lunes, 18 de noviembre de 2024

El enigma de la sotana

 

 PRÓLOGO

Hablar de Carlos Angulo Menco y su obra me pone a volar hacia el Jardín de Epicuro para encontrarme con el maestro de Samos y releer su famosa “Carta a Meneceo”, donde le dice: “Que nadie tarde en filosofar por ser joven, ni se canse de filosofar por ser viejo”. Esa frase del padre del epicureísmo le marca el sentido de la vida a un buscador de saberes y de espacios cada vez mayores, con el ánimo de explayar sus aspiraciones para construir un mundo de sueños e inventivas; hago alusión a un ser humano de inquietudes intelectuales que ha disfrutado los placeres del cuerpo y de la mente con sus amigos en los “Encuentros sabatinos” en restaurantes, bares, cafeterías y clubes de lectura, donde se reconforta con la palabra enjundiosa de grandes filósofos y de afamados escritores.  

Carlos Angulo Menco, desde muy joven, inició sus pesquisas intelectuales estudiando la teodicea que, a diferencia de la teología revelada (dirigida por la fe), tiene como criterio investigativo la “luz de la razón”; más tarde fungió como filósofo y en el atardecer de su existencia se dejó envolver por la literatura; pero el vértice de su parábola vital lo encontró en la sala de lectura de la Biblioteca Pública Julio Hoenigsberg, donde se hallaba con sus compañeros del Club de lectura “La Oca”, leyendo y penetrando en el método de la composición de una novela ambientada en el Medioevo, titulada El nombre de la rosa, del semiólogo Umberto Eco. De pronto el acucioso lector salta y se queda pensativo… Estaba entusiasmado con el ritmo de las palabras, la secuencia fluida de las ideas y la experiencia placentera de la narratología. En ese momento Carlos Angulo Menco, en medio de la floración de sus meditaciones, estaba pensando escribir una novela.

Entonces como lector voló en alas del recuerdo, desde la Abadía benedictina de San Miguel, en Italia, hasta un seminario del Caribe colombiano, donde había ingresado para ser sacerdote, porque una fuerza enigmática lo impulsaba con vigor hacia ese determinado fin. Ser un buen sacerdote era su sueño más preciado. Pero vaya contrariedad, si en su fuero interno sentía que su alma se debatía entre el sacerdocio y el matrimonio, institución creada, según el Génesis, por el mismo Dios que casó a Adán y a Eva en el huerto del Edén; no obstante, dicha institución fue tocada por la Iglesia en los Concilios de Letrán (el primero en 1123 y el segundo en 1139), donde se decretó que los clérigos no podían casarse y que debían permanecer castos. Se estableció de esa manera el celibato obligatorio, desconociendo la idea primorosa cuando el Señor tronó desde las alturas y dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” y de inmediato le dio por esposa a Eva para que se unieran por medio del amor y formaran una sola carne y disfrutaran del sexo, porque el placer sexual es una idea de Dios y todo lo que Dios hace es bueno. En virtud de lo anterior y del fallido intento de eliminar el celibato en el Concilio Vaticano II (1962-1965), Carlos se retira del seminario con un grupo relativamente grande de seminaristas y entra a estudiar filosofía en la Universidad San Buenaventura de Bogotá, donde recibe el título de licenciado en Filosofía. Con el título en la mano llega a la Universidad Libre de Barranquilla y se convierte en catedrático universitario, al mismo tiempo que realizaba estudios de Derecho en esa institución de donde salió convertido en abogado.

En su afán por llenar vacíos en el ámbito académico e investigativo, Carlos ha publicado varios libros, entre otros: Metodología general de la investigación científica; Introducción a la ciencia y sus métodos; Teoría del conocimiento jurídico; Ética profesional y empresarial; y La felicidad del más acá. En ese contexto editorial, de contenido ético y filosófico, es de anotar que en el Club de lectura “La Oca” habíamos llegado al final del libro El lobo estepario, novela de Hermann Hesse, que lo había puesto en el umbral de la evolución literaria; pero la ruptura definitiva en su trayectoria intelectual se produjo un día en el Club de lectura, cuando sintió el fuego infernal de la Abadía de San Miguel, Abadía que inspiró y ambientó la célebre novela del escritor Umberto Eco. Entonces Carlos, buscando analogías y distancias, empezó a reflexionar sobre el acontecer en el Seminario de donde se retiró, porque vio que no era ese el lugar para su vocación. En el Seminario se sentía cautivo entre las normas que ponían talanqueras al desarrollo de la naturaleza humana y prohibían, para el ejercicio del sacerdocio, la relación más natural que puede existir sobre la faz de la tierra, como es la relación entre el hombre y la mujer. De inmediato cayó en la cuenta de que el Seminario era todo lo contrario a la Felicidad del más acá, expresión esta que escribo en cursivas, porque corresponde al título de una de sus obras, donde manifiesta el disfrute placentero, hedonista y galante del buen vivir, como preámbulo al goce de la vida celestial. Pues bien, en las páginas de Umberto Eco, Angulo Menco se inspira y empieza a deshojar los recuerdos que fluyen por su pluma de nostalgia, para ir tejiendo el gobelino de las letras, que hoy cristaliza con la edición de su primera novela titulada El enigma de la sotana, un maravilloso logro en prosa sencilla y transparente, que enriquece el acervo literario de Barranquilla y otras latitudes, al contar historias curiosas y atrevidas sobre la vida en el seminario, lugar lleno de prohibiciones que impiden disfrutar el placer y la alegría del arte amatorio, porque todo ese goce conlleva a la situación de pecado, que cierra el camino de la salvación y conduce a un lugar donde el suplicio será eterno.

