lunes, 22 de junio de 2009

EL BOLIVAR DE CARLOS MARX

"Es justo y necesario que mi vida pública se examine con esmero, y se juzgue con imparcialidad". (Simón Bolívar)

Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

La historia de América, el arte y la literatura nos han dado a conocer muchas facetas importantes sobre la vida de Simón Bolívar, el Genio de América Hispánica, que también tiene puesto de honor en los es­trados de la historia universal. Así mismo, se han difundido obras sobre el pensamiento oceánico del Libertador, analizado desde las posiciones de escuelas históricas diferentes. Pero falta más difusión y estudio sobre la po­sición fijada por Carlos Marx, ese genio espe­culativo y heurístico del siglo XIX, sobre la fi­gura cimera de Bolívar.

"El Caballero de la Lucha de Clases", en su ar­tículo escrito en 1858, titulado Bolívar y Ponte, intenta demoler históricamente la figura de Bolívar, centrando su análisis en el ámbito mi­litar y desconociendo otros aspectos, como la entereza revolucionaria y la actitud del Libertador frente a las clases sociales, en el proceso de independencia hispanoamericana. El padre del materialismo histórico, sin parar mientes en lo que es una personalidad histórica, y abandonando su llamado "hilo conductor", dice que Bolívar entregó a Puerto Cabello, la fortaleza mejor equipada de Venezuela; afirma que Bolívar en los combates salía huyendo, razón por la cual lo llama "el Napoleón de las retiradas", y lo acusa ante el mundo de haber traicionado a Francisco Miranda, conocido como el "Precursor de la Independencia Amer­icana". En este punto es preciso anotar, que la deformación que hace Marx del Libertador no es tan grande por lo que dice, sino por lo que omite.

Carlos Marx, olvidó que Bolívar, en la guerra de independencia, administraba los escasos re­cursos de las mal armadas tropas del ejército patriota, que en condiciones deplorables se enfrentó y derrotó a uno de los Imperios mas poderosos de la Tierra, cuyo ejército ostentaba una reconocida experiencia guerreando con­tra romanos, turcos, moros y contra las inva­siones de los llamados pueblos bárbaros. Carlos Marx pasó por alto que Bolívar no fue un ser sobrenatural, sino un hombre de carne y hueso, con sus grandezas, sus defectos y sus flaquezas. Un hombre que supo batirse glorio­samente, en combates fulgurantes, hasta al­canzar la libertad de un mundo. Bolívar fue el genio indiscutible de la guerra de independen­cia. Obviamente que en varios de sus combates fue arrinconado, pero en tales circunstancias luchó a muerte, y aunque algunas veces estu­vo a punto de perecer, pudo escapar milagro­samente, poniéndose a salvo de la furia del enemigo. El padre de América se retiró estra­tégicamente de algunos, combates, pero jamás se retiró de la causa de la independencia. Esa causa la llevó hasta el fin. Por eso la grandeza de Bolívar, como dice Lavretski, reside "en que durante la guerra de independencia supo ex­presar las esperanzas de la gentes sencillas, de los indios, los negros, los llaneros, quienes se habían levantado contra los colonizadores", hasta la victoria final.

El artículo de Carlos Marx tiene insuficiencias teórico-metodológicas y adolece de innumera­bles imprecisiones históricas y tergiversaciones, muchas de las cuales han sido aclaradas y explicadas por Pedro Scaron en las notas mar­ginales hechas al mencionado artículo, publi­cado en el libro Materiales para la Historia de América Latina, que es una compilación de textos de Carlos Marx y Federico Engels. Por demás, la Investigación histórica sobre los hechos de la Independencia ha demostrado que el doctor Marx estaba equivocado.

Los juicios históricos deben hacerse con base en pruebas doc­umentales, testimonios u otras fuentes confiables. En ese sen­tido, para que el lector se forme una idea objetiva sobre el Liber­tador, me permito relacionar lo que dicen algunos personajes que estuvieron muy cerca de él, información documental que en su mayoría se encuentra compilada en el libro de Aníbal Noguera Men­doza y Flavio De Castro, titulado Aproximación al Libertador. Testimonios de su época. He aquí los testimonios:

El General José de San Martín, en un documen­to fechado en Guayaquil, en julio de 1822 dice: "En cuanto a los hechos militares de este ge­neral (Bolívar), puede decirse que le han mere­cido, y con razón, ser considerado como el hombre más asombroso que haya producido la América del Sur".

El General José Antonio Páez asevera que Bo­lívar era "amigo del combate, acaso lo prodiga­ba demasiado, y mientras duraba, tenía la ma­yor serenidad". Además destaca en él, "la fuer­za intelectual que dirige y organiza los planes". En el mismo documento, el General Páez, ma­nifiesta que Bolívar "Hermanaba lo amable del cortesano con lo fogoso del guerrero".

El Capitán inglés José Andrews, dijo de Bolívar el 18 de octubre de 1825 lo siguiente: "Como hombre, a mi ver, había ganado más que Wa­shington... La ignorancia y completa falta de experiencia de quienes lo rodeaban, en asun­tos civiles y militares, echó todo sobre su genio; osó noblemente y tuvo éxito... Se le ha acusado de propósitos ambiciosos al poder absoluto; el tiempo solamente decidirá este punto. Hasta ahora no ha demostrado tal disposición, sino más bien la inversa."

James Thomson, pedagogo protestante, en septiembre de 1823 decía; "El rostro de Bolí­var, azotado por el tiempo, está diciendo que no fue perezoso. No hay hombre, creo, que haya llevado tanto de la carga o que haya tra­bajado tan arduamente en el calor del día a favor de la independencia de la América del Sur, como Simón Bolívar. Sus trabajos en su propio país están ya coronados de un éxito casi completo; Colombia puede considerarse libre e independiente".

El General Daniel Florencio O'Leary nos recuer­da que los últimos momentos de Bolívar "fue­ron los últimos rescoldos de un volcán expi­rante, con el polvo de los andes sobre su ropa".

Pablo Morillo, General español que se distin­guió en la guerra contra Napoleón, tronaba de la siguiente manera, refiriéndose al Libertador: "Nada es comparable a la incansable actividad de este caudillo. Su arrojo y su talento son sus títulos para mantenerse a la cabeza de la re­volución y de la guerra". El mismo Pablo Mori­llo, atalayando la amenaza que para el ejército español representaba el ser guerrero del Liber­tador, manifestaba: Bolívar "es más peligroso vencido que vencedor".

Por su parte, la prensa de París registró así la muerte del Libertador:

Le Courrier Francais del lunes 21 de febrero de 1831: “Aunque Bolívar por largo tiempo dispu­so de una manera casi absoluta de las rentas de tres estados, Colombia. Perú y Bolivia, mu­rió sin poseer un solo cuarto de los fondos pú­blicos; pero tampoco dejó deudas, no obstante haber sacrificado los nueve décimos de su grandísima fortuna al servicio de la patria y a la libertad de casi mil esclavos que servían en sus haciendas”.

Le Tribune del 21 de febrero de 1831: "calum­niado y maltratado, hay probabilidad de haber descendido al sepulcro víctima de la ingratitud de su país, en que había completado la más gloriosa carrera”.

Journal du Comerse del 21 de febrero de 1831: "Bolívar ha muerto y deja libre su patria... Dichoso hombre, sin embargo, porque habien­do sido grande en la guerra, y en su tiempo el más poderoso de su país, permaneció hijo obe­diente de la libertad!... Bolívar era sin disputa el primer personaje del Nuevo Mundo, y el an­tiguo no podía oponerle ningún rival que exis­tiese... Bolívar se adelantó mucho a su época; el pensamiento del grande hombre fue mal en­tendido en América y desatendido en Europa... Un grande hombre, un hombre a quien sus propios enemigos estaban obligados a estimar, Bolívar... acaba de morir".

Le Quotidien del 21 de febrero de 1831: "Muere Bolívar en la vigorosa edad de los 47 años, des­popularizado y pobre, después de haber sacri­ficado a la revolución un patrimonio considerable”.

­Le Temps del 23 de febrero de 1831 manifiesta: "La América ha perdido su antorcha, y por col­mo de dolor, ella la apagó con sus mismas ma­nos. ¡Bolívar no existe! La humanidad está pri­vada de uno de sus ornamentos, y Colombia de su salvador; de aquel que, después de haberla creado, era el único que podía conservarla". Más adelante dice el mismo artículo de prensa: "Bolívar falleció a los 47 años de edad. ¡Qué carrera tan plena y tan pura!... Guerrero, le­gislador, administrador, Bolívar ha llenado completamente todos los altos empleos de las sociedades; siempre semejante a si mismo, clemente, moderado, desinteresado, existien­do únicamente por la patria y por la gloria, esos dos ídolos de las almas sublimes, Bolívar ha si­do el hombre completo de nuestra era; ni una mancha se apercibe en toda su vida. Ninguna cabeza se ha elevado tanto como la suya... Cuantos amen la grandeza, la virtud, el patrio­tismo, el desinterés, tributarán sus lágrimas de sangre".

Le Courrier Francais del 23 de febrero de 1831: "La muerte acaba de cegar una de las más ilus­tres vidas de este siglo, tan fecundo en varones esclarecidos. El héroe suramericano ha dejado de existir... Bolívar, a la edad de 28 años, ex­puso su vida a los peligrosos azares de la gran lucha que debía arrancar la América del yugo español, y crear la independencia en unas vastas regiones, que por espacio de muchos siglos sólo habían conocido señores y escla­vos".

Le Fígaro del 22 de marzo de 1831: "La muerte de Bolívar, al cabo de quince años de combates por la libertad, deja sumergidos a todos sus compatriotas en el más profundo dolor. Él prohibió al expirar, que se tributasen a sus ce­nizas honores extraordinarios. Si se da cumpli­miento a este mandato, en lo que cabe mucha duda, no por eso dejará de tener un monumen­to indestructible en el corazón de sus compa­triotas y de todos los amigos de la libertad".

Estos son apenas unos pequeños fragmentos de la copiosa documentación confiable que existía sobre Bolívar, en el momento en que Marx escribió su artículo. Sin embargo, el pensador de Tréverls se dejó arrastrar por los documentos de la calumnia provenientes de autores hostiles al Libertador, como Ducoudray Holstein y Gustavo Híppleley. Se sabe que los autores Henry Ducoudray Holstein y Gustavo Hippisley, utilizados por Marx para escribir esa biografía de Bolívar, te­nían grandes desavenencias y resentimientos con el Libertador. El primero, Ducudray Holstein, se resintió con Bolívar, porque éste lo expulsó del ejército y no lo ascendió a General. Entonces escribió con odio sobre Bolívar, alejándose de toda objetividad y de la recti­tud del juicio histórico. Por su parte Hippisley se distanció de Bolívar, porque tenía ambicio­nes en las que el Libertador no podía complacerlo de buenas a primeras, como atender sus in­terminables reclamos de sala­rios y grados más elevados en la carrera mili­tar. Este inglés también escribió un libro de mucha virulencia contra el Libertador, en el cual dice que Bolívar "no tiene ni el talento ni la habilidad de un general, menos especialmen­te para ser un comandante en jefe... Táctica, movimientos y maniobras le son tan descono­cidos como a lo más bajo de sus tropas. Toda idea de regularidad, sistema o rutina común de un ejército o siquiera de un regimiento le son desconocidos. De ahí surgen todos los de­sastres que afronta, las derrotas que sufre y su constante retirada cuantas veces se opone al enemigo". Luego agrega: "Bolívar quiere de buena gana imitar al hombre grande. Aspira a ser un segundo Bonaparte en Suramérica, sin poseer el menor talento para los deberes en el campo o en el gabinete. Quiere ser rey de Nue­va Granada y Venezuela, sin ser genio para mandar...". Esto lo escribió Hippisley en 1818. Sin embargo, en 1826 se retractó y terminó elogiando al Libertador y asegurando que "a Washington le faltaban la grandeza y la firme­za de alma, la verdadera independencia de es­píritu, la liberalidad de sentimientos y la cons­tancia con que Bolívar ha inmortalizado su nombre, y se ha hecho sin par en los anales de la historia".

