lunes, 18 de noviembre de 2024

El enigma de la sotana

 

 PRÓLOGO

Hablar de Carlos Angulo Menco y su obra me pone a volar hacia el Jardín de Epicuro para encontrarme con el maestro de Samos y releer su famosa “Carta a Meneceo”, donde le dice: “Que nadie tarde en filosofar por ser joven, ni se canse de filosofar por ser viejo”. Esa frase del padre del epicureísmo le marca el sentido de la vida a un buscador de saberes y de espacios cada vez mayores, con el ánimo de explayar sus aspiraciones para construir un mundo de sueños e inventivas; hago alusión a un ser humano de inquietudes intelectuales que ha disfrutado los placeres del cuerpo y de la mente con sus amigos en los “Encuentros sabatinos” en restaurantes, bares, cafeterías y clubes de lectura, donde se reconforta con la palabra enjundiosa de grandes filósofos y de afamados escritores.  

Carlos Angulo Menco, desde muy joven, inició sus pesquisas intelectuales estudiando la teodicea que, a diferencia de la teología revelada (dirigida por la fe), tiene como criterio investigativo la “luz de la razón”; más tarde fungió como filósofo y en el atardecer de su existencia se dejó envolver por la literatura; pero el vértice de su parábola vital lo encontró en la sala de lectura de la Biblioteca Pública Julio Hoenigsberg, donde se hallaba con sus compañeros del Club de lectura “La Oca”, leyendo y penetrando en el método de la composición de una novela ambientada en el Medioevo, titulada El nombre de la rosa, del semiólogo Umberto Eco. De pronto el acucioso lector salta y se queda pensativo… Estaba entusiasmado con el ritmo de las palabras, la secuencia fluida de las ideas y la experiencia placentera de la narratología. En ese momento Carlos Angulo Menco, en medio de la floración de sus meditaciones, estaba pensando escribir una novela.

Entonces como lector voló en alas del recuerdo, desde la Abadía benedictina de San Miguel, en Italia, hasta un seminario del Caribe colombiano, donde había ingresado para ser sacerdote, porque una fuerza enigmática lo impulsaba con vigor hacia ese determinado fin. Ser un buen sacerdote era su sueño más preciado. Pero vaya contrariedad, si en su fuero interno sentía que su alma se debatía entre el sacerdocio y el matrimonio, institución creada, según el Génesis, por el mismo Dios que casó a Adán y a Eva en el huerto del Edén; no obstante, dicha institución fue tocada por la Iglesia en los Concilios de Letrán (el primero en 1123 y el segundo en 1139), donde se decretó que los clérigos no podían casarse y que debían permanecer castos. Se estableció de esa manera el celibato obligatorio, desconociendo la idea primorosa cuando el Señor tronó desde las alturas y dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” y de inmediato le dio por esposa a Eva para que se unieran por medio del amor y formaran una sola carne y disfrutaran del sexo, porque el placer sexual es una idea de Dios y todo lo que Dios hace es bueno. En virtud de lo anterior y del fallido intento de eliminar el celibato en el Concilio Vaticano II (1962-1965), Carlos se retira del seminario con un grupo relativamente grande de seminaristas y entra a estudiar filosofía en la Universidad San Buenaventura de Bogotá, donde recibe el título de licenciado en Filosofía. Con el título en la mano llega a la Universidad Libre de Barranquilla y se convierte en catedrático universitario, al mismo tiempo que realizaba estudios de Derecho en esa institución de donde salió convertido en abogado.

En su afán por llenar vacíos en el ámbito académico e investigativo, Carlos ha publicado varios libros, entre otros: Metodología general de la investigación científica; Introducción a la ciencia y sus métodos; Teoría del conocimiento jurídico; Ética profesional y empresarial; y La felicidad del más acá. En ese contexto editorial, de contenido ético y filosófico, es de anotar que en el Club de lectura “La Oca” habíamos llegado al final del libro El lobo estepario, novela de Hermann Hesse, que lo había puesto en el umbral de la evolución literaria; pero la ruptura definitiva en su trayectoria intelectual se produjo un día en el Club de lectura, cuando sintió el fuego infernal de la Abadía de San Miguel, Abadía que inspiró y ambientó la célebre novela del escritor Umberto Eco. Entonces Carlos, buscando analogías y distancias, empezó a reflexionar sobre el acontecer en el Seminario de donde se retiró, porque vio que no era ese el lugar para su vocación. En el Seminario se sentía cautivo entre las normas que ponían talanqueras al desarrollo de la naturaleza humana y prohibían, para el ejercicio del sacerdocio, la relación más natural que puede existir sobre la faz de la tierra, como es la relación entre el hombre y la mujer. De inmediato cayó en la cuenta de que el Seminario era todo lo contrario a la Felicidad del más acá, expresión esta que escribo en cursivas, porque corresponde al título de una de sus obras, donde manifiesta el disfrute placentero, hedonista y galante del buen vivir, como preámbulo al goce de la vida celestial. Pues bien, en las páginas de Umberto Eco, Angulo Menco se inspira y empieza a deshojar los recuerdos que fluyen por su pluma de nostalgia, para ir tejiendo el gobelino de las letras, que hoy cristaliza con la edición de su primera novela titulada El enigma de la sotana, un maravilloso logro en prosa sencilla y transparente, que enriquece el acervo literario de Barranquilla y otras latitudes, al contar historias curiosas y atrevidas sobre la vida en el seminario, lugar lleno de prohibiciones que impiden disfrutar el placer y la alegría del arte amatorio, porque todo ese goce conlleva a la situación de pecado, que cierra el camino de la salvación y conduce a un lugar donde el suplicio será eterno.

La novela de Carlos es autobiográfica y testimonial, en la que aflora una realidad tozuda, pero matizada con el humor y la ternura. Para muestra un botón que decora el final del libro cuando el narrador, ya en el crepúsculo de su existencia, va a visitar a sus amigos al seminario, donde hay muchos héroes, pero también seres humanos tocados por una angustia insondable por causa del celibato obligatorio, determinación antinatural que se aparta del mandato divino y abre cauce a los amores furtivos de clérigos y sacerdotes, al privarlos de una mujer que endulce sus vidas con su presencia permanente.

Finalmente el lector, que ya conoce (aunque sea muy brevemente) las inquietudes intelectuales de Carlos Angulo Menco, sabrá juzgar su tránsito por los terrenos de la religión, la teología y la filosofía, y su empeño en buscar aventuras literarias más exigentes y comprometedoras, como es el caso de la novela titulada: El enigma de la sotana, un libro que causará discrepancias en los ámbitos religiosos más tradicionalistas, por su interpretación de la doctrina de Jesús, el modelo perfecto del hombre libre que relativizó la ley y “se enfrentó a todas las estructuras de su tiempo”, como bien lo dice el siquiatra cristiano Pierre Solignac en su libro La neurosis cristiana, donde consigna los factores que traumatizan al ser religioso por razones del complejo de culpa producido por el temor al “pecado”.

JOSÉ MORALES MANCHEGO

Director de la Biblioteca Pública Julio Hoenigsberg

Sociedad Hermanos de la Caridad

(Prólogo al libro de Carlos Angulo Menco. "El enigma de las sotanas". Ediciones Donado. Barranquilla, 2024.