La novela de Carlos es autobiográfica y testimonial, en la que aflora una realidad tozuda, pero matizada con el humor y la ternura. Para muestra un botón que decora el final del libro cuando el narrador, ya en el crepúsculo de su existencia, va a visitar a sus amigos al seminario, donde hay muchos héroes, pero también seres humanos tocados por una angustia insondable por causa del celibato obligatorio, determinación antinatural que se aparta del mandato divino y abre cauce a los amores furtivos de clérigos y sacerdotes, al privarlos de una mujer que endulce sus vidas con su presencia permanente.

Finalmente el lector, que ya conoce (aunque sea muy brevemente) las inquietudes intelectuales de Carlos Angulo Menco, sabrá juzgar su tránsito por los terrenos de la religión, la teología y la filosofía, y su empeño en buscar aventuras literarias más exigentes y comprometedoras, como es el caso de la novela titulada: El enigma de la sotana, un libro que causará discrepancias en los ámbitos religiosos más tradicionalistas, por su interpretación de la doctrina de Jesús, el modelo perfecto del hombre libre que relativizó la ley y “se enfrentó a todas las estructuras de su tiempo”, como bien lo dice el siquiatra cristiano Pierre Solignac en su libro La neurosis cristiana, donde consigna los factores que traumatizan al ser religioso por razones del complejo de culpa producido por el temor al “pecado”.

JOSÉ MORALES MANCHEGO

Director de la Biblioteca Pública Julio Hoenigsberg

Sociedad Hermanos de la Caridad

(Prólogo al libro de Carlos Angulo Menco. "El enigma de las sotanas". Ediciones Donado. Barranquilla, 2024.



domingo, 21 de julio de 2024

Carnavalización en "Las lanzas coloradas"

 


CARNAVALIZACIÓN EN LAS LANZAS COLORADAS

JOSÉ MORALES MANCHEGO

 

Las lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri es una joya literaria de carácter intemporal. Es una novela de acciones intrépidas y tensiones literarias, contextualizada en los comienzos de la guerra de independencia de Venezuela. Su lenguaje es diáfano, pero henchido de bellas expresiones, con profusión de metáforas, símiles, anáforas, epiforas, hipérboles, ironías, epítetos y sentencias que nos dejan una enseñanza y nos ofrecen una lectura placentera, porque la literatura es una forma de la alegría, asevera Borges, y luego agrega:

 “Si leemos algo con dificultad, el autor ha fracasado…

Un libro no debe requerir un esfuerzo, la felicidad no debe requerir un esfuerzo”[1].

En atención a esta idea de Borges, podemos afirmar que la novela de Uslar Pietri se absorbe con una facilidad y sabrosura que nos permite degustar las estructuras y microestructuras más importantes de la obra.  La razón de su calidad literaria está sintetizada en las palabras de Miguel Ángel Asturias cuando dice: “Arturo Uslar Pietri cuida su idioma, sabe o intuye que la palabra es la sabiduría del novelista, del escritor, del poeta. Sin este saber y conocer, no hay novela ni poema”. Además, agrega el premio Nobel guatemalteco que “Las Lanzas Coloradas” es “una novela con claves para la interpretación de nuestra realidad americana”.

En ese mismo sentido, el profesor de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, Guillermo Servando Pérez, manifiesta:

Arturo Uslar Pietri se propone y consigue, en “Las lanzas coloradas”, no tanto subrayar los aspectos épicos de la guerra, sino descubrir, en sus mecanismos interiores, los gérmenes de la actual Latinoamérica, desunida y a merced de los intereses colonialistas…Con una escritura tersa y desprovista de todo amaneramiento, Uslar Pietri quiere sentar las bases de una historiografía desprovista de las rémoras del colonialismo cultural y del engolamiento patriotero[2].

Sin lugar a duda Las lanzas coloradas es una novela de muchos esplendores literarios, elogiada por la crítica más exigente. La novela trata de la guerra, pero la idea de Arturo Uslar Pietri no es mostrar la guerra de independencia con la frialdad de la historiografía tradicional, sino resaltar el fulgor de una epopeya para mostrar el sinsentido de la guerra. Esta idea es matizada con el humor y la risa, elementos que forman parte del ambiente carnavalesco de la obra, donde las jerarquías se subvierten para representar el destronamiento del amo y la entronización del esclavo. 