Sea que Marx haya leído o no, la importante documentación mencionada, de todas mane­ras en su escrito hay un vacío en lo que se re­fiere a la apreciación del papel que jugó Bolívar contra el sombrío pasado colonial. En el caso que nos ocupa, el autor de El Capital no pudo resolver la cuestión del papel del individuo en la historia.

Reconocer los méritos de un personaje históri­co no es caer en el culto a la personalidad. A Bolívar le gustaba reconocer los méritos y que a él se los reconocieran. Por eso decía: "El pre­mio del mérito es el acto más augusto del poder humano". En cambio, Marx parecía no estar dispuesto ni a reconocer sus propios méritos, tal como lo manifiesta en una carta fechada el 10 de noviembre de 1877, dirigida a Wilhem Bloch, donde dice lo siguiente: "...de mi repug­nancia contra todo culto a la personalidad habla la circunstancia de que durante la exis­tencia de la Internacional nunca permití las numerosas comunicaciones en donde se reco­nocían mis méritos y que me aburrían, prove­nientes de diferentes países; incluso ni siquie­ra contestaba y sólo muy rara vez las tenia en cuenta..."

Sin embargo, esa falla de Marx ha sido supera­da por otros escritores de su misma escuela, como Jorge Plejanov, con su libro El Papel del Individuo en la Historia, que no discurre sobre la personalidad de Bolívar, pero nos proporcio­na algunos elementos metodológicos para com­prender el papel del Libertador en el marco de las revoluciones hispanoamericanas.

Bolívar es un personaje histórico de talla uni­versal, que debe ser visto sin mistificaciones y sin el servilismo de los que también lo falsean con la lisonja v la alabanza afectada. Es un personaje histórico, no porque haya participa­do en más de 472 combates, sino porque supo comprender el momento histórico y desplegar la estrategia y las tácticas correctas en las gue­rras de independencia que sostuvo Hispano­américa contra el Imperio Español. Esa com­prensión del momento histórico, y el hecho de haber llevado a los pueblos de América Hispánica a una etapa cualitativamente nueva, es lo que le da a Bolívar la dimensión de una gran personalidad histórica y el puesto bien merecido al lado de los genios de la guerra, como Temuchín, Genghis Kan y Napoleón.




domingo, 14 de junio de 2009

UN BARRANQUILLERO EN LAS ALTURAS DE LA REPÚBLICA



Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

A la presidencia de la Federación Odon­tológica Colombiana ha llegado un destaca­do barranquillero. Se trata del doctor Jaime Donado Manotas, valioso ejemplar de nues­tra reglón, con un talento despejadísimo y una capacidad enorme para trabajar. El doctor Jaime Donado nació en Barranquilla. en el seno de una familia, cuyo prestigio descansa en el mérito que da el trabajo, el comportamiento honorable y la rectitud. Su padre es el doctor Dilio Donado Comas, abogado de profesión, quien fungió como magistrado del Tribunal Superior de Barranquilla y después como notario hasta obte­ner su jubilación. Su madre, doña Gladis Manotas (q.e.p.d.), respetable matrona de sentimientos altruistas, se distinguió como ejemplo de virtudes cívicas y morales en el ámbito solariego en el que orientó a sus hi­jos. Sus tíos son: Alfonso, Jesusita. Margoth y Alberto Donado Comas, servidores de la sociedad en distintos campos de la ac­tividad laboral. Entre ellos me permito re­saltar a don Alberto Donado, quien se de­sempeña como gerente del Cementerio Universal y de la Sociedad Hermanos de la Caridad, asociación sin ánimo de lucro, in­tegrada por hombres libres y de buenas costumbres, que presta invaluables servi­cios a la comunidad.

El doctor Jaime Donado Manotas es odontó­logo egresado de la Universidad Pontificia Bolivariana y especialista en endodoncia, rama de la odontología que le produce un disfrute espiritual y halagadores placeres como consecuencia de la labor que realiza con dedicación y esmero. Esta pasión por su carrera lo ha llevado a participar como conferencista en 123 eventos académicos nacionales e internacionales, en los cuales ha brillado por su seriedad y rigor en el campo de la investigación. Al llegar a este punto es imposible pasar por alto el fruto de su labor investigativa, que contribuye a enriquecer el patrimonio de la ciencia y la cultura univer­sal. No voy a reseñar sus tra­bajos en aras de la brevedad, pero he aquí algunos de sus pergaminos: En 1992 ganó el Premio Nacional de Investigación en Odon­tología "Rafael Torres Pinzón", premio que busca incentivar la investigación en salud oral; en los años 1995, 1997 y 1998 obtuvo menciones de honor en el Encuentro de Investigación de la Asociación Colombiana de Facultades de Odontología ACFO-; en el año 2001 recibió el diploma de investigador distinguido de la Asociación de Odontólo­gos Javerianos y actualmente es director del postgrado en endodoncia de la Funda­ción Centro de Investigación y Estudios Odontológicos, con sede en Bogotá. Gracias a su laboriosidad y a sus calidades académicas, fue elegido presidente del Comi­té Ejecutivo Nacional de la Federación Odon­tológica Colombiana, entidad desde la cual seguirá trabajando por el bienestar de los odontólogos colombianos y por la elevación de su nivel académico, que "es de los mejo­res de América Latina", según su acredita­da opinión.

Como caribeño de hondas raíces en su tie­rra natal, el doctor Jaime Donado Manotas viaja con frecuencia a Barranquilla. espe­cialmente en la época de las campañas na­videñas, cuando deja las alturas de la capi­tal de la República y emprende su viaje de vacaciones, rodeado por sus hijos y su es­posa, la doctora Mari ángeles Diez, para disfrutar de su inolvidable "Curramba". sentir el calor humano de su familia y con­templar los fulgores del crepúsculo, que a la orilla del mar Caribe prolongan el mara­villoso espectáculo de los atardeceres.

PULCRITUD ADMINISTRATIVA



Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

Siempre que la prensa, la radio o la te­levisión nos Informan sobre las travesu­ras de los funcionarlos indecorosos se me vienen a la memoria, por contraste, mu­chos ejemplos de pulcritud administrati­va, que también son abundantes en la historia nacional.
Uno de esos ejemplos tiene que ver con el presidente Eustorgio Salgar (1870-1872), conocido como "El presidente caballero", mandatario éste del más puro acento ra­dical, alejado de todo sectarismo, con profundo sentido de la tolerancia hacia las Ideas y las creencias ajenas, modelo de funcionario público honrado, quien al llegar a la presidencia de los Estados Uni­dos de Colombia, a la edad de 39 años, llevó al palacio de San Carlos muebles de su propiedad para completar los que allí había, y al final de su mandato, cuando mozos de cordel los alzaban para llevarlos a la casa, observó que su esposa or­denaba que desclavaran las alfombras. En ese mismo instante le dijo don Eus­torgio Salgar a la primera dama de la nación: "Sinforosa, suspende esa labor. Deja esas alfombras en palacio. Nadie las vio entrar y todo el mundo las verá salir". ¡Qué dignidad, que honor y qué hombría de bien! Y por qué no decirlo: qué diferen­cia tan grande con los funcionarios cani­jos de hoy, que son la vergüenza de la patria y la calamidad de nuestros pue­blos.
Otro ejemplo que nadie puede olvidar es el de Simón Bolívar, el "Alfarero de Repúblicas", hombre que jamás tuvo codi­cia por los dineros de las rentas nacionales. Al contrario, la cuan­tiosa fortuna heredada la consumió en los altares de la libertad, luchando con­tra la dominación colonial, hasta conseguir la libertad de un mundo. El Liberta­dor, Genio de América, nació muy rico y murió en la pobreza, mientras hoy funcio­narios indolentes y de poca monta se enriquecen ilícitamente en el desempeño de los cargos públicos, generando un morbo social que va contaminando paula­tinamente a toda la población, hasta el punto que ya mucha gente común y co­rriente ni se asombra. Es más, piensan y actúan acorde a los vicios del personaje peculiar de la corrupción política. Sus malsanas costumbres se están convirtiendo en un estilo de vida. En sus do­minios burocráticos el elogio de la virtud no sirve para nada, Allí el hombre honra­do encuentra sólo espinas, en tanto que los perversos encuentran rosas. En esas circunstancias, una posibilidad de salvación está en generar un nuevo hombre político, bajo el desarrollo de una fe humanística.
En Colombia sólo la intelectualidad ver­dadera, aquella que es más feliz en la sana creatividad que en la lucha política. podrá convertir en fuerza material civili­zada el pensamiento del Libertador Simón Bolívar y el de los grandes hombres de América y de nuestra patria, para atajar el cáncer de la corrupción administrati­va, que carcome las entrañas de nuestro pueblo.

NOSTALGIA ECOLÓGICA Y RESTAURACIÓN AMBIENTAL



Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

En tiempos no muy lejanos, en las feraces tierras del viejo Estado de Bolívar, manadas de micos podían viajar de una región a otra sin pi­sar el suelo. Lo hacían saltando y brincando de rama en rama, y sobre el copete de los árboles. El follaje era tan rico en ese entonces, que nuestro pequeño mundo parecía una casa verde.
En esa época, por encima de los hombres, se erguían las palmeras y los cocoteros; se alza­ban imponentes las ceibas, los bongos, los campanos, y se empinaban las guaduas y los tupidos robles. El maravilloso y exuberante bosque, matizado por las flores y la coloración de los frutos, inspiró leyendas y canciones, que brotaban en medio de las copiosas lluvias o del sol canicular. Hoy, por el contrario, los campos están semidesnudos y las tierras avanzan en el proceso de erosión, vislumbrándose el rostro del desierto en lugares donde parecía ser eter­no el verde de la vegetación natural. Lo que ha sucedido en estas tierras, está ins­crito en el discurrir de nuestra América, cuyo suelo ostenta la flora más rica del mundo, pero lamentablemente soporta el más acelerado rit­mo de la destrucción, con el consiguiente de­terioro del régimen pluvial, de los recursos hídricos y, por tanto, de la calidad de vida en general. En estas circunstancias, el compro­miso fundamental de todos los seres pensan­tes es trabajar para recobrar el equilibrio ecológico y evitarle a la humanidad una catastrófica situación. No olvidemos que la emergencia más grande que tiene en peligro al mundo es el problema ecológi­co, producto de la explotación irracional de los recursos natu­rales y de la indolencia del gran capital. Por tal razón, los gobiernos sensatos se han visto obligados a desarrollar instrumentos legales para detener el desastre ecológico y tra­bajar por la restauración ambiental. Así mis­mo, han incorporado en sus planes de desar­rollo, los factores ambientales, y en sus rela­ciones dialogísticas se escuchan las palabras eco-eficiencia, eco-desarrollo y eco-producción. Sin embargo, se necesita más educación, más información, más denuncia, más compromiso y más acción. La tarea es: sembrar árboles y reimplantar vegetación de tipo natural, prote­ger la fauna, la flora, no permitir la fumigación con glifosato en los parques naturales, y en ge­neral, no contaminar.
Estamos seguros que si todos colaboramos, esta lucha, que hoy parece de quijotes, en el fu­turo cristalizará, para que algún día la huma­nidad pueda volver a encontrarse con las man­adas de micos, que nuevamente podrán viajar de una región a otra sin pisar tierra, en medio de la belleza de las flores, del colorido de los frutos y de la fraternidad universal.

