los Papas pudieran decir o pensar en contra de la Masonería en general.
De acuerdo con los plenos poderes de que fue investido Francisco de Zubiría, para gestionar ante el Sumo Pontífice Pío IX la derogatoria de Bulas y anatemas contra la Masonería, justo es hacer mención de la comunicación que le envió el Supremo Consejo Neogranadino de Cartagena con instrucciones para cumplir con su cargo de enviado plenipotenciario ante la Santa Sede. En esa comunicación se dice que la Masonería no es otra cosa que una asociación eminentemente cristiana, y se autoriza a Francisco de Zubiría para dar cuantas explicaciones se le exijan, aunque se refieran a los usos, costumbres y prácticas de los Masones. En cuanto a los secretos Masónicos dice la comunicación, que no es lícito revelarlos, pero la Gran Maestría opina que no hay inconveniente en dar una idea de la naturaleza de esos misterios[10].
Al llegar a París Francisco de Zubiría se entrevistó con el Gran Maestro de la Masonería de Francia, general Mellinet y con el Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33 para Francia, el Masón Adolphe Cremieux. Zubiría les comunicó sus proyectos, que fueron rechazados y desaprobados por utópicos e inconvenientes desde todo punto de vista para la Masonería, y como Francia era la Potencia Masónica que marcaba la pauta a la Masonería europea y latinoamericana, las gestiones encomendadas a Francisco de Zubiría ante el Vaticano se fueron al suelo y los Masones católicos de Cartagena sufrieron un desengaño en sus sentimientos religiosos. Sin embargo, a pesar de esa desilusión, los Masones costeños siguieron obstinados en su empeño, y el 31 de julio de 1871 su porfiado espíritu religioso los llevó a enviarle al Papa que más excomuniones había lanzado contra la Masonería, una carta firmada exclusivamente por los miembros de las Logias de Cartagena, tanto liberales como conservadores, los dos partidos que para la época se batían en contradicciones antagónicas. En dicha carta los Masones cartageneros lanzan lamentos de un dolor profundo y reiteran su vocación de católicos verdaderos, humildes y obedientes a las decisiones pontificias. Es importante recordar que mientras la Masonería mundial no miraba con buenos ojos la infalibilidad del Papa, otra cosa estaban pensando los Masones cartageneros, como lo manifiestan en su carta al Pontífice, cuando dicen: "El representante sobre la tierra de la divina Víctima del Calvario, el sabio e inmortal Pío IX, Jefe Supremo de los Obispos, el Siervo de los siervos del dios de las Alturas, a quien un Concilio de todos los Prelados acaba de declarar infalible en sus decretos, no puede equivocarse cometiendo una injusticia contra aquellos de sus hijos que le protestan su inocencia"[11]. En la misma carta decían los Masones de Cartagena, que ni una sola vez habían maquinado contra "nuestra Iglesia", ni contra las Potestades legitimas de la República. Este punto es interesante porque condensa la actitud de los Masones costeños, no sólo frente a los gobiernos Radicales, sino también frente al gobierno autoritario de Rafael Núñez, como se demuestra en el trabajo La Masonería Durante el Régímen Político de la Regeneración[12].
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[1] Martínez Zaldúa, Ramón. ¿Qué es la Masonería? Costa-Amic Editores. México, 2000. p. 38.
2 Léase la Bula In Eminenti Apostolatus. En: Frau Abrines, Lorenzo. Diccionarío Enciclopédico de la Masonería. México. S.f. pp. 81-82.
3 Hoenigsberg, Julio. Influencia Revolucionaria de la Masonería en Europa y América. Ed. A.B.C. p.187.
4 Carnicelli, Américo. Historia de la Masonería Colombiana. "' Ed. Artes Gráficas, 1975, Tomo 1. p. 429.
5 Hoenigsberg, Julio. Op. Cit. p. 152.
6 Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. pp. 86-88.
7 Hoenigsberg, Julio. Op. Cit. pp. 248.
8 Carnicelli, Américo. Op. Cil. Tomo 11. p. 111.
9 Decreto del Serenísimo Gran Senado Masónico Neogranadino. Or:. de Cartagena, 20 de febrero de 1869. En: Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. p. 459.
10 Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. p. 467.
11 Carta enviada por los Masones de Cartagena, fechada el 31 de julio de 1871. En: Carnicelli, Américo. Op. Cit. Tomo 1. p. 471.
12 Morales Manchego, José. La Masonería durante el Régimen Político de la Regeneración. En: Plancha Masónica. Año 5 No. 20. Barranquilla, septiembre del año 2004. pp. 11-13.
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