EL CARNAVAL EN “LAS LANZAS COLORADAS”

La carnavalización está presente por doquier en muchas situaciones de Las lanzas coloradas. Una de esas situaciones de carnaval se muestra claramente en el capítulo 8 cuando Fernando Fonta, Bernardo y el capitán inglés (“Musiú”) llegan a un pueblo chiquito llamado Magdaleno y luego ranchan en una pulpería, donde los zambos, los mulatos y algunos blancos (“No había negros puros”) disfrutaban bebiendo aguardiente, riendo a carcajadas en medio de las burlas, los chistes y el buen humor en general. En esa pulpería la risa y el lenguaje (utilizado con propósitos crípticos) se muestran como categorías típicas de lo carnavalesco[3].

El capítulo 7 también está carnavaleado. Todos sabemos que en el carnaval el mundo se trastrueca. Pues bien, en este capítulo el orden social jerárquico se invierte y al mismo tiempo se profana lo sagrado. Presentación Campos, el mayordomo, ordena a los esclavos quemar “El Altar” (símbolo de lo sagrado) y viola a Inés, la hermana de Fernando Fonta, el amo de la finca “El Altar”. En otras palabras, “El Altar” fue profanado de forma inmisericorde. Y para colmo de la carnavalización, Presentación Campos le dice al negro Natividad: “Ahora estamos arriba, Natividad. Los de abajo, que se acomoden”[4]. En esta situación se siente una tonalidad triunfante de lo popular, como se deja ver en una fiesta nocturna en medio de la plaza pública para celebrar el triunfo sobre un pueblo “desarmado y con bastantes cosas” para saquear[5].

Lo sagrado también es profanado en el capítulo 10, cuando Boves, con siete mil lanceros, se toma una iglesia llena de gentes que oraban y convierte el edificio religioso en un bar donde celebra una fiesta con guitarras y tambor, obligando a los parroquianos a bailar.  “El cura, que estaba escondido en el confesionario, fue sacado a la fuerza… Y a golpes la sotana comenzó a inflarse entre los bailarines. Grandes risas bárbaras celebraban el espectáculo”[6].

 En fin, analizar la novela (cualquier novela) a través del prisma del carnaval, o de cualquier otra teoría, es un buen ejercicio en aras de romper los esquemas medievales de la educación repetitiva, que colma su aspiración transmitiendo resúmenes, con el fin de desconocer las múltiples perspectivas y los distintos saberes que confluyen en una obra literaria, método intonso que a nivel general de la educación ha servido para  condenar a las grandes masas a vivir en la “minoría de edad”, convirtiéndolas en un rebaño, para que los mandamases de todos los tiempos las manejen a su antojo. Lo importante entonces es superar a ese lector empírico y empezar la aventura hacia un lector ideal. Es decir, un lector emancipado que aprenda a caminar solito y no se conforme con engullir y repetir argumentos o resúmenes inculcados “por algunos de los tutores incapaces por completo de toda ilustración”[7], sino que se acerque a la obra literaria para comprenderla en su dimensión compleja con todos los elementos que la configuran, y contribuir así a la construcción de conocimiento.

Hemos dicho que el escritor Arturo Uslar Pietri en Las lanzas coloradas busca mostrar el sinsentido de la guerra; pero en este aspecto del sinsentido de la guerra el carnaval tiene su derecho de ciudadanía, y tiene también el poder para transformar las batallas en fiestas. Por eso, en un ambiente de libertad y de fraternidad, Barranquilla le opuso a la Guerra de los Mil Días, una “Batalla de flores” que ya se volvió emblemática para simbolizar la finalización de una guerra fratricida y sin sentido, que destrozó a la República de Colombia.

Dicen que a la palabra literaria nadie puede sujetarla. Por eso el escritor escribe una cosa y a partir de ahí el lector acucioso, analítico y pensante puede interpretar otra. El acto de la lectura es entonces un acto de libertad. En punto a lo anterior, con mi atuendo de “monocuco” (porque soy carnavalero) llego al capítulo 4 de Las lanzas coloradas de Arturo Uslar Pietri. Allí se recrea de manera carnavalesca la sesión de una logia llamada “Los hijos de la libertad”.

Quienes sepan en que consiste el “reteje” para entrar a una tenida, y vivir una iniciación, comprenderán de inmediato la parodia de Uslar Pietri. Ya en la tenida de la Logia llamada “Los hijos de la libertad” (después de intercambiar interrogantes y palabras de pase, necesarias para franquear el pórtico del Templo), el presidente impone el silencio y ordena: “Ciudadano secretario, comience la lectura de los Derechos del Hombre”.

“El llamado secretario extrajo de debajo de una piedra un pequeño cuaderno que era un ejemplar de la traducción de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, impresa clandestinamente por Nariño, en Bogotá”. Terminada la lectura y cerrada la discusión, el presidente ordenó: “Ciudadano Fonta, debajo del cajón en que usted está sentado hay un libro. Tenga la bondad de dármelo”. El presidente de la logia toma el libro en sus manos. Estaba amarillo y muy viejo de usado. Era el Contrato social de J. J Rousseau. “El presidente impuso silencio y comenzó a traducir el francés con dificultad, despacio: ‘El hombre es nacido libre, y por todo él está entre los hierros.’ “[8].  He ahí una traducción bastante macarrónica. Una traducción más cercana a lo que dijo Rousseau puede ser esta: “El hombre ha nacido libre, y en todas partes está encadenado”[9].