LAS DIEZ PLAGAS DE EGIPTO

Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

Según la Biblia, el número siete es un número sagrado y mágico, además de ser muy rico en asociaciones de variada índole. Se habla de los siete pecados capitales, de los siete dones del Espíritu Santo, de los siete sacramentos, de las siete Iglesias del Apocalipsis, de las siete peticiones en el Padre Nuestro, de los siete sellos, de las siete calamidades que llevan los siete ángeles en siete copas.
También se dice que al séptimo día del sitio de Jericó, Josué marchó siete veces alrede­dor de las murallas de la ciudad y las derribó con el sonido producido por siete trompetas. Del mismo modo, en el sueño del faraón, interpretado por José, aparecen siete vacas gordas y siete vacas flacas, siete espigas florecidas y siete espigas agosta­das. Y así podríamos mencionar muchos ejemplos sobre la frecuencia del número siete en el libro de la Ley. Sin embargo, las plagas de Egipto no son siete, como asegura un columnista de uno de los diarios de la ciudad de Barranquilla, en su artículo titulado "Las Siete Plagas de...", en el cual se refiere, por compara­ción, a los grandes males que le han caído a la República de Colombia. He aquí un fragmento del párrafo de entrada del intere­sante opúsculo: "Señalan tos textos sagra­dos que la civilización egipcia fue aniquila­da por siete plagas, que así se llamaban antes las epidemias, hasta acabar con un alto porcentaje de la población." (El Heral­do. 26 de marzo de 2008. p. 2A). Teniendo en cuenta que muchas personas suelen usar la equivocada expresión, "siete plagas de Egipto", me permito traer a la memoria el cuadro de las diez plagas, me­diante las cuales Jehová, a través de Moisés, buscó la libertad de su pueblo, estableció una dis­tinción entre israelitas y egip­cios y adelantó un juicio con­tra sus magos y sus dioses, que no pudieron evitar las calamidades, forzando al fa­raón a otorgar la libertad y autorizar la salida de Egipto a los hijos de Israel.
Dichas plagas son las siguientes:
l. Las aguas se convirtieron en sangre.
2. Las ranas cubrieron el territorio de Egipto.
3. El polvo de la tierra se convirtió en mos­quitos.
4. Grandes cantidades de moscas de diferentes especies llenaron las habitaciones de los egipcios.
5. Cruel peste sobre los caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas.
6. Apareció un salpullido, que a su vez pro­ducía úlceras y tumores apostemados, en hombres y animales.
7. Lluvia de piedras y granizos mezclados con fuego en medio de truenos y centellas.
8. Muchedumbre de langostas que devora­ron árboles, hierbas, frutos y toda cosa verde.
9. Horrorosas tinieblas que cubrieron la tie­rra de Egipto por tres días.
10. Muerte de los primogénitos.
No hay duda entonces de que las plagas de Egipto son diez, como se puede apreciar en la maravillosa leyenda bíblica del Éxodo. Por tanto, me parece lamentable que hasta en las principales páginas de los periódicos se cometa la grave injusticia de condenar a muerte a tres plagas bíblicas sin antes haberlas oído y vencido en juicio.

LA VERDADERA RELIGIÓN



Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

Etimológicamente el término religión provie­ne del latín religio, voz relacionada con religatio, que es sustantivación de religare, cuyo significado es religar, vincular, atar. Según esta definición, la esencia de cualquier religión es la vinculación del hombre con la divinidad. En otras palabras, ser religioso es estar religa­do a Dios con toda la responsabilidad que exige ese honroso privilegio. Pero para que esta ligazón tenga sentido, es condición indispens­able el anhelo de perfección individual y la búsqueda de la unión de todos los seres hu­manos en una gran cadena de la fraternidad que nos permita vivir en paz, orden y armonía. De esta manera las religiones agradarían al Ser Supremo, porque el reino de Dios, según pal­abras del apóstol Pablo, consiste en "vivir en paz, justicia, rectitud, y en el gozo del Espíritu Santo". (Rm. 14: 17).
El vivir de un religioso debe compaginar en­tonces con el verdadero sentido de la toleran­cia, de la libertad, de la paz y de la justicia social. Su lucha permanente debe servir para que los más altos valores cubran la existencia de toda la humanidad. Sin embargo, algunas iglesias, estimuladas por dirigentes expertos en el recurso teatral de la predicación, convier­ten sus enseñanzas en una acción que mueve la pasión hasta el frenesí, conduciendo a los fieles a los extremos del fanatismo, fenómeno éste que hunde sus raíces en la ignorancia y se excita fácilmente a través de la fe religiosa, sobre todo cuando no se tiene la libertad de discurrir, de pensar o de usar la propia ca­pacidad de razonamiento. La historia de la humanidad está llena de conflictos. Pero es sorprendente que gran parte de esos conflictos son de tipo religioso. La ambición y la escandalosa lucha por el poder han movilizado a las masas fanatizadas hacia guerras religiosas de resultados dantescos. Por eso, para evitar esa distorsión del verdad­ero sentido de la religión, es necesario combat­ir la ignorancia para que la luz de la razón y de la verdad disipe las tinieblas del fanatismo y alumbre las conciencias de quienes no duer­men en su afán de cautivar almas. Al mismo tiempo, es necesario estar alerta frente a la levadura de los pujadores contem­poráneos de la vida eterna, que se han tomado la potestad de expender milagros a granel y hablar en lenguas extrañas e incoherentes, que ningún ser humano entiende, pero que ex­presan ostentación y muestran los rasgos emotivos del trance exhibicionista, de quienes olvi­daron que el don de lenguas le fue dado sólo a los apóstoles, cuando hablaron en arameo y fueron entendidos por personas de distintos idiomas, según lo registra la propia Biblia.
La verdadera religión es aquella que mediante su doctrina, la seriedad de sus ritos, la ele­vación moral de sus fieles, y el celo e integridad de sus pastores, intenta llevar a la humanidad a un mejor destino, uniendo a todos los indi­viduos en un hogar universal en el cual tengan cabida todas las tendencias y convicciones morales favorables al mejoramiento material y espiritual del género humano. La verdadera religión no puede ser la de los exhibicionistas, que inspiraron a Jesús las siguientes palabras: "Y así cuando das limos­na, no quieras publicarla a son de trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas, y en las calles o plazas, a fin de ser honrados de los hombres. En verdad os digo, que ya recibi­eron su recompensa. Más tú cuando ayudes al necesitado haz que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha" (Mt. 6: 2 y 3). "Asimismo cuando oráis, no habéis de ser como los hipócritas, que de propósito se ponen a orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; en verdad os digo, que ya recibieron su recom­pensa. Tú, al contrario, cuando quieras orar, entra en tu aposento, y cerrada la puerta con cerrojo, ora en secreto a tu Padre, y tu Padre, que ve lo más secreto, te premiará en público" (Mt. 6:5y 6). Finalmente, la verdadera religión no puede ser la de los dicharacheros que satanizan a todo el mundo y pregonan tener la última verdad revelada, olvidando aquel pasaje bíblico en el cual Santiago manifiesta contundente­mente: "Si alguno cree ser religioso, pero no sabe poner freno a su lengua, se engaña a si mismo y su religión no sirve de nada". Y a renglón seguido asevera: "La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es ésta: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y no mancharse con la corrupción del mundo." (St. 1: 26 y 27).

LA PALABRA SE ENFRENTA CON LA MUERTE

-Ese día el peón pondrá en jaque al rey-

Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

El 4 de noviembre a partir de las 6:00 de la tarde se llevará a cabo, en el Cementerio Uni­versal de Barranquilla, el Tercer Gran Recital "Arte In Memoriam Día de los Difuntos", evento cultural que se realiza cada año para conme­morar a los que nos dieron el último adiós y se fueron para el valle de la eternidad. La Sociedad Hermanos de la Caridad, la Gran Logia del Norte de Colombia y la Biblioteca Pú­blica Julio Hoenigsberg, son las entidades que están invitando a todas las personas amantes del arte y las bellas letras para que disfruten de una velada cultural en esa blanca aldea, que desde su fundación se ha movido en unos con­textos históricos, que han definido en el tiempo su identidad libertaria. Me refiero al Cemente­rio Universal, bellísima necrópolis, cuya pie­dra de toque está constituida por el tema de la muerte, como se puede apreciar en El Misione­ro, revista trimestral de la Sociedad Hermanos de la Caridad.
Por eso, los pintores, los músicos, los cantan­tes, los bailarines, los actores y los poetas in­vitados, romperán el silencio sepulcral con su tropel de ideas y propósitos para comprometerse con ese problema filosóficamente tan importante y tan común, como es la muerte. Y digo tan común, porque todo lo que existe muere. Es decir cesa. Nada escapa a esa lógica inexorable. Pero sólo la muerte humana ad­quiere plena significación en la reflexión filosó­fica. Por eso es común estudiar el problema de la muerte como muerte humana exclusivamen­te. Es más, algunos filósofos llegan a creer que la muerte humana es la propia muerte. Pues bien, esa noche memorable, en el Cemen­terio Universal, se sentirá la palabra categóri­ca de los poetas, que con su poesía como fibra vital, entrelazando símbolos, mitos, embrujos, historias y cotidianidades plasmadas en sus obras, nos entregarán una noche iluminada por la meditación y el interés profundo que el pensamiento trascendental produce. El esplendor de la estética estará en poder de pintores y fotógrafos, Ellos con sus elucubra­ciones expresarán una filosofía, una crítica, una moral. El buen observador se puede infor­mar mirando obras de arte. Ellos (los artistas) como buenos narradores, con su lenguaje, son cronistas de su época, además de soñadores y profetas.
Esa noche la palabra estará presente con Gus­tavo Taboada y la fluidez de su refinado juego para poetizar el mundo; y esa misma palabra lucirá atractiva y vigorosa en los planteamien­tos del Grupo Escénico del VI Semestre de arte dramático de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, cuyo espectáculo de ballet alcanza elevados nive­les de calidad, tanto en lo que se refiere al texto dramático como a la parte musical y coreográfica.
La palabra también estará en poder de una joven que llegó al término de la vida en plena ebullición de su inspiración ardiente de poeta: Gloria Logreira Amarís, quien, a la sazón tra­bajaba en la escenificación de la Celestina, obra de Femando de Rojas, escritor que logró dar a sus personajes la intensidad psicológica que justifica su pasión y su tragedia. Gloria Logreira, en el año 2004, se unió a las filas le­gendarias de las distinguidas personalidades que habitan el Cementerio Universal. Se despi­dió de sus familiares y amigos y se fue a la gloria. Pero esta vez ha sido invitada y estará entre nosotros con toda la pompa de su dimen­sión poética. Ella, como Prometeo, traerá a la Tierra, un rayo de la belleza infinita que encie­rra la redención.
No se puede olvidar que al viajar al Oriente Eterno, Gloria Logreira entregó la lira a su que­rido padre Orlando Logreira, su leal confiden­te, de cuya pluma han brotado páginas líricas llenas de amor, de ternura y de una serenidad ante la muerte, que hacen más amable la vida y superables las dificultades, como podremos apreciar esa noche en medio de un verdadero ritual de la palabra.
Con Javier Jiménez, la palabra y la muerte, en insólito desafío, se retaron a cantar... ¡Señoras y señores: ¡el peón ha puesto en jaque al rey! Se cierra el telón. Pero no debo poner punto final a esta página sin antes agradecer a la Sociedad Hermanos de la Caridad, a la Gran Logia del Norte de Colombia y a la Biblioteca Pública Julio Hoenigsberg, su noble empeño de prote­ger las letras y las artes. A esas entidades es preciso reconocerles su acierto, al comprender que en tiempos globalizantes, donde la ciencia y la tecnología impo­nen un lenguaje planetario, y la ambición y los fanatismos huracanados agobian la existencia y tratan de desarraigar de la Tierra cualquier hálito de vida, son necesarios estos espacios culturales para reflexionar sobre la muerte, en aras de buscarle el gran significado a la vida y recibir el sentimiento de la palabra, que nos ha acompañado siempre en el lamento, en los gritos de esperanza y en los cantos a la libertad.