En esta situación de la novela se puede apreciar que la susodicha tenida muestra la diferencia entre la realidad y la ficción, al ser presentada de manera burlesca para llamar a la risa como categoría de la carnavalización. Por su parte, la cojera en la traducción de El contrato social no sólo muestra la forma cómo un discurso se transforma en ficción, sino la implicación que esa ficción tiene desde el punto de vista de las ideologías, porque (a mi entender) se trata de quitarle importancia a la Ilustración y al libro extranjero en el proceso de emancipación de las colonias americanas. Esta ficción nos recuerda intertextual o complementariamente el pensamiento de José Martí cuando el americanista, envuelto en su capa de batalla, decía: “Ni el libro europeo ni el libro yankee daban la clave del enigma hispanoamericano”[10]. Y en otro artículo asevera con más contundencia: “La independencia de América venía de un siglo atrás sangrando; ¡ni de Rousseau ni de Washington viene nuestra América, sino de sí misma!”[11]. 

En fin, lo que dijo Uslar Pietri está ahí. Tal vez él tenía en mente su propia intencionalidad, pero como lector de su obra puedo darle significado; porque si a la palabra literaria nadie puede sujetarla, mucho menos se podrá cortar la melena a la palabra centelleante, cargada de ideas y de una profundidad carnavalesca[12], como la palabra plasmada en la maravillosa obra Las lanzas coloradas. 

JOSÉ MORALES MANCHEGO

 



[1] Jorge Luis Borges. En: Borges Oral. Bruguera: Barcelona, 1980. p. 22.

[2] Centro literario. Análisis de Las lanzas coloradas. Arturo Uslar Pietri. Editorial Voluntad: Bogotá, 1991.p. 93.  

[3] Arturo Uslar Pietri. Las lanzas coloradas. Salvat Editores.: Navarra, 1970. pp. 86-104.

[4] Ibid. p. 81.

[5] Ibid. p. 82 y ss.

[6] Ibid. pp. 140.

[7] Emmanuel Kant. Filosofía de la Historia. Fondo de Cultura Económica: México, 1981. p. 27.

[8] Arturo Uslar Pietri. Op. Cit. pp. 46 y ss.

[9] Jean-Jacques Rousseau. El contrato social. Traducción de Consuelo Berges. Ed. Aguilar: Buenos Aires, 1968. p. 50.

[10] José Martí. Nuestra América. Editorial Losada: Buenos Aires, 1980. p. 15

[11] Ibid. 86.

[12] Sobre la teoría de la carnavalización en la literatura, léase: Mijail Bajtin. Problemas de la poética de Dostoievski. Fondo de Cultura Económica: Bogotá, 1993. Del mismo autor: La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Alianza Editorial: Madrid, 1990.

(Artículo publicado en la revista "Campamento Escocista". Año 1 No. 1. Barranquilla, julio del 2024)

El fútbol y la teoría de la carnavalización

 


     El fútbol y la teoría de la carnavalización

 

José Morales Manchego

 

El filósofo mexicano Luis Villoro, en su libro Signos políticos, considera al fútbol “como un instrumento que ayuda a mantener una situación de dominio, conservando satisfechos a los siervos”; sin embargo, el autor también entrevé en ese deporte una dimensión no oficial de las relaciones sociales en aras de un mundo mejor. Al pensar en esta opinión me llegaron a la memoria las ideas del crítico literario, teórico y filósofo del lenguaje Mijail Bajtin, autor de La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de Rabelais y Problemas de la poética de Dostoievski, dos obras en las que desarrolla la “teoría de la carnavalización”, que consiste en aplicar las categorías del carnaval a la Literatura. Todos sabemos que en el carnaval la sociedad se trastorna y se abre paso hacia el cambio de las viejas estructuras.  Por eso el carnaval, en sus orígenes y esplendores, no sólo representó el goce pagano, sino un cuestionamiento profundo a la estructura de la sociedad feudal. Algo parecido sucede con el fútbol. Analizarlo desde esa perspectiva, puede enriquecer la óptica de la política para hacerla más humana y reveladora de hermosas posibilidades. En ese sentido, vemos que el fútbol transforma la manera de ver la vida y las relaciones que los hombres establecen en el plano de lo jurídico y de lo social, para mostrar los diferentes matices de otro mundo posible y contemplarlo dentro de su complejidad, liberado ese mundo ideal de los regímenes que restringen al hombre y reducen las potencialidades de su esencia como ser humano.

 

Nadie duda de que el fútbol genera una fascinación colectiva. Por eso algunos recalcitrantes dicen que es el opio del pueblo[1]; pero si llegamos más allá de la simple dimensión aparente veremos en su esencia la representación de una utopía que encierra la subversión de ciertos estereotipos.