LA MASONERÍA Y SU CONCEPCIÓN DEL HOMBRE




Por JOSÉ MORALES MANCHEGO


El Mundo Antiguo produjo un filósofo llama­do Diógenes de Sínope (413-327 A. C.), crítico ingenioso y mordaz de las costumbres y las creencias de su tiempo, pero más conocido por sus excentricidades. Según la historia, Dióge­nes caminaba por las calles de Atenas, a plena Luz del día, llevando una lámpara encendida y afirmando que buscaba un hombre. Sus ami­gos no entendían su extravagancia, puesto que la plaza pública de Atenas estaba repleta de hombres y él buscando un hombre. Enton­ces Diógenes les explicó: "Hay muchos hom­bres, pero muy pocos viven como hombres". En otras palabras: Diógenes buscaba un hom­bre probo, integro, recto, incorruptible. Un hombre que no sólo hablara de virtud, sino que la practicara. Por su parte la Masonería, independientemente de la cantidad de variantes que se han presen­tado en el decurso de su historia, también se ocupa de buscar hombres en el sentido lato de la palabra. En la Gran Logia del Norte de Co­lombia, con sede en Barranquilla, por ejem­plo, la Masonería que se practica le da, a cada iniciado, la luz de su antorcha para que en su propio ser trate de encontrar al ver­dadero hombre, tallando lo que metafórica­mente se llama la Piedra Bruta, acto que se eje­cuta conociéndose y perfeccionándose a sí mismo, para mostrarle a la humanidad el ca­mino de su regeneración. Este proceso se lleva a cabo mediante el trabajo constante y la per­severancia en el estudio, valores que deben proyectar al masón hacia la buena acción social. De ahí que en el primer grado se le diga al aprendiz: El hombre tiene para consigo mis­mo el deber de estudiar, de instruirse, de pro­curar su desarrollo físico, moral e intelectual. Luego, en el segundo grado, se reafirma esa idea con las siguientes palabras:"...la Masonería tiene por único fin de hacer al hombre instruido, bueno y valeroso...". En el tercer grado la sentencia es lapidaria: "entre nosotros nada valen y para nada sirven quienes no estudian, piensan, meditan y analizan".

En el grado IV se exalta el privilegio de la razón, como la facultad que le sirve al hombre para alejarse y defenderse de los prejuicios ancestrales, de la superstición y del fanatismo, y se definen los derechos y el cumplimiento del deber, considerando esto último como Ley Masónica inflexible, tan exigente como una necesidad, y tan imperativo como el destino. En este mismo grado se recuerda: "...que la vida es corta y que tenemos misiones que cumplir".

En el grado IX la Masonería asevera: "... Así como el Sol con su luz material libra al Universo de las tinieblas en que le envuelve la oscuridad de la noche, nosotros con el fanal de la Ciencia y la Virtud le libramos de la ambición, que con su falaz hipocresía extiende sobre él el negro manto de la ignorancia".

En el grado XVIII se aclara: "Nosotros tenemos 'Fe' en la ciencia que ha de traer la perfectibilidad: el bienestar humano". Más adelante se agrega: "... nuestra Caridad no tiene límites, y su beneficio es eterno. Es la educación que perfecciona al hombre, haciéndole la verdadera imagen del Creador"... "Tal es nuestra 'Caridad': enseñad al ignorante para que la justicia y el amor recíproco reinen en el universo". Y como si esto fuera poco, en el grado XXX se rinde homenaje "a la gloria inmortal de los que fueron hombres". En ese mismo grado se llama hombre, "... al que, libre de las preocupaciones de la infancia, sigue los dictados de la Razón, no es esclavo ni opresor, está resuelto a marchar con paso firme por el sendero de la verdad, y ningún poder ni consideración humana le harán cometer una bajeza". Más adelante se dice sin tapujos: "El hoombre instruido es libre, por más que duela a los astutos y ambiciosos".

Para no ser tan prolijo en el análisis de otros textos, también fundamentales de la Orden, bástame con afirmar que la concepción del hombre que propone la Masonería se basa en que el iniciado tiene que construirse a sí mismo con base en el trabajo y el estudio, buscando la perfección individual, la cual jamás podrá alcanzarse, "pues, como bien sabéis, en lo humano no cabe la perfección". Para la Masónería, el hombre debe todo lo que tiene y todo lo que es, a su trabajo, tanto físico como intelectual. Por eso, para esta Augusta Institución, el que estudia, el que descubre, el que inventa, el que produce y el que crea, son hombres y mujeres dignos de admiración. Para la Orden, el pensador y el investigador van de la mano del Creador.

Ahora bien, en los actuales momentos, en el mundo no masónico, hay un afán por el saber. Los centros de educación se multiplican. La gente se está dando cuenta que el conocimiento abre nuevas perspectivas, tanto laborales como intelectuales y sociales. Pero es importante anotar que los títulos no bastan para lograr el desarrollo humano. Todos sabemos que la indelicadeza con el tesoro público y la corrupción administrativa no son obras de simples analfabetos. es mas, el 'doctor' sin los valores éticos y morales es una amenaza para la sociedad, para la estabilidad de las instituciones republicanas y para la permanencia del género humano sobre la faz de la Tierra. De ahí que las entidades educativas deben empeñarse en formar hombres que no sólo dominen la ciencia, sino que sean modelos de virtudes. En ese sentido, la Maasonería propone una educación laica, que garantice una verdadera libertad de conciencia, para que la humanidad marche hacia una moral sin dogmas y pueda superar la "minoría de edad", según la expresión kantiana, iluminada por la intelligenttia surgida del portentoso avance de las ciencias.

Llegados a este punto, no es indispensable ser tan perspicaz para saber que Colombia y el mundo, en la encrucijada en que se encuentran, necesitan hombres y mujeres fecundos en la virtud, con capacidad para dirigir, para gobernar, para dialogar, y que a la vez sean honrados, amantes de la justicia, de la paz y de la libertad. El verdadero hombre necesita estudiar y tener una formación humanística. Pero no basta con que tenga un cúmulo de conocimientos. También es importante que se meta en el corazón que todos los hombres debemos vivir como una gran familia, bajo el mismo cielo que nos cubre y el mismo Sol que nos alumbra.

El verdadero hombre sabe que todos somos producto de la historia y que a cada momento estamos forjando una página de la gesta cotidiana. Por eso el masón se empeña en afrontar la aventura de la vida con razón, coherencia y dignidad. El verdadero hombre sabe que el conocimiento debe ser sólo para el beneficio de la humanidad. Por tal razón asume el compromiso de impedir que la ciencia sea utilizada por los inescrupulosos o por la mano criminal. De ahí que un verdadero masón debe ser un ser de alma grande, que en su trasegar por la vida sienta veneración por los hallazgos de la ciencia y por las elaboraciones del arte y el humanismo. Siempre tendrá presente que la historia lo juzgará por lo que haga. Por eso debe trabajar para darle buenos frutos a la sociedad; debe respetar a su familia y a su patria, y jamás olvidará que es mejor morir antes que deshonrarlas.

LA DÉCIMA


Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

Con Colombia, donde hay zonas fértiles para los decimeros, es preocupante el desconocimiento sobre la décima, la cual, en el ámbito caribeño, es el prototipo de la poesía popular, que tiene su mensaje, describe situaciones y también nos llega al alma. Pero lo más lamentable es que los textos de lengua española y literatura, que sirven de guía a profesores y estudiantes, no le dedican ningún espacio. En consecuencia, reina la ignorancia so­bre esta interesante manifestación del folclor lite­rario, que sin lugar a dudas forma parte de nues­tra fisonomía como región. En el marco de ese desconocimiento, es muy elo­cuente la anécdota del profesor Roberto Yanees Torres, quien se dedicó a buscar información so­bre esta temática en las Bibliotecas del departa­mento de Córdoba y fue poco lo que encontró. En­tonces escribió a distintas entidades del país, en­tre ellas al Instituto Distrital de Cultura y Turismo de la capital de la República, y la respuesta que recibió fue la siguiente: «En relación a la segunda parte de su carta no nos queda muy claro a lo que usted se refiere al decirnos estudio sobre la deci­ma en Colombia, seguramente en el Departamen­to Administrativo de Planeación podrán colabo­rarle si se trata de la carrera décima en Bogotá". Pues bien, la décima es un tipo de poesía que suele cantarse a cápela en los momentos festivos de raigambre popular. Está compuesta por estrofas de diez versos octosílabos, de los cuales, por regla general, rima el primero con el cuarto y el quinto; el segundo, con el tercero: el sexto, con el séptimo y el octavo con el noveno y décimo. Un ejemplo de este tipo de composición lo tenemos en la "Gran Miseria Humana" del soledeño Gabriel Escorcia Gravini, tema que ocupó lugar de preeminencia entre los jornaleros, oficinistas e intelectuales de nuestros pueblos caribeños en sus deliciosas no­ches de bohemia. Otro ejemplo importante es el de Gabriel Segura, también de Soledad, Atlántico, quien nos legó aquellos versos tan conocidos, que dicen al son de la melodía: "Con su fiesta noviembrina/ y su santo San Martín, / llevan alegría sin fin/ hasta sus playas marinas/ y en sus horas vespertinas/ se mira la mar serena luego la mujer morena/ por el camellón pasea / y el negro que la desea/ asieres tú, Cartagena." La décima se conoce también con el nombre de espinela, en honor a Vicente Espinel (1550-1624), escritor y músico español, a quien se le atribuye su invención. Ha sido cultivada por reconocidos escritores de la literatura española, como Lope de Vega, Tirso de Molina, Francisco de Quevedo. Félix María Samaniego, José Zorrilla. Ramón de Campoamor, Gaspar Núñez de Arce, José de Espronceda y Pedro Calderón de la Barca. En América, escritores como José Martí, Nicolás Guillen, Rafael Pombo, Violeta Parra, Severo Sarduy, Manuel Mejía Vallejo y muchos otros, han utilizado la forma de la décima para realizar sus com­posiciones. Sin embargo, en nuestros días, y muy especialmente en nuestra Costa Caribe, la déci­ma es compuesta y cantada principalmente por campesinos y otros sectores populares, quienes le imprimen un sello regional.
Roberto Yances Torres, investigador y estudioso de las décimas y los décimeros del Sinu, considera que la asimilación de esta forma de poesía en América tomó dos vías: la escrita y la oral-musi­cal. La primera la desarrollaron los literatos de academia, interesados en la publicación de sus obras. La segunda la cultivan los décimeros, in­quietos sobre todo por cantar sus versos, narrar lo que pasa en el pueblo y dar a conocer los as­pectos esenciales de la condición humana. Generaímente los decimeros son personas que no tie­nen formación académica. Son verdaderos ju­glares. Ellos la Improvisan, le ponen música y la cantan. Por esa razón la décima se transmite oral­mente, de generación en generación, siendo difícil, en muchos casos, precisar su autor. A eso se debe que los compiladores registran en sus trabajos el nombre de quienes presentan o cantan las déci­mas en los entarimados de los distintos encuen­tros de decimeros, por la dificultad de encontrar sus autores primarios. Sobre esos encuentros, donde el talento de nuestros juglares se luce en la piquería, "el pie forzao" y "el pie pisao", dice el pe­riodista cordobés Augusto Amador Soto: "Se sor­prende uno de la literatura que sale de un forcejeo filosófico de esa naturaleza. Literatura, filosofía, expresión, verdadera poesía al aire libre, que no se encuentra en ningún libro". Esa apreciación, surgida de la propia realidad, nos conduce a una conclusión ineludible: si nues­tra décima no se encuentra en los libros, entonces hay que investigarla, interrogando a los testimo­nios directos de esa experiencia poética, y divulgarla principalmente a través de los textos escolares de primaria y secundaria, para que las generacio­nes presentes y futuras conozcan ese mundo ma­ravilloso, que contiene simbolización, visión líri­ca de la realidad, penetración sicológica y senci­llez expresiva, que nos divierte, nos alegra y nos conmueve.

LA CRISIS DE LOS HOSPITALES PÚBLICOS


Por JOSÉ MORALES MANCHEGO


En materia de salud, la cari­dad se ha refugiado en el pasa­do. Los hospitales públicos -otrora llamados de caridad- sur­gieron por la necesidad de asis­tir a los enfermos de escasos re­cursos económicos como un he­cho de solidaridad, en virtud de su financiamiento con el dinero de los contribuyentes, a quienes -dicho sea de paso- el Estado les cobra impuestos a granel. Pero es lamentable que esas instituciones, tan necesarias para la atención médica y hospitalaria de la gente más pobre, se estén privatizando por encontrarse en estado deplorable, como producto del desgreño administrativo, de la politiquería y de la corrupción.
Todo el mundo sabe que en Colombia hay cen­tros asistenciales en los cuales encontramos hacinamiento, gente acostada en el suelo, enfermeras usando bolsas plásticas en vez de guantes, y médicos con un número exagerado de pacientes, sobre todo de la tercera edad. Ahora bien, son muchos los hospitales donde. a la carencia de materiales, se agrega el problema de no pagar a tiempo los salarios a los médicos y al personal paramédico, lo que hace más grave la situación de dichos estableci­mientos.
Para cualquier persona sensible es doloroso saber que hay muchos hospitales públicos y entidades oficiales donde no les pagan los salarios a los servidores de la salud, como si ellos fueran sustancias incorpóreas o espíritus glorificados, y no seres humanos de carne y hue­so, que diariamente y con abnegación arries­gan sus vidas en beneficio de la sociedad, com­batiendo enfermedades contagiosas, muchas veces en lugares malsanos, en zonas de difícil acceso, o en las distintas zonas donde se sufre la violencia fratricida, que tanto daño le ha causado al destino histórico de la gente buena de este país y a la economía nacional, con el desvío de recursos para la guerra en vez de utilizarlos en inversión social. La crisis hospitalaria del departamento del Atlántico, está inscrita en el marco de la crisis que vive la salud en toda la Nación. Los proble­mas son similares y las causas también. No obstante, abrigamos la esperanza de que algún día el pueblo colombiano, incluyendo a la po­breza absoluta, pueda disfrutar de buenos ser­vicios de atención médica, al alcance de todos. sin las anomalías e irregularidades que ahora se presentan, las cuales degradan la condición humana e intentan detener el curso de la vida en su plácido devenir. Este será un paso efecti­vo hacia la verdadera paz, que no puede existir sin justicia social y sin marginar definitiva­mente de las distintas esferas de poder a los roedores del tesoro público, que son los res­ponsables directos de los malestares sociales que padece nuestro país.

LA CARIDAD Y EL VICIO


Por JOSÉ MORALES MANCHEGO


La ética más elemental nos enseña que el deber del ser humano para con su semejan­te es amarlo y ampararlo en sus necesidades más apremiantes; darle lo que necesita, no lo que sobra, y mucho menos lo que no sirve. En ese sentido, en cualquier templo donde se reúnen los seres humanos "libres y de buenas costumbres" se imparten lecciones para reafirmar en la conciencia el deber de socorrer al prójimo o a la prójima, no sólo con la asistencia material, sino también es­piritual, cuando ellos la necesiten y la requie­ran. De ahí se deduce que la vida del hombre misericordioso deberá ser un tributo perma­nente para el mejor estar de los desvalidos. Su altruismo y su espíritu humanitario mantendrán su inteligencia ocupada con los problemas de aquellos que viven en la ino­pia. Y en verdad así lo siente en su corazón. ¡Pero vaya contrariedad!, si al hallarse en la calle ese buen hombre comienza a vivir la más incómoda y angustiosa situación, al verse rodeado de mucha gente que pide le sea aliviada su desventura. Entonces se da cuenta, en medio de la turbamulta, que en la ciudad deambula un puñado de vivarachos, bien conformados física y mentalmente, que prefieren la dádiva a la conquista del dinero con el sudor de su frente. Son Individuos capaces de trabajar, que colman su aspira­ción mendigando una moneda. En ese sentido desarrollan sus capacidades para abor­dar a los transeúntes, a quienes llaman en forma astuta "amigo", "tío" o "patrón", como inicio de su ejercitada perorata. De esta ma­nera, poco a poco va creciendo una sociedad plagada de parásitos que viven a costa de los demás, olvidándose que la limosna es para los lisiados y para los enfermos imposi­bilitados de ganarse el pan con sus propias fuerzas.

No obstante, todos sabemos que hay mu­chas personas discapacitadas viviendo en la indigencia, y que cualquier ser humano está expuesto a la penuria económica fortuita, causada por situaciones diversas, que pueden colocarlo en el umbral de las dificultades. En ambas cir­cunstancias, la caridad es in­dispensable para que nues­tro prójimo, por así decirlo, se restablezca y pueda sobrevivir en el cuadrilátero de las ne­cesidades. Ante ese enigmático drama el misericordioso no sabe qué hacer. Le viene a la mente el dilema: ayudar o no ayudar. Piensa que pueden asaltarlo en su buena fe, o que pueden atracarlo y robarle sus perte­nencias. En verdad, se vuelve temeroso para hacer el bien en un mundo en el que se mezclan, con los bíblicos mendigos, los pi­llos y los malandrines. Por esta razón, la caridad debe ser bien de­finida, con conocimiento de causa de su des­tinatario, sobre todo en sociedades en las cuales impera el deseo de adquirir bienes materiales por cualquier medio, comporta­miento que ha ido conviniendo a la limosna en remedio que alimenta la propia enferme­dad, en vez de curarla o aliviarla. Digo esto, porque para nadie es un secreto que las grandes ciudades de nuestra patria están repletas de seres humanos perdidos en el vicio y alejados del deseo de trabajar, que viven de limosnear. Y lo que es peor, utilizan a los niños y niñas en el mismo oficio, cuan­do estos inocentes deberían estar retozando en los parques o cultivando su inteligencia en planteles educativos. Por tanto, el Estado debe tomar medidas sobre el particular, entendiendo que la políti­ca debe ser el esfuerzo para mejorar el nivel económico y social de las personas, pero no sólo de las que están muy bien, sino princi­palmente de las que están muy mal. Al mismo tiempo es importante recalcar que la caridad debe hacerse con la debida pruden­cia, para que la limosna no se convierta en una prima pagada al vicio y a la pereza, en detrimento muchas veces de la nobleza del trabajo, que es la fuente de todas las virtu­des, y por tanto, la fuerza específica sobre la cual se mantiene la sociedad.

HOMENAJE A LAS MADRES

A Itala Manchego, mi divino ejemplo

Por JOSÉ MORALES MANCHEGO


Dice una sabia ocurrencia que "Dios no podía estar en todas partes y por eso creó a las madres". Al crearlas les llenó el corazón de amor, de bondad y de ternura, y les dio el privilegio de formar en su vientre a la criatura humana, para que el mundo se poblara de seres inteligentes, li­bres y de buenas costumbres. Por eso todos los hombres y todas las mujeres nacen para ser buenos. Si en el transcurso de la vida unos escogen el camino de la maldad, es porque pisotean el divino ejemplo de la buena madre. De ahí que ella sufre las consecuencias del fenómeno antinatural de la violencia, sintiendo el dolor de cada uno de los que la padecen. En otras palabras, las madres son victiman, directa o indirectamente, de las demenciales hordas que no se conmueven ante su calidad de progenitura de los hombres. El día de la madre, en el cual esa maravillosa mujer se regocija, rodeada de la pollada familiar, también hay que recordar a los pollos ausentes. Son ellos: políticos, sindicalistas, periodistas, profesores, estudian­tes, intelectuales, Agentes de la Policía, soldados, campesinos y demás compatriotas, cuyas madres beben a diario el cáliz de la amargura, con hijos secuestrados o desapa­recidos en una guerra fratricida, que hace derramar sobre sus responsables la impre­cación de Dios ante el crimen de Cain. Quienes directa e indirectamente perturban la paz de este país, son insensibles frente al horrendo espectáculo, que no sólo genera una mala imagen de nuestra patria, sino que llena de dolor a quienes los amamantó y con mucha ternura los meció en la cuna. Se olvidan los apátridas de todos los pelam­bres, que las madres de Colombia no podrán ser felices en medio del derramamiento de sangre, del desplazamiento forzado y de la inseguridad que a diario pone en peligro el ser que durante un tiempo vivió alojado en sus entrañas maternas. Por tanto, el mejor homenaje que se le puede brindar a las madres de Colombia, es desba­ratar el infame negocio de la guerra, el cual incluye tráfico de armas, secuestros, des­apariciones, torturas y violencia en general, para no seguir viendo la estampa deprimen­te de muchas madres que lloran, que sufren y que reclaman a sus hijos sin saber cuándo volverán a verlos o dónde pasarán la noche. No hay duda de que el día en que este sueño de paz se convierta en realidad, brillará la felicidad completa sobre el rostro de todas las madres colombianas. En ese contexto de armonía es de esperar que todos los que se apartaron de la legali­dad, vuelvan a ser los niños puros y limpios que otrora fueron. En esa forma, la sociedad los recibirá en su seno, siempre y cuando se somentan a la ley, reparen a las victimas y sean capaces de vivir como hombres de bien, siguiendo el divino ejemplo de una buena madre.

FIESTAS NAVIDEÑAS



Por JOSÉ MORALES MANCHEGO


Los días de diciembre son de alegría y feli­cidad, de amor y ternura, de fe y esperanza, de balances y perspectivas, de paz y fraternidad. Es decir, son días de navidad. Siguiéndole el rastro a esta palabra encontramos que provie­ne del latín nativtas, que significa nacimiento. Específicamente se entiende por Navidad el tiempo que va desde el 25 de diciembre, día en que se estableció la fecha del nacimiento de Jesús, hasta el 6 de enero, cuando se celebra la Epifanía o adoración de los Reyes Magos, fiesta a la que se da gran importancia en el calendario litúrgico cristiano y en la tradición civil.
En realidad no se sabe la fecha precisa del na­cimiento de Jesús. Es más, la Natividad no se ha celebrado siempre en diciembre. En la antigüedad se utilizaron varias fechas para dicha conmemoración. En esa misma época, los ri­tos llamados paganos celebraban el 25 de di­ciembre el solsticio de invierno y la llegada de la primavera. Fue en el siglo IV, a provechándose la Iglesia de la inmensa popularidad de los susodichos ritos, cuando se proclamó la fecha del 25 de diciembre como el día del na­cimiento de Jesús.
La fiesta pagana más estrechamente asociada con la navidad era el saturnal romano -en ho­nor a Saturno, dios de la agricultura- que se celebraba, a la luz de velas y antorchas, du­rante siete días de bullicio, diversiones, ban­quetes, bebidas e intercambio de regalos. Actualmente la Navidad es una fiesta cristiana muy bella, con muchos rasgos del famoso pa­ganismo. Nadie puede negar quela navidad es tiempo de luces, villancicos, gran actividad co­mercial, intercambios de regalos, reuniones, comidas y bebidas familiares. Ahora bien: aunque no se conoce la fecha exacta de su nacimiento, sí está claro que Je­sús nació en un momento histórico de disen­siones, en el cual las relaciones sociales esta­ban en crisis. En la tierra de la Sagrada Fa­milia se vivía un cuadro de opresión, de nece­sidades, de dolor y de sangre. Era la época de la dominación romana - la hidra que lo devora­ba todo- y del reino de los Herodes, con su ba­canal de vicios y su desfile de crímenes. Había luchas sociales, egoísmo, odios y ambiciones a granel. En tales circunstancias, la gente sen­sata esperaba un Mesías que librara al homo sapiens del infortunio que lo agobiaba. Llega­dos a este punto, es justo y necesario aclarar que la palabra Mesías viene del hebreo meshiah, que quiere decir ungido, término que los griegos tradujeron posterior­mente como Kristos. Mesías significaba entonces el Hijo de Dios prometido al pueblo he­breo. El Mesías seria la encarnación de la esperanza, la redención y la so­lución de todos los problemas. Como es obvio, en ese momento histórico, surgieron muchos profetas y jefes de cuadrillas revelándose como redentores y ungidos, es decir se presentaban como el Mesías. En ese contexto se da el naci­miento de Jesús. La leyenda dice que nació en un pesebre lleno de animales y por supuesto de estiércol, para simbolizar la situación en que llegó al mundo, en medio de una huma­nidad plagada de bajas pasiones, degradación social y corrupción en general. Es de anotar que los grandes señores de la época esperaban un monarca cubierto de púrpura, de gloria y de poder material; pero Jesús, el Sol de Justicia, nació y vivió en medio de la pobreza y de la sencillez. Su doctrina les dio a los esclavos y plebeyos la conciencia de su propio destino. Por eso los oligarcas del momento no creyeron en él, no lo reconocieron y como se atrevió a enfrentarlos, lo crucifica­ron. En cambio, para los humildes (entiéndase cristianos), ese era el Mesías. Por eso las sociedades cristianas se regocijan con en esta fecha conmemorativa, abrigan muchas esperan­zas, invocan la paz, el civismo, los valores y es­peran que el año venidero sea siempre mejor, colmado de dicha y prosperidad. De ahí que en las fiestas navideñas, las calles, los umbrales de las casas y los edificios se adornan con arreglos y luces, que en nuestra región se han ido enriqueciendo con elemen­tos foráneos como el árbol de navidad, de ori­gen germánico, y la imagen de Santa Claus (Papa Noel) con el trineo, los renos y las bolsas con juguetes, que es un arreglo estadouni­dense. Estos adornos, como es de esperar, se mezclan con los elementos autóctonos, que forman parte de la cotidianidad y la tradición popular. Pero lo más importante es señalar que en la navidad, en ciudades y villorrios, las sombras ceden su paso a la luz y la imagi­nación se desborda hilvanando ilusiones, abri­gando esperanzas y alimentando muchos sueños.