 

No se necesita llegar a deliquios intelectuales, para saber que en nuestra sociedad los valores se desdoran y la vida para muchos carece de sentido. Frente a esa tozuda realidad, el juego brinda un gran respiro. En el estadio el juego transcurre según reglas. El partido de fútbol tiene una trama coherente y ordenada, con una planeación estratégica y un sentido claro. En ese tiempo de juego el vacío existencial de la sociedad profana se termina. Lo sustituye el entusiasmo de la contienda, los destellos de ritmo y de armonía.

 

Por esa razón mucha gente va al estadio para escapar de la realidad cotidiana (agresiva, violenta y represiva) y disfrutar de otra realidad diferente que le brinda conocimiento y diversión. En eso se parece el fútbol a la literatura.

 

En el tiempo del partido, todo el sistema represivo de la sociedad civil se suspende y entra en vigor el Reglamento del juego, el cual es acogido por todos los jugadores. El Reglamento no es de ninguno de los bandos en contienda, ni es para satisfacer intereses particulares como sucede en la conflictiva sociedad profana. En el estadio existe la igualdad de oportunidades y el triunfo puede ser de cualquiera de los participantes. En el espectáculo las jerarquías se trastocan y hay destronamientos. Como en el carnaval, el amo se vuelve siervo y el siervo se trasmuta en amo. Por eso, en sus mejores momentos, al jugador del barrio “La Chinita” de Barranquilla los locutores deportivos lo llamaban don Teo[2], y algunas damas encopetadas de la sociedad, en los delirios del fanatismo, gritaban muchas veces su deseo de tener un hijo con James o disfrutar el himeneo con el Tino Asprilla[3]. En otras palabras, un modesto mozalbete, nacido en los andurriales de los suburbios, puede, en un instante determinado, brillar como una estrella ante los ojos del mundo. En el fútbol, como en el carnaval, el siervo se convierte en rey.

 

En los campeonatos mundiales, las jerarquías entre naciones se suspenden. Las naciones subdesarrolladas emulan con las industrializadas. En ese lapso, los países más pobres tienen la esperanza de superar a los poderosos.  Un país subdesarrollado puede transformarse en señor de sus propios amos. Recordemos que España, con blasones y órdenes reales, fue derrotada y eliminada del mundial 2014, por los descendientes de Caupolicán y sus mapuches. Esa vez, Chile derrotó a la madre patria, en territorio de Brasil, dos goles por cero. Si seguimos refrescando la historia tenemos que, en 1982, el ejército inglés derrotó militarmente al ejército argentino en la Guerra de las Malvinas, pero en 1986, en el Estadio Azteca de la Ciudad de México, con dos goles de Maradona, la Selección Argentina rescató el orgullo patrio, derrotando a la señorial Inglaterra. Como se puede observar: “Lo altamente jerárquico se desentroniza; y lo que está en lo más bajo, se entroniza”[4]. En el estadio de fútbol, de nada vale el poderío militar ni el abolengo de las naciones. Ahí lo que vale es la inteligencia del director técnico, y el arrojo, la habilidad, el vigor, el impulso, el ritmo de los movimientos, la inventiva y el arte de los jugadores. Ahí no funcionan las leyes profanas. Ellas quedan suspendidas. El código penal no rige. Aquí rigen otras leyes que sólo funcionan en el cuadrilátero. Por esa razón, si un jugador golpea a otro no lo pueden juzgar en la fiscalía por lesiones personales.

 

En el partido de fútbol, lo que se vislumbra es una sociedad que pertenece al mundo de las utopías. Allí, en vez de la enajenación del trabajo, reina la tolerancia, la espontaneidad, la belleza, la solidaridad y la alegría de vivir. En el fútbol el trabajo no está enajenado, sino que se labora con alegría. En esa empresa, los trabajadores del balón disfrutan de buenos salarios y del reconocimiento de las mayorías. Al mismo tiempo los espectadores disfrutan, por unos instantes, de otra posibilidad de vida que se dará en una sociedad bien organizada, donde los derechos no se queden en una romántica declaración.

 

Finalmente, así como el carnaval de las obras de Rabelais no es lo mismo que el de los mercachifles de hoy, el fútbol también ha cambiado radicalmente. El fútbol de hoy, en manos de ambiciosos, se ha transformado en una industria multinacional y se ha distorsionado su esencia en demasía, perdiendo su sentido original. A su alrededor crecen las mafias, los fanáticos furibundos, las pandillas y los crímenes. La ética y la estética deportiva se están perdiendo. No obstante, y a pesar de las sombras y externalidades “La pelota no se mancha”, como dijo Maradona en La Bombonera, cuando se despidió de las canchas del balompié, donde la utopía sigue viva, esperando la hora de los hornos.



[1] “…muchos intelectuales de izquierda descalifican al fútbol porque castra a las masas y desvía su energía revolucionaria”. Eduardo Galeano. El fútbol a sol y sombra. TM Editores. (s.m.d.). p. 36.

[2] Su nombre de pila es: Teófilo Antonio Gutiérrez Roncancio. Fue elegido Mejor futbolista de Suramérica en el año 2014.

[3] El reconocimiento al Tino Asprilla (Faustino Hernán Asprilla Hinestroza) se debe a que “…el fútbol ofrece uno de los pocos espacios más o menos democráticos donde la gente de piel oscura puede competir en pie de igualdad. Puede, hasta cierto punto, porque también en el fútbol unos son más iguales que otros”. Eduardo Galeano. Op. Cit. p. 49.

[4]   Nelson Castillo Pérez y Carmen Salgado Rodríguez. Discurso y humor. Edición Universidad de Córdoba. Montería, 2008. p. 97.

(Artículo publicado en la revista "Campamento Escocista". (Órgano de divulgación del "Supremo Consejo Neogranadino". R:. E:. A:. A:.). No. 1. Barranquilla, julio 2024.

sábado, 20 de enero de 2024

Alhena, una mujer que supo decir ¡Basta!

 



PRÓLOGO

Hay personas que en medio de situaciones hostiles saben confrontar adversidades e infortunios. Pero hay otras que van más allá, y despiertan multitudes inexpresivas para ponerlas en condiciones de romper cadenas y liberarse de rigores y crueldades. Tal es el caso de Lucía Armella González, una mujer que ha conocido el valor del sacrificio, porque jamás se ha doblegado ante la desdicha, y mucho menos ante la opresión que ha sufrido la mujer por el solo hecho de ser mujer.

Hoy, la osada escritora nos entrega una obra de notable densidad literaria, donde se exponen múltiples ideas. En sus páginas se desarrollan los actos de una fémina llamada Alhena, personaje que lucha con vigor para ser ella misma frente al imperio ancestral de la impostura. Es una de esas historias noveladas que entusiasman a los lectores. La estructura del libro comprende 38 capítulos cortos, en los cuales se ventila una temática compleja con historias que se intercalan. No obstante, todas las acciones confluyen hacia un tema medular que es la ideología del machismo, como finalidad explícita de la obra.

La novela aborda del principio al fin la historia de vida de los Arloc, una familia que se toma como célula representativa de la sociedad, sólo para preparar el ambiente donde se desarrollan hechos históricos, personajes y conceptos filosóficos trascendentales. En la novela, Francisco y su esposa son el punto de referencia como origen y fundamento de una sociedad cargada de prejuicios. Alhena, hija de los Arloc, es una mujer de la vida real, que llega a la memoria de la escritora para renacer en el plano artístico como un personaje de ficción, y llegar luego a las manos del lector como un verdadero hecho estético. Alhena es un testimonio fehaciente del valor, que en medio de la represión y la injusticia surge como un ser rebelde y libre que jamás se agota.  Es el personaje creado por Lucía Armella para darle dinámica a la trama de su libro titulado: Alhena: memorias de una infamia, donde se pinta con claridad un fresco de la lucha entre el machismo y la liberación.

Alhena, desde la infancia, fungió con dignidad en distintas labores reservadas para los hombres. No obstante, la realidad social injusta y violenta estremeció su personalidad, llevándola a refugiarse en la religión, donde se desempeñó en el liderazgo espiritual, ministerio que ejerció sin ningún interés por el beneficio material. Pero en el seno de la religión observó que se discriminaba a la mujer y el patriarcado también estaba presente, porque muchos dirigentes religiosos habían equivocado la esencia de la doctrina de Jesús, el Divino Maestro, que asumió los ideales de libertad, igualdad y fraternidad entre los seres humanos.

En las andaduras de la vida, Alhena, por doquier hallaba hechos dolorosos y discriminatorios que incidirán en la configuración de su personalidad. Ese mundo de la vida, matizado con la discriminación, no compaginaba con su anhelo de libertad. Entonces decidió huir de la ciudad y se internó en la espesura de la selva, para vivir donde chillan los monos y se pasea el puma frente al espejo de un río que se arrastra silencioso como una serpiente.

Esa decisión de Alhena, en busca de la libertad, me recuerda a la pastora Marcela, personaje recreado por Miguel de Cervantes Saavedra en Don Quijote de la Mancha, cuando dice la bella mujer: “Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles destas montañas son mi compañía; las claras aguas destos arroyos son espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos”[1]. Pero Alhena, a diferencia de la pastora Marcela, comprendió que la verdadera libertad no está en la soledad de la montaña, y entonces vuelve a la ciudad, intuyendo el pensar del filósofo Baruch Spinoza, que asevera: “El hombre dirigido por la Razón es más libre en la Ciudad, donde vive conforme al decreto común, que en la soledad, donde no obedece más que a sí mismo”[2].

Alhena no podía conformarse con vivir para sí misma, porque ello equivaldría a marginarse de la vida social para condenarse a la muerte.

Pero ese retiro le dejó una enseñanza: en la selva lavó su conciencia y en medio de la manigua aprendió a ensimismarse y a escuchar su voz interior como fundamento de su desarrollo espiritual. En realidad, su estadía en la selva fue un encuentro con Dios, a través de la naturaleza.

Con esa fortaleza volvió a la ciudad para luchar contra el patriarcado, que ha florecido desde los orígenes de la civilización, bajo todo tipo de gobierno, tanto en los populismos agresivos, como en las dictaduras variopintas o las democracias hipócritas.