FALLECIÓ DIRIGENTE DE LA MASONERÍA COLOMBIANA



Por JOSÉ MORALES MANCHEGO



El 3 de enero de 1928 nació en Barranquilla un gentil hombre que buscó el embellecimien­to de la vida mediante la cultura del espíritu y la función social de la virtud. Recibió el título de doctor en medicina y Cirugía de la Universi­dad Nacional de Colombia. Más tarde recibió su título de especialista en Ginecología y Obste­tricia, profesión que ejerció ética y responsa­blemente a lo largo de su existencia. Se trata del doctor Leonello Marte Zapata, es­critor de tremendas verdades e intelectual in­tenso, creador y afirmativo. En 1992 la Edito­rial Grijalbo publicó su obra Cartas Desde las Trincheras, en la cual nos da a conocer, docu­mental y analíticamente, toda la correspon­dencia escrita por su tío, Manuel Andrés Marthe Carrasco, un barranquillero que combatió en las trincheras francesas de la Primera Gue­rra Mundial, y que sobre la marcha, entre com­bate y combate, escribía y enviaba cartas a la familia en las cuales narraba lo que sucedía en los campos de batalla, en medio del espantoso cuadro de las bayonetas, los ataques con gases irritantes, los piojos, las ratas y otras peripe­cias del conflicto; pero también hablaba de las alondras, las mirlas y demás aves canoras, que con su agradable trino parecían aliviar los ho­rrores de la guerra, sus miserias y sus infa­mias.

En 1994 el doctor Leonello Marthe Zapata lan­za su libro El Aborto en Colombia, verdadero tratado médico-legal publicado por Editorial Grijalbo. En este libro, el autor plantea la re­gulación demográfica mediante el uso y la prescripción médica de anticonceptivos, y de­fiende con argumentos científicos la legaliza­ción del aborto terapéutico como una práctica más de la libertad humana. He aquí sus pala­bras contundentes: "En Colombia no podemos abordar la desincriminación del aborto desde el punto de vista de los dogmas de una religión, sino desde los aspectos fundamentales de la ciencia y de las características económico-so­ciales de nuestro pueblo" (p. 24). Y más adelan­te manifiesta sin tapujos: "Sé que el tema del aborto es todavía entre nosotros un tema polé­mico, aunque ya esté superado en los países desarrollados, en donde sólo impera un crite­rio científico y social; criterio completamente alejado de los prejuicios o dogmas religiosos, y temo además, que esta obra no será bienveni­da y aceptada por aquellos que todavía se rigen por criterios imbuidos de preceptos confesio­nales retardatarios y aún de ideas políticas de derecha" (pp. 25 y 26). En 1996 salió a la luz pública su libro Historia de la Sociedad Hermanos de la Caridad, ilus­trado con imágenes del Cementerio Universal y caracterizado como un trabajo documental y "archivo de piedra", henchido de "textos que honran la tradición de este pergamino de már­mol", para usar los términos del historiador Al­fredo De La Espriella en sus "Dos Palabras" sobre la primera edición. En febrero de 2001 aparece su libro Los Poetas Cantores de la Muerte, donde fluye el sentimien­to estético de la palabra que nos pone a reflexionar sobre el paso inexorable al Valle de la Eterni­dad.

El doctor Leonello Marte Zapa­ta, honorable señor de obse­sión pensante y hábitos meditativos, fue direc­tor de El Misionero, órgano de divulgación de la Sociedad Hermanos de la Caridad. Además, se desempeñó como catedrático y vicerrector de la Universidad Simón Bolívar, donde fue com­pañero de trajines académicos e intelectuales del consagrado profesor universitario José Con­suegra Higgins.

Leonello Marthe Zapata, fue presidente de la Masonería colombiana en el cargo de Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia. Fue presidente de la Sociedad Hermanos de la Caridad, asociación sin ánimo de lucro, integrada por hombres libres y de buenas costumbres, que trabajan por el bien común y la ayuda a los más nece­sitados. En esa entidad encontró la razón vital de su filosofía, como faro que lo iluminó para ayudar a los pobres con la educación que per­fecciona y el auxilio a los que nada tienen, ac­ción que constituía para él un deber muy di­ferente a la tradicional limosna, que a son de trompeta realizan los hipócritas, y que sólo sirve para humillar a los humildes y enmasca­rar la pobreza y la desdicha humana. Por eso el doctor Leonello Marthe Zapata, enarbolaba la vieja divisa: "Cuando ayudes a alguien, haz que tu mano izquierda no perciba lo que hace tu derecha". En esa sociedad de hombres libres y de buenas costumbres tuve el inmenso honor de compar­tir su amistad, admirar sus virtudes y calibrar sus profundos pensamientos, los cuales no son los de un hombre dogmático, sino los de un dialéctico respetuoso de la ley, que exponía sus ideas con claridad, sujetas al devenir histórico. nutriendo la independencia del criterio como baluarte inexpugnable contra toda claudica­ción.

El doctor Leonello Marthe Zapata, murió el 18 de julio de 2008 en su natal Barranquilla. El departamento del Atlántico ha perdido a uno de sus valiosos hijos. Se ha marchado para el Oriente Eterno, el distinguido intelectual de nuestra patria, que a lo largo de su vida trabajó con entusiasmo en las actividades que colma­ron su espíritu: la ciencia médica y los estudios humanísticos. Al mismo tiempo, este ejemplar ciudadano, se destacó como verdadero gladia­dor contra la ignorancia, contra la ambición y, principalmente, contra la hipocresía. Puede decirse que hasta en los días postreros se mantu­vo en guardia, siempre con la espada enhiesta contra !a maldad. Fue un ser feliz porque fue bueno. Fue un luchador porque fue justo. Por eso el doctor Leonello Marthe Zapata, se mar­chó con "el rostro en paz y el corazón en gue­rra", como dice el cuarto verso del poema “huésped sin sombra” de la inmortal Meira Delmar

El SILENCIO COMUNICATIVO DE LOS GESTOS



Por JOSÉ MORALES MANCHEGO


El ser humano utiliza para comunicarse, desde los más simples toques, pasando por los signos, símbolos, palabras y con­ductas, hasta los más avanzados y moder­nos sistemas que, a través de sofistica­dos ordenadores y máquinas electróni­cas, facilitan la relación interpersonal. Una de las más elementales formas de comunicación la constituyen los gestos, ese lenguaje silencioso, pero de tanta significación, con el que, sin mediar pa­labras, se pueden anteponer barreras o abrir espacios a una relación laboral, po­lítica, de amor o de amistad. En ese sen­tido, se puede decir que un gesto acerca o aleja. De ahí que muchas veces una mirada basta para establecer limitacio­nes; pero también, muchas veces, una mirada es suficiente para despejar el camino hacia la ilusión buscada. Si nos remontamos en el tiempo, fácilmen­te podemos intuir que los seres humanos de las primeras edades se comunicaban con gestos. En esa forma se dieron los primeros diálogos de los recién encontra­dos habitantes del maravilloso mundo, donde se originó el homo sapiens. Lo mismo sucedió en el Nuevo Continente, cuando el abismo de incomunicación que separaba a indígenas y europeos fue alla­nado por los gestos, hasta que las lenguas extranjeras se ense­ñorearon sobre los valles, las montañas, los llanos y los riscos, constituyéndose en un elemento de destruc­ción de las lenguas aboríge­nes en territorios amerin­dios.
La acción social más importante que tienen los seres humanos es la comuni­cación. Ella es indispensable en toda ex­periencia que se lleve a cabo entre perso­nas. Hombres y mujeres la utilizan para entenderse acerca de algo y realizar sus distintas actividades en el mundo de la vida. En otras palabras, los diversos ti­pos de acción social necesitan de la co­municación como metalenguaje que sirve para explicar, manifestar, anunciar, no­ticiar, dialogar, propagar y muchas cosas más.


Los gestos generalmente son de fácil inter­pretación. Es cierto que algunos son extra­ños e indescifrables, como el de la "Gio­conda", el retrato más famoso de toda la historia de la pintura, que sobresale no sólo por su innovadora técnica, sino por el misterio de su sonrisa legendaria. Pero hay también muchos gestos convenciona­les, que pasan por encima de las diferen­cias culturales para expresar alegría, pena, furia, asco, sorpresa o miedo. Por eso se dice que en el silencio el cuerpo humano habla. En ciertas ocasiones, sentarse o pararse en un sitio determinado, o no cumplir una cita y dejar la silla vacía, son hechos suficientes para comunicar deseos o sen­timientos, ante los cuales las palabras y las letras resultarían menos elocuentes. Estos ejemplos nos muestran la impor­tancia de los gestos, los cuales juegan un papel fundamental, no sólo en las rela­ciones interpersonales, sino también en los grandes acontecimientos de la vida nacional e internacional. Por tanto, es necesario saber descifrar ese lenguaje, para comprender mejor las intenciones que compendia. Lo ideal sería que siempre se usara para proporcionar satisfacciones o placeres; pero como sa­bemos que no siempre ocurre así, cuan­do los gestos impliquen disgustos, no se debe dejar la intriga abierta. En estos ca­sos, el diálogo es el camino sugerente pa­ra evitar que estalle un conflicto bajo el silencio comunicativo de los gestos.

El PODER DE LA INFORMACIÓN

Por JOSÉ MORALES MANCHEGO

Cuenta la historia que en el año 490 a. de J. C. el ateniense Milcíades obtuvo una contun­dente victoria sobre los persas en la batalla de Maratón. En aquella ocasión, un soldado lla­mado Filípides tuvo que correr 42 kilómetros de Maratón a Atenas para llevar la noticia al Areópago, Supremo Tribunal de gran reputa­ción por su sabiduría e imparcialidad. De ahí surgió la denominada carrera de Maratón. Pero lo que ahora interesa, no es hablar de la tradicional carrera que engalana los Juegos Olímpicos, sino destacar que Fílípides fue un mártir del periodismo elemental y sencillo de aquella Grecia de la antigüedad. Filípides cayó muerto de fatiga al final de la carrera, pero antes de exhalar el último suspiro alcanzó a dar la noticia con un grito, cuyo contenido sería hoy un gran titular de prensa: ¡Gana­mos la batalla!
Si volamos en el tiempo, de la Edad Antigua a las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del XX, nos encontramos con el uso de palo­mas mensajeras para enviar información. Es de anotar que este medio de comunicación se empleaba desde los tiempos remotos de Ramsés III, en Egipto, cuando los faraones se servían de la llamada "telegrafía alada" para comunicarse con todas las ciudades del impe­rio. Hoy los periodistas y comunicadores socia­les no tienen que utilizar palomas mensajeras ni correr como Filípides para difundir una noticia por todo el planeta Tierra. Los medios de comunicación de masas han alcanzado en las últimas décadas un sorprendente desarrollo para bien o para mal, pero sobre todo para asombro de la humanidad. En otras palabras, si comparamos el desarrollo actual en materia de comunicaciones, con el de épocas lejanas en el tiempo, el resultado será de abismales diferencias.
La revolución que han experimentado los me­dios de comunicación permite a los comunica­dores sociales y periodistas, realizar la trans­misión de los acontecimientos "en vivo y en directo", produciéndose a la vez una cantidad de información de proporciones gigantescas. Esa gran cantidad de información que se está generando, la alta velocidad con que llega al público y el contenido ideológico que la pene­tra, hacen de los medios de comunicación de masas, un poder que se debe manejar con prudencia y mucha responsabilidad. Podría decirse que los medios de comunicación de esta época constituyen la fuerza vital de la sociedad y los periodistas y comunicadores sociales son verdaderos funcionarios de la aldea global.

Los medios tienen prácticamente la decisión sobre la conciencia colectiva. Ellos pueden influir hasta cambiar las costumbres y tradi­ciones de un pueblo, pero también pueden servir para elevar su nivel cultural y crear un sentido de pertenencia e identidad. Ellos pue­den elevar a una persona o cosa y mantenerla en altos niveles de aceptación; pero también pueden llevarla al despeñadero del reproche, el descrédito y la difamación. Los medios de comunicación sirven para construir, pero también pueden ser utilizados para des­truir. En fin, nadie duda que el globo terráqueo, se encuentra inmerso en un mar de información, orientado algunas veces a sacralizar y otras a satanizar hechos y personajes, lo cual hace difícil el conocimiento de la realidad política y social. Ahora bien, a los grandes medios de comunicación, como radio, televisión y pren­sa, últimamente hay que agregar el ciberespacio, donde cualquiera puede abrir una página, opinar y manipular información. Allí existen buenos aportes a la ciencia y a la cultura, pero también encontramos elaboraciones que ge­neran confusión y aturdimiento. La incertidumbre crece cuando se descubre que al lado de la opinión oficial surgen otras opiniones que no están desprovistas de razón. En estas cir­cunstancias, si queremos desentrañar la ver­dad, debemos tener en cuenta la duda metódi­ca como punto de partida. Es decir, "no admitir como verdadera, cosa alguna que no se sepa con evidencia que lo es", según la regla del filósofo René Descartes, "padre de la filosofía moderna", en su Discurso del Método. Luego, para seguir adelante en la búsqueda de esa verdad tan anhelada, se necesita la activa participación del receptor de la información, ya sea lector, radioescucha, televidente o cibernauta, con todo el bagaje intelectual que lo caracterice. En otras palabras, hay que reali­zar toda una labor heurística complementada con un trabajo de análisis, crítica de proceden­cia de la fuente e interpretación doctrinal, lo cual permitirá que los hechos se tornen más claros y precisos, hasta donde ello sea posible, claro está.
Es obvio que esta minuciosa indagación tiene que ver con el oficio dispendioso de un inves­tigador, algo muy difícil para un parroquiano elemental. Afortunadamente también existen fuentes de información garantes de objetivi­dad, elaboradas por profesionales que se deba­ten segundo a segundo entre el mundo de la vida y la acción comunicativa, para dar al público una información confiable, clara y precisa, que devele la mentira y la falsedad. En síntesis, para navegar en el inmenso mar de información, en el cual nos encontramos, es importante desarrollar un espíritu crítico, que nos permita distinguir los informes y comenta­rios tendenciosos, de la verdadera informa­ción. Todo esto en un ambiente de paz y de armonía, donde no existan las vías de hecho ni el temor para exponer ideas. De esa manera estaremos rindiendo tributo al pluralismo y a la tolerancia, como fundamentos de la demo­cracia y la libertad.

EL PATRIOTISMO Y LA PAZ UNIVERSAL



Por JOSÉ MORALES MANCHEGO


El patriotismo, en su dimen­sión más sencilla, es el amor a la tierra que nos vio nacer y crecer. Podría decirse también que es el sentimiento que nos lleva a ser útil a la patria. En ese sentido, el patriotismo se mide por los servicios prestados al país, ya sea mediante la ciencia, la política, las bellas artes o el trabajo en general, sin olvidar que los méritos patrióticos están en relación directa con el desapego al simple y efímero provecho personal. La grandeza del Libertador Simón Bolívar está en su amor por la patria, que lo llevó no sólo a sacrificar su cuantiosa fortuna, sino a jugarse la vida para liberarla de la dominación colonial. En sentido inverso, cuan funesto es aquel que genera una mala imagen de su patria, cometiendo desmanes administrativos, negociados y defraudaciones que le restan dinero a la salud, a la educación y al mejor estar de los más necesitados. Son tales indelicadezas, unidas a la falta de una sólida conciencia nacional, las que han permitido que nuestro país llegue a la dolorosa situación en la cual se encuentra, ofendido por aquellos que no han entendido que "La política es el arte de conservar en paz y grandeza a la patria, mas no el vil arte de elaborar una fortuna a sus expensas", como aseveraba José Martí.
Indudablemente, de esta pesadilla de corrup­ción y de violencia vamos a salir algún día. Para ello es necesario apoyar a la Corte y a la Fiscalía en su empeño valeroso de hacer algo por depurar las costumbres políticas. Así mis­mo es indispensable levantar el orgullo y el sentimiento patriótico. Pero esto no supone el planteamiento geopolítico de atizar los conflic­tos con otros países, para tender un velo sobre los problemas fundamentales que aquejan a nuestros pueblos. El amor a la patria no puede llevarnos a olvidar que también somos ciuda­danos de una patria universal, que debe en­contrar su fundamento en el sentido humano de la fraternidad y de la solidaridad internacio­nal. De esta manera, la idea humanitaria de una patria universal no suprime la idea de Nación. Marco Aurelio decía: "Como antonino mi patria es Roma; como hombre, lo es el mundo".
El hombre puede desarrollar el amor por su país y al mismo tiempo defender el derecho de todos los pueblos a la autodeterminación y a la no intervención. No es necesario negar la pa­tria para ser ciudadano universal. Los seres humanos tenemos que caminar en esa direc­ción. Impulsemos esa idea sin descanso, hasta que llegue el día en que a los conflictos entre los hombres del mismo país o de países distintos, suceda el sentimiento del interés común de todos los pueblos. Entonces podremos disfru­tar como ciudadanos del mundo, de la armo­nía y de la paz universal.

El MUNDO DE LOS NIÑOS

"En la base del desarrollo emocional se halla la libertad con que el niño se expresa" (Frank Ángel)


Por JOSÉ MORALES MANCHEGO


Los intereses, los sueños y las fanta­sías, pertenecen al ser humano de todas las épocas, de todas las culturas y de to­das las condiciones sociales. Esos con­ceptos, aunque son tan propios del género humano, resultan difíciles de interpretar entre adultos cercanos en edades, pero aún más difícil si tratamos, como adul­tos, de introducirnos en el mundo de los niños.

Por eso es muy importante aguzar la in­teligencia para meterse en el mundo de la infancia, no para reprender a los chiqui­llos por sus travesuras y chascos ino­centes, sino para disfrutar de su ternura, de su pureza, y estimularlos adecuada­mente, propiciando el desarrollo de su actividad creadora. Pero interpretar y en­tender a los menores no es cosa fácil. En muchas, ocasiones, su comportamiento se convierte en un problema para el adul­to, porque una mezcla de responsabili­dad y de afecto, dificulta su determina­ción. El padre de familia no sabe si lo que ofrece al pequeño va a resultar nocivo, o si ha dejado de ofrecer algo acertado. Esta incertidumbre se debe a que el adul­to se mueve entre sus intereses, los intere­ses del niño, y la presión de la sociedad de consumo. De ahí que en circunstancias apremiantes, ante el antojo o el capricho del niño, se apodere de nosotros la inde­cisión.

No obstante, de lo que sí podemos estar seguros es que los niños tienen su propia visión del mundo y disfrutan a su mane­ra de las cosas más sencillas. Cada gara­bato que hace el niño tiene su significa­do. Él tiene suficiente fantasía para mane­jar lo irreal a su manera y vivir intensa­mente lo que su imaginación convierte en una realidad. Así por ejemplo, en la imaginación del niño, su caballito de ma­dera suda y siente sed; en tanto que para la niña, su muñeca de trapo ríe, habla, come, bebe y se enferma gravemente. El afán de casi todos los adul­tos ha sido arrancar al niño de ese maravilloso mundo y meterlo desde muy tem­prana edad en el rígido y estereotipado mundo de los adultos. Por eso vemos que los rasgos más aplaudidos en los menores son aquellos en que se parecen a los mayores. En muchas escue­las, el niño ejemplar es el que se compor­ta como adulto. Los padres y allegados dicen con satisfacción: "Se parece a un viejito". Y para colmo, la sociedad de con­sumo les fabrica caballos que relinchan y muñecas que hablan, cantan y ríen, quietándoles a los niños su creatividad y los diálogos infinitos que pueden forjar imagi­nativamente con su caballito de palo o su muñeca de trapo. Se olvidan que un día ese niño o esa niña, de manera natural, irá entrando racional­mente en el mundo de la adultez. Enton­ces se interpretará a sí mismo e interpre­tará su mundo circundante. Abrazará el anhelo de libertad y tratará de evitar la custodia y la protección de los mayores; quiere ser adulto, porque cree que en la adultez encontrará la independencia. fa­bricará fantásticamente su propio modelo de vida, sin adverdr todavía que ese mun­do de la ostentación, de la competencia y del dinero serán sus opresores. Otro día, aquel niño tejerá nuevas utopías y tendrá nuevas angustias. A ese ritmo, placeres e insatisfacciones le mostrarán los caminos de la superación y de la frus­tración. Así seguirá su desarrollo intelec­tual y emocional, orientado por los va­lores que padres y mayores enseñen a ese niño, sentando las bases de su proyecto de vida, para que llegue a ser un adulto libre y de buenas costumbres, hasta que complete su ciclo vital y culmine su difícil, pero ameno tránsito sobre la faz de la Tierra.

El MOMENTO ESTELAR EN LA CAMPAÑA DE BOYACÁ

Por JOSÉ MORALES MANCHEGO


El 28 de julio de 1969, como un homenaje a la patriota Antonia Santos en el sesqui-centenario de su muerte, la Empresa Co­lombiana de Petróleos -Ecopetrol- publicó el opúsculo titulado El Momento Estelar en la Campaña de Boyacá del historiador, profesor universitario y ex - presidente de la Academia Colombiana de Historia, doctor Horacio Rodríguez Plata, quien hoy se en­cuentra en el Oriente Eterno, decorando la Gran Logia de la Eternidad. El profesor Horacio Rodríguez Plata, en su trabajo, recrea la tesis según la cual la Batalla de Boyacá fue ganada por los patrio­tas gracias a la decidida participación de los socórranos desde su propio territorio. Según su apreciación el sacrificio de Anto­nia Santos en la Plaza Mayor del Socorro y el consiguiente levantamiento de los pue­blos circunvecinos constituyen el "Momento Estelar" en la Campaña de Boyacá. Los he­chos se presentaron de la siguiente ma­nera:

El 25 de julio de 1819, en el pantano de Vargas, los hombres de José María Barreiro se enfrentaron con los del colosal Simón Bolívar. Fue otra de las tantas batallas entre el despotismo y la libertad. El com­bate fue muy duro y cruento, y las fuerzas de ambos contendores quedaron extenua­das. El rumbo del porvenir estaría en las manos de quien recibiera primero los refuer­zos. Para el próximo combate, que sería decisivo, Bolívar necesitaba aumentar sus efectivos militares y también los requería urgentemente el General José María Barreiro. El ejército libertador no tenía posibilidades de aumentar sus es­casos efectivos. En cambio los realistas, como ejército regular, se apresuraron a pe­dir ayuda al gobernador es­pañol de la provincia del So­corro Lucas González, quien de inmediato atendió el lla­mado y emprendió la marcha al frente de ochocientos soldados. Los refuerzos llegarían el 4 de agosto a Tunja; pero el terrorismo del imperio español, desconociendo el abecé de la política, el 28 de julio fusiló a la patriota Antonia Santos en la ciudad del Socorro. La indignación levantó en armas a los pueblos circunveci­nos en protesta por el asesinato de la mujer que simbolizaba los anhelos de su reden­ción. Centenares de personas armadas con palos, piedras, lanzas, cuchillos domésti­cos y herramientas de labranza, se toma­ron la ciudad de Charalá, patria chica de Antonia Santos Plata, e impidieron el paso al coronel español Lucas González y a su ejército, que marchaban a reforzar al an­gustiado Barreiro. En esas circunstancias, el 7 de agosto de 1819, en el Puente de Bo­yacá, Bolívar, mediante una jugada espec­tacular, le dio el golpe de gracia al ejército español. Ese día nuestra patria, revestida de gloria, emprendió el anhelado vuelo de la libertad, y la heroína Antonia Santos, como el Cid Campeador, seguiría ganando bata­llas después de su muerte; ¡y qué batallas! Nada menos que las que a plazo no muy lejano consolidaron la emancipación de un Continente".

EL MISTERIO INSONDABLE DE LA TINAJA

POR JOSÉ MORALES MANCHEGO


En tiempos no muy lejanos, en las ardientes tierras del Caribe colombiano, la tinaja era parte indispensable del mobiliario de cualquier casa. Su puesto regularmente estaba en el comedor. Allí se encontraba encajada en el suelo o empotra­da en un pie llamado el tinajero o banquillo de la tinaja. Pero ella no sólo era indispensable en la casa. Su falta era notable en los establecimientos educativos, sobre todo porque el sofocante calor hacía que el retozo de los niños encontrara una pausa para sentir en sus gargantas el glu-glú del agua fresca y cristalina de la tinaja. Por eso la Ley establecía que la tinaja era uno de los principales objetos que componían el mobiliario de una es­cuela.

En ese contexto encontramos que, en 1870, la Junta Superior de Instrucción Pública del Estado Soberano de Bolívar se dirige al Poder Ejecutivo indicando que lo que se necesitaba con más ur­gencia para la Escuela del Distrito del Pie de la Popa era una tinaja y un jarro de hojalata (Gaceta de Bolívar, Cartagena. 7 de agosto de 1870). Soli­citudes similares abundaban en la prensa regional del sigloXIX, no sólo emanadas de las autoridades educativas que visitaban las escuelas, sino de los directores de los establecimientos educativos, ya que la falta de una tinaja en un establecimiento de esta índole fomentaba la indisciplina o se imponía a los niños la cruel restricción de no permitirles saciar su sed mendigando agua en las tinajas del vecindario.

Pero luego de adquirir la tinaja para una escuela había que echarle agua. Por tal razón, en los mu­nicipios, el Concejo tenía que acordar una partida para el líquido vital que se consumía en la escuela. De esa manera, el 1° de marzo de 1864, el alcalde del Carmen de Bolívar solicitaba al Concejo Mu­nicipal de esa localidad una partida para llenar la tinaja de la escuela. El alcalde le decía entonces al Concejo: "...creo que una partida semejante a la de la tiza que se acordara para agua no sería exorbitante" (Gaceta Oficial del Estado Soberano de Bolívar, 1" de mayo de 1864). De todo lo ante­rior se puede colegir que la tinaja fue objeto de atención y discusiones en las altas esferas del poder, y en el tesoro estatal tam­bién llegó a tener su participación especial.

Hasta hace pocos lustros la tina­ja, como parte de los enseres do­mésticos, no había sido vencida por el moderno surtidor de agua y la nevera. Hoy sólo queda su huella en el tiempo y una que otra muestra en algunos espacios rurales marginados del desarrollo tec­nológico. Los estudiantes de esta época, esos que tienen el deber de salvar a Colombia, al parecer no han bebido el agua de la tinaja. Sin embargo, deben saber que de ella bebieron los hombres y mujeres que forjaron la República: Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander, Antonio Nariño, José María Córdoba, José Prudencio Padilla, Ma­nuela Beltrán, Antonia Santos, Rosa Zarate, Mer­cedes Ábrego, Policarpa Salavarrieta y muchos héroes y heroínas más. Confieso que no quiero restar un ápice al mérito de tan distinguidas per­sonalidades. Pero la verdad sea dicha: la tinaja tiene sus misterios. Recordemos las bodas de Ca­ná, en Galilea, donde Jesús debutó asombrosa­mente ordenando llenar seis tinajas de agua para luego convertirla en vino ¡y qué vino!. Algo tam­bién misterioso debió iluminar a don Quijote en el castillo o casa del caballero del verde gabán, cuando unas tinajas por ser del Toboso te trajeron el recuerdo de su encantadora Dulcinea. Fue en­tonces cuando dijo: "¡Oh tobosescas tinajas, que me habéis traído a la memoria la dulce prenda de mi mayor amargura!" (Miguel de Cervantes Saavedra. Don Quijote de la Mancha. Bogotá: Oveja Negra, 1983. tomo II p. 556). ¡Qué evocación tan maravillosa y qué ramillete de palabras brotó de la mente de don Quijote por la simple percepción de unas tinajas!

Yo podría develar el secreto que yace oculto en el fondo de la tinaja. Pero es mejor callar, porque no estamos a cubierto, y tengo bien entendido que el misterio se debe guardar de los profanos, acatan­do la vieja norma que dice: "Los labios de la sa­biduría deben permanecer mudos para los oídos de la incomprensión".

El MACHISMO EN LA COSTA CARIBE DE COLOMBIA

POR JOSÉ MORALES MANCHEGO


Dice la Real Academia, en su Diccionario de la Lengua Española, que el machismo es la “Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”. Tal actitud no tie­ne ningún fundamento científico. Es más, algunos pensadores nuestros consideran que el machismo es una farsa, en la cual el llamado hombre "macho" suele disfrazarse de lo que no es. En otras palabras, el ma­chista lo que quiere es demostrar que no lo tienen dominado. Sea como fuere, lo cierto es que en los primeros estadios de la hu­manidad esa actitud de prepotencia no existía. Puede decirse que el machismo fue uno de los tantos productos elaborados por la civilización, desde los albores de la anti­güedad. En todo caso, desde que se dio la masculinización de la cultura, el machismo se hizo un fenómeno universal con todos los ribetes que lo caracterizan. Pero si el machismo es un fenómeno uni­versal, cada pueblo y cada cultura tiene su impronta que le da su propia particulari­dad. De esa manera, en la Costa colombia­na del mar Caribe, el machismo ha tenido formas peculiares en su manifestación. En la Costa Atlántica el machismo lo encontra­mos tanto en el hombre de letras como en el más elemental de los analfabetos. Por eso lo tenemos reflejado en la literatura, en la prensa, en la música, en los dichos y en to­das las manifestaciones de la cultura popu­lar. Sin irnos muy lejos en el tiempo, la idea que se ha tenido de la mujer en esta encan­tadora región, la encontramos plasmada en el periódico El Porvenir de Cartagena del 10 de agosto de 1849, donde se afirma tajan­temente que "La mujer es inferior al hombre y ha sido criada solo para su ayuda y com­pañía". Y más adelante asevera el mismo periódico, "no ha sido criada la mujer para gobernar a los hombres, para regir la so­ciedad, para dominar los mares, para es­tablecer y mantener la unión de los mun­dos, sino para una vida quieta y modesta entre ocupaciones domésticas bajo el man­do amoroso del hombre". En ese contexto, la mujer ejemplar tiene que ser una mujer sometida y dedicada a las labores domésti­cas.

En la Costa Caribe de Colombia, lo predomi­nante en la mentalidad colectiva ha sido la vida hogareña para la mujer y la libertad sin restricciones para el hombre. Por eso el pa­pá busca que su hijo se comporte como "un macho completo". Él será su guía y será su ejemplo. En cambio, la transmisión de los valores propios del sexo femenino queda a cargo exclusivo de la madre. En ese ámbito, al padre y a los hermanos les compete el papel de proteger la debilidad de la mujer. El padre protege a su hija para que no sea galanteada por cualquier "irres­ponsable", incapaz de sostenerla. Esa es la esencia del paseo "La Casa en el Aire" de Rafael Escalona, donde el compositor se muestra tan celoso con su hija que decide hacerle una casa en las nubes para que no la vaya a enamorar cualquier Juan de los Palotes. El tipo que quiera visitarla tiene que volar muy alto. Por eso dice la cancion: "El que no vuela no sube a ver a Ada Luz en las nubes el que no vuela no llega allá a ver a Ada Luz en la inmen­sidad". Tal es el castillo en que todo padre costeño quiere ence­rrar a su hija. El padre cos­teño acepta las aventuras amorosas de su hijo, en cambio es celoso con su hija, porque ella tiene que permanecer "decente en el hogar".

El machismo también se refleja en los di­chos o refranes. Así tenemos: "El hombre después que saca los pies de la casa es libre"; "El que no tiene pa´más, con su mu­jer se acuesta"; "Está más manosía que taco de billar"; "Déjala que corcovee que ella busca su paso"; "Cuando el hombre cela a la mujé... falta marido en la casa"; "Para el hombre la plaza...para la mujer la casa"; La mujé, el pescao y el marrano..., con la mano"; "Guepa jé, el que anda en burro anda a pié, y el que cree en mujé está loco"; y, para colmo, "Todo hombre necesita su poder ejecutivo y la sucursal". Por otro lado, en cualquier pueblo o villorrio de la Costa se oye decir, con frecuencia, que el hombre necesita tener relaciones sexua­les desde la adolescencia, porque si se abs­tiene corre peligro. En cambio la mujer ge­neralmente tiene que esperar hasta conse­guir un hombre responsable que le dé segu­ridad económica y sea capaz de protegerla. En esta sociedad, la mujer es una figura idealizada, pero al mismo tiempo oprimida. Así lo manifiesta el merengue de Víctor Silva, titulado "La Mujer y la Primavera", el cual va diciendo al son de la melodía: "La mujer es mejor que seda y que toa las telas del mundo sirve pa' almohada, sirve pa' estera sirve pa' cama, sirve pa' burro". En esa pieza musical, la imagen que se percibe de la mujer es la de un ser apto para una vida de relación pasiva, alejada del mundo y encerrada en un microcosmos que nada tiene que ver con la madurez de la razón, con el desarrollo intelectual o con la "mayoría de edad", según la significativa expresión de Emmanuel Kant. Afortunadamente, los tiempos han cambia­do y con ellos ha menguado la concepción estrecha de la misión femenina. La tenden­cia a masculinizar el mundo está disminu­yendo notablemente. Hoy tenemos muchos ejemplos de mujeres costeñas, desempeñán­dose con lujo de competencia en las altas esferas del poder ejecutivo, en las Fuerzas Militares, en la dirección de la empresa, en la industria, en el parlamento, en la magis­tratura, en la investigación y en la vida cul­tural en general. La mujer caribeña de hoy es diferente a la de antaño en su carácter, en sus convicciones, en sus valores, en su sabiduría, en sus gustos y en sus roles. La mujer caribeña contemporánea es un ser nuevo, que está irrumpiendo masivamente en los estrados de la historia. Y lo más importante: le está quitando el disfraz al machismo ancestral.