Para Alhena no hubo refugio sólido en el mundo profano ni en el mundo religioso, hasta que encontró la inspiración divina dentro de sí. Entonces la poesía le desbrozó el camino. El arte y la literatura comenzaron a sacarle sus fantasmas. Por todo lo anterior, sus palabras y sus versos salen de su pluma con el fuego que purifica el alma para buscar en la poesía el desahogo existencial. Su novela está escrita con dolor y sufrimiento para liberarse de esa nebulosa de obsesiones lacerantes. La obra representa el drama de la mujer en una sociedad machista, donde impera una violencia explicita y ostensible contra la mujer, al lado de otra violencia también aberrante, pero invisible.

Finalmente, es necesario resaltar que la vida de Alhena ha sido labrada por ella misma en el fragor de la lucha cotidiana, como fue labrada la vida de su padre, el doctor Francisco Arloc, un titán de la superación, símbolo del patriarca que se salvó del machismo cuando emprendió su vuelo hacia la Eternidad. Ese día, Alhena sintió la voz de su padre que se dejaba oír desde el cielo, para decirle a su hija que él llevaba a Jesús por dentro, lo que significa que en sus días postreros Francisco Arloc asumió las ideas del Gran Maestro Jesús de Nazaret, que amaba a las mujeres, las respetaba y las acogía siempre como iguales a los hombres. Por eso Francisco Arloc no ha muerto, ni morirá, y Alhena se convertirá en un símbolo que seguirá vigente, mientras reine la injusticia sobre la faz de la tierra.

JOSÉ MORALES MANCHEGO

(Alhena: memorias de una infamia. Puertoarena Editores. Barranquilla, enero 2024).



[1] Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha. Primera parte, Cap. XIV.

[2] Baruch Spinoza. Ética. Proposición LXXIII.


domingo, 14 de enero de 2024

Poemario Gran Recital

 

EDITORIAL

Con gran satisfacción hemos llegado al No. 15 del poemario del Gran Recital Arte in Memoriam, certamen que cada año le rinde homenaje a un personaje destacado de la región, que haya partido para el Valle de la Eternidad.

La llegada del No. 15 simboliza nuevos comienzos, nuevos desafíos y por eso es importante balancear los logros de esta publicación para cobrar conciencia de su propio contenido y labrar la poesía del porvenir.

Hasta el momento han recibido el homenaje póstumo las siguientes personalidades:

- Gloria Logreira, la singular mestiza, que expresó en versos la afirmación de su ternura. Ella decidió irse de este mundo, en la aurora de su existencia, porque las almas sensibles necesitan paz y justicia para florecer, y en este aspecto, nuestro Planeta es un desierto, en el cual los labios de Judas siguen besando, la corrupción y la injusticia siguen avanzando y a Jesús lo siguen crucificando.

- El ilustre escritor Jorge Artel, poeta de las negritudes, nacido en Cartagena de Indias, autor de una maravillosa obra poética de dolor, de denuncia y de combate, porque como él lo dice en su poema “El mismo hierro”, escrito en Nueva York en 1952: Este sol que ahora baña/ los campos de la tierra/ se le niega a otros hombres/ en el hogar de América.

-El barranquillero, de ancestro francés, Leonello Marthe Zapata, hombre de una mentalidad intrépida y una curiosidad intemporal, que supo cruzar las espadas de la ciencia y la virtud, para dejarnos cuatro libros de su pluma refulgente, y una estela luminosa como presidente de la Sociedad Hermanos de la Caridad y presidente de la masonería colombiana del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

-El poeta soledeño Gabriel Escorcia Gravini, autor de “La Gran miseria humana”, una décima en la cual, a través del amor, se aborda el tema de la muerte, para llegar a conclusiones axiológicas. Es una obra de gran belleza, cargada de imágenes y metáforas, en la cual, de principio a fin, campea un fino trabajo de filigrana poética, y la evocación de un mundo mágico y misterioso, poblado de fantasmas que rodean al hombre de manera inexorable.

-Celia Cruz, personaje que con su canto echó un granito de “azúcar” al mar de las incertidumbres existenciales, con la esperanza de que algún día la vida se convierta en un verdadero carnaval, porque el carnaval es una fiesta donde se representa el triunfo de una liberación transitoria, en el marco de los poderes dominante, según el escritor ruso Mijail Bajtin. El carnaval es la ruptura de un orden establecido. En él se suspende la tradición legal y sólo puede vivirse de acuerdo con las propias leyes de la fiesta. La canción “La vida es un carnaval”, cuyo autor es el músico y empresario Víctor Daniel, fue inspirada en una tragedia de índole terrorista, cuando una bomba estalló en la AMIA de Argentina, el principal centro de la comunidad judía en ese país. La letra de la composición fue interpretada por Celia Cruz, que la convirtió en un canto universal de vida y esperanza. He ahí la grandez del arte, que nos hace soportables los horrores de la existencia.

-El Joe Arroyo, autor de la canción titulada: “En Barranquilla me quedo”, caracterizada como un poema de gratitud y de amor de un negro cartagenero por su patria adoptiva, que lo acogió en su seno y le brindó el apoyo necesario para que emprendiera el vuelo anhelado hacia la inmortalidad. Esa misma voz festiva es la que canta por los subyugados de la historia para entregarnos una canción titulada “La guerra de los callados”, testimonio de quienes sufren en silencio la opresión y la injusticia. Esa misma voz se levanta melodiosa en “La Rebelión”, pieza musical de alto contenido social e impacto universal, que denuncia la explotación colonial y los desmanes cometidos contra la mujer, hechos históricos que avivaron la combustión en el alma del cantante y compositor, para producir una epopeya envuelta en una bella melodía, que se desdobla en ideas para gritarle al amo: “No le pegue a la negra”.

-El pintor Alejandro Obregón, genio de inmensas capacidades artísticas, que tradujo de manera contundente el color y la luminosidad del Caribe. Su pincel estampó en las telas no sólo su amor por la naturaleza, sino sus vivencias, su temple ideológico y sus destellos por la libertad.

-El filósofo Julio Enrique Blanco, fundador de la Universidad del Atlántico. Lector infatigable y un autodidacta consumado. Estudioso de Emmanuel Kant, y del padre de la escuela heroica de la historia, Thomás Carlyle, quien decía que “La verdadera Universidad en nuestros días consiste en una colección de libros”. Julio Enrique Blanco es el pensador que pone a florecer la Filosofía bajo el cielo estrellado de Barranquilla.

-Pedro Biava, músico de origen italiano, que desde muy joven se radicó en Barranquilla, donde se empeñó en desbrozarle el camino a la música sinfónica en el Caribe colombiano. De esa manera Biava se convirtió en el adalid del proyecto de la Filarmónica de Barranquilla, hasta lograr, en 1943, la cristalización de su sueño.

- Adam H. Erwin, un salvado de las aguas nacido en Irlanda, quien estuvo a punto de perecer en un naufragio, del cual fue el único sobreviviente de los tripulantes del Barco. Educador creativo que se fue elevando desde una humilde escuela hasta fundar el Colegio Americano, que lo inmortalizó en la conciencia colectiva con la potencia de un sueño triunfal.

-José Stevenson Collante, ilustre miembro de la Gran Logia del Norte de Colombia, donde fue Gran Maestro de la Augusta Institución. Su vida transcurrió en los centros educativos, donde brilló como estudiante, docente y rector de prestigiosas Universidades. Publicó varias obras, cuya lectura es indispensable para la comprensión de la masonería. Liberal de hueso colorado y solidez doctrinal; admirado por su oratoria encendida y enjundiosa, José Stevenson Collante fue hombre de honor, sabiduría y virtud. En homenaje a su memoria, la sede cultural de la Sociedad Hermanos de la Caridad lleva su nombre.

- SCADTA. El 5 de diciembre de 2019 salió el poemario No. 13 para conmemorar los 100 años de la aviación en Colombia y rendirle homenaje a los fundadores y mártires de la aviación, que perdieron la vida el 8 de junio de 1924 en el accidente aéreo que enlutó a Barranquilla. Ese día sus almas se elevaron al cielo, después de regar por el mundo las auroras de una empresa promisoria: la SCADTA, la primera empresa de aviación de Barranquilla, que en el año de 1939 se convirtió en AVIANCA.

-Margarita Galindo Steffens. El poemario No 14 fue dedicado a nuestra inolvidable amiga, la poetisa del agua, que siempre nos acompañó con sus versos para abrir puertas hacia la libertad. “Los versos de Margarita Galindo se caracterizan por su originalidad, riqueza de imágenes y respeto por el idioma”, según palabras del poeta José Manzur.

Poemario No. 15. Esta vez el personaje escogido es Álvaro Cepeda Samudio, una vida pintoresca que se fue muy joven para el Valle de la Eternidad.

Cepeda Samudio fue un periodista bien parado sobre la realidad de los hechos, y un escritor de imaginación exaltada para crear un mundo de ensoñación y de ficciones. Este Gran Recital se titula “Entre la realidad y la ficción”, para exaltar al autor de “La Casa grande”, que supo distinguir entre contar las cosas como sucedieron (que es el objeto de la historia y el periodismo) y narrar los hechos para presentar su esencia artística de manera filosófica, estética y doctrinal, que es el objeto de la poesía. La primera forma considera los hechos en particular, mientras que la segunda los considera de manera general, como se asevera en El arte poética del filósofo Aristóteles.

Álvaro Cepeda Samudio fue un intelectual de rupturas, que propuso nuevos abordajes y nuevos rumbos.  A los 46 años se marchó de este mundo. Se fue con su melena y sus sandalias y se perdió en la espesura del espacio sideral; pero nos dejó su obra periodística; su obra literaria y el fruto de su incursión en el campo de la cinematografía. Su nombre es la resonancia de la literatura y el arte en este bello atardecer en el camposanto de la libertad, donde cada tumba nos recuerda que el tiempo de nuestro viaje es corto y la salvación del hombre está en la cultura.

JOSÉ MORALES MANCHEGO

(XVI Gran recital Arte in memoriam: "Entre la realidad y la ficción". Poemario No. 15. ISSN 2500-7653. Puertoarena Editores. Barranquilla, 2 de diciembre del 